Get Adobe Flash player

Calendario

noviembre 2025
L M X J V S D
 12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930

Historial

Temas

Mi Historia

El carnicero tardaba en llegar porque tenía que dar salida a una partida de terneros antes de comprar más.

Mi cuñado decía: este carnicero ya no se acuerda de nuestros terneros y aquí se pierde un capital.

-Tranquilo Cesar no falla, seguro que lleva estos terneros. No te impacientes hay que tener fe en la gente, no te disgustes que todo tiene arreglo.

La verdad es que tenía motivos para estar muy preocupado. Se trataba de una pérdida importante, y no sabía de otro lugar para mandarlos. Era también un obstáculo para dar comienzo a una vida de ganadero.

Un lunes por la tarde llegó Cesar el carnicero a casa.

-¿Dónde está Arsenio?

Yo estaba en la ganadería, metido en una fosa aséptica, con un problema de atasco en una cantarilla. Estaba hasta la cabeza de “natas”, no me reconocían a no ser por el habla. Llegó mi hija Mónica y me dijo que el carnicero me esperaba en el bar para que fuera a ver con él los terneros de mi familia. Le dije que estaba terminado un trabajo, que no podía dejarlo, que le acompañara  que estaban los dueños y los vería con ellos. Yo iría nada más terminar pero antes de que él se fuera.

Volvió mi hija diciendo que si no iba yo no compraba los teneros. Tuve que dejar el trabajo sin terminar e ir a casa a ducharme y cambiarme. Aunque me resultaba molesto ya que al volver me cogería otra mojadura grade, mientras que en poco tiempo si esperaba, lo acabaría. Tenía que pasar por narices por delante del bar al ir a casa, pues no había otro camino, con aquella mojadura y más negro que el carbón. Allí estaba un compañero Ovidio García tomando sidra de una espicha que aun quedaba del domingo anterior. El carnicero me vio y quiso que pasara al bar según estaba a echar arriba un cubata de ron de la negrita, que era bueno para quitar la humedad. No podía pasar, pondría el bar como la misma fosa. Tuve que marchar porque no  cesaba en su empeño, diciéndole que cuando terminara de ducharme tomaríamos lo que hiciera falta y veríamos los terneros, pero lo primero era asearme.

Cuando terminé fuimos a ver los terneros, los miró y le gustaron. Ajustamos el precio y asunto resuelto.  Ya se quedó mi familia tranquila. Nos fuimos al bar donde nos esperaba Ovidio, que ya le había contado algunas de mis historias a César. El que tanto me apreciaba, cuando llegué me dijo.

-No puedes dejar de cebar teneros. Sé que has perdido dinero, pero en la guerra no se murieron todos. Tú tienes que seguir, me haré socio tuyo, vamos a pérdidas y ganancias. Tú llevarás el control de todo, me fío de ti, sé que no me engañarás.

Sentí mucho no poder complacerle, pero no disponía de tanto tiempo. Mis obras comenzaban aumentar. Ya trabajábamos en puertos de alta montaña en la restauración de minas a cielo abierto, en taludes y medianeras de carreteras, plantación de árboles y algo de jardinería. Aparte del poco tiempo libre para tanto trabajo, los terneros en esa época y como casi siempre, daban muy poco dinero, algunas veces hasta no cubrías gastos, por el vendaval del mercado. Mucha fachada de ganadería de culones pero poca tela.

César sabía que era importante seguir cebando terneros, el conocía bien las canales que salían con el pienso fabricado a base materias nobles como cebada, maíz, soja, trigo, centeno, harina de alfalfa, sal y caliza molida como calcificarte natural. La carne destacaba por su buena calidad, era sabrosa, tierna y de buen color.

En aquella mañana que me encontraba muy disgustado por el problema de la mala salida para el ganando, tuve la visita de dos mercaderes que vinieron a ver el ganado Se trataba de un padre y su hijo, los dos de abrigo y sombrero, pues estaba muy frío. Después de mirar el ganado me ofrecieron 260 pesetas por kilo, cuando el precio real era de 450 en canal. Les miraba con asombro y en silencio cuando uno de ellos me dijo: qué piensas hacer ¿Los hechas en ese precio?

-Les miré de arriba abajo y les dije:

-Lástima que lleven el abrigo abrochado.

-¿Por qué lo dice? Dijo, el más joven. 

-Porque así no se les ve el revólver. Solo les falta que lo lleven a la vista para ser atracadores completos. Por favor lárguense y no vuelvan por aquí. Eso no es comprar sino atracar.

