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Este pequeño escrito para mis Nietos, os mostrara algo importante, para que os preparéis antes de ir a un examen. Leerlo con paciencia y sacarle bien el significado de las cosas, porque también sirven para otras cosas en la vida real.

Está demostrado que el miedo nos resta muchas posibilidades ante los peligros de la vida. En el trabajo, en carretera conduciendo, o por diversas cosas más. Desde luego que el miedo lo mismo que el dolor son tan necesarios como la vida propia, porque sin estos no podríamos vivir, ya que son los que nos avisan del peligro.

Por ejemplo a no quemarnos, o a no ir a un precipicio. Pero sobre todo cuando nos ponemos delante de lo que llamamos un personaje para los exámenes o para cualquier tipo de entrevistas. Por eso hay que procurar preparase antes de cada examen y pensar que uno no tiene porqué cambiar su personalidad ante nadie, porque no eres menos que los demás. Los profesores, profesoras, o médicos y médicas, lo que sea, hay que respetarlos, eso está bien claro, pero sin tenerles miedo porque no son de otra galaxia, son personas como nosotros, con carrera o sin ella. Ellos pasaron por lo mismo, y si tu sabes enfocarte la vida vas a ser como ellos mejor o peor, depende de tu tesón, de tu lucha.

No te olvides  que la inteligencia no está monopolizada, ni se compra ni se vende. La tuya puede ser excelente, mejor o peor que otra persona. El tema está en saber aprovechar la tuya al máximo. Y eso se consigue si te lo propones, con más tiempo o con menos pero salen las cosas. La paciencia y la fuerza de voluntad mueven montañas. Arquímedes dijo: darme un apoyo y moveré el mundo. Yo digo: darme paciencia y tiempo y lo conseguiré. Y eso es justo lo que hice y por eso llegue a donde estoy. ¿Qué sería de mí, sin lucha y esa paciencia que tuve, además del duro trabajo?

Hay proverbios muy curiosos que nos enseñan muchas cosas. Por ejemplo: el sabio, nunca dice todo lo que sabe, y el tonto nunca sabe lo que dice. No mires para la cabeza del perro si le vas a cortar el rabo. Así es, hay que poner al máximo la atención en las cosas.

Otro tema importante es el pensar que tú vas hacer las cosas como sabes, porque luchaste para ello, y si no te sale bien de la primera saldrán de la segunda. Ese razonamiento y esa tranquilidad, es lo que nos lleva al realismo, a vencer y a sentirte con esa paz interior que todos necesitamos para luchar la vida y vivir con dinamismo. ¿Hay otro que dice: qué locura o desatino me lleva a contar las ajenas faltas, teniendo tanto que decir de las mías? Esto nos enseña a dejar a un lado las cosas que no nos incumben. El que bien resuelve sus problemas, bien lo hace, que ya es mucho.

Todo esto que os describo, me ha pasado a mí, pero (ojo con esto). Porque yo estaba como un venado, sin ninguna cultura ni mundo para saber defenderme. Un pobre aldeano que no iba más lejos que las gallinas de mi pueblo y analfabeto que solo sabía trabajar. Con todo esto y encima del inmenso trauma que me acompañó. Luego me di cuenta de que yo tonto no era y que podía luchar como los demás aunque sin manos, pero con agallas. Luché para salir de la ignorancia en la que me encontraba, pensando que no había más mundo que el que me rodeaba. Vosotros ya tenéis una base, otra cultura que es muy importante. Aparte de unos padres que saben ayudaros cuando tenéis una duda. Los míos con la mejor voluntad del mundo, me enseñaron lo que sabían, a trabajar. A los veinte años, sin manos, sin cultura y sin dinero, pero con unas agallas de acero para luchar. Lo que fue mi salvación para llegar a ser otro hombre nuevo, completamente distinto. El porqué de este cambio, lo tenéis bien claro, la cultura y el medio al que pasé a vivir, y el despertar de la inopia en la que me encontraba en aquella aldea donde nací y me crié  sin conocer mas mundo.

Ese razonamiento que es tan real, y el estar seguro de cumplir, de trabajar y de hacer lo que me correspondía, es el que me llevo por otros derroteros muy distintos  de los que yo conocía.

El cumplimiento del deber, es el que te da fuerzas para competir en la vida. Aquí donde me veis no tengo ningún problema para dar una charla ante quien sea. Por dos razones muy claras. Porque sé hablar, porque voy con la verdad por delante y eso nada ni nadie lo puede combatir. Hablé con ministros, con directores de grandes empresas, directores de hospitales, médicos, ingenieros. Me llevaron a congresos, y a dar charlas a gente, a dar clase a mis compañeros. Fundé una empresa, diseñé y fabriqué diversas máquinas. Fundé la asociación de ganaderos porcicultores Asturianos. Di charlas en la casa sindical de Oviedo a todos los ganaderos durante tres años. Hasta tuve que dar una charla a personal médico y de enfermería reunidos en el ambulatorio de Sotrondio, a las que siempre me acompañaba vuestra abuelita, la que tanto echo de menos. Siempre iba conmigo muy contenta, pero pronto me la quitaron, para quedarme tan solo. Así mismo me invitaron a dar charlas de abonados químicos por las praderas y tierras de sembrado y también nutrición animal por distintos concejos Asturianos.

Daros cuenta por lo que tuvo que pasar vuestro abuelo. Tuve que asumir duros y serios problemas porque la vida es así de dura. Por eso os pido que no claudiquéis, que seáis valientes porque algo llevaréis de mis energías que de algo os han de servir.

Bien probado está, que hay hombres o mujeres por el mundo, que sin carrera ni pasearse por grandes salones, hicieron cosas muy importantes. Poniendo su inteligencia y las ganas de trabajar al máximo, pero triunfaron. Aunque de esa calase salieron pocos porque sin carrera ni conocimientos es difícil triunfar.

Vosotros tenéis los medios necesarios para superar a vuestros progenitores, si os lo proponéis y  estudiáis como corresponde a un buen  alumno. Otros muchos detalles son el duro trabajo de mi lucha en la invención y montaje de las prótesis que hacen de mis manos. Sin éstas mi vida sería  una ruina. Daros cuenta que no hubiera podido formar el hogar que formamos vuestra abuelita y yo. por lo tanto no hubiera podido ser vuestro abuelo, ya que en aquellas condiciones no podía ganarme el pan ni para mí, cuanto más para una familia. Además de hacer singulares máquinas que conocéis y que tuve que abordar sin descanso para liberarme de aquella inutilidad que me privaba de casi todo, porque me sentía tan mal que ni podía comer, ni trabajar claro. Mi vida estaba como vacía y sin sentido, hasta que espabilé. Nunca os tenéis que olvidar de esto que con mucho cariño escribo para vosotros, pensando que en algo os podrá ayudar, para que seáis valientes y no os dejéis dominar por los problemas que la vida día nos va presentando, hay que combatirlos con energía.y evitar esos nervios que se presentan sin razón. En esos momentos lo mejor es cogen un buen libro y leer para evitalos.

