Mientras que esto ocurría, un día me llamó el jefe a su despacho. Al visitarlo me habló correctamente. Cuando quería pedirme algo daba la impresión de que era normal. Me saludo con mucha cortesía y dijo que íbamos a ver una obra que le molestaba mucho a los de Medio Ambiente y al mismo jefe superior de la empresa, pero que no veían la solución al problema.
Cogimos el todo terreno y subimos a verla. Yo ya la conocía, se trataba de una corta de una altura manométrica de unos 45 metros, con una pendiente de sesenta grados o más, en roca viva y con 350 metros de longitud. Cuando la observábamos me dijo que no veía forma de tapar aquel tremendo impacto, que además se divisaba desde una carretera de mucha circulación que hay cercana.
-Esto tiene fácil solución le dije: Para el mes de mayo, no se verá nada de esas rocas, todo será verde.
El individuo, con una sorpresa disparatada y con la brusquedad de siempre me dijo:
-Acaba de ver el problema y dice que está chupado, ¿usted está loco o qué?
Le miré con cierta sorpresa por la torpe contestación que medio y el desconocimiento que tenia del tema. Lo que para mí era total mente normal.
Sin darle importancia a su despotismo y malas formas le pregunte, ¿Se pueden utilizar las tierras de la pradera de esa superficie que hay en la parte más alta que las rocas?
-Sí se pueden utilizar, son de la empresa. ¿Para qué la quiere?
-Eso forma parte de la solución al problema. Meteremos una pala para cubrir con esa tierra parte las rocas.
– Eso es imposible ¿Cómo va cubrir las rocas si bajará al fondo y llegará hasta dónde estamos? Dijo casi alucinando.
-Sí que se va a caer cierta cantidad, pero la roca se quedara cubierta de tierra por diversas partes y nos servirá para hacer una plantación de unos tres mil abedules, podados como las viñas. Una vez hecha esa plantación, abonaremos y sembramos con la máquina. Y para tapar la parte de abajo, que es la más difícil, por la superficie tan lisa de la roca y tan pendiente, donde no parara la tierra, tenemos dos formas de solucionarlo. Una colocando unos 30 cm. de grosor paja con una alambrada que se sujetar con barrenos en la roca y sembrado después con la maquina a presión. La otra forma sería plantando 300 chopos canadienses, de 5 a 7 metros de altura.
– Cual de las dos formas es la más barata dijo.
-La de plantación de árboles le dije,
-Pues hagamos la más barata.
Para plantar estos chopos hay que meter la retro y hacer las pozas de metro y medio de profundidad para que salgan con más bravura. El chopo en la superficie no medra, excepto si está al lado de un reguero. Cuando se plantan en terrenos normales sin agua cerca, precisan de mucha humedad y aquí solo se consigue con la profundidad. Después de terminar de explicarle mi forma de resolver aquel problema me dijo:
-Si falla le echo, no lo dude. ¿Es imposible que con ese sistema funcione?
-Tranquilo, lo prometido es deuda, cuando llegue mayo, ya verá el resultado, le dije: con toda tranquilidad.
Empezamos a trabajar. Pedí trescientos chopos a Guadalajara. Una tarde me llamó el camionero que traía los chopos y quería saber dónde podía descargar. Le expliqué cómo llegar y que le esperaría con mi gente para descargar. Llegó el camión. Mostré los árboles al jefe. Los miró y dijo que no los quería, que si tenían la longitud pero no el grueso necesario. Dijo que no los quería de menos de 18 centímetros de diámetro, que los devolviera.
-¿Cómo los voy a mandar hasta Guadalajara? No los van a querer. Además el camión no es de allí y va a cargar a la Fabrica de la Felguera 25 toneladas de chapa, eso comento con migo el caminero.
De nada le sirvieron mis argumentos. Se cerró en banda y no quiso razonar. Dijo que eran muy caros para el grosor que tenían.
– No los tenían más gruesos. Me habían prometido que al ser de esa altura saldrían con mucha rapidez. Era muy poca la diferencia, en cambio en el precio si había más, así figuraban en el catálogo. Nada le importaba, no me quedó otro remedio más que decirle:
-Páguelos a como quiera, pero no los devuelva por favor. ¿A qué altura voy a quedar en ese vivero? Si los devuelvo, nunca más me enviarán material y con toda la razón. Además de los gastos de los portes que yo tengo que pagar.