Eran dos explotadores que buscaban la ocasión. Sin corazón ni dignidad, sabiendo que podía ser la ruina de un ganadero. De esa forma hicieron algún dinero, robando al esclavo. Menos mal que son pocos los que actúan de esa forma, pero de vez en cuando surgió alguno más.

Esta clase de gente no llegan muy lejos, precisamente por ser de mal proceder y no saber comportase en la vida real. Después de atracar al ganadero, explotan al cliente sin piedad, dándole gato por liebre hasta que se encuentran con el resultado final: la mayoría de las veces la ruina, que es lo que se merece porque no valen para otra cosa.

Por fin llego el amigo del Chilu, que era carnicero de vacuno. Aquel hombre que acaba de llegar observó cómo trabajaba y vio todas mis instalaciones. Después de mira los teneros lo primero que dijo fue:

-Amigo, tienes un ganado excepcional y bien cebado. Mi amigo el Chilu me dijo, que fabricabas el pienso, ¿puedo verlo?

-Sí, Precisamente es para mí una satisfacción mostrarles el producto con el que cebo el ganado y que es lo mismo que come el ternero que matamos para nuestra casa.

Salimos de las naves y les llevé a las instalaciones donde hacíamos el pienso, que estaba todo funcionando Miró detenidamente toda la maquinaria, cogió un puñado de pienso, lo olió y dijo:

-¡Vaya pienso! Tiene tan buen olor que apetece comerlo. Creo que con esta calidad de ganado y este pienso las canales serán como se comenta, inmejorable. 

-Desde luego que lo son. Siempre me gustó ofrecer calidad, porque creo que es la única forma de sobrevivir como ganadero. Las trampas nunca me gustaron.

-Bien se ve amigo, porque aquí hay buena muestra de ello dijo: Aquel hombre. 

Después de pasar revista a todo, como buen entendido y profesional, se acercó y me dijo:

-Todo lo que contó nuestro amigo de ti, es poco comparado con lo que veo. Estoy asombrado del orden y de cómo trabajas con esos aparatos. Desde luego, si no lo veo no lo creo. Yo había oído hablar de ti pero nunca pude creer lo que decían hasta hoy cuando yo mismo lo pude comprobar. Perdóname pero te digo la verdad.

-Tranquilo ya estoy acostumbrado a que la gente me diga lo mismo. Es natural que no se lo crean cuando no conocen mi forma de trabajar, lo entiendo perfectamente.

Aquel gran hombre se le notaba la satisfacción que recibió al conocer a un hombre del que solo sabía de su existencia, pero que para él, cómo para muchos, lo que se comentaba era un mito, ¿cómo iba ser verdad que un hombre en esas condiciones pudiera ser tan activo y trabajar de todo?

-Te compro todo el lote de terneros me dijo: pero antes tengo que matar a 14 que tengo en mi cuadra, para ir sacando según los necesite.

-Papá le dijo el hijo, ¿cómo le vas a comprar todos si ya no tienes donde meterlos?

-Eso no importa, este hombre tiene un ganado especial, no hay línea de carne tan buena en todo lo conocido. Con razón tiene fama de ser uno de los mejores cebadores. Vamos a hacernos socios de él, ceba con pienso casero. Lo merece, no le des más vueltas porque ya están comprados.

-Mira  ese hombre dijo: a su hijo cuando se alejaban, si todos fuéramos tan trabajadores como él, el mundo sería una balsa de aceite, porque es así como se crea riqueza y se vive bien.

– Entre lo bien que trabaja este hombre sin manos y la excelente ganadera que aquí tiene, debería ser presentada al público como exposición para aprender a mucha gente.

Lo mismo César carnicero de vacuno, que el Chilu carnicero de porcino, fueron grandes hombres del su oficio, trabajadores con honradez, serios y cumplidores, además de muy buenas personas, buenos comerciantes, que no robaron a nadie. Pagaban bien y apreciaban y respetaban los derechos de los demás. Supieron vivir de su trabajo, sin olvidarse de saber valorar el mérito de los que trabajamos. Los dos ya no están, pero nunca les olvidaré como amigos y hombres de bien que fueron. Estos dos hombres lo mismo que yo nunca fueron ladrones, como aquel energúmeno que trabajaba en la misma oficina, que decía, más rabioso que un puma, que todos los comerciantes éramos ladrones. Creo que confundido y atrofiado por la maldita envidia que siempre reino en su retorcido cerebro.