Los estudios la literatura y estas pruebas por las que un hombre tiene que atravesar, siempre serán temas culturales  importantísimos. Yo así lo creo, y espero que vosotros también. Daros cuenta que a pesar de aquella escasa cultura y sin ni manos ni carrera ni título ninguno, termine escribiendo libros aunque ni yo me lo pude imaginar. Así que a luchar por vuestra vida que no sólo va a ser para vosotros, sino para vuestros hijos que se sentirán orgullosos, al saber educarlos como lo hacen vuestros padres. Tiene que seguir por dinastía, ese arte, esa capacidad que no se debe perder del árbol de vuestra familia. Daros cuenta que vuestros padres, vuestros primos, todos tienen una carrera. Vosotros también la tendréis si os lo proponéis. El único que no la tiene soy yo, por eso tuve que estudiar después de retirarme porque antes no pude por tanto trabajo.

Muchas veces cuando somos jóvenes ignoramos muchas cosas y nos creemos los más y los mejores, muy valientes. Sin darnos cuenta de lo vulnerables y débiles que somos los humanos. Describo este pasaje, porque después de una vida llena de obstáculos, varios accidentes de trabajo, operaciones, enterrado en la mina, y combatir hasta la pérdida de las manos, fue mucho lo que lo que tuve que sufrir y luchar. Y por si todo esto fuera poco perdí a mi esposa, se murió siendo tan joven. Eso me dejo como fuera de combate al principio, pero tuve que reponer mis fuerzas  y seguir. Ahí tenéis con qué facilidad se trunca la vida de las personas por la pérdida de un ser querido. Por eso os digo que la convivencia familiar es importantísima. Hay que mantenerla siempre, porque es fundamental. Sin el carriño de la familia y esa hermosa convivencia, la vida pierde sentido, la soledad es terrorífica, es como si uno perdiera media vida.

Esta mañana cuando a las once iba a buscar el periódico y dar un paseo, iba una señora anciana con muletas acompañada por un individuo de unos 45 años más o menos. La anciana le hablaba a otra señora que se encontraba un poco lejos, y ésta no la oía bien. El individuo le dijo gritándole a la que seguramente sería su madre, “no le hables desde lejos, espera a llegar más cerca, siempre haces lo mismo”. Bueno, que con pocas palabras le echó una bronca que dejó a la pobre señora en silencio. Y todo esto con un temperamento más duro que si tratara con un animal. Me dio pena, no sé de dónde son, pero lo que si tenemos que tener claro es tratar bien a todo el mundo, pero sobre todo a los ancianos, sean de nuestra familia o no.

Hay un dicho de un hijo que fue muy malo con su padre. Un día de los muchos que lo maltrató, lo arrastró por el camino y cuando llegaban a un punto, el padre dijo a su hijo: no me lleves más allá porque hasta aquí arrastré yo a tu abuelo. Eso es lo que no puede ocurrir, hay que ser personas cariñosas y enseñar al que no sabe. Todavía hay ancianos que solos se mueren abandonados como los pajarillos en el bosque.

No os olvidéis de aquella madre pajarito, que murió carbonizada en la base de un árbol para salvar del fuego a sus tres polluelos. Cuando uno de los guardabosques que iba apagar un incendio vio un pajarillo carbonizado en la base de un árbol, le dio dos golpecitos con su vara y vio como salía debajo de las alas de su madre tres polluelos que la madre tapó. Esta madre pudo volar a las alturas y salvarse pero quiso morir para que sus hijos vivieran. Así son las madres, sean animales o humanas, lo que nos explica una de las buenas facetas de la vida.

Aunque algunas veces los estudios sean un poco duros no os deis por vencidos, hay que pensar que lo que hace una persona lo pude hacer la otra, aunque sea con diferencia de tiempo pero saldrá, claro que sí.

Yo pienso que no existen los súper hombres pero sí creo en las grandes diferencias tan notables que hay en la vida de unos a otros, precisamente por esas ganas de trabajar de lucha y de superación. Lo que tengo muy claro es que para el vago y perezoso no hay nada, porque nadie regala nada y menos la inteligencia y las ganas de trabajar. Así razono las cosas porque no hay otra fórmula mágica para los milagros. Está muy claro que nadie va hacer lo que a ti te corresponde. A luchar, amigos, por vuestro porvenir. Sin duda podréis llegar a ser  esos personajes que hoy os imponen tanto respeto.

Recuerdo con mucha frecuencia algunas de las palabras de Alejandro, aquel chico que también perdió las dos manos y un ojo. Después de haber actuado en las demostraciones, en las que yo enseñaba a manejar las prótesis, cosa que tuve que hacer muchas veces y sobre todo en aquella ocasión en que trabajamos en una película rodada en Madrid, en la que vuestra abuelita salió con migo en la película. Una tarde al terminar, Alejandro le dijo a vuestra abuela: ¿Tú viste la serenidad de este hombre, que cuanto más publico hay mejor le salen las cosas, mientras que a mí todo me sale mal? No sé cómo se arregla pero a él todo le sale bien.

En este párrafo si os fijáis bien en él, os dice claramente la razón del tema. Me salen bien las cosas por dos razones muy claras. La primera por haber aprovechado al máximo el tiempo de mi rehabilitación y saber trabajar. La segunda por ir mentalizado a donde iba a trabajar, aunque fuera  ante un gran  público. Si cierto es que al principio impone respeto y nervios, después es cosa de planteárselo. Tú vas hacer una demostración que te piden porque es necesaria para otra gente y eso te relaja, por eso de ir a ayudar en lo que puedes. Todo esto tiene mucho que ver con vuestros exámenes. Hay que presentarse con serenidad, porque vais a mostrar lo que sabéis por vuestro propio bien, algo normal. Hay que hacerlos como los exámenes de rutina, en la misma clase sin nervios ni gaitas.

Alejandro no podía trabajar con aquella facilidad porque nunca le dio importancia al período de su rehabilitación y no supo cogerle el tranquillo por su baja moral. El accidente le produjo tanto daño  que su cerebro no pudo reponerse nunca más. Le destrozó la vida por completo, se ponía nervioso porque lo tenía muy claro, no podía más. Fue más fuerte el dolor por la pérdida de sus manos, que su propia voluntad. Es aquí donde hay un gran motivo para la reflexión, hay que pensárselo muy bien antes de actuar, para no claudicar y no ser hombre al agua. Una vida que se perdió en el abismo y sin que nadie lo pudiera remediar.