Con su sangre fría y más duro que un regodón se atrevió a decir que no los pagaba más que a 90 pesetas cada uno. El precio era de 1.200 más el porte. Así figuraba en la factura. Por mucho que le expliqué, hasta le mostré el catálogo y la propia factura con los precios para que lo comprobara. No me hizo caso y no tuve otra opción más que aceptarlo y callar. Esta fue mi única salida para evitar que me quitara aquella obra. Que yo consideraba necesaria para no mandar a mi gente al paro, mientras que aparecía otra. A parte, era muy importante para mí demostrarles cómo se trabajaba en algo que creían imposible. Esta obra, en la que perdí tanto dinero, fue muy importante por su resultado, hasta popular por la dificultad que presentaba, pero solo para ellos, no para mí. Eso quedó claro. Mucha dictadura, mucha bronca mucho estudio de ingeniero pero no pudo con aquel terrible impacto, nosotros sí.
Llegó la primavera y los árboles abonados con la hidrosembradora, se convirtieron en un bosquecillo digno de contemplar. Junto con la pradera presentaba una hermosa vista donde ya no se divisaba ninguna roca. Daba gusto ver lo que antes era una roca totalmente desnuda y ahora un hermoso paisaje con todo su verdor. La gran pendiente la hacía más importante, era digna de contemplar aquella obra.
Aquel jefe avasallador, que tan mal me trato además de robarme dinero. Porque eso se llama “robar”, no tiene otro nombre Después de comprobar el excelente resultado de lo que él creyó imposible. Una mañana me llamó por teléfono y me dijo que el jefe mayor quería felicitarme, a demás de ir a comer con ellos y que llevara un informe de cómo había hecho aquella obra, que así lo pidió el gran jefe.
-Le dije que el informe allí estaba, que lo que me hacía falta eran más obras. No admití su invitación porque ya no podía soportar tanta traición, tanta maldad. Le dije como disculpa que no podía asistir a esa comida por estar trabajando fuera de la provincia.
Aquel individuo, de extraño comportamiento, machacaba a quien pillara. Era conocido por su mala forma de comportarse, tratando a la gente con despotismo y desprecio. Hubo quien dijo que debía tener una tremenda paranoya.
Todo esto y mucho más ocurrieron en mi dura y esclava vida, y si lo que escribo es mi biografía, así lo debo figurar, porque es verdad.
Mientras que se hacía esta máquina, el personal que salía desde nuestra base para las obras, por su afición y novedad de esta máquina, con frecuencia visitaban mi obra y con la mejor intención comentaban en el trabajo lo que ellos consideraban algo excepcional, el invento de mi maquina. Aquello sería una gran noticia para mucha gente, pero mal visto por un miserable que más tarde me haría la vida imposible en una de aquellas obras. Todo aquello era muy comentado, Arsenio, inventa y hace maquinas, trabaja como si tuviera manos. Ay que verlo para creerlo diacia algunos. Pero aquel canalla, llevado por la envidia o la maldad, nunca pudo soportar que mi gente ni mi máquina trabajaran en aquella obra, en la que era encargado. Las cosas habían salido bien gracias a esta máquina, pero aquél mala persona lo quiso echar abajo.
Como describo en el prologo de este libro, no es mi intención discrepar del pasado, solo recordar lo que ocurre algunas veces por el mundo y lo que algunos tenemos que soportar, por encontrarnos indefensos ante tanta maldad y no poder evitar los atropellos cometidos. Por eso no voy a nombrar a la empresa ni al canalla. La maldad fue ejercida por un miserable que sin piedad, quiso hacer daño en repetidas ocasiones. Primero le dijo al jefe multitud de mentiras hasta que consiguió enfrentarle a mí como un perro rabioso para que nos echara de la obra. Lo que nunca pude saber fue si esta mala persona actuaba por su cuenta, llevado por su mal proceder o era influenciado por intereses particulares. Lo que sí es cierto es que en esta obra lo primero que hicieron fue quitarnos la contrata, obligando a trabajar a cuatro hombres y a la máquina por cuatro perras.
Nos pagaban una especie de alquiler, lo que suponía una gran pérdida de dinero. Aquí se cumplía lo que aquel buen hombre me había anunciado, que nos echarían. En efecto, solo me alquilaban la máquina ymas trade a solo dos de mis hombres, a un precio mísero por hora. Ellos ponían los materiales y el que dirigía y mandaba este equipo era aquel hombre cruel, que no se conformó con que me quitaran las contratas, su proyecto sería hundirme y echarme de allí; quitarme el trabajo para darlo a otros, que cobraban mucho más por el metro cuadrado, pero les interesaba porque así había “guita” por a lado. Esos eran los comentarios de gente que trabajaba allí de siempre.