Hay un dicho que dice y muy acertado a mí juicio, que la envidia, el odio y la avaricia son unas de las tres enfermedades más peligrosas del corazón. Porque descontrolan y hacen perder a esa clase de persona el sentido de la realidad.

No conozco al hijo de César porque solo le vi una vez, pero sí al hijo del Chilu, que sigue con los negocios de su padre. Seguimos con la amistad de siempre al igual que su padre también lucha con honradez y es hombre de palabra, serio y buena persona. Sin duda lleva la sangre del que fue un gran cumplidor del deber. “El fruto del roble siempre fue roble y la figal siempre será figal”, así dicen los de mi tierra.

Cuando ya estaba terminado de matar aquella partida de terneros, que apunto estaban de pasarse, le dije a Cesar:

-Tengo que pedirte un favor. Tengo un compromiso con uno de mis sobrinos que, al dejar de estudiar y no tener trabajo, le ayudé a montar una pequeña cuadra con cinco terneros, también culones y le pasa lo mismo que a mí, no tiene salida. Son de toda confianza y los ceba con mi pienso.

-No te preocupes, basta que tú me lo pidas para que los compre. También los mataré, pero con una condición: yo trataré contigo, si no es así, no los quiero.En aquella mañana que me encontraba muy disgustado por el problema de la mala salida para el ganando, tuve la visita de dos mercaderes que vinieron a ver el ganado Se trataba de un padre y su hijo, los dos de abrigo y sombrero, pues estaba muy frío. Después de mirar el ganado me ofrecieron 260 pesetas por kilo, cuando el precio real era de 450 en canal. Les miraba con asombro y en silencio cuando uno de ellos me dijo: qué piensas hacer ¿Los hechas en ese precio?

-Les miré de arriba abajo y les dije:

-Lástima que lleven el abrigo abrochado.

-¿Por qué lo dice? Dijo, el más joven. 

-Porque así no se les ve el revólver. Solo les falta que lo lleven a la vista para ser atracadores completos. Por favor lárguense y no vuelvan por aquí. Eso no es comprar sino atracar.

Eran dos explotadores que buscaban la ocasión. Sin corazón ni dignidad, sabiendo que podía ser la ruina de un ganadero. De esa forma hicieron algún dinero, robando al esclavo. Menos mal que son pocos los que actúan de esa forma, pero de vez en cuando surgió alguno más.

Esta clase de gente no llegan muy lejos, precisamente por ser de mal proceder y no saber comportase en la vida real. Después de atracar al ganadero, explotan al cliente sin piedad, dándole gato por liebre hasta que se encuentran con el resultado final: la mayoría de las veces la ruina, que es lo que se merece porque no valen para otra cosa.

Por fin llego el amigo del Chilu, que era carnicero de vacuno. Aquel hombre que acaba de llegar observó cómo trabajaba y vio todas mis instalaciones. Después de mira los teneros lo primero que dijo fue:

-Amigo, tienes un ganado excepcional y bien cebado. Mi amigo el Chilu me dijo, que fabricabas el pienso, ¿puedo verlo?

-Sí, Precisamente es para mí una satisfacción mostrarles el producto con el que cebo el ganado y que es lo mismo que come el ternero que matamos para nuestra casa.

Salimos de las naves y les llevé a las instalaciones donde hacíamos el pienso, que estaba todo funcionando Miró detenidamente toda la maquinaria, cogió un puñado de pienso, lo olió y dijo:

-¡Vaya pienso! Tiene tan buen olor que apetece comerlo. Creo que con esta calidad de ganado y este pienso las canales serán como se comenta, inmejorable. 

-Desde luego que lo son. Siempre me gustó ofrecer calidad, porque creo que es la única forma de sobrevivir como ganadero. Las trampas nunca me gustaron.

-Bien se ve amigo, porque aquí hay buena muestra de ello dijo: Aquel hombre. 

Después de pasar revista a todo, como buen entendido y profesional, se acercó y me dijo:

-Todo lo que contó nuestro amigo de ti, es poco comparado con lo que veo. Estoy asombrado del orden y de cómo trabajas con esos aparatos. Desde luego, si no lo veo no lo creo. Yo había oído hablar de ti pero nunca pude creer lo que decían hasta hoy cuando yo mismo lo pude comprobar. Perdóname pero te digo la verdad.

