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El jueves 14 de marzo de 2002, después de pasar varios años sin vernos, nos encontramos mi esposa y yo en el mercado de Pola de Laviana con un viejo amigo y compañero de trabajo en aquellos duros años.

Marcelino García Cuetos, “Lino” el de Herminia la de Mari yina del Cepeal, de San Mamés, así le llamamos los vecinos y amigos. Marcelino intervino con el resto de compañeros para salvarme de las garras de aquel terrible peñón, que me tubo hora y media debajo del, soportando un excepcional peso, más que suficiente para morir por asfixia en poco tiempo.

Después de saludarnos, recordamos con todo detalle aquel tremendo accidente que a pesar de pasar 48 años nunca lo olvidamos.

-Arsenio te conservas muy bien a pesar de de lo que pasaste me dijo Marcelino.-fuiste hombre de suerte. Te salvaste de la muerte varias veces. Si las dos explosiones de la dinamita fueron peligrosas lo del peñón en la mina, que te tubo hora y media debajo no fue menos. De mil solo hubieras salido tú con vida. Es imposible explicar cómo pudiste aguantar tanto peso. Desde el primer momento que vimos las dimensiones del peñón, todos pensamos lo mismo. Arsenio está muerto, aplastado por tanto peso. Solo te veíamos un poco por la espalda. Era imposible pensar que tuvieras con vida.

En aquellos trágicos  momentos que ya no podía con tanto peso encima de mí, lo malo fue que os oía todo lo que hablabais, pero yo no podía hablar por lo oprimido que estaba. Quería deciros, picar aprisa que estoy vivo, sacarme pronto porque ya no aguanto más. Eso era lo que yo pensaba pero no había fuerzas para hablar y eso me hizo sufrir mucho. Sobre todo cuando Alfredo Lamuño dijo, pica con cuidado para no picarlo a él, y Cortina dijo: ya no lo siente esta muerto no ves que ni se queja. Eso agudizo mi sufrimiento porque pensé, no estoy muerto pero poco tiempo me queda de vida. No sabía el tiempo que llevaba enterrado porque perdí la noción del tiempo. Pero me di cuenta de que las fuerzas tienen un límite y las mías ya se estaban agotando. Cada vez me costaba más el poder respirar porque el peso tan grande iba venciendo mis fuerzas y poco apoco me quitaba mas la respiración, por eso me di cuenta de que en pocos minutos iba a morir asfixiado.

Cuando te sacamos ya no dabas señal de vida, respirabas tan despacio por lo oprimido que te dejo el cuerpo, que todos pensamos, está muriendo poco apoco. Si difícil fue salvarte de este accidente, también te salvaste de morir por la detonación de la dinamita cuando te corto las manos, además del accidente unos años antes desengolando el pozo de La Escribana de cuarta planta sur, en el pozo San Mames, donde por poco te deshace la dinamita. Está muy claro que no muere más que el que la debe. Lo tuyo fue demasiado fuerte y en cambio estas aquí para contarlo y como un chaval.

-Sí que tuve la vida en peligro varias veces pero no era mi hora. Aunque ya no aguantaba tanto peso por tener el cuerpo estrujado como una sardina. Fue mucho lo que sufrí, tanto tiempo enterrado. Por eso pensé que en poco tiempo moriría asfixiado  antes de que llegarais a sacarme. Cuando os oí decir que no podías con el peso del peñón, ni con palancas y que teníais que picarlo con el martillo para sacarme, creí que no aguantar tanto tiempo ya que poco apoco mi cuerpo se iba hundiendo por el peso. En aquellos momentos cuando me veía morir por no poder respirar, pensaba, yo aquí muero, pero lo peor será para mis padres y hermanos que van a sufrir mucho. Hay que ver los pensamientos que yo tenía, convencido de que iba morir, la pena que sentía sobre todo era por mis padres que habían pasado por un montón de adversidades y un duro trabajo toda la vida y no merecían un disgusto de esta clase. Aunque el susto que sufrieron fue gordo por estar los cuatro días sin sentido, solo respiraba y no sabían ni los médicos lo que podía ocurrir.

– Tú también te encuentres bien Lino, que conserves esa memoria muchos años más.

-Bueno de memoria regular, lo que ocurre es que las cosas que nos pasaron en el trabajo nunca se olvidan.

-Tan mal lo pasamos que no es fácil olvidarlo. Creo que esos recuerdos permanecerán siempre en nuestras mentes. Las peripecias de la vida nunca se olvidan y sobre todo cuando se ve en peligro la vida de un amigo y compañero, como siempre lo fuimos tú y yo, además de vecinos, quintos a laves.

En aquel momento llegó Abrahán de la “Cagüerna”, marido de mi prima Tina.

