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Mientras que esto ocurría, un día me llamó el jefe a su despacho. Al visitarlo me habló correctamente. Cuando quería pedirme algo daba la impresión de que era normal. Me saludo con mucha cortesía y dijo que íbamos a ver una obra que le molestaba mucho a los de Medio Ambiente y al mismo jefe superior de la empresa, pero que no veían la solución al problema.

Cogimos el todo terreno y subimos a verla. Yo ya la conocía, se trataba de una corta de una altura manométrica de unos 45 metros, con una pendiente de sesenta grados o más, en roca viva y con 350 metros de longitud. Cuando la observábamos me dijo que no veía forma de tapar aquel tremendo impacto, que además se divisaba desde una carretera de mucha circulación que hay cercana.

-Esto tiene fácil solución le dije: Para el mes de mayo, no se verá nada de esas rocas, todo será verde.

El individuo, con una sorpresa disparatada y con la brusquedad de siempre me dijo:

-Acaba de ver el problema y dice que está chupado, ¿usted está loco o qué? 

Le miré con cierta sorpresa por la torpe contestación que medio y el desconocimiento que tenia del tema. Lo que para mí era total mente normal.

Sin darle importancia a su despotismo y malas formas le pregunte, ¿Se pueden utilizar las tierras de la pradera de esa superficie que hay en la parte más alta que las rocas? 

-Sí se pueden utilizar, son de la empresa. ¿Para qué la quiere?

-Eso forma parte de la solución al problema. Meteremos una pala para cubrir con esa tierra parte las rocas.

– Eso es imposible ¿Cómo va cubrir las rocas si bajará al fondo y llegará hasta dónde estamos? Dijo casi alucinando.

-Sí que se va a caer cierta cantidad, pero la roca se quedara cubierta de tierra por diversas partes y nos servirá para hacer una plantación de unos tres mil abedules, podados como las viñas. Una vez hecha esa plantación, abonaremos y sembramos con la máquina. Y para tapar la parte de abajo, que es la más difícil, por la superficie tan lisa de la roca y tan pendiente, donde no parara la tierra, tenemos dos formas de solucionarlo. Una colocando unos 30 cm. de grosor  paja con una alambrada que se sujetar con barrenos en la roca y sembrado después con la maquina a presión. La otra forma sería plantando 300 chopos canadienses, de 5 a 7 metros de altura.

– Cual de las dos formas es la más barata dijo.

-La de plantación de árboles le dije,

-Pues hagamos la más barata.

Para plantar estos chopos hay que meter la retro y hacer las pozas de metro y medio de profundidad para que salgan con más bravura. El chopo en la superficie no medra, excepto si está al lado de un reguero. Cuando se plantan en terrenos normales sin agua cerca, precisan de mucha humedad y aquí solo se consigue con la profundidad. Después de terminar de explicarle mi forma de resolver aquel problema me dijo:

-Si falla le echo, no lo dude. ¿Es imposible que con ese sistema funcione?

-Tranquilo, lo prometido es deuda, cuando llegue mayo, ya verá el resultado, le dije: con toda tranquilidad.

Empezamos a trabajar. Pedí trescientos chopos a Guadalajara. Una tarde me llamó el camionero que traía los chopos y quería saber dónde podía descargar. Le expliqué cómo llegar y que le esperaría con mi gente para descargar. Llegó el camión. Mostré los árboles al jefe. Los miró y dijo que no los quería, que si tenían la longitud pero no el grueso necesario. Dijo que no los quería de menos de 18 centímetros de diámetro, que los devolviera.

-¿Cómo los voy a mandar hasta Guadalajara? No los van a querer. Además el camión no es de allí y va a cargar a la Fabrica de la Felguera 25 toneladas de chapa, eso comento con migo el caminero.

De nada le sirvieron mis argumentos. Se cerró en banda y no quiso razonar. Dijo que eran muy caros para el grosor que tenían.

– No los tenían más gruesos. Me habían prometido que al ser de esa altura saldrían con mucha rapidez. Era muy poca la diferencia, en cambio en el precio si había más, así figuraban en el catálogo. Nada le importaba, no me quedó otro remedio más que decirle:

-Páguelos a como quiera, pero no los devuelva por favor. ¿A qué altura voy a quedar en ese vivero? Si los devuelvo, nunca más me enviarán material y con toda la razón. Además de los gastos de los portes que yo tengo que pagar.

Con su sangre fría y más duro que un regodón se atrevió a decir que no los pagaba más que a 90 pesetas cada uno. El precio era de 1.200 más el porte. Así figuraba en la factura. Por mucho que le expliqué, hasta le mostré el catálogo y la propia factura con los precios para que lo comprobara.  No me hizo caso y no tuve otra opción más que aceptarlo y callar. Esta fue mi única salida para evitar que me quitara aquella obra. Que yo consideraba necesaria para no mandar a mi gente al paro, mientras que aparecía otra. A parte, era muy importante para mí demostrarles cómo se trabajaba en algo que creían imposible. Esta obra, en la que perdí tanto dinero, fue muy importante por su resultado, hasta popular por la dificultad que presentaba, pero solo para ellos, no para mí. Eso quedó claro. Mucha dictadura, mucha bronca mucho estudio de ingeniero pero no pudo con aquel terrible impacto, nosotros sí.

Llegó la primavera y los árboles abonados con la hidrosembradora, se convirtieron en un bosquecillo digno de contemplar. Junto con la pradera presentaba una hermosa vista donde ya no se divisaba ninguna roca. Daba gusto ver lo que antes era una roca totalmente desnuda y ahora un hermoso paisaje con todo su verdor. La gran pendiente la hacía más importante, era digna de contemplar aquella obra.

Aquel jefe avasallador, que tan mal me trato además de robarme dinero. Porque eso se llama “robar”, no tiene otro nombre Después de comprobar el excelente resultado de lo que él creyó imposible. Una mañana me llamó por teléfono y me dijo que el jefe mayor quería felicitarme, a demás de ir a comer con ellos y que llevara un informe de cómo había hecho aquella obra, que así lo pidió el gran jefe.

-Le dije que el informe allí estaba, que lo que me hacía falta eran más obras. No admití su invitación porque ya no podía soportar tanta traición, tanta maldad. Le dije como disculpa que no podía asistir a esa comida por estar trabajando fuera de la provincia.

Aquel individuo, de extraño comportamiento, machacaba a quien pillara. Era conocido por su mala forma de comportarse, tratando a la gente con despotismo y desprecio. Hubo quien dijo que debía tener una tremenda paranoya.

Todo esto y mucho más ocurrieron en mi dura y esclava vida, y si lo que escribo es mi biografía, así lo debo figurar, porque es verdad.

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