-Tranquilo ya estoy acostumbrado a que la gente me diga lo mismo. Es natural que no se lo crean cuando no conocen mi forma de trabajar, lo entiendo perfectamente.

Aquel gran hombre se le notaba la satisfacción que recibió al conocer a un hombre del que solo sabía de su existencia, pero que para él, cómo para muchos, lo que se comentaba era un mito, ¿cómo iba ser verdad que un hombre en esas condiciones pudiera ser tan activo y trabajar de todo?

-Te compro todo el lote de terneros me dijo: pero antes tengo que matar a 14 que tengo en mi cuadra, para ir sacando según los necesite.

-Papá le dijo el hijo, ¿cómo le vas a comprar todos si ya no tienes donde meterlos?

-Eso no importa, este hombre tiene un ganado especial, no hay línea de carne tan buena en todo lo conocido. Con razón tiene fama de ser uno de los mejores cebadores. Vamos a hacernos socios de él, ceba con pienso casero. Lo merece, no le des más vueltas porque ya están comprados.

-Mira  ese hombre dijo: a su hijo cuando se alejaban, si todos fuéramos tan trabajadores como él, el mundo sería una balsa de aceite, porque es así como se crea riqueza y se vive bien.

– Entre lo bien que trabaja este hombre sin manos y la excelente ganadera que aquí tiene, debería ser presentada al público como exposición para aprender a mucha gente.

Lo mismo César carnicero de vacuno, que el Chilu carnicero de porcino, fueron grandes hombres del su oficio, trabajadores con honradez, serios y cumplidores, además de muy buenas personas, buenos comerciantes, que no robaron a nadie. Pagaban bien y apreciaban y respetaban los derechos de los demás. Supieron vivir de su trabajo, sin olvidarse de saber valorar el mérito de los que trabajamos. Los dos ya no están, pero nunca les olvidaré como amigos y hombres de bien que fueron. Estos dos hombres lo mismo que yo nunca fueron ladrones, como aquel energúmeno que trabajaba en la misma oficina, que decía, más rabioso que un puma, que todos los comerciantes éramos ladrones. Creo que confundido y atrofiado por la maldita envidia que siempre reino en su retorcido cerebro.

Hay un dicho que dice y muy acertado a mí juicio, que la envidia, el odio y la avaricia son unas de las tres enfermedades más peligrosas del corazón. Porque descontrolan y hacen perder a esa clase de persona el sentido de la realidad.

No conozco al hijo de César porque solo le vi una vez, pero sí al hijo del Chilu, que sigue con los negocios de su padre. Seguimos con la amistad de siempre al igual que su padre también lucha con honradez y es hombre de palabra, serio y buena persona. Sin duda lleva la sangre del que fue un gran cumplidor del deber. “El fruto del roble siempre fue roble y la figal siempre será figal”, así dicen los de mi tierra.

Cuando ya estaba terminado de matar aquella partida de terneros, que apunto estaban de pasarse, le dije a Cesar:

-Tengo que pedirte un favor. Tengo un compromiso con uno de mis sobrinos que, al dejar de estudiar y no tener trabajo, le ayudé a montar una pequeña cuadra con cinco terneros, también culones y le pasa lo mismo que a mí, no tiene salida. Son de toda confianza y los ceba con mi pienso.

-No te preocupes, basta que tú me lo pidas para que los compre. También los mataré, pero con una condición: yo trataré contigo, si no es así, no los quiero. 

En aquel tiempo de granjero vendía los cerdos de cebo y también las hembras madres que iban fallando. El carnicero que los compraba ponía el precio a mi ganado. .Nunca valía que le dijera que era muy bajo, Si quería venderle, yo tenía que aceparle su precio. Hasta que llegó un sábado por la tarde. Me encontraba en la pradera trabajando. Llegó acompañado de su chofer, él no sabía conducir. Me saludaron y miraron el ganado. Como siempre dijo: “al mismo precio”. Estaba harto de vender a tan bajo precio por no pelear con forasteros, aunque la verdad es que él respetaba el peso y pagaba como un banco; sin duda era buena persona, pero muy baratiego. No se daba cuenta que yo también tenía una casa que mantener. Dado que había cierta amistad, ya lleva tiempo comprando y abusando del precio.

-Aquella tarde le dije, cambia de disco, porque siempre pones el mismo y lo vas a gastar.

-No lo creo dijo riéndose, es muy fuerte.

-Fíate y no corras, ya verás el porrazo, va a ser gordo.

-No te atreves a perder un buen cliente como yo.