-Aquí tienes a Arsenio le dijo Lino. -Como un roble. El accidente de las manos fue su salvación. A pesar de lo mucho que sufrió, de seguir trabajando en la mina y con aquella marcha que trabajaba a este hombre ya estaría dando geranios hace unos cuantos años. No paraba, al igual que su padre, quería comer al trabajo. Fíjate Abrahán cómo sería la suerte de este hombre, que se salvó varias veces de la muerte. El peñón que lo pilló en San Luis de segunda planta sur, Pozo San Mames, era como para no salvarse nadie, pero él está aquí. Es increíble, para sacarlo de debajo de aquella mole, hubo que picarlo a martillo porque no éramos a moverlo ni con palancas. Suerte tuvo que lo cogió de hombro a hombro y al estar tan estrecho el tayu, porque aun no había picado la tierra del muro, al caer el peñón y ser tan grande apiló hacia un lado y Arsenio quedó debajo con menos de la mitad de peso. Nunca se sabe lo que un hombre puede aguantar. Aunque el peso le meció el cuerpo y le rompió la clavícula y no podía respirar por tanto peso, lo pudo aguantar. Tuvo 4 días sin conocimiento en el hospital de Sama. Cuando Gerardo y yo fuimos a verlo estaba como muerto. Al salir de allí nuestro comentario fue, Ya no despierta mas, tendrá el cuerpo destrozado por el peso del peñón. Pero despertó.

Siempre que los compañeros comentamos este accidente nos preguntamos cómo pudo salvarse bajo tanto peso. Pues aquí esta él para contarlo. Fíjate Habrán que de lo grueso que era y largo el peñón, no se pudo mover porque pegaba en el techo y este honre debajo, es increíble muchacho, el martillo fue la única solución para sacarlo pero con mucho tiempo porque picar arenisca ya sabes lo difícil que es. Lo sacamos y lo  bajamos a la galería sin conocimiento. Te pusimos en una mesilla con unas tablas debajo y marcho el vigilante contigo para fuera. Arsenio aquel día quedamos de brazos caídos todos los de la rampla, nadie pudo trabajar asustados porque pensamos que ibas muerto y que al día siguiente tendríamos que ir a tu entierro pero te salvaste  como si fuera un milagro.

Hay cosas que no se pueden calcular y éste es un caso más dijo Lino: Lo bueno es estar aquí.

El comentario de Lino al marchar fue:

-Si ese peñón tarda un poco más en caer pudo haber cogido a Aladino Suarez Llaneza de La Bobia, que era el que tenía que arrancar con ese tayu, pero estaba destinado a Arsenio. Así es la vida y nadie se puede apartar de su destino, está muy claro.

Marcelino  García Cuetos y Gerardo Iglesias del Romeru y yo a entramos a trabajar el mismo día y siempre fuimos buenos amigos.

Aquel jueves fue la última vez que nos veríamos, Marcelino García Cuetos, “lino” a los dos meses murió, no me entre hasta pasados unos días a mi regreso a Sotrondio, Lo sentí mucho éramos amigos desde la infancia y buenos compañeros de trabajo. Lo último que trabajamos juntos fie en San Gaspar de 4ª  planta sur, picando carbón. Era un excelente compañero y muy buena persona, lo mismo que su esposa Herminia, que la conocí desde niña. Su madre Herminia, y su abuela Maryina del Cepeal, personas muy trabajadoras y muy buenas que siempre apreciamos. 

Gerardo Iglesias Alonso, otro amigo desde la infancia y compañero de trabajo largo tiempo, primero de rampleros y después de picadores, que también murió. Cuando perdí las manos trabajábamos juntos en los mazizos de San Gaspar de 3ª planta Sur, Pozo San Mames. Gerardo era un hombre sereno, agradable y muy trabajador. Por ser huérfano de padres tuvo que ir a vivir a mi pueble de la Bobia, por eso motivo ya fuimos amigos desde niños. Allí vivía con su hermano Leandro y su esposa Marina, los que también recuerdo con mucho afecto porque lo mismo que Gerardo, que su esposa Manolita siempre fueron muy buenas personas por ese motivo y en prueba de nuestra amistad les quiero recordar en mi dura historia. Por haber convivido con ellos como buenos vecinos que fuimos.

Un mercader, quiso cerrar mi pequeña empresa, la que me ayudaba a mantener los ingresos de mi economía, porque el sueldo que yo ganaba en la empresa no daba ni para uno solo y mi familia se componía de tres hijos y nosotros dos. Después de una terrible lucha conmigo mismo pasando días y noches desesperado, pensado en un negocio que me pudiera dar dinero para mantener la casa y poder estudiar a los hijos y con miedo a que me fallara como el almacén del vino. Me salió un contrincante que quería cerrarme.

A pesar de ser su cliente, no se conformaba con que le comprara sus productos, quiso que trabajara para él. Al comenzar a vender los abonos, compraba varios productos en diversas partes y dado que había buena salida, un individuo que me servía un producto, en una de sus visitas me dijo, con más rostro que un asno, que me dejara de hacer mezclas y que me dedicara a vender sólo sus productos y con una mísera comisión que él me dejaba.

Nada le dije, me callé y seguí con mi trabajo, mientras que sus visitas eran con mucha frecuencia para ponerme siempre el mismo disco, a la vez de observar las ventas que iban en aumento, lo que le molestaba en cantidad.