Una de las mentiras que aquel malvado se inventó fue cuando le dijo al jefe que nuestra máquina no llevaba 5000 mil litros y que no rendía lo suficiente. El jefe me llamó y sin más explicaciones me echó la gran bronca. Cada poco le llegaba con una nueva embajada, de tal forma que me atormentó durante largo tiempo. Hasta que un día ya no pude soportara más y le dije al jefe:
-No entiendo su forma de proceder. Si no vale lo que le digo, la máquina está a su disposición en la obra, para que la cubique usted mismo. Así sabra que lo que le digo es cierto. En cuanto a su rendimiento, tampoco hay ningún problema, el rendimiento de mi máquina, es superior a cualquier otra por la rapidez de expulsión, puede comprobarlo. Esta máquina lleva una bomba especial, que de momento no se conoce otra que la pueda igualar. Expulsa los 5000 litros en 14 ó 15 minutos, las de importación que se conocen tardan más de media hora y usted lo sabe. Pero ante la duda también lo puede comprobar y así ya no podrá hacer caso de lo que le digan los que quieren echarme de la obra.
Depues de hacer la comprobación, sabra que mi maquina es la mejor. Lo mismo que mi personal, que también son los mejores y eso fue comprobado por un Ingeniero de otra obra que calculó los rendimientos de distintos trabajos. Espero que todo esto sirva para despejar sus dudas. Así que ya no admito más discusiones al respecto, ya estoy reventado de sus broncas y de las falsas informaciónes que le dan.
Me había hartado de tantas riñas e imposiciones. No me importaba que me echara, ya lo estaba haciendo. Me di cuenta que ante esta clase de gente, cuanto más prudente eres y más les escuchas, más te machacan. Hacen como los animales, si te descuidas te comen. No tenía más remedio que salir corriendo o enfrentarme para demostrar la realidad. Debí haberme impuesto antes a defender mis propios intereses. Aguanté lo indecible, esperando a que dejara de torturarme. Pero cada vez era peor. Aparte del respeto que yo siempre tuve con la gente y la poca experiencia de mi juventud y porque no decirlo, también por la necesidad que tenía de poder trabajar para vivir. Fue terrorífico lo que tuve que soportar. Pobre de estos miserables si tuvieran que pagar las que hicieron.
Aquello sirvió para que nunca más me riñera por aquel motivo. Nunca supe si llegó a comprobar lo que le dije, pero quedó bien claro que todo fue una farsa de aquel traidor. Supongo que ya no le admitiría más mentiras.
Pero aquel individuo, no se conformó con el daño que ya me había hecho. Viendo que no conseguía echarme, cambió de tercio. Decidió meter entre los materiales que ecaha a la maquina, piedras de caliza, de las de carretera, para desguazarme la bomba. Estas piedras por su peso, no subían por el circuito y al limpiar la máquina varias veces aparecieron en el fondo. Un equivalente a una caldereta de albañil de cada vez. Lo suficiente como para desguazar tantas bombas como piedras. Fue una gran sorpresa para mí personal y para mí. ¿Cómo sería mi tristeza? ¡Cuánto tuve que sufrir! ¿Qué podía hacer? Sabía que era aquel encargado, rabioso que trataba mal hasta mi gente, pero yo no podía demostrarlo. Por si esta canallada fuera poco, tenía a su jefe engañado con mil mentiras. Cuando iba por la obra no me podía ver ni en pintura, ni me miraba a la cara.
Como las piedras no le sirvieron para su fechoría, a los pocos días metió entre los materiales que él mismo echaba a la cuba un tornillo de 22 mm. Éste reventó la Bomba. La pérdida fue de mucho dinero: pérdida de trabajo, gastos de una nueva bomba, viajes y jornales de montaje. El disgusto y el sufrimiento de saber que podía seguir destrozando la máquina que yo tanto apreciaba eran enormes. Sabía que no iba a parar hasta que nos echara.
Un viernes ya muy tarde, cuando terminamos de quitar la bomba y de examinarla para ver si podía ser restaurada de nuevo y lo más rápido posible para evitar que nos echaran, hablé con el fabricante de ésta. Me dijo que lo mejor sería que yo mismo se la llevara para ver lo que se podía hacer. Quedamos de acuerdo y salimos aquella misma madrugada para San Sebastián. Después de ver el estado en el que se encontraba la bomba, pensó lo mismo que yo. Sin decirle nada de lo que yo opinaba, dijo que era más rápido y mejor hacer una nueva. Trabajamos al máximo el sábado y todo el domingo para conseguirla. En este viaje me acompañó mi esposa y mi hijo, que no quiso que yo condujera bajo el terrible disgusto. Este viaje lo consideraba largo y peligroso para el estado en el que yo me encontraba, por el tremendo disgusto.
Fue un viaje relámpago. Comenzamos a trabajar de nuevo el lunes al medio día, con una bomba nueva y con más potencia. El malvado no se conformó con aquello y una noche nos desguazó el cañón de la maquina, que es el que lo espulsda con gra potencia, a largas distancias. Hubo que hacer otro nuevo. Más tarde apareció en el fondo un tronillo como el anterior, de 22 mm, cortado a soplete y preparado para reventar de nuevo la máquina. Durante el tiempo que se trabajó allí, hubo cinco sabotajes con daños, sin contar los intentos que descubrimos al encontrar materiales en el fondo de la máquina.