-Para ser lo bueno que tú dices hay que subir un poco el precio, no lo quieras todo paratì.

-No te subo nada están bien pagados.

-Lo siento mucho pero el precio hoy lo pongo yo. Si no te interesa tan amigos. Estoy cansado de decirte que no se puede trabajar tanto para ganar tan poco.

-Pon el que quieras, yo me marcho y en paz.

-Déjate de bromas, sabes que ya no puedo perder tanto. Porque tú respetes el peso y pagues bien, no te da derecho a pasarte de la raya. Hoy el precio es de 120 pesetas kilo, canal.

-Ni hablar, no te lo pago dijo.

-Como tú quieras le respondí, yo nada puedo hacer.

-Entonces me voy.

-Vale, si así lo quieres.

-Oye, hasta hoy fuiste tú el dueño de mi ganado. Siempre lo pagaste como quisiste.

Aquel hombre que era muy alegre y bromista, además de buen paisano, me dijo:

-Bueno, yo con dejártelo estoy cubierto.

Sabes que soy de una sola palabra y difícil de convencer

-Si te interesa, no le des vueltas, o te dejo sin ganado. Mira que la vas armar, no encuentras calidad de ganado como este, en todo el territorio, no te engañes.

-Arsenio, tiene razón le dijo el acompañante, le pagas muy poco. Tú sabes que no encuentras ganado como el que te sirve, y si lo pierdes lo vas a sentir.

Tan mal le pareció la gran verdad que le dijo su compañero que se enfadó con él. Con brusquedad, no frecuente en él porque fue siempre muy prudente, le dijo:

-Así que le ayudas en lugar de a mí.

-Es que tiene razón.

No tuvo más salida que decir:

-No me interesa, nos vamos.

Le dijo que arrancara el coche y que diera la vuelta y se marcharon

Yo, con la adrenalina un poco subida porque estaba harto de perder de mi derecho, me fui a casa, cambié de ropa, cogí el coche y fui a ofrecer el ganado a otro carnicero que se había interesado por él. En un momento le vendí lo que tenía para dar salida. Regresé a mi casa y cuando estábamos cenando me llamó al teléfono el que lo había rechazado. Me preguntó:

-¿Qué has pensado?

-No he pensado nada porque el ganado ya no es mío; está vendido.

-No te creo. 

-No te digo más que la verdad, ¿acaso no me viste pasaros a la altura de Sama?

-Sí que te vimos  ¿a dónde ibas?

A vender el ganado, tú no lo quisiste, ¿a qué iba esperar?

-No puedes hacerme eso, yo soy tu mejor cliente. Tienes que darme diez cerdos para el lunes si no me dejas colgado.

-Yo no te dejo colgado, tú te has colgado. Ya nada puedo hacer, sabes que el otro carnicero cuenta con el número que me ha comprado. Eso tenías que haberlo pensado primero.

-¿A dónde voy a por ganado para dar a mis clientes? El individuo se volvía loco. Tienes que ayudarme, te pagaré lo que pidas.

-No quiero aprovechar tu necesidad, pero tan poco se los puedo quitar.

-Te pago el precio que tú has dicho me dijo de nuevo, pero no me los quites, seguiré siendo tu comprador, no cambies porque no te conviene.

-Cierto, ni a ti ni a mí nos conviene porque ya llevamos tiempo trabajando juntos, pero eso será si pagas el ganado a su precio real, así los dos podremos trabajar y no será todo para uno. Eso sí que puede ser, pero no con los de hoy, ya no son míos.

-Hay que arreglarnos. Todos tenemos que trabajar. No me dejes sin mercancía.

-¿Por qué fuiste tan duro conmigo? Bien te lo dije. Sabes que no encuentras canales como los míos, hasta tu ayudante lo reconoció, pero le mandaste a la porra. Hay que pensar mejor las cosas y nos evitaremos estos líos. ¿Qué puedo hacer yo si ya he dado mi palabra al otro?

-Échame un cable, que no te interesa perderme.  

Me dio pena y le dije: 

-Tú sabes que yo no puedo disponer del ganado, pero aun así llamaré al carnicero y le pediré por favor que me deje la mitad de los que pides para no dejarle colgado.

-No me arreglo.

-Tienes que arreglarte. Ven el lunes y castigando mi bolsillo de nuevo, te llevaras algunos cerdos, que, aunque con menos peso, te sacarán del apuro. Espero te servirá de escarmiento para que la próxima vez no seas tan testarudo. No debes olvidar que vale más lo malo conocido que lo bueno y lejano, aunque en este caso es al revés, aquí el ganado es de primera calidad.