Cada camión del producto que enviaba se lo pagaba por medio de un cheque que le enviaba por correo nada más recibirlo. En uno que le mandé, me envío a vuelta de correo, una carta en la que me decía:

Recibí su cheque por el valor del último camión de material que le envié.

A continuación paso a decirle que a pesar de ser usted un buen pagador, siento decirle que dado que en mis visitas no me hizo caso y que sigue vendiendo abonos de sus mezclas, sin autorización ninguna y engañando a los ganaderos y agricultores, amparado en la ignorancia de éstos, no me queda más remedio que denunciarle ante las autoridades competentes para que deje de robar de esa forma tan descarada.

Aquella carta fue para mí como si recibiera un cañonazo, un tormento. Cierto era que no tenía autorización, pero era una gran mentira que yo robara a nadie. Mis productos eran y siguen siendo aunque ya estoy retirado, de primera calidad y los agricultores y ganaderos los aceptaron perfectamente porque les daban buen resultado. Nada más lejos de mi intención que engañar a nadie, todo lo contrario, yo lo consideraba algo importante para ellos y para mí, por tratarse de unas fórmulas que yo hacía con todo el cariño, pensando en promocionarlo porque era mi única salvación para levantar mi pobre economía, con seriedad y honradez, velando por los intereses de mis clientes y a la vez por los míos, porque yo no podía ir a trabajar a la mina como picador de carbón, después de perder las manos. No era robar, sino trabajar. La pruebe de que mis formulas valen, es que siguen funcionado desde hace de 50 años.

Si no me había dado de alta todavía, fue por dos razones muy importantes para mí en aquel tiempo. La primera, saber si iba a ser aceptado en el mercado, si valdría uno. La segunda, que tenía que pasar algo de tiempo para preparar la maquinaria que me exigían para darme la autorización como fabricante de esas formulas. No "rústicas mezclas" como aquel individuo las llamo. sino como algo muy importante.

De no haber comprado nada a aquel malvado, me hubiera dado tiempo a prepararme para trabajar unos meses más y no las hubiera tenido que pasar tan apuradas ya que estaba pagando la casa y me resultaba casi imposible poder pagar la maquinaria en aquel momento.

El disgusto que recibí con aquella maldita carta no me dejó dormir ni comer en dos días.

La recibí al mediodía de la víspera de la fiesta de la onomástica del Caudillo, General Don Francisco Francoco Bahamonde, Jefe del Estado español. Esperé a que pasaran las horas para presentarme en Oviedo a las autoridades de la delegación de agricultura para solicitar el alta y saber el castigo que me podrían imponer de encontrarme con un jefe tan mala persona como el que me había denunciado. Estos y otros pensamientos eran los que no me dejaron dormir.

A las nueve de la mañana de aquel día, cuando abrían en la delegación, ya estaba allí esperando para visitar al jefe. Pedí permiso y un individuo dijo que no podía pasar, que era necesario pedir audiencia con unos cuantos días de antelación.

Señor, le dije, se trata de una urgencia y no puedo esperar más. Si no  anuncia mi presencia al jefe, le esperaré hasta que salga de su despacho. Me contestó de nuevo diciendo que no podía hacer nada.

Después de pasar media mañana esperando y sufriendo por el problema, le dije al conserje:

-Por favor, dígale al señor que tengo que verle, seguro que me recibe.

-¿Es que le conoce?

-Personalmente no, pero seguro que me espera por motivos urgentes de trabajo.

-Siendo así, se lo comunicaré.

Al momento se dirigió al despacho del aquel gran señor. Salió a mi encuentro en cuanto le anunció mi presencia. Al verme tendió su mano para saludarme a la vez que me dijo:

-Hombre Arsenio, tenía ganas de conocerte. Te he visto en la tele y en la prensa. Sé que eres un gran trabajador. Pasa para acá.

Nos sentamos, él seguía hablando de varias cosas. No sabía que yo era el de la denuncia que tenía sobre su mesa. Al explicarle el motivo de mi visita se quedo sorprendido.

Se levanto, cogió unas etiquetas que tenía, se acerco a mí con ellas y me dijo:

-¿Pero estas etiquetas son tuyas?

-Sí, señor, son las que llevan mis sacos de abonos como identificación además de una vaca pinta en el medio del saco de polietileno y con la dirección y teléfono.

Me alegro mucho que hayas venido, porque tenemos aquí un expediente contra ti por una denuncia, pero por tratarse de ti lo anularemos. Alegaremos que los vendías sin autorización por ignorar que tenías que darte de alta. Tranquilo, no pasa nada. Tienes que darte de alta ya. Te diré los requisitos que hacen falta. Aparte del papeleo tienes que comprarte una máquina para la fabricación de abonos, una cinta transportadora, una máquina de coser sacos y algunas cosas más. La máquina para los abonos y la cinta las venden en Santander. Cuando tengas todo tendrás que presentar con la documentación las facturas de compra de las maquinas y del material necesario.

 -Lo malo es que yo no dispongo de dinero para pagar esas máquinas, estoy pagando la casa y no sé cómo me voy a arreglar.