Trbajamos en muchas obras de distintas provincias y nunca nos encontramos con una alimaña de esa clase. Era tan torpe y tan malo que su cerebro no debía servir más que para pensar en hacer daño y arrastrarse ante su jefe. Oí decir a una anciana que “era mejor encontrase con el demonio que con una persona de esa clase”, tenía razón.
Esta máquina fue un éxito por su capacidad de trabajo, fácil manejo y sus diversas aplicaciones, aparte de su gran solidez y fortaleza. Su primer trabajo fue en los taludes de la carretera de Cangas de Onís a Panes, en la zona de Corao. Restauramos unos taludes con una pendiente de sesenta grados, sobre roca. Fue nuestro primer éxito.
De este trabajo hice un folleto informativo para las empresas. Conservo este folleto como pieza de museo por reflejar la primera obra realizada con esta máquina y por haber salido tan bien, pese a la dificultad del terreno. Siempre ha sido mi costumbre hacer las cosas bien.
Aunque este folleto resultó caro, fue muy interesante y valorado para mucha gente. Refleja distintas obras que consistieron en cubrir con césped hasta las mismas rocas a base de investigar y hacer pruebas hasta conseguir los resultados que esperábamos.
Se cubrieron con césped toda clase de terrenos, zaorras del ferrocarril y grandes rocas. Después de aquellos trabajos pasamos a trabajar en obras por Asturias y León, en taludes, carreteras, puertos de alta montaña y minas a cielo abierto. Donde más trabajamos, como era natural, fue en la zona del Nalón, Caudal y Aller, para las empresas de Ensidesa, Hunosa, Feve, Renfe, y otras empresas con minas de menos envergadura. También en el Monte Lumajo, en la Central Eléctrica de Rioscuro, en Villablino y en Cistierna, León.
No podía pagar una maquina de importación, era mucho dinero para invertir, imposible poder con ello. En nuestro país no las había. No me quedaría más remedio que hacerme una hidrosembradora, pensé que sería la única forma de poder seguir adelante.
Llevaba tiempo dándole vueltas al tema y, a pesar de las advertencias de aquel hombre que sabía eran ciertas, no me di por vencido. Sabía que para los taludes de carreteras y otros lugares esta máquina era indispensable. Si no la conseguía los días como contratista de esta clase de obras estarían contados.
Tenía que construirme una maquina propia. Si no podía en un año, emplearía los necesarios para ir pagando los gastos de su construcción. Al regreso de aquel viaje comencé a trabajar en el proyecto. Llevé conmigo a un topógrafo a ver una de importación, con el fin de tomar alguna medida. Pero al día siguiente pensé que lo mejor sería dejar este tema, podría meterme en líos si la copiaba
Decidí comenzar desde cero por mi cuenta, a diseñar una que fuera totalmente distinta y española, que pudiera patentarla y hacerla a mi gusto.
El diseño de esta máquina me llevó largo tiempo. Mis conocimientos eran escasos para una obra de esa envergadura. Iba a resultar difícil. Trabaje días y noches sin descanso. El problema no era el trabajo que llevaría construirla, sino lo absorbente que era aquella obra. Me resultaba demasiado complicado y no me dejaba dormir.
Algunas veces la bravura de la juventud no nos deja ver el peligro al que muchas veces estamos expuestos en el trabajo o en la carretera por las prisas. Cuanto más corras más peligros tendrás.
Evita esa prisa en todas partes pero sobretodo en carretera y en el trabajo, es muy mala cosa. Por ella pierdes capacidad, te absorbe la inteligencia y no estás en tu estado normal, aunque te creas que dominas tu máquina bien, no es verdad.
Cuando ya tenía parte de la máquina diseñada, un prototipo de mi propia imaginación, decidí comenzar su construcción. Cogí el coche y marche a buscar un soldador.
Cuando iba por Sama me encontré con un viejo amigo, Aquilino Fernández, que habíamos sido compañeros de trabajo en la oficina del Cargadero del Grupo San Mamés. En aquel tiempo era profesor de la Escuela Elemental de la Felguera y yo estaba destinado a las oficinas centrales del Grupo. Hacía ya tiempo que no nos veíamos. Charlamos un rato y le conté mis proyectos.
-Llegas a tiempo, me dijo, en el piso a lado del mío hay un buen soldador. Es uno de los mejores del la región. Aunque viaja por obras de distintos países, acaba de llegar por tres meses.