Llamé al otro carnicero y le conté lo ocurrido. Que se trataba de un viejo amigo y no le podía dejar en la estocada. Aunque fuera a seguir dándole mi ganado le prometía ayudarle en alguna necesidad. El hombre, que me conocía bien me dijo: Arsenio por lo serio que eres y  muy cumplidor, te lo mereces. Además el. Chilu, también es muy buena persona, lo sacaremos del apuro, y ya nos arreglaríamos en lo sucesivo. Así era la lucha de granjero, siempre con realismo y rectitud, para que muchas veces encontrarnos con múltiples problemas.

Aquella lección le sirvió para el resto de subida, nunca más tuvimos un problema y siguió comprando todo nuestro ganado hasta que dejé de ser grajero. Fue el mejor de todos los tiempos, un buen  cliente, además de amigo. Tenía muy buen corazón. Era amigo de hacer favores y un buen paisano. 

Como era normal, él no podía absorber toda mi producción de ganado. Había momentos muy difíciles para poder darle salida. Una ganadería con ochocientos cincuenta cerdos y treinta o cuarenta terneros culones no siempre era capaz de venderlos a su debido tiempo.

Otra tarde llegó como siempre, con su chofer, y después de marcar el ganado que le hacía falta, le comenté el mal momento por el que estaba atravesando. Le dije que tenía cerdos hasta por las ventanas, ya no sabía dónde los iba a meter. Lo malo era que también ocurría lo mismo con los terneros, tampoco había salida, ya pasan más de la cuenta de su peso y eso es un duro problema para venderlos.

Aquel hombre que bien sabia de los problemas del ganadero me dijo: es cierto te encuentras apurado, te voy ayudar. Hablare con un amigo para que te saque los terneros lo más rápido posible.

Muchas gracias amigo te lo agradezco mucho.

Tenía la cuadra de terneros a tope y ya comenzaban a fallar de las patas por el excesivo peso. Había sufrido una baja por ese problema. Uno de los terneros mayores se tumbó y no se levantó más. Ya no se recuperó. Pesaba cerca de 800 kilos en bruto y hubo que quemarlo. Aquel animal fue el más grande de toda mi vida de ganadero y se perdió. Era un animal de los mejores que conocí, negro con un fino pelo brillante y hermoso, Lo había comprado en el pueblo de Corripos, del concejo de Siero.

Siempre procuré rodearme de gente seria y formal, no me importaba que no supieran trabajar, porque todos tenemos que aprender. “Tiempo tenéis les decía, el caso es querer” y ellos me entendían. Así es el comienzo de hacer a un hombre al trabajo. Hay que enseñarle y darle tiempo para que sin apuros ni traumas, aprenda y coja la marcha de los demás. Sin sentirse oprimido y extraño, sino a gusto como uno de los veteranos. Explicándole que con paciencia se aprende y que es necesario porque el trabajo es lo que nos da de comer. Saber aprender a trabajar es tan necesario como el pan de cada día, porque es nuestro medio de vida. 

Siempre me gustó enseñarles a respetar la calidad de los productos, para poder dar buena mercancía a los clientes. Haciéndoles saber que los clientes son los que nos dan de comer. Las trampas siempre fueron trampas, al igual que la mentira, tienen poca duración, solo duran hasta que llega la verdad. Está bien claro que el que engaña a la gente se engaña así mismo, porque pierden la seriedad y el crédito ante sus clientes y también derriban hasta su propio negocio. Porque solo engañan una vez. Aparte de lo bajo que queda un hombre que no cumple, ante sus empleados que es posible que terminen criticando y con toda la razón.

Nunca pude soportar el robo y la traición. Mi rectitud y mi grado de cumplimiento fueron uno de mis pilares principales para llegar, para sobreponerme a las adversidades tan duras que soporté. Me gusta sentirme satisfecho de hacer las cosas como mejor pueda. Esa es la energía propia del luchador. Esa energía, la genera tu propio cerebro al saber que eres cumplidor de tus deberes, que estás seguro de sembrar la mejor semilla, que te gustaría recoger y para que nadie te ponga en duda tu rectitud. Nada se puede esperar de la farsa y el engaño, esto casi siempre recibe su merecido.