Alejandro no podía presentar los trabajos como yo porque no aprendió a trabajar en su momento y el sabía que no podía, por eso se ponía más nervioso. En cambio yo estaba seguro de poder hacerlo como tenía que ser porque tenía una gran formación. Desde el primer momento de mi rehabilitación trabaje con afición, pensando que un día me podría defender por mi solo.

Nuestra rehabilitación era por las mañanas en ortopedia, pero yo trabajaba todas las tardes solo en mi habitación por lo que aprovechaba al máximo el tiempo. Mientras que los demás pasaban el tiempo por la sala de estar o en la terraza, pero sin preocuparse del trabajo. Alejandro se acercaba alguna vez a mi habitación y me decía. No trabajes tanto Arsenio que no te van a pagar las horas extras y se marchaba. Lo decía ignorando lo que aquello iba suponer mas tarde en mi formación, que fue lo que me sirvió para poder trabajar y ser libra como los demás. Esa es la gran diferencia de los resultados. El premio al que lucha y trabaja.

Se dice que Theodor Bichoff, famoso anatomista Aleman del XlX después de muchos años investigando el cerebro humano, llego a la conclusión de que el hombre era superior a la mujer porque su cerebro pesaba más. El cerebro del hombre tenía una media de 1,35 kg.  Y el de la mujer 1,25.

Cuando murió su cerebro fue donado a la investigación y peso 1,24 kg. A pesar de su inteligencia se equivoco. La mujer es tan inteligente como el hombre, eso ya no hay quien lo cambie, lo que nos dice que hasta el sabio se puede equivocar. Por eso es necesario fijarse mucho antes de hacer las cosas, para no fallar.

Espero que la historia de vuestro abuelo os sirva para reflexionar lo mucho que se puede hacer por uno mismo y por los demás claro, porque todos necesitamos unos de otros. El mundo en solitario es terrorífico y sin sentido. Aquí sí que tenéis donde copiar, por eso os digo que a luchar porque venceréis si os lo proponéis. A pesar de tanta lucha y tantos inconvenientes, vuestro abuelo llegó a tenerlo todo, una buena esposa, unos buenos hijos y nietos, buena salud y muchas ganas de trabajar. ¿Qué me faltaba a mí si vuestra abuelita viviera? Nada, por eso os digo que la unión de la familia es sagrada. Hay que respetar a los demás y saber perder algunas veces para ganar otras porque así es  la vida.

Un fuerte abrazo para todos de vuestro abuelo.

Arsenio

Eran las 11 menos veinte de la mañana del viernes 3 de agosto del 2001. Estábamos en Candás pasando los tres meses del verano. Mi esposa se encontraba en las labores de la casa en la cocina, yo en el salón escribiendo al ordenador. El teléfono rompió el gran silencio que reinaba en toda la casa por lo tristes que estábamos. Los dos dejamos nuestra labor para dirigirnos al mismo lado a cogerlo. Sorprendidos nos miramos sin cruzar palabra. Contesté al teléfono. En efecto, resultó lo que los dos pensábamos: era mi hermana Celia envuelta en lágrimas, me dijo:

-Hermano, Marcelino ha muerto. ¿Me oyes?

-Sí que te he oído.

Sin decir más, deshecha por el suceso colgó. Yo me quedé con el móvil en la mano, y con la vista fija en el aparato por unos instantes no sabía qué hacer. Reaccioné, pulsé la tecla y lo dejé sobre la mesa. Me fui de nuevo al ordenador para apagarlo. El disgusto fue tan fuerte que me aturdió tanto que casi no encontraba los mandos para apagarlo.

En el acto cogí las llaves del coche el móvil y dije a mi esposa:

-Vamos para el Hospital del Valle del Nalón donde yace el cuerpo de Marcelino sin vida.

Allí estaba desde hacía diez días, sufriendo terribles dolores que lo iban a matar al final. Aún no sabemos por qué ni de qué murió.

Bajamos las escaleras desde el cuarto, que me perecieron interminables. A la puerta  esperé a mi esposa. Ella me abrazó cuando le dije que la muerte nos había arrebatado a Marcelino. ¡Qué cruel es la vida algunas veces! Recorrimos los trescientos metros que nos separaban de la cochera para coger el coche y desplazarnos desde Candás al Hospital de Villa. Esta vez me pareció demasiado largo. Parecía como estar viajando a largas distancias, a pesar de no haber mucho tráfico a esta hora. Iba absorbido en mi sufrimiento. ¡Cómo sería mi dolor por Marcelino que cuando llegamos al parking del hospital para dirigirnos a urgencias. Vi a la puerta a un vecino, Jesús Alonso, quien nos preguntó si teníamos a alguno de la familia hospitalizado, yo no le pregunté por qué estaba él allí

Le explicamos lo sucedido porque no sabía nada y nos fuimos sin preguntarle el motivo de su estancia allí, como él lo había hecho con nosotros. Más tarde me di cuenta que por algún motivo estaría, y lo comenté con mis familiares y dijeron que solo era por una simple caída de un niño, una casa simple.

Hay que ver cómo adsorbe el sufrimiento y la pena en esos momentos tan duros resta posibilidades, te hace perder hasta la memoria porque te aterra pensar que ya se va para siempre.

Marcelino en el momento de morir lo habían llevado a hacerle la autopsia y no nos lo entregaron hasta las cuatro de la tarde. Se quedaron Goyo, su cuñado y algunos familiares más, para dar las vueltas de rigor. Goyo me dijo:

-Arsenio, sería mejor que subieras a La Bobia para que acompañéis a tu hermana Laudina y a Marcelo, no conviene que estén solos.

-Tienes mucha razón.

En el acto cogimos el coche para acompañar a mi hermana y a su esposo. Estuvimos en la casa hasta que ya por fin se le pudo traer para el tanatorio de Sama para poder a acompañarlo hasta que llegara la hora de darle sepultura al día siguiente a las cinco de la tarde.

Si la pena por Marcelino era grande, no menos era la que sentía por sus padres, los dos estaban muy afectados. ¡Sabe Dios como iban a soportar esta pérdida! Les faltaba ese hijo al que adoraban y que siempre había sido un modelo de hombre. Siempre les había tratado con cariño, como ellos a él. Los tres vivían juntos como una piña. Eran inseparables. Marcelino era quien los llevaba en su coche a todas partes. Acompañaba a su madre a la compra, o el mismo bajaba al súper muchas veces para que su madre no se molestara. Trabajaba la hacienda que tenían. Era tan trabajador y tan cumplidor como noble. Un hombre recto, serio y apasionado por su familia. Solo con pensar en su ausencia nos quedábamos pasmados, pensando en el porvenir que les espera a Laudina y a Marcelo. Le llevarán en su mente mientras vivan. Es demasiado es mucho lo que van a sufrir, lo sé muy bien. Yo nunca olvidé lo que sufrieron mis padres por la muerte de dos de mis hermanos, Daniel y Constante, a quien siempre llevaron en su mente, sin poder liberarse del terrible sufrimiento que padecieron hasta que se fueron a la tumba. Así les va a suceder a mi hermana y a mi cuñado, sus vidas serán como una eterna pesadilla que les atormentará noche y día. No sé si podrán soportar tanto dolor. Marcelo está muy delicado por padecer una brutal silicosis y eso le va resultar muy peligroso.