Nos acercamos hasta el edificio donde vivían y llamó al timbre. Bajó y nos presentamos. Le expliqué lo que pensaba hacer y dijo que no tenía ningún inconveniente en ir a trabajar conmigo hasta que le llamaran para marchar. Subió de nuevo a su casa y al poco tiempo bajó. Comenzamos los trabajos de la máquina, aquella misma mañana. Nada más llegar dimos comienzo a la construcción de lo que iba ser una gran máquina, la primera de nuestro país.
Lo primero que teníamos que hacer eran cuatro fuertes caballetes para poder resistir el gran peso de la máquina, donde colocaríamos su base, además de una cuba con capacidad para 5000 litros. Llevaba un motor de setenta caballos de gasoil. Un cambio de marchas y una doble transmisión. Una bomba de alta presión de treinta caballos, la que mandaba el material al cañón de lanzamiento o a las mangueras, cuando se trataba de largas distancias. Además, un fuerte reductor que transmite la fuerza al mezclador interior, provisto de un eje central con unas paletas para hacer la mezcla de los distintos materiales que llevaba según los casos a tratar. Esta máquina es para trabajos de hidrosiembra, también para los bomberos, al lanzar agua con gran potencia y rapidez. Igualmente para repartir cal en grades extensiones de terreno. Solo en catorce a quince minutos expulsaba los 5000 litros a una distancia de 200 metros, o más, según los casos y la presión que se necesitara.
Esta máquina lleva en la superficie una base plana para poder trabajar el personal, protegido por una balaustrada, además de unas cadenas que, en la obra, se colocaban superpuestas encima de la balaustra o laterales para la seguridad del personal, evitando que uno se pudiera caer desde aquella altura. Se alimenta a través de sus dos escotillas con el agua necesaria, abonos químicos, semillas diversas, paja molida, celulosa y pegamento para fijar el material en pendientes muy elevadas.
A la vez que fabricaba esta máquina, tenía que trabajar mis ocho horas de servicio y buscar tiempo para visitar obras, por distintos lugares y distintas empresas, algunas fuera de Asturias. Me encontraba agotado por tanto trabajo, por lo que casi me mato en coche un día. Tenía un grupo de diez hombres en una obra de alta montaña y fui a ver las obras. La entrada era por el alto de una montaña y bajé viendo toda la explotación. Estuve con mi gente. Salí a las 12 con destino a casa para ayudar al soldador. Cuando iba llegando a un cruce de carreteras, a unos 100 metros antes, me quedé dormido y sin darme cuenta el coche se iba contra un muro. Antes de colisionar desperté, frené. El susto fue grande. Aparqué y salí del coche para dar un pequeño paseo para despejar, pensando que si este sueño me hubiera dado bajando de la montaña, seguro que volaría por toda aquella enorme pendiente. Tuve suerte.
Cogí el coche y continué. Era un lunes del mes de mayo, un día de esos con nubes y con mucho calor. Como todos los lunes había mercado en Sama. La circulación era muy lenta, aun no se había construido el corredor del Nalón y las carreteras de la zona estaban saturadas. Cuando circulaba por delante del Pozo María Luisa en caravana, a unos 20 kilómetros por hora, me quedé de nuevo dormido. Mi coche invadió el carril contrario. Esta vez no desperté y me dirigía a empotrarme debajo de un trailer. La gente miraba cómo iba a quedar debajo de aquel camión. El coche que llevaba detrás era de la Guardia Civil de Laviana. El Sargento Abelino y un guardia civil.
Avelino que había estado con su mujer cenando con nosotros el jueves anterior, pues era familia por parte de mi mujer, dijo a su compañero:
-Es Arsenio algo le ha pasado. Le daria un infarto, va como muerto.
El camionero pitó fuerte, pero el dormido siguió su camino hacia el camión. El camionero que vio al conductor del coche sin sentido, en el momento de la colisión fue muy hábil y dio un viraje para evitar meterme bajo su camión. Casi tira la casa de aseo del Pozo María Luisa, pero me libró de lo que pudo haber sido mi final. Me pegó de lado y me lanzó contra otro coche, un volvo que circulaba en dirección contraria. Le reventó una rueda y le destrozó una parte. Desperté con el último porrazo. Avelino y el compañero se lanzaron a sacarme del coche pensando en lo peor. Yo estaba aturdido, tenía diversas magulladuras, golpes y dolores. Me llevaron al bar de en frente para examinarme mejor y poder recuperarme del susto y de los golpes. El dueño del bar preguntó al sargento si esta borracho.
-¿Cómo va estar borracho Arsenio? Él no se emborracha le respondió Avelino en tono fuerte y molesto por que pensara eso de mí. Todo lo contrario, es por trabajar demasiado y no descansar ni para dormir. Está inventando una máquina y no para. Yo estuve en su casa el jueves, con mi esposa, a cenar con ellos. Su esposa se quejaba de que no dormía por tanto trabajo y tenía miedo de que le pasara algo por falta descanso.