Aquel individuo  quería darme clase, diciendo que el robar en el peso no tenía ninguna importancia. Vasado en lo que él hacía, con sus mentiras y trampas. En una de sus maniobras con su camión, tiró una columna de mi almacén. Yo estaba allí y le dije que no pasaba nada. Él se puso furioso, se enfadó por el despiste que tuvo y dijo:

-No puedo dar nota al seguro, hace poco que les armé una y me echarían si les doy otro parte. Lo de armar una, eran las trampas que hacia al seguro en combinación con otros como él, así me lo decía y riéndose con toda gracia como si fuera algo normal.

-No te preocupes, yo pongo esa columna y no tienes por qué verte apurado con los del seguro.

-Te lo agradezco me dijo, te traeré un poco de arena cuando regrese de hacer un viaje.

-No hace falta, yo tengo aquí material suficiente para hacer esta columna y más si fuera necesario.

Se fue y no se habló más de la cuestión. A los ocho o diez días llegó una tarde y me dijo:

-He cambiado de idea. Firma aquí, voy a cobrarles la columna para una truchada, una buena merienda a base de truchas de río y un buen vino.

-No te molestes ni te metas en líos con tu seguro, no merece la pena. Si queremos comer truchas las podemos comer sin trampas. La columna ya está puesta y no hay más vueltas que dar.

-Por eso hay que cobrarla. Como ya está hecha nos comemos la truchada.

-Pero si no es hacer trampas me dijo, Arsenio la columna la tiro mi camión y el seguro debe de pagar, porque te niegas.

-Porque tu dijiste que estabas en apuros con el seguro. Tranquilo ya no lo estoy, tiene que pagarla, si viene a verla es tu deber presentarla porque ya les dije que estaba hecha.

-No se calló hasta que le firmé la factura que había traído. Se marcho y todavía no entregó el dinero ni se comieron las truchas. Más tarde dejé de trabajar con él porque no cumplía como era debido.

Como seria aquel individuo de retorcido, que trabajando con sus camiones en plena campaña de salida de abonos, se marcho a trabajar a una contrata de carreteras y nos dejo plantados. En aquel tiempo había mucho trabajo y pocos camines, las pase moradas para poder seguir trabajando.

Pasaron unos cuantos meses y un día vino su madre a pedirme que lo admitiera otra vez a trabajar con nosotros. La pobre madre lloraba, mientras me contaba que en cima de dejarnos sin poder trabajar, le hicieron una estafa. No le pagaron el trabajo de varios camiones. El contratista se marcho al extranjero y los dejo sin blanca.

Lo admití porque lo pidió aquella señora que era muy buna persona, pero poco tardo en hacer otra de las suyas y nunca más le admití ni quise saber nada de tal personaje. 

La campaña de abonados se dividía en dos, una en el otoño e invierno y la otra en el verano. Dado que el tiempo era corto, procurábamos tener un stop, de sacos preparados antes de llegar la distribución, para poder dar salida a más cantidad en pleno apuro. Estando en este trabajo yo tuve que salir a ver una obra a Galicia, y se quedó el personal trabajando. Eran hombres competentes y muy trabajadores, pero por un error en la báscula, prepararon una pila de 500 sacos de abono destinado a quemar la maleza y hacer del monte prado, pero con 2 kilos menos en cada saco, y otra pila, también de 500 sacos, pero con 3 kilos de más. Este con destino a otro tipo de abonados y a una zona diferente.

Cuando llego la hora de dar salida a los abonos, una mañana a las ocho llegó uno de los transportistas que trabajaban para nosotros. A cargar para un almacenista de la zona de Cangas del Narcea. Por precaución dije al personal que comprobara la pila que se iba a cargar. En ese momento vimos que les faltaban 2 kilos de peso. La báscula había perdido un pitón en su parte inferior y al moverla podía quedar ladeada a un lado o a otro. Cada vez que se moviera había que nivelarla hasta que se arreglara y se quedara como tenía que estar. Por este motivo les deje una pasa de 5 kilos para comprobar la báscula cada vez que se moviera. A pesar de ser nueva perdió una simple pieza que no tuve tiempo de reponer y que yo mismo haría unos días después.

Dado que el abono que se iba a cargar era de la que le faltaban los 2 kilos, dije al transportista que no se podía cargar. Aunque él mismo vio el problema, dijo muy enfadado.

-¡Tú estás loco! Si perdieras sería normal, pero ganas 2 kilos, eso no tiene importancia.