-Ahí sí que no te puedo ayudar y sin esas máquinas no podrás trabajar.

-Con la sorpresa no me había dado tiempo de reaccionar, hasta que pensé que tendría que sacar otro préstamo ya que no podría trabajar más sin ponerme en regla.

Aquel señor que tan bien se portó conmigo me dio una nota de todo lo que tenía que preparar y también la dirección de las casas donde se podían comprar las maquinas.

Dado que me urgía el preparar todo lo más rápido posible para no perder de trabajar, decidí salir desde allí para Santander. Fui a una cabina telefónica llame a mi esposa y se lo dije que marchaba en el primer tren a comprar la maquinaria.

Después de encargar las máquinas que aun había que construir la más importante, les pedí facturas de compra para poder arreglar todo y conseguir el alta como fabricante de abonos químicos. Pues a pesar de decirle al jefe que solo se trataba de hacer unas formulaciones y que yo no fabricaba los productos, dijo que tampoco el que fabricaba alpargatas hacia el esparto, pero sí las alpargatas y que lo mismo era mi caso. Tú vas a ser fabricante de abonos químicos, así me dijo.

En pocos días ya con las facturas y el resto de papeles, lo presenté y luego vino el permiso para poder trabajar. Aunque nervioso por el gasto de la maquinaria, pero más tranquilo por estar ya dentro de la ley.

Aquello sería para mí una de las cosas más importantes de la época, entre los abonos y la ganadería fui remando y pude pagar todo y estudiar a mis hijos, aunque tenía mucho trabajo, eso nunca fue problema para mí, trabajaba las horas que fueran necesarias muy a gusto a cambio de ver que ya salía de la pobre situación. Pocos sabrán lo triste que es trabajar a brazo partido y no sacar lo suficiente para la casa, eso sí que no lo olvidaré nunca. La lucha y el esfuerzo me sacaron de aquella precaria situación.

Seguimos trabajando sin parar pero nunca más pedí el material de aquel que tan mal se portó conmigo pensando cerrar mi negocio para que trabajara para él como los esclavos.

Pasaron unos cuantos días y el individuo sinvergüenza, al ver que seguía trabajando y no le pedía material vino de nuevo a husmear y a meterme miedo pero esta vez le salió el tiro por la culata.

Llegó un día a las siete de la tarde, ya era de noche, me encontraba haciendo facturas en uno de los almacenes donde tenía una mesa y los utensilios de oficina que él conocía. Sin contar con su visita  entró y con todo su rostro me dio las buenas tardes. Cuando lo vi me puse nervioso y le dije:

-¿Cómo se atreve a venir a mi propiedad? ¿No le da vergüenza volver por aquí después de lo mal que lo ha hecho? Es usted tan cruel como cobarde. Quiso quitarme el pan de mis hijos. ¿Si me cierran esto con qué me gano la vida? Su egoísmo ya rebasa los límites de un ser humano, no pensó que no tengo manos y que no puedo trabajar en la mina donde siempre trabajé. Usted se lanzó a mí como el lobo que para saciar su hambre degüella el cordero sin piedad. Su actuación es repugnante y traicionera. ¿Por qué en lugar de denunciarme no me orientó de lo que tenía que hacer para ponerme en regla? Si lo hubiera hecho así, hoy seguiría siendo su cliente. Después de ver lo mala persona que es, no le compraré más aunque se muera de  hambre porque una persona como usted no merece ni que se le mire, da hasta pena pensar que exista esa clase de personas de tan mal proceder. No se le ocurra más meterse con personas  que trabajan y cumplen porque alguno habrá que no se lo permita. Lárguese de aquí y no vuelva porque su actuación fue denigrante y malvada, no quiero ni tratar más con tal alimaña. Ya nunca podrá denunciarme porque se reirán de usted, porque trabajo con dignidad y autorizado legalmente.

Salió de allí sin chistar y nunca más se le ocurrió molestar.

Cuando estaba haciendo una de las naves, iba a buscar con mi coche y remolque viajes de trato y arena al arenero de la Carba, situado muy cerca de Bendición, en el concejo de Siero. Allá trabajaba un señor de la zona, Pepe, este gran señor me atendió muy bien y se fijó con mucho detalle en mi forma de trabajar. Aunque la paleadora cargaba mi remolque, siempre hay que cargar a pala lo que se cae al suelo para terminar de llenarlo y equilibrar el peso para que el remolque sea más estable. Un remolque mal cargado es peligroso en carretera, si pierde estabilidad puede ocasionar un accidente. Seguidamente puse el toldo. La sorpresa de aquel hombre fue cuando se acercó y vio que yo estaba paleando como si tuviera las dos manos. Se quedó mirando hasta que terminé y luego de contemplar como coloqué el toldo, me dijo:

-Perdona amigo, estoy mirando como trabajas y lo curioso que lo dejas. Desde luego si no se ve no se cree. Vaya potencia que tienen tus brazos para manejar la pala. Tienes un estilo de trabajador excepcional. Lo haces con tanta facilidad como si tuvieras manos. Me dejas asombrado, porque además eres muy joven. ¿Cómo te llamas y de dónde eres? quiero saber de tu vida porque es realmente importante. Estoy seguro, añadió, que, a donde quiera que vayas, no habrá otra cosa mejor que mirar porque no se cree uno lo que está viendo. Serás la atención de la gente que, además, debemos copiar de tu ejemplo. ¿Por favor me cuentas algo de tu vida? ¿Cuánto tiempo hace que perdiste la manos y cómo fue tu accidente?