Abelino también me aconsejo en aquella visita que trabajara un poco menos, que a esa marcha no había quien lo aguantara. Tenían razón. Mi esposa fue la primera que se dio cuenta del peligro, pero no le hice caso. Muchas veces fallamos y en este caso pudo haber sido grave, nunca más cogería el coche sin haber dormido.
Después de lo ocurrido cuando un día íbamos mi esposa y yo desde Teruel a Zaragoza. Eran las 12 del medio día y parecía darme un poco el sueño. A pesar de que ya procuraba dormir mejor y dosificar más el trabajo por precaución. En cuanto me di cuenta, aparqué para dormir media hora. Mi esposa leyó el periódico. Seguimos el viaje sin más problemas. A partir de aquella experiencia me había dado cuenta de que no se puede luchar contra la naturaleza. Seguiría trabajando mucho pero procurando dormir lo necesario para evitar problemas al volante.
Regresábamos de comprar ganado en una graja de las mejores del país. Tenía ganado selecto en porcino. Era la Granja Virgen de La Fuente, situada a unos 150 kilómetros de Teruel, en las montañas del norte. Hasta esas lejanías íbamos a buscar el ganado. Otras veces comprábamos de importación.
La reparación del coche costó 375.000 pesetas. En aquel tiempo era un montón de dinero. El coche era nuevo, un Crysler 150, pero se quedó que daba pena verlo. Era difícil creer que allí hubo un hombre al que sacaron sin problemas después de un porrazo tan gordo, el que lo vio dijo haber sido una gran suerte, muchos no lo hubieran contado. Gracias que no circulaba a gran velocidad. Pero la falta la había venido cometiendo desde hacía ya tiempo, por trabajar más de lo que estaba permitido y no dormir lo suficiente.
La construcción de la máquina fue una lucha tremendamente dura: catorce meses interminables duró su construcción, entre el tiempo de diseño y mano de obra. Fue un tiempo lleno de inconvenientes y dificultades. Cuando estábamos a mitad de su construcción, una mañana llamaron al teléfono al soldador Paulino. Le dijeron que tenía que salir con carácter urgente para el Estrecho de Bering, a una base petrolera. Cuando me lo comunicó, se me paró el reloj. No me lo podía creer. Me quedaba todo para mí solo. Aquel hombre era muy trabajador y prudente. Un soldador con una capacidad de trabajo asombrosa, era un veterano en la materia. Me entendía a la perfección, pero se iba. Recibí un disgusto terrible. Los dos estábamos muy a gusto, a pesar de los inconvenientes que surgían en un trabajo de esa categoría. Él se encontraba cerca de su casa y ganaba un buen sueldo y yo contento con su buen trabajo.
Este gran hombre lo sintió mucho. Le daba pena dejarme solo con aquella obra tan difícil. Con su gran corazón me dijo:
-Tengo un compañero de trabajo, muy bueno. Voy a verle antes de irme y decirle que te saque del apuro. Lo mereces, eres muy buen compañero y buen jefe. Sabes entender a la gente y eso es muy importante, por eso no quiero dejarte solo. Es aquí donde algunos mandones que revientan a la gente, deberían de copiar de las palabras de Paulino el soldador, de cómo se debe tratar a la gente.
Jamás olvidé aquellas palabras de aquel gran hombre. Nos dimos un abrazo de hermanos y nos despedimos.
Paulino como siempre un caballero, no se olvidó de lo prometido y su amigo llegó. Aquella misma tarde ya me llamó por teléfono el nuevo soldador Elías me dijo: tratándome como si me conociera de tiempo:
-Basta con que me lo haya pedido mi amigo Paulino. Dijo que merecía la pena sacrificarse por ti, que eras buena persona. Que estabas muy apurado y con muchas ganas de terminar tu máquina.
Elías era tan buena persona como su compañero, un gran hombre, trabajador prudente, noble y cumplidor al máximo. Los dos eran profesionales cualificados en su oficio. Eran dos personas dignas de apreciar que comprendieron mi lucha, mis ganas de trabajar y de seguir a delante. Los dos se dieron cuenta de mi situación y se comportaron todo lo mejor que un hombre puede hacer por un semejante. Estos dos soldadores son un claro ejemplo de la nobleza de mucha gente que hay por el mundo.
