Cuando era niño tuve la gran suerte de sobrevivir al “mal de moda”. Esta fue una terrible enfermedad que arrasó la población infantil de toda la nación. En aquel tiempo murieron multitud de niños, se decía que esta epidemia puso de luto a toda España. Esta enfermedad nos atacó a los dos hermanos más pequeños de la casa: a Laudina y a mí. A ella le tocó peor suerte, no lo aguantó y se murió, tenía dos años, y yo uno. Tomábamos el mismo tratamiento y dormíamos en la misma cama, ya que, según el médico que nos trataba, Doctor D. Emiliano Fernández Guerra, decía que los dos íbamos a morir al no haber medicina específica para aquella enfermedad. Dijo a mis padres una mañana que los dos moriríamos aquella noche, que pidieran el ataúd para los dos, ya que debido a tanta mortalidad, andaban escasos. Exactamente aquella noche se moría mi hermana, y aunque yo permanecí varios días más en estado grave, pude aguantar y nunca más estuve enfermo.
Segun me contaron mis padres, la muerte de mi hermana fue un trauma para toda la familia. A pesar de tener sólo dos años, era la atención de mis padres y hermanos mayores. Era una niña muy guapa, además de muy inteligente pues a su corta edad ya se le notaba su dinamismo y fortaleza, pero el mal de moda se la llevó.
Esta desgracia sería la primera de mi familia, seguida de una cadena de desgracias que permanecieron largos años acechando, como si la mala suerte se cebara con nosotros. Hubo muchos accidentes de trabajo, han sido varios los muertos en la mina de nuestra familia en distintas épocas. Unos por accidente, otros por la silicosis producida por el polvo del carbón y la maleza y los gases de la mina, durante los trabajos. Más adelante y, a su debido tiempo, describiré todo lo sucedido.
El doctor don Emiliano, no se olvidó de aquella tragedia que azotó a los más jóvenes. Más tarde, y después de perder mis manos, y trabajando en las oficinas del grupo minero, hubo un tiempo que los viernes, yo iba al botiquín de accidentes de la empresa Duro Felguera, con los médicos que curaban a los accidentados, además de ser, los médicos del seguro de enfermedad que estaba junto el de accidentes. Por eso los viernes se reunían todos. La misión mía era el tomar nota de los accidentados de cada sección, para las Oficinas centrales del Grupo. Como es normal, después de terminar con el trabajo, los médicos se reunían en una mesa grande, donde yo trabajaba. Siempre salía algún comentario, cosas del trabajo, pero también de hechos como lo del "mal de moda", que don. Emiliano, sabía que me había atacado a mí. Les dijo: Arsenio es hombre de suerte, porque estuvo al borde de la muerte. Su hermana se murió y él lo aguantó y aunque haya perdido las manos, fue bravo y lo superó, vive como uno más.
Allí estaban tres médicos, D. Emiliano, D. Alfonso Arguelles, y D. Tobías y los practicantes, D. Elviro García Noriega, D. Manuel García Carcedo, Don Jeremías. Todos ellos eran grandes profesionales, además de buenas personas. Desde esta página, quiero recordarles con mucho afecto y hacerles un pequeño homenaje por lo cumplidores que fueron, lo bien que me trataron y lo mucho que me apreciaron en aquellos duros y amargos días de mi vida en los que perdí las manos, además por lo mucho que aprendí de ellos ya que en esa época se juntaba mi falta de experiencia con la escasa cultura que teníamos la gente trabajadora. Había pasado muy poco tiempo de mi accidente y no había despegado de aquella mala situación. Sin ninguna duda, el trabajar entre aquella buena gente, fue muy importante para mí, pues aquello fue como una escuela donde muy pronto me di cuenta de que tenía que ponerme las pilas, estudiar y trabajar.
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