-No hay problema señor. Le expliqué en un momento lo ocurrido y los trabajos que yo hacía antes y después del accidente.

Asombrado de lo que acababa de ver me dijo:

-Me gustaría ir a tu finca para verte trabajar y ver tus obras. ¿Me das permiso?

-Claro que sí, además va a conocer unos de los mejores terneros y buenos cerdos de importación. Creo que le van a gustar mucho porque lo tengo muy bien montado, me gustan las cosas bien hechas.

-Eso lo tengo muy claro, dijo, sólo con verte trabajar ya se ve que eres un manitas. Sí que me gustan los animales pero lo que más me interesa es verte trabajar en tus naves, porque creo que será un caso único. Verte en las alturas colocando los pesados perfiles de hierro de los techos y soldándolos, debe ser asombroso. Eso no me lo pierdo por nada, dijo aquel hombre que no dejaba de mirar las cosas, como el volante mecanizado de mi coche y todo lo que me rodea.

Al despedirnos me dijo: ¿Qué día puedo ir a ver tus obras?

-Cuando quiera después de las seis de la tarde, que es cuando salgo de trabajar en la oficina.

No se conformó con venir una vez. Tanto le llamó la atención, que trajo varios grupos de gente a verme en sucesivas veces.

En las dos últimas que vino con un grupo yo no estaba y mi hija. Mónica. los recibió. Las dos veces quería dejarme una caja de Farias pero mi hija no la cogió diciéndole:

-Mi padre no admite esas cosas, no le gustan y, además, tampoco fuma.

Mi esposa y yo nos encontrábamos en Escocia y le dijo a nuestra hija que cuando llamáramos nos saludara de su parte, que volvería a nuestro regreso.

Pepe el de la grijera, por desgracia ya nunca nos veríamos. En todo el verano no vino más. Cuando en el mes de octubre fui a por un viaje de arena a la grijera no estaba. Pregunté por él y me dijeron que llegaría más tarde. A los dos días volví a por otro viaje y, como ya era una hora normal de trabajo, me extrañó que no estuviera. Ese día estaba el dueño de la grijera que era de su misma edad y también amigos de toda la vida. Después de saludarnos le dije:

-Hace tiempo que no sé de Pepe. ¿Qué hay de su vida?

La sorpresa que me llevé fue dura.

-Ya no está Pepe, un cáncer de próstata lo mató  en poco tiempo.

Lo sentí mucho, le había tomado un gran afecto, igual que él a mí. Los mismos compañeros de allí me dijeron algunas veces:

-A todos nos sorprende tu forma de trabajar, pero para Pepe fue mucho lo que le llamaba la atención. Casi siempre hablaba de ti por lo valiente que eras.

Yo de este hombre poco sabía, sólo que trabaja allí y que era muy buena persona. Pero aquella mañana al enterarme de su falta quise saber cómo era realmente Pepe el de la grijera.

El dueño me contó que tenía una empresa de camiones. En ese momento entraba uno, un tráiler nuevo del paquete. Me dijo que ocho como aquel, también eran de él. Así mismo me contó que a pesar de los graves inconvenientes que tuvo, supo luchar y que fue un valiente. Tenía una flota de camiones suyos trabajando en una empresa que se fue a la porra. No le pagaron y se quedó en la ruina. Pero fue un caballero que pagó a su personal aunque él se quedó sin blanca. Más tarde comenzó con un camión pagando a plazos y luchó hasta convertirse en un gran empresario. Así fue de valiente Pepe, un hombre ya mayor que murió en la brecha del trabajo y del gran cumplimiento del deber. Su recuerdo permanecerá conmigo por la gran persona que fue y por lo mucho que los dos nos apreciamos.

 

Me ha sorprendido mucho el impacto y lo mucho que gustó a la gente el reportaje que salió en La Nueva España y que trataba de contar un poco de cómo fue mí vida de trabajador sin manos.

Desde entonces, y aún después de pasar varios días, sigo encontrando gente que me saluda y me felicita, unos diciendo que es una vida ejemplar, otros que soy hombre como el acero de duro. La mayoría lo valoran muy positivamente y yo lo agradezco de corazón. Por ese motivo les doy las gracias desde este pequeño artículo.