Al día siguiente, a las 8 de la mañana se presentó Elías a trabajar. En un momento cogió la marcha del trabajo. Entendía mis explicaciones y sabía trabajar en equipo. Cada uno a lo suyo y cuando lo necesitaba me pedía explicaciones. Todo marchaba muy bien, hasta una mañana que se encontraba barrenando una pieza con la máquina de barrenar móvil y le dio un enorme tirón en la muñeca derecha, lo suficiente para mandarlo de baja. De nuevo me quedé solo, menudo disgusto. Ya era bastante el problema del trabajo de aquella máquina para que encima me surgieran éstos problemas. Me quedé solo para mover piezas de muchos kilos. Luego la cantidad de soldadura que había que hacer me llevaría a mí solo una eternidad, por lo que tuve que buscar a otro soldador, ya que yo tenía que cumplir con mi jornada en la empresa. Solo podía trabajar en la maquina, por las tardes y noches. Por esa razón me vi agotado.
Realmente era difícil hacer una máquina que acababa de diseñar. Tienes que construirla a base de apuntes, sin planos. A medida que avanzaba, iba improvisando. No me podía alejar de este trabajo. Todos los soldadores me decían que si me iba ya no podían trabajar, pues los planos de la maquina estaban en mi cabeza y ahí no podían entrar. Tenía que estar allí para explicarles lo que había que hacer. Ellos no entendían los croquis que yo había confeccionado a mi manera. Nadie más que yo los podía manejar. Por ese motivo tenía que estar presente el máximo de tiempo posible. Además, había que manejar grandes piezas, con las que uno solo no podía.
El taller era casero y no había grúa, solo disponía de dos trácteres, que también era mejor manejar entre dos. Fueron tantos los cambios que hubo que hacer del primer prototipo, que incluso antes de llegar a la mitad de la máquina ya no se parecía en nada a lo que había proyectado. Haces un proyecto pero nunca sabes cómo va a ser hasta que lo terminas. Fueron muchos los problemas que surgieron: falta de espacio para los mecanismos, distribución de los acoplamientos y otros mil obstáculos que hubo que subsanar. Es imposible imaginarse la capacidad humana cuando se encuentra en un proyecto de esa envergadura.
Luchas y luchas sin descanso para buscar la solución de tu problema y cuando menos lo piensas, das con él y vuelves a fabricar otro artefacto que te sacará del apuro para seguir adelante con tu invento y no fracasar. Te absorbe hasta tal punto que cuando vas por la calle o estás en tu propia casa y te hablan, ni te enteras. Es tan grande la lucha interna en tu cabeza que solo vives para la dichosa máquina. Pero después de mucha batallar la maquina salió y mucho mejor de lo que nunca pude imaginar.
Una mañana a las 11, estábamos el personal y yo, comiendo el bocadillo en el descanso de aquella obra cuando llegaron el jefe y el capataz. Se acercaron y me dijo, el jefe:
-Arsenio acompáñenos.
No esperó ni a que terminara de comer. Retiré mi comida y subí al Land Rover con ellos. Me llevaron a ver una obra de explotación que no era de mi incumbencia, lo mío solo era la restauración. Pero ya tenían un concepto de mí, gracias al resto de los jefes de otras obras, de ser hombre entendido, por haber trabajado en otras explotaciones donde me apreciaban y sabían valorar mis trabajos y la seriedad para realizarlos. Esta vez que fue la primera, me llevó para que le asesorara como hacer una obra. Esto me sorprendió porque nunca me había ni mirado a la cara. Una vez visto sobre el terreno me preguntó:
-Arsenio, ¿cómo cree usted que sería mejor hacer esta obra?
El capataz y el vigilante, mientras que dialogábamos, no dijeron nada, se limitaron a escuchar. Yo le di mi opinión al respecto.
-Muy bien dijo, me gusta como lo planifico.
Se dirigió al vigilante y le ordenó con despotismo, que mandara en el acto el dumper para empezar aquella obra. Pero el vigilante apostilló:
-Arsenio, ¿cómo dices eso? Es mejor hacerla de otra forma.
El jefe le ordenó por segunda vez que se fuera y que mandara venir al maquinista, que se haría como yo había dicho. Era realmente lo lógico. Luego se dio cuenta de que era la mejor forma.
El capataz, que era hombre de mucho arranque y muy inteligente, sabía más que todos nosotros, también lo aprobó y con un gesto me saludó como diciendo “muy bien”. Era el que me apreciaba de verdad. Un técnico que sabía dirigir con veteranía y arte, mientras que el vigilante no sabía más que darle al tinto.
Dejamos trabajando al dumper y quiso que fuera con ellos a ver otra obra. Ésta era para hacer un relleno de una gran escombrera muy pendiente. Una vez que la observamos el jefe pidió mi opinión de nuevo. Delante de los otros dos, que no dijeron nada, expuse mi opinión. El vigilante medio histérico dijo:
-¿Tú qué quieres, matar al palista?