Marcelino había padecido una enfermedad hacía 9 años, pero ya estaba curado y hacía vida normal, aunque sus padres nunca lo asumieron. Los médicos que le trataron les dijeron que podía hacer vida normal: trabajar y comer de todo. Que estaba totalmente curado, que estuvieran tranquilos porque de esa enfermedad no se iba a morir.

A pesar de todo esto, sus padres nunca más vivieron tranquilos pensando que se podría repetir. Esa incertidumbre fue la que los torturó. Si cierto es que esa  enfermedad dejó huellas de dolor en Marcelo. También en mi hermana, que fue más débil y le afectó con más fuerza. Terminó en un tratamiento para sus depresiones, las que seguramente podrán agravarse. La pregunta que queda en el aire es: “¿qué le sucederá a partir de perder a su hijo? Eso atormenta a toda la familia. Eso nos quita el sueño y nos lleva hacia la amargura.

Trabajaba con ganas, comía muy bien, hasta se había comprado una segadora para la hierba. Él mismo había cerrado una finca de hormigón y con una bonita alambrada. Había hecho una cochera para el coche, además un salón bien preparado con su chimenea y cocina para poder cocinar. Se sentía perfectamente y con muchas ganas de vivir. Su moral era enorme, pensaba regalar el coche, que estaba nuevo, a su sobrina María Amor y comprase un todo terreno para él. Pues le gustaba mucho la montaña, al igual que a sus padres. Tenía muchos planes de futuro, pero en diez días y sin saber de qué, se murió. Todo se fue a la porra. ¡Qué pena y qué dolor! ¡Qué perdida tan grande para todos nosotros! Fue como una pesadilla, nos cayó encima como si fuera un rayo. Toda la familia estaba desolada. Creo que a todos nos ocurrió lo mismo. Fue como si se hubiera muerto un poco de nuestro cuerpo, de nuestro ser.

Marcelino era muy apreciado por todos. Era un hombre reservado, tranquilo, de los que no admiten curvas. Yo siempre le aprecié. Cuando comencé a escribir este libro había escrito un pequeño articulo  de cómo era este gran hombre, con un merito muy importante, por saber comportarse ante la terrible enfermedad. Yo bien conocía su gran forma de razonar las cosas. Desde muy joven comenzó a trabajar conmigo. Siempre fue un gran cumplidor de su deber, con los compañeros, con el trabajo y con los clientes. Además era un gran bracero, trabajaba con arte y dinamismo, fue hombre fuerte. Siempre supo apreciar las cosas por su propio valor.

A pesar de su terrible sufrimiento y de saber que la muerte le seguía, en estos últimos días, supo aguantar en silencio.

-Una tarde cuando llegué al hospital a visitarlo, estaba durmiendo, eran las 5, tenía puesto el oxígeno en la nariz y dos mangueras en sus venas, una le suministraba suero con un fuerte calmante, y la otra el tratamiento. Le miré detenidamente y vi que sus brazos estaban muy inflamados, al igual que sus párpados, aunque cerrados, bien se le notaba. Su barriga daba la impresión de ser la de una mujer embarazada. Me quedé de piedra, el susto que llevé fue mayúsculo. No había sido informado de lo que había y lo primero que pensé fue que estaba en coma. Fue tan fuerte la impresión que llevé que tuve que salir de la habitación. Me dirigí a su padre, que permanecía con varios familiares en el pasillo y le dije:

-Marcelo ¿qué pasa? ¿Es que Marcelino ya está en coma?

-No, hombre, está durmiendo.

-¡Gracias a Dios! le dije: y como si aquello hubiera sido una inyección de fuerza, volví a su lado para seguir contemplándolo.

Al poco tiempo se despertó y le dije:

-Marcelino, ¿cómo te encuentras? Estás sudando mucho.

Levantó su cabeza, que hasta ese momento permanecía agachada, me miró con mucha tristeza y con voz muy decaída me dijo:

-Muy mal, ya no soporto el calor que me abrasa.

Volvió a la posición de antes. Al momento cogió el pañuelo y se sonó. Tenía un poco de constipado. Miró con detenimiento lo que dejó en el pañuelo y vio que estaba mezclado con sangre. Cerró el pañuelo, lo volvió abrir y de nuevo lo miró. No pronunció palabra ni miró a ninguna parte, sino que se quedó agachado y muy pensativo, como si dijera “ya no hay nada que hacer”. Yo desde luego pensé eso también. En un momento que quise calmarle, le dije:

-Aguanta Marcelino, aguanta. Tú eres fuerte y eso te ayudará a vencer. Cuando te veas apurado resiste y acuérdate de lo mucho que yo aguanté. Al final vencí, aunque vi la muerte cerca, las fuerzas creo que fueron las que la alejaron. Ten fe y no te olvides que la fuerza es vida y tú la tienes.

Me miro de nuevo y con la misma tristeza dijo:

-Ya no sirve la fuerza, aquí no hay nada que hacer.

En efecto, él ya lo sabía. Al poco rato dijo a su padre:

-Yo a la Bobia ya no vuelvo, por eso te pido que me llevéis al tanatorio de Sama y no a casa. No quiero subir a casa siendo cadáver.

Tan mal le vi, que no me atreví a comentarlo más que con mi esposa, a la que le dije:

-Estamos perdidos, compañera, Marcelino ya es casi un cadáver. Ya no levantará cabeza nunca más. Su fin está cerca.

-¿Acaso habrá alguna suerte, hombre? Ten fe- me dijo asustada.

-No tengo ninguna esperanza, creo que él también lo ve venir.

Fue algo muy rápido. A los dos días le llevaron a la UCI. Al día siguiente lo tuvieron que entubar y al poco tiempo perdió el conocimiento. Nunca más levantó cabeza. Allí se quedó inmóvil para la eternidad, con su cuerpo inflamado. Daba pavor mirarlo, con aquel volumen tan elevado no perecía Marcelino, casi no se le conocía. Se quedó totalmente desfigurado.