Respecto a este tema quiero destacar que, aunque el camino no fue precisamente de rosas para mí porque tuve que luchar mucho para llegar a donde estoy, el mérito no es sólo mío. Al principio, cuando estaba soltero, me sirvió de acicate el cariño de mis padres y hermanos y más tarde el de mi querida esposa, el de los hijos y nietos y también el del resto de la familia. Todos juntos fueron el motor que me dio fuerzas para combatir un montón de adversidades, para seguir adelante con dinamismo y alegría, trabajando con todas mis fuerzas hasta aquel fatídico día 5 de octubre de 2009 que mi esposa murió y me quedé más triste y solo que la noche, porque yo la quería más que a mí propia vida. Fue algo maravilloso para los dos el vivir unidos y sentirnos amados uno por el otro. De la noche a la mañana me cambió la vida totalmente y ahora es como si no amaneciera para mí. Por muy fuerte y valiente que uno sea, el perder a la compañera de mi vida ha sido terrible para mí, demasiado.

Debo decir que después de toda mi dura historia, me ha resultado mucho más duro perder a mi esposa que cuando perdí las dos manos. Porque ella me ayudó mucho a combatir mi desgracia y todo aquello dejó de ser un problema ya que yo tenía sus manos que también me ayudaban con cariño. La prueba está en que trabajé como uno más y sin traumas y lo hice con ánimos y empeño en la lucha diaria, hasta que ella me dejó. Hoy me siento sin fuerzas y sin ganas de casi nada. Paso la vida escribiendo o estudiando. Sigo con las clases de mi profesora Ana Rosa Hevia, de Candás. Todavía esta mañana de hoy martes 29 de Octubre del 2013, me dio una clase, porque es para mí el estudio y la escritura como una terapia para mi dolor. Si toda mi vida fue de mucho movimiento porque nunca pude parar, hoy peor, siempre tengo que hacer algo porque no puedo ser de otra forma. La soledad es demasiado dura. Hay que ver que hasta los animales no están solos y van en pareja.

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Cuando por las mañanas abro la ventana de mi habitación y observo el bonito paisaje que tengo delante y mientras que escucho el rugir de las aguas del bravo Cantábrico que sólo esta unos 40 metros de distancia, miro como vuelan y aterrizan en el campo los pajarillos que, al rayar el alba, buscan su primer alimento del día. Van en pareja y se cuidan el uno al otro como hacemos los humanos. Eso es muy bonito, claro que lo es, porque no se sienten solos. Seguro que cuando hicieron el mundo esto ya era así y no hay quien lo cambie, porque la soledad nadie la quiere. El amor existe en el mundo y es posible que un día yo lo vuelva encontrar, porque mujeres las hay muy buenas y también necesitan del calor de un hombre como nosotros el de ellas, porque así es la vida y así la hay que entender.

Sobre el mencionado reportaje en la prensa, hay varias anécdotas muy curiosas, pero entre éstas debo destacar una.

Conozco desde hace años a un matrimonio de Oviedo que veranea aquí, en Candás. Aquella mañana pusieron la radio pero sólo pudieron oír parte de la noticia que daba la Cadena Ser, que decía: "Un minero de la cuenca del Nalón y residente en Candás, que perdió las dos manos en una explosión de dinamita el día de Santa Bárbara…"

Los dos pensaron: ese es Arsenio, ¿que le pasaría? La mujer le dijo que bajara a la tienda de informática a ver si lo buscan en internet. Como no encontraron nada, fue a donde venden los periódicos y dijo a la señora: ¿habrá algún periódico que hable de un señor que no tiene manos?

-Sí, aquí lo tiene, yo lo estoy leyendo.

-¿Le pasó algo?

-No, hombre, sólo habla de un señor que es muy valiente, trabaja y no tiene manos.

-Claro que trabaja y mucho, es amigo mío.

-Pues aquí lo tiene, mire que guapo está.

Este hombre ya se tranquilizó, cogió el periódico y lo subió a su esposa. El sábado me los encontré en Candás y me felicitaron además de contarme el susto que se llevaron.

-Muchas gracias, yo también os aprecio mucho, lo mismo que mi esposa que también os recordará con cariño desde el cielo. Me dieron un abrazo y me dijeron: no te olvidas de tu esposa ni un momento, mucho la querías.

Aquella mañana cuando iba a dar un paseo y coger el periódico, me encontré con Don José Manuel, el cura de Candás, que conversaba con dos señoras. Los tres me felicitaron y Don José Manuel dijo: este hombre es muy bueno. Sufre mucho por su esposa, la quería mucho y no vive sin ella y agregó, es como un cura, hay que llevarlo al Vaticano a sentarse a la mesa a comer con el Papa.

Muchas gracias señor, le dije ¡Qué casualidad! no sé por qué, pero un Ingeniero, jefe mío, Don Manuel Ordóñez me dijo lo mismo. Arsenio, tu tenías que ser cura, te gusta mucho ayudar a la gente, tienes muy buen corazón. Yo le dije:

-Es nuestro deber, Don Manuel, el mundo en solitario no tiene valor. Está como vacio.

Entre otros casos que ocurren por la vida, acababa de presentarle uno que, por cierto, era duro de verdad y de una necesidad muy importante. Una señora vino a la oficina a pedirme que por favor la ayudara. Su marido estaba despedido del trabajo y no tenía nada para dar de comer a sus siete hijos y otro más que llegaría en un mes.