-Yo no quiero matar a nadie, el palista no tiene por que sufrir ningún problema. Los camiones basculan y lo que no marche por su peso, desde la base va empujando al material. Cuando el relleno llegue hasta el punto necesario se deja de rellenar y ya se puede abonar, encalarlo y sembrarlo. No hay ningún obstáculo para que todo quede bien y sin problemas.
-¿Por qué usted tiene que llevar la contraria siempre?- preguntó el jefe, Arsenio sabe bien cómo hay que lo hacer estas cosas y consultando con el Capataz -¿Qué opina usted sobre lo que dice Arsenio?
-Me parece lo más adecuado para esta obra.
-Para mí también dijo el jefe y ordenó al vigilante que se haga como le dije y no hay más vueltas que dar.
Lo que siempre me extraño mucho es porque tuvo que pedir mi opinión sobre aquellas obras, si el Capataz sabía perfectamente dirigir todo aquello. Era un técnico enérgico y muy activo. Llegue a pensar que aquel individuo no se fiaba ni de su sombra, precisa mente por no saber hacerlo y por no conocer ni lo que le rodeaba. Solo con la ayuda de aquel Capataz tenía suficiente. Era un veterano de muchos años de vuelo, además de buena persona, pero el gran jefe que nunca supo más que ladrar, hombre inseguro que dudaba hasta de sí mismo.
Cada uno fue a su destino. Hasta que no pasaron varios días no volvieron los dos jefes, que normalmente estaban en otra explotación mayor.
Aquel vigilante tan mala persona, que no hizo ninguna cosa bien, por desconocimiento y por llevar la contraria hasta a su misma madre y que hasta ese día decía apreciarme. Tan mal le pareció que los Jefes aprobaran mi opinión, que en la primera visita de estos a la explotación, antes de que llegaran a nuestro punto de trabajo, le dijo al jefe que yo le tenía amargado, que todos los días le reclama el dámper para mi trabajo, que no me conformaba con la máquina pequeña. Aquellas falsas afirmaciones hicieron que saliera el tigre que llevaba dentro el jefe. Éste, que ya era nervioso y que nunca nos había tragado, se lo creyó. Vino a mí como un miura. Me trató a la vaqueta y me faltó al respeto. No me dejo defenderme y me amenazó con echarme de la empresa, junto con todo mi personal. El comportamiento de aquel hombre fue denigrante, de pena.
Aunque hubiera tenido yo la culpa no podía insultarme de aquella forma. Estaba como un perro rabioso, creo que en algunos momentos estaba alucinado. De haber sido yo de la misma calaña de aquellos dos, uno por mentir y el otro por tonto y dejarse llevar por el más farsante que he conocido, era como para ponerles mano y darles lo que se merecían.
Siempre le dije: no mandes esa máquina a mi obra, porque si viene el jefe nos come a los dos. Pero le dijo lo contrario. Por hacerse con el mando de la explotación y por hacer lo contrario a lo que el jefe mandaba, se le ocurrió decir tamaña barbaridad. Sin darse cuenta que el daño que hizo iba rebotar contra el mismo por malvado mentiroso
¡Cómo sería de grave la bronca y el desprecio del jefe, que el capataz, presenciándolo, no pudo decir nada! Él sabía que cuando el fiera, se enfurecía nada se podía hacer. En cuanto llegaron a la otra explotación se cogió su Land Rover y como un rayo, regresó sin pérdida de tiempo a verme para evitar que me marchara. Sabía cómo era yo, como cumplía y cómo aguantaba, pero ya no podía con tanta maldad.
Aquella mañana había sido decisiva, ya me había cansado y pensé en marchar. Si había cometido conmigo ya varios atropellos aquel, rebasaba todos los límites. Aquí ya no había calificativo. El Capataz sabía que me daba mucha pena dejar el trabajo, no solo por mí, sino también por mi gente, a los que yo apreciaba como se merecían. Pensó que aquel día yo arrancaría con mi gente y todo el equipo, por eso vino tan rápido. No querría que marchara, nos apreciaba, no solo a mí sino al personal, a los que los valoraba por su propio mérito, como buenos trabajadores que eran. Él también sufría por ver aquel atropello. Alguna vez me dijo: a ver si un día lo cambian y te deja trabajar. Es un sinvergüenza, pero no te queda más remedio que soportarlo. Lo siento de corazón, no hay derecho a que te pisen de esta forma, lo que te hicieron no tiene perdón. Me llamó aparte y me pidió que me tranquilizara. Sé que estás reventado por la traición de ese miserable vigilante, y por lo mal que te trata permanente, es de vergüenza. Lo mismo me da decirle más que menos. No quiere que trabajes aquí y te echará a la mínima, pero aguanta, no te preocupes. Siendo como eres tú tendrás trabajo en otras explotaciones. Este tío quiere traer aquí a otra gente, por eso te machaca sin cesar.
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