Marcelino ya descansa en Fariseo, en el cementerio de la Parroquia de Blimea. Sus padres ya no descansarán hasta que no le acompañen. Mientras que le velábamos en Sama, había visto el sufrimiento de toda la familia y también el de la gente que le conocía. Quedamos sorprendidos por la cantidad de personas que desfilaron por allí a mostrar su dolor por él. Hasta le pusieron sobre el féretro la bandera del Sporting, su equipo favorito. Quisieron que el símbolo y el escudo de éste le acompañara en su último viaje por este mundo. Yo desde aquí, en nombre de Marcelino, de sus padres, el de la familia y en el mío propio, les doy las más expresivas gracias, por tener con él esa distinción tan particular. Descanse en paz y que Dios le lleve a su gloria, como se merece por lo buena persona que siempre fue.

22 de Marzo  del 2002. Después de haber transcurrido casi los ocho meses, aun no sabemos por qué murió Marcelino, nadie nos dice la causa y eso agudiza nuestro dolor. Solo sabemos que él estaba tan normal y que en diez días se fue sin ninguna razón aparente que lo justifique. Marcelino se sentía perfectamente y de la noche a la mañana comenzó a sentirse mal. Eso es lo único que sabemos. La pregunta que sigue en el aire es la que todos y cada día nos hacemos: “¿qué le pasó? ¿Por qué murió?”  Desde aquel triste día toda la familia sigue sufriendo por su pérdida y por ver con asombro como día a día, nuestra hermana Laudina y Marcelo se van deteriorando. Los dos bajaron en barrena, solo viven para el sufrimiento y el recuerdo de su hijo. Ni de noche ni de día descansan. Son prisioneros del dolor. La pena que les invade no les deja moverse ni alejarse de su casa.

Nadie les podrá sacar de ese suplicio que es la pena por Marcelino. Todos vamos a visitarlos para procurar distraerles, sacarles de casa y llevarles lejos de su pesadilla, pero sus salidas no van más allá de los alrededores del pueblo. No hay quien los saque de allí. Es mayor la pena que sus propias fuerzas. No son capaces de librarse de ella en ningún momento.

Muchas veces les hemos invitamos mi esposa y yo para llevarlos a Candás a pasar unos días pero no lo conseguimos. Lo malo es que no veo posibilidades de que cambien, y eso les hace más daño. La soledad de las noches es muy mala,  sería muy importante sacarlos y distraerles, que viajaran algo, aunque sea por las cercanías, pero que salieran de casa y respiraran otros aires que les sacaran de tanta pena. Mi hermana Laudina se pasa la vida llorando por su hijo, solo se calma un poco cuando los acompañamos, pero ese es el gran problema, que no siempre podemos estar junto a ellos, cada uno tiene deberes que cumplir. La familia acude todos los días pero la noche llega y hay que regresar a casa. Se quedan solos de nuevo. La pena puede ser tan fuerte que te puede llevar a la muerte,  ya se han dado casos de que el dolor llevo a la tumba algunas personas.

Viernes 22 de junio de 2001. Salimos a las 9 de la mañana de compras para llevar algunos regalos a la familia y algo de Whiskey escocés para los  mayores. Ya teníamos el equipaje en el coche preparado desde la tarde anterior, pues Norberto tenía que trabajar ese día. Aunque su hora de salida debería ser a las cinco, el día anterior había trabajo hasta las nueve. Los médicos aquí en Escocia trabajan muchísimo, saben cuándo entran al trabajo pero no cuándo salen. Este día salimos a la hora prevista, las seis de la tarde de un viernes para llegar a casa en España a las seis en punto del lunes, el viaje duro tres días.

El sábado 23 de junio después de rodar en coche 700 kilómetros y hacer una noche en un hotel muy cerca de Portsmouth, embarcamos  en el ferri desde Portsmouth a Bilbao. Este puerto está situado al sur del Reino Unido, en el Canal de la Mancha, muy cerca del Mar del Norte. Embarcamos a las cinco de la tarde y salimos del puerto  a las ocho, navegamos hasta el lunes a las 7 de la mañana que llegamos Bilbao. Es un viaje largo pero muy interesante.

Cuando llegamos al puerto de Portsmouth ya había las dos colas para embarcar, una es la que va a la derecha del barco en la bodega y la otra a la izquierda. Acercamos el coche a en la cola de la derecha. El coche que estaba delante era español, de dos hermanos que regresaban a España.

El coche de Mi hijo en aquel tiempo tenía matrícula Española. Los jóvenes al ver la matricula se acercaron a saludarnos. Vivian en Madrid aunque oriundos de Llanes. El más joven era estudiante en Londres. El hermano mayor trabajaba en Madrid. El estudiante llevaba  dos años sin r a casa. Su hermano vino con el coche para ayudarle a llevar sus cosas. Durante la travesía en el barco pasaron con nosotros algunos ratos. Lo mismo ocurrió con un matrimonio mayor de Noruega que se coloco detrás de nuestro coche y que nos pidieron alguna información del viaje. Dado que hablaban inglés ya fue lo suficiente para hacer un poco de amistad con ellos. Precisamente venían a vivir a España. Se habían comprado una casa en Murcia. Estuvieron en el barco con nosotros informándose de algunas cosas de nuestro país, al que querían conocer. Viajando se hace alguna amistad y se conoce gente de distintos países.

Llegamos al puerto a las cuatro de la tarde y después de poner el coche en una de las dos colas que había para embarcar. Dimos un paseo por la villa, solo de una hora ya que a las cinco ya llamaron para empezar el embarque, que por nuestra posición nos tocaba de los primeros. En ese momento, cuando entrábamos al ferri, sonó el móvil. Era nuestra hija Mónica que quería saber de nosotros. Mientras que recorrimos el pequeño trayecto que nos faltaba para dejar el coche ya situado en la bodega del barco nos dio tiempo a hablar con ella, para dejar el coche y recoger lo necesario para el aseo y subir a recepción a recoger las llaves de nuestros camarotes, que, por cierto eran excelentes muy limpios, perfectos para dormir. Estaban situados a babor y con una buena ventanilla para  contemplar el mar y los atunes y bonitos que deambulaban al paso del ferri que fueron los únicos peces que pudimos ver en todo la travesía.

Una vez que dejamos los equipajes en los camarotes y los inspeccionamos, subimos a cubierta para ver la salida del puerto y las maniobras del gran ferri, así como la hermosura de la zona y el movimiento de entradas y salidas de otros ferris. A demás de la vista parcial del puerto ya que es tan grande que no se puede ver todo  desde  la cubierta del barco. Era un espectáculo ver la juerga que montaban los viajeros que regresaban y de los salían, así como los que se encontraban en las terrazas de los bares de toda la bahía. Gritaban vivas y hacían gestos de despedida, hasta algunas monigotadas, pero siempre con agrado y diversión. Es una vieja costumbre que hacen siempre.

saludar a los que marcha y llegan.

El barco no salió hasta las ocho y veinte para navegar cuarenta horas que no suplieron mucho, ni tampoco las tres horas que esperamos en el barco para la salida, mientras que embarcan tanta gente y tantos coches, autocares y camiones de gran tonelaje, con gente de excursiones de diversos países.