Me dio mucha pena de ella y de sus hijos que se encontraban hambrientos. El padre en la cama desde hacía unos cuantos días borracho y pidiendo vino. Como la esposa ya no tenía dinero para pagarlo y llevárselo a la cama, donde permanecía mientras le durara la tremenda borrachera, le tiró dos botellas vacías. Por ese motivo salió de casa y vino a pedir que lo admitieran al trabajo.

La pobre señora presentaba un cuadro de pena. Estaba muy delgada, descolorida y aturdida por los malos tratos de su marido. Con las lágrimas que bajaban por sus mejillas me dijo: por favor señor ayúdeme, ya no puedo con tanto sufrimiento.

Por favor no llore más, le prometo que su marido volverá al trabajo mañana mismo. Tranquilícese porque este problema no debe surgir más.

Pasé al despacho de Don Manuel Ordoñez, mi jefe, que era el jefe de sector y le dije el serio problema de aquella mujer.

-Don Manuel, el marido de esta señora está despedido por faltar al trabajo entre diez y quince días cada mes, por las borracheras que se coge. Se mete en cama y obliga a su esposa a llevar botellas y botellas hasta que ya no tiene dinero y luego le tira las botellas a la pobre señora. Yo creo, le dije, que debemos arreglar este problema de una vez y para siempre. Por dos razones. La primera y más importante, es que el castigo es para sus hijos y la esposa, que pasan hambre; la segunda, que ese señor picador de carbón, cuando viene al trabajo es trabajador. Si trabaja al mes quince días, por lo menos ya gana para dar de comer a su familia.

-Este señor, tiene un despido que la empresa le hizo por ser reincidente, perdiendo muchos días de trabajo. ¿Cómo lo arreglamos? dijo mi jefe.

-Muy fácil, contesté, dando orden a lampistería que cuando llegue este picador, le den lámpara para entrar al relevo que llegue. Bien sea al de las seis de la mañana o a las tres de la tarde. Yo creo que la sociedad está obligada a eliminar estos castigos que son peor para los hijos y esposa que para el borrachín.

-Usted lo dijo. Qué así sea.

Cogió el teléfono y le dijo al encargado de lampistería, Estanislao García, para los vecinos (Lao) que cuando llegara el picador  X, le dieran lámpara para que puediera trabajar. No pongo el nombre del picador porque vive. Hace poco tiempo que lo vi. No sé si vive aún su mujer, nunca más la vi desde aquel día y no es necesario molestar a nadie. Solo se trata de comentar lo que hay que sufrir muchas veces en la vida de las familias.

Don Manuel como hombre generoso que siempre fue, recibió a la señora y le dijo literalmente.

-Señora, dígale a su marido que venga a trabajar cuando quiera y al relevo que más le guste. Así mismo le dijo que no sufriera más por ese problema, pues en lo sucesivo trabajará cuando venga.

-Muchas gracias señor, le dijo la señora muy agradecida, nos libra de una muy gorda.

-No me dé las gracias a mí, déselas a Arsenio que es quien lo arregló.

Se marchó muy contenta sabiendo que aquel problema ya no se iba repetir.

Don Manuel, después de quedar solos, me dijo: Arsenio tú tenias que ser cura, te duelen mucho los problemas de la gente y te gusta ayudar, eso es muy importante. ¿Lo haces porque eres tan buena persona como para sufrir por los demás, o por lo que tú has sufrido?  ¿Es que ya eras así antes de tu accidente con ese buen corazón que tienes?

-Gracias Jefe, por lo bien que me valora, yo creo que es ley de vida velar unos por los otros. En cuanto a su pregunta, le diré que no lo sé, creo que siempre fui como soy. Aunque puede ser que los sufrimientos propios te hagan reflexionar muchas veces, porque la vida nos enseña y, sobre todo, a los que atravesamos por duros avatares que es donde se ve realmente lo que supone la buena convivencia entre las personas. Yo creo que estamos obligados a perdonar y ayudar, aunque se salgan de lo normal. Sólo con pensar que hemos salvado del hambre a unos inocentes ya es más que suficiente para sentirse uno mismo muy bien.

-Te comprendo perfectamente porque es como lo pintas, dijo el jefe.

-Gracias, usted también siente esos deseos de ayudar y lo hace con satisfacción. Ya no es el primer caso difícil que usted resuelve con cariño y afecto a las personas. No soy yo el único, Don Manuel, porque usted acaba de hacer una excelente obra, que supone el asegurar el pan a una familia. 

 

Visita de Ferino, el ferretero de Barredos. Ya hacía tiempo que me decía: Arsenio, no me  quedaré tranquilo hasta que por mis  propios ojos compruebe lo que estás haciendo en tu obra.

-Vale, cuando quieras, todo está en orden, le dije.