El ferri era el Pride of Bilbao, que quiere decir orgullo de Bilbao. Es el más grande de esta línea británica, con una capacidad para 2500 personas, seiscientos coches y 100 autocares o camiones de carga. Es inmenso. Tiene seis restaurantes, algunos bares, cine, varias salas de juegos, salas de estar, grandes pasillos desde donde se puede ver la navegación y diversos lugares como cubierta o proa para tomar el sol. Se duerme como en casa ya que los camarotes son muy buenos. Es una bonita  experiencia que resulta muy importante. Yo lo considero mucho más divertido que viajar en avión, se pasa mejor a pesar de la gran diferencia de tiempo. No te da tiempo de aburrirte visitando tantas cosas que lleva a bordo. Buenos restaurantes donde se come muy bien aunque algo caro por la diferencia del cambio de moneda.

La  potencia de los motores de este gran barco era de 22000 caballos. Sus cuatro chimeneas por las que podría entrar un hombre con mucha facilidad, tenían una altura enorme y cuando calentaban motores casi nublaba el sol por la cantidad de humo que mandaba a la atmósfera. Desde luego que no suple el tiempo y no resulta muy casando siempre que el mar esté en calma. Cuando hay marejada se pasa muy mal por los bruscos movimientos y el mareo que producen. Esta vez el mar estaba en calma y el barco casi no se movía. Durante toda la travesía ni nos enteramos del mareo y se pudo pasear todo el tiempo que quisimos sin problemas, pues cuando la mar está mal no se puede salir del camarote porque no aguantas las enormes molestias que produce el mareo. El único remedio para evitarlo es permanecer tumbado en tu camarote. Hay alguno de esos viajes que por el estado del mar no te apetece ni salir a comer. El dichoso mareo afecta a unos más que a otros, pero es muy latoso para todos en general.

La  velocidad del ferri era lenta, unas dieciséis millas. Dado que fue la primera vez que viajamos por esta ruta desconocíamos la causa de tan poca velocidad. Otro ferri que sale de Plymouth a Santander va a más velocidad, el trayecto es más corto, no tiene que navegar por el Canal de la Mancha, ya que su base está a la salida de este Canal. Es posible que no necesitara más velocidad por eso de llegar de día al puerto de España, para evitar a los viajeros molestias.

La potencia de sus grandes turbinas propulsoras, cuando va navegando deja una turbulencia de aguas tan grande como una gran carretera y se divisa en las lejanías hasta que ya la vista no alcanza más. Una de las cosas que me llamó la atención es que cuando navegábamos por el Canal de la Mancha, a la altura de la Bretaña Francesa, un domingo por la tarde vimos como un banco de  atunes o bonito se acercaban al barco por babor. De repente se perdieron debajo del barco, seguro los succionó ese terrible movimiento de aguas.

 

A la llegada al puerto de Bilbao, te despiertan una hora antes por la radio de tu camarote a la vez que anuncian que se va a realizar la entrada en el puerto. Es una forma de vitar que la gente se quede dormida y pueda desayunar. A continuación se baja a la bodega a recoger el coche. El desembarco fue para nosotros muy rápido porque los primeros que entran son los primeros en salir. Se entra por una parte y se sale por otra. Los últimos seguro que tardaron lo que notros al embarque, las tres horas más o menos. Pasamos un control al desembarco, por lo de la fiebre aftosa que prohibía la entrada en nuestro país de productos cárnicos o derivados. La Guardia Civil y la Policía muy atentos y con mucha educación nos indicaron el motivo. Nos preguntaron si traíamos algo de leche o de carne. Solo traíamos un colacao para la niña.

No hizo falta ni revisar el coche. Los viajeros sabíamos por la prensa que no se podía entrar en el país con esos productos. Motivo por el que también hubo que desinfectar los coches y hasta nos tuvimos que bajar a desinfectar los zapatos en una alfombra. Todo fue muy rápido y muy bien organizado. Evitar la entrada de carnes o leche de ese país son medidas de seguridad que me parecen muy bien y todo el mundo colabora por el propio interés nacional. Hay que destacar lo bien organizado que la fuerza pública lo tenía para evitar molestias a los viajeros. Me gustó mucho y me llamó la atención ver con qué rapidez sulfataron los coches. Dos  trabajadores uno a cada lado con una sulfatadora cubrían todo el volumen del vehículo. Las ruedas pasaban por un badén donde se mojaban en el producto y sin pérdida de tiempo se desinfectaron los seiscientos coches y el resto de autocares y camiones de carga. Desde luego daba gusto ver lo bien y lo rápido que todo funcionó.

Como era muy temprano seguimos viaje hasta Castro Urdiales donde paramos a desayunar en la misma bahía en una cafetería tomaron los tres café con algunos dulces, yo que tenía ganas de jamón español, pedí un bocata, pero no lo tenían, así que me desplacé a otro bar a buscarlo. Me lo comí con gran satisfacción, además de un vaso de buen vino de Ribera del Duero. Venía con muchas ganas de los productos de nuestra tierra, pero sobretodo jamón, fabada. Por bien que uno lo pase en el extranjero, hay productos de nuestra tierrina que son incomparable y que uno no olvida por mucho tiempo que esté fuera. Hay que ver que hasta los mismos animalitos que emigran en los fríos inviernos, no se olvidan de retornar a su tierra donde nacieron y se criaron, así hacemos los humanos, tampoco nos olvidamos de lo nuestro. Lo amamos hasta el fin de nuestros días.

Se siente morriña por la familia pero sobretodo por los pequeños. Recuerdo anécdotas de los nietinos. Cuando Jesús tenía cuatro años llegaron a nuestra casa de Sotrondio. Se bajó con rapidez del coche y después de darnos un beso me cogió de la mano y me dijo:

-Güelito ven vamos a ver el xatu que tienes en la cuadra. Abrí la puerta y lo miró, pero empezó a llorar diciendo:

-¡Éste no es! ¡Éste no es!

Yo, sin saber por qué lo decía, le dije:

-Sí que es nuestro xatu, ¿por qué no va a ser?-.

¡Claro que no es! Yo quiero el de torear. Esto es una vaca.

-No es una vaca. Mírale cómo tiene lo de los toros.

-Sí, pero no es negro. No me vale.

-¿Por qué tiene que ser de este color y no negro?- decía. -Yo lo quiero como los de la tele cuando torean.

-Tranquilo, el próximo lo compraré negro, pero no te olvides de que también los hay roxos, como este, de raza Asturiana de los Valles. Dan una carne excelente y son precisamente los de nuestra tierra. Bien que te gusta la carne de estos. ¿Qué más da que sea negro que roxu? Siempre será un xatu, ¿vale?

-Yo quiero que para la próxima lo compres negro.

-Así será para que te quedes tranquilo.

Cena con el Dr. Raymond Antevi y su esposa, uno de los jefes de Norberto. Viven en un bonito chalet a las afueras de Glasgow. El Dr. Antevi Algunas veces acompañar a Norberto a las islas a pasar las consultas externas. Acababan de regresar de un viaje y aprovechamos para cenar todos juntos. Este señor aparte de ser un buen especialista en psiquiatría, es muy buena persona y aprecia la labor de nuestro hijo como psiquiatra. Nos dijo a mi esposa a mí que era muy trabajador y un buen profesional, que la apreciaba mucho.

Estos señores tiene como mascota a dos bonito cerdos, pero ya de gran tamaño porque estos los tiene de por vida y hasta que se mueran de viejos. No se les puede hablar de comerlos porque se disgustan.

El sábado siguiente cenamos con Archie, Lina sus dos niñas y Flora, hermana de Archie, en su casa situada muy cerca de la bahía, en una gran pradera rodeada de un buen jardín, además de un bonito cenador para tomar el sol. Es una propiedad de mucha envergadura. Como siempre estaban Kenny y Grace, que por ser familia son inseparables. Kenny y Archie tocan casi todos los instrumentos de música y cantan muy bien. Organizan muy buenas fiestas y se viven whisky en cantidad.
Al día siguiente tuvimos otra comida con el Dr. Raymond Antevi y su esposa en un gran restaurante a 60 kilómetros al sur de Glasgow. Bajamos desde Lochgilphead, a una distancia de algo más de 200 kilómetros. La comida fue excelente, a base de venado y otras cosas todo a la inglesa, pero muy bien preparado. La señora de del Dr. Antevi es muy hábil, muy trabajadora, sociable y con mucho gusto para elegir la comida y muy buena cocinera.

Este día no pudimos estar todo el tiempo que quisimos con ellos pues, aparte de la distancia, queríamos localizar un camión español que sabíamos que estaba rodando en dirección a Oban, a buscar marisco para una cetaria asturiana. Nos enteramos de este camión visitando la bahía de Ardfern el fin de semana anterior. Vimos un camión aparcado con matrícula española, de los que llevan los mariscos. Muy cerca de él había dos señores y les preguntamos si sabían a dónde viajaba el camión. Nos dijeron que iba a San Sebastián, que no había ningún inconveniente para llevarnos unos paquetes.
No pudo ser porque para poder enviar unas artesanías de madera queda muy lejos de nuestro pueblo para ir a buscarlas. Le s dimos las gracias por lo atentos que fueron con nosotros.

Uno de aquellos señores nos dijo que había un camión que va desde Oban hasta Asturias, también con marico, y que llega los domingos por la tarde para cargar el lunes o martes.
En efecto, aquel día salimos de Glasgow a las 6 de la tarde con intención de subir hasta Oban. Cuando ya habíamos rodado unos 100 kilómetros y después de coger el desvío en Tarber para Oban, vimos al camión. Le dije a mi hijo:
-Procura si puedes adelantar dos coches que nos separan del camión, porque en el próximo cruce yo podré bajar con rapidez para pararlo. Si no lo conseguimos tendremos que seguirlo hasta Oban y nos quedan muchos kilómetros que rodar.

Tardamos en poder adelantar a los coches y en el stop de un cruce como estaba previsto, salí y lo paré. Le explique el motivo, el conductor un joven muy atento dijo que iba aparcar el camión para no entorpecer la carretera y tomar algo. Fue una suerte porque de no ser por él nunca podría tener esta artesanía Escocesa que mantenemos con mucho aprecio.

Cuando caminamos por el mundo algunas veces nos encontramos con sorpresas. El joven camionero se bajo del camión y pidió permiso a un señor para aparcar de lante de lante de su casa un momento mientras tomamos un refresco. Yo estaba con el conductor cuando le pidió permiso y se lo concedió. Pero el individuo no sé si porque tardamos un poco más o por lo casca rabias que era, llamo a la policía. Llegaron al bar preguntando por el conductor. Salimos a la calle y dijeron que lo denunciaba el dueño de la casa. El conductor le explico que había pedido permiso y se lo dio.
Si que se lo pidió pero dice que es demasiado tiempo parado allí. Los policías muy atentos dijeron quítelo de allí y no pasa nada. Les dio las gracias y nos marchamos.

El dueño de la casa estuvo todo el tiempo mirando por una ventana escondido de tras de las cortinas, segura mente para ver si los policías multaban al conductor del camión. Fue una sorpresa para nosotros que lo denunciara, no se puede comprender porque lo denuncio.

El jueves 14 de marzo de 2002, después de pasar varios años sin vernos, nos encontramos mi esposa y yo en el mercado de Pola de Laviana con un viejo amigo y compañero de trabajo en aquellos duros años.

Marcelino García Cuetos, “Lino” el de Herminia la de Mari yina del Cepeal, de San Mamés, así le llamamos los vecinos y amigos. Marcelino intervino con el resto de compañeros para salvarme de las garras de aquel terrible peñón, que me tubo hora y media debajo del, soportando un excepcional peso, más que suficiente para morir por asfixia en poco tiempo.

Después de saludarnos, recordamos con todo detalle aquel tremendo accidente que a pesar de pasar 48 años nunca lo olvidamos.

-Arsenio te conservas muy bien a pesar de de lo que pasaste me dijo Marcelino.-fuiste hombre de suerte. Te salvaste de la muerte varias veces. Si las dos explosiones de la dinamita fueron peligrosas lo del peñón en la mina, que te tubo hora y media debajo no fue menos. De mil solo hubieras salido tú con vida. Es imposible explicar cómo pudiste aguantar tanto peso. Desde el primer momento que vimos las dimensiones del peñón, todos pensamos lo mismo. Arsenio está muerto, aplastado por tanto peso. Solo te veíamos un poco por la espalda. Era imposible pensar que tuvieras con vida.

En aquellos trágicos  momentos que ya no podía con tanto peso encima de mí, lo malo fue que os oía todo lo que hablabais, pero yo no podía hablar por lo oprimido que estaba. Quería deciros, picar aprisa que estoy vivo, sacarme pronto porque ya no aguanto más. Eso era lo que yo pensaba pero no había fuerzas para hablar y eso me hizo sufrir mucho. Sobre todo cuando Alfredo Lamuño dijo, pica con cuidado para no picarlo a él, y Cortina dijo: ya no lo siente esta muerto no ves que ni se queja. Eso agudizo mi sufrimiento porque pensé, no estoy muerto pero poco tiempo me queda de vida. No sabía el tiempo que llevaba enterrado porque perdí la noción del tiempo. Pero me di cuenta de que las fuerzas tienen un límite y las mías ya se estaban agotando. Cada vez me costaba más el poder respirar porque el peso tan grande iba venciendo mis fuerzas y poco apoco me quitaba mas la respiración, por eso me di cuenta de que en pocos minutos iba a morir asfixiado.