 Le di las gracias de nuevo por despacharme rápido y antes que a otros clientes y me fui a mi trabajo hasta la una del mediodía, cuando llegaría él a visitar la obra. Llegó puntual. Cuando salí de mi casa para volver a la obra y trabajar hasta las tres, sentí su vespa. Le abrí el portón, dejó la moto y fuimos a las naves que estaban muy cerca. Cuando vio aquella obra puso las manos en la cabeza y dijo:

-Sí es cierto que tú haces esto, los que tenemos manos no valemos nada a tu lado, Arsenio, sigo diciendo lo de antes, quiero ver como sierras un tubo, cómo lo roscas y cómo lo colocas en su sitio, aunque llegue tarde para abrir la tienda, pero esto no me lo pierdo.

-Ahora mismo lo verás y no tienes porqué llegar tarde, en un momento podrás comprobar lo que hay, le dije.

Cogí un tubo de pulgada y de seis metros de largo, lo coloqué en la mordaza, lo medí y con el paique (la sierra de mano), lo serré. Eché un poco de aceite a la terraja y di rosca. Puse el cáñamo, le di con minio por sus dos partes, le coloqué una T, lo rosqué en su sitio, cogí el pico y continué haciendo zanja.

Ferino dijo:

-¡María Purísima! Hay que verlo para creerlo. El arte que pones con esos aparatos no lo puede creer más que el que lo ve. ¡Si lo haces mejor que algunos con manos!

Se le hacía imposible.

-Tú naciste superdotado, muchacho. No tiene otra explicación. Creo que nadie puede trabajar con la rapidez con que tú lo haces en esa situación. Es imposible el arte que tú tienes. Lo único que te pido es que me perdones por no poder creer lo que tan cierto es. Después de comprobarlo ya me voy muy contento al saber lo fácil que te resulta el trabajar, también por ser tu amigo. Se acercó  medio un abrazo y me dijo de nuevo.

-No me canso de pedirte perdón, me marcho asombrado de saber el arte que pones para trabajar. Si antes a todos nos parecía imposible el que conduzcas tu coche, esto sí que es más difícil, es increíble. Se marchó y a partir de aquel día cada vez que iba a su tienda decía:

-Arsenio, cuando los clientes me presentan un problema y no lo puedo resolver, los mando a tu casa diciendo “ir a Villar, Arsenio tiene remedio para todo”. Les cuento cómo trabajas y no lo creen.

-Ya sé que no lo creen. Tú tampoco lo creías pero no tiene ninguna importancia, lo bueno de todo esto es que yo puedo trabajar aunque resulte imposible a la gente.

-Sí que la tiene y mucha, entre la gente hay apuestas, unos a favor y otros que dicen que no puedes hacer lo que se dice.

-Pues hay buen remedio para el que no lo crea, que vayan a verlo como fuiste tú, y de paso que me ayuden, que buena falta me hace. Ya conoces el trabajo que se necesita para montar una industria de esta envergadura. Por que miren no les cobro nada y seguro que alguno aprenderá algo de cómo se trabaja.

-Claro que sí, solo con ver tus movimientos para trabajar ya se aprende, porque das clase de cómo se hacen las cosas. Lo tuyo es de película Arsenio, no se conoce otra cosa igual, aparte de lo hábil que eres para trabajar, lo que más me llama la atención y comento aquí con mis clientes, es cómo se las arregla ese hombre que sabe de todo. Nada se le pone por delante. Otra cosa que me llama la atención dijo.

-¿Dónde aprendiste esos múltiples oficios si tu siempre fuiste minero?

-Se aprende, Ferino, a medida de que uno trabaja, todo es proponérselo.

-Algo así será porque tú eres muy joven y trabajando siempre en la mina no pudiste tener tiempo de aprender, hasta para eso naciste con habilidad amigo, como te dije el día que vi tu obra. No hay más explicación que una: que tú naciste superdotado y sigo manteniendo lo que te dije, a ti y a muchos, que los que tenemos manos no pintamos nada a tu lado.

-Hay gente muy buena en todos los trabajos, pero lo que hace falta es querer.  

Ferino fue una gran persona. Durante toda su vida fue un gran trabajador y muy sincero, decía las cosas como son, por eso yo no le tomaba en consideración cuando dudaba de mis afirmaciones respecto a mi trabajo. Aunque conocía mi forma de ser y cómo trabajaba por mis antiguos compañeros, aquello no lo podía asimilar hasta que no lo vio.

Me apreciaba mucho, como yo a él. Tenía mucha pasión por la gente que trabaja, también apreciaba mucho a sus clientes y era uno de los más baratos de la zona. Muchas veces me decía:

-Tu nombre aquí esta permanente, nadie se olvida de ti, si no saca tu nombre uno, se acuerda otro, ya eres más conocido que el pupas. Hasta entra gente que no te conoce, pero al oír hablar de tus trabajos, preguntan cómo puede ser que sin manos puedas trabajar. Te has hecho popular. Algunos dicen que si no fuera porque no se atreven les gustaría ir a verte trabajar.

 -No hay ningún problema, que vayan. Ya estoy acostumbrado a recibir visitas de esa clase y hasta de partes lejanas vino gente a ver el de las manos trabajar. Así mismo me lo dicen porque es la verdad.