Cuando te sacamos ya no dabas señal de vida, respirabas tan despacio por lo oprimido que te dejo el cuerpo, que todos pensamos, está muriendo poco apoco. Si difícil fue salvarte de este accidente, también te salvaste de morir por la detonación de la dinamita cuando te corto las manos, además del accidente unos años antes desengolando el pozo de La Escribana de cuarta planta sur, en el pozo San Mames, donde por poco te deshace la dinamita. Está muy claro que no muere más que el que la debe. Lo tuyo fue demasiado fuerte y en cambio estas aquí para contarlo y como un chaval.

-Sí que tuve la vida en peligro varias veces pero no era mi hora. Aunque ya no aguantaba tanto peso por tener el cuerpo estrujado como una sardina. Fue mucho lo que sufrí, tanto tiempo enterrado. Por eso pensé que en poco tiempo moriría asfixiado  antes de que llegarais a sacarme. Cuando os oí decir que no podías con el peso del peñón, ni con palancas y que teníais que picarlo con el martillo para sacarme, creí que no aguantar tanto tiempo ya que poco apoco mi cuerpo se iba hundiendo por el peso. En aquellos momentos cuando me veía morir por no poder respirar, pensaba, yo aquí muero, pero lo peor será para mis padres y hermanos que van a sufrir mucho. Hay que ver los pensamientos que yo tenía, convencido de que iba morir, la pena que sentía sobre todo era por mis padres que habían pasado por un montón de adversidades y un duro trabajo toda la vida y no merecían un disgusto de esta clase. Aunque el susto que sufrieron fue gordo por estar los cuatro días sin sentido, solo respiraba y no sabían ni los médicos lo que podía ocurrir.

– Tú también te encuentres bien Lino, que conserves esa memoria muchos años más.

-Bueno de memoria regular, lo que ocurre es que las cosas que nos pasaron en el trabajo nunca se olvidan.

-Tan mal lo pasamos que no es fácil olvidarlo. Creo que esos recuerdos permanecerán siempre en nuestras mentes. Las peripecias de la vida nunca se olvidan y sobre todo cuando se ve en peligro la vida de un amigo y compañero, como siempre lo fuimos tú y yo, además de vecinos, quintos a laves.

En aquel momento llegó Abrahán de la “Cagüerna”, marido de mi prima Tina.

-Aquí tienes a Arsenio le dijo Lino. -Como un roble. El accidente de las manos fue su salvación. A pesar de lo mucho que sufrió, de seguir trabajando en la mina y con aquella marcha que trabajaba a este hombre ya estaría dando geranios hace unos cuantos años. No paraba, al igual que su padre, quería comer al trabajo. Fíjate Abrahán cómo sería la suerte de este hombre, que se salvó varias veces de la muerte. El peñón que lo pilló en San Luis de segunda planta sur, Pozo San Mames, era como para no salvarse nadie, pero él está aquí. Es increíble, para sacarlo de debajo de aquella mole, hubo que picarlo a martillo porque no éramos a moverlo ni con palancas. Suerte tuvo que lo cogió de hombro a hombro y al estar tan estrecho el tayu, porque aun no había picado la tierra del muro, al caer el peñón y ser tan grande apiló hacia un lado y Arsenio quedó debajo con menos de la mitad de peso. Nunca se sabe lo que un hombre puede aguantar. Aunque el peso le meció el cuerpo y le rompió la clavícula y no podía respirar por tanto peso, lo pudo aguantar. Tuvo 4 días sin conocimiento en el hospital de Sama. Cuando Gerardo y yo fuimos a verlo estaba como muerto. Al salir de allí nuestro comentario fue, Ya no despierta mas, tendrá el cuerpo destrozado por el peso del peñón. Pero despertó.

Siempre que los compañeros comentamos este accidente nos preguntamos cómo pudo salvarse bajo tanto peso. Pues aquí esta él para contarlo. Fíjate Habrán que de lo grueso que era y largo el peñón, no se pudo mover porque pegaba en el techo y este honre debajo, es increíble muchacho, el martillo fue la única solución para sacarlo pero con mucho tiempo porque picar arenisca ya sabes lo difícil que es. Lo sacamos y lo  bajamos a la galería sin conocimiento. Te pusimos en una mesilla con unas tablas debajo y marcho el vigilante contigo para fuera. Arsenio aquel día quedamos de brazos caídos todos los de la rampla, nadie pudo trabajar asustados porque pensamos que ibas muerto y que al día siguiente tendríamos que ir a tu entierro pero te salvaste  como si fuera un milagro.

Hay cosas que no se pueden calcular y éste es un caso más dijo Lino: Lo bueno es estar aquí.

El comentario de Lino al marchar fue:

-Si ese peñón tarda un poco más en caer pudo haber cogido a Aladino Suarez Llaneza de La Bobia, que era el que tenía que arrancar con ese tayu, pero estaba destinado a Arsenio. Así es la vida y nadie se puede apartar de su destino, está muy claro.

Marcelino  García Cuetos y Gerardo Iglesias del Romeru y yo a entramos a trabajar el mismo día y siempre fuimos buenos amigos.

Aquel jueves fue la última vez que nos veríamos, Marcelino García Cuetos, “lino” a los dos meses murió, no me entre hasta pasados unos días a mi regreso a Sotrondio, Lo sentí mucho éramos amigos desde la infancia y buenos compañeros de trabajo. Lo último que trabajamos juntos fie en San Gaspar de 4ª  planta sur, picando carbón. Era un excelente compañero y muy buena persona, lo mismo que su esposa Herminia, que la conocí desde niña. Su madre Herminia, y su abuela Maryina del Cepeal, personas muy trabajadoras y muy buenas que siempre apreciamos. 

Gerardo Iglesias Alonso, otro amigo desde la infancia y compañero de trabajo largo tiempo, primero de rampleros y después de picadores, que también murió. Cuando perdí las manos trabajábamos juntos en los mazizos de San Gaspar de 3ª planta Sur, Pozo San Mames. Gerardo era un hombre sereno, agradable y muy trabajador. Por ser huérfano de padres tuvo que ir a vivir a mi pueble de la Bobia, por eso motivo ya fuimos amigos desde niños. Allí vivía con su hermano Leandro y su esposa Marina, los que también recuerdo con mucho afecto porque lo mismo que Gerardo, que su esposa Manolita siempre fueron muy buenas personas por ese motivo y en prueba de nuestra amistad les quiero recordar en mi dura historia. Por haber convivido con ellos como buenos vecinos que fuimos.