-No tendrá importancia para ti, pero si para mí, yo no robo 2 kilos a nadie y menos a mis clientes. No les doy salida hasta que se les ponga el peso normal. Este que tenía un estomago más grande que un elefante, y que le valía todo, dijo.

-Tendrás que abonarme por parar los camiones.

-No digas otra gansada, ya estuvo bien con ver cómo te comportas, sabes que puedes ir a tu trabajo habitual, son las 8 y es la hora de empezar, no tienes ningún problema, yo sí lo tengo, no debo ni puedo engañar a nadie.

Sin más le dije al personal que comenzaran a preparar aquel abono, poniendo los 2 kilos que faltaban.

El mayor de todos ellos no lo entendió y dijo:

-¿Nos pondremos a quitar en la pila que tiene 3 kilos de más?

-No, José, esos salen con los 3 kilos que llevan. Cuesta más arreglarlos que el precio del abono. Los que hay que arreglar son los que tienen los dos kilos de menos.

-Yo creo que está usted equivocado, vale más quitar los 3 kilos.  

-José ¿Cómo le sentaría de mal si el día de paga yo le quitara de su salario 1000 pesetas? ¿No me llamaría ladrón?

-Hombre, tanto como ladrón, no.

-Pues lo sería ¿no? y por esa misma razón me lo podrían llamar mis clientes si les estafara esos 2 kilos. Creo que  queda bien entendido, los de los 3 kilos de más salen con ellos, no hay que tocarlos para nada.

-Perdone, no quise molestarle.

-Vale, manos a la obra.

Entre los que trabajaban estaba mi sobrino Marcelino. Que les dijo: No hay más remedio que ponerles los 2 kilos. Y añadió.

-En España seguro que no habrá más de media docena como mi tío, por eso nunca sería rico.

-Marcelino era muy callado pero algunas veces salía con frases como esa, siempre las tenía apropiadas. Le dije:

-El que haya gente retorcida no quiere decir que todos seamos iguales, Marcelino como yo hay muchos que aprecian a sus clientes. No hay que olvidarse de que “lo mal recogido lo lleva el demonio”, eso dicen los antiguos. Yo quiero comer, vivir y trabajar a gusto, no preciso de robar para vivir. Así es como pienso Marcelino y no creo equivocarme, tú sigue ese camino porque es la mejor forma de sentirte en paz contigo mismo y con los demás claro. No debéis olvidar que una de las cosas que produce más tranquilidad en la mente de un hombre, es hacer las cosas con rectitud.

En lo de ser rico o no ser, es un decir, los que trabajamos nunca vamos a ser ricos. Lo bueno es tener buena salud y ganas de trabajar y que este sea rentable, pero con toda honradez, ya que es una forma de sentirte tranquilo en la vida y caminar con dinamismo y rectitud. Nunca os olvidéis de este consejo que os doy. El que hace las cosas mal, mal le han de salir. Todo esto lo escuchaba el camionero y sin decir palabra, porque bien me conocía y sabia que yo no toleraba las cosas mal hechas a mí alrededor, por eso se calló, cogió sus camiones y se fueron hasta que aquello estuviera en orden.

Marcelino era muy buena pñersona, muy trabajador, recto y cumplidor, además de observador. Sabía que todos no se portaban de la misma forma. Trabajó conmigo muchos años y conocía bien mi forma de proceder. Marcelino, trababa, dirigía y también velaba por la seguridad de la gente para evitar accidentes, les enseñaba a trabajar con cariño y amabilidad. El hombre que es tratado con sentido y con respeto se siente agradecido y tranquilo. Trabaja y cumple satisfecho con su trabajo y con su Jefe. Si hasta los animales les gusta el cariño y la atención, ¿cómo no nos va gustar a los humanos? No todo lo hace el dinero, aunque es de primera necesidad, también es importante el aprecio a los demás.

Nunca olvidé lo mal que lo pasé en mis primeros años de trabajador, siendo un niño. Por falta de experiencia y por no tener fuerzas suficientes, me trataron como a un perro vagabundo. Había un tío sin ningún escrúpulo, casi un salvaje, que nos insultaba además de reventarnos de trabajo. Hay que pasar por ello para saber lo que es sufrir por no poder defenderte para decirle al miserable que ya no podía más. Debo decir en honor a la verdad que a mí nunca me pegaron, pero en aquellos tiempos era costumbre de algunos energúmenos, dar leña a los jóvenes por no saber trabajar o no rendir lo que el salvaje pensaba que debías hacer, aunque tuviera muerto de hambre y sin fueras. Por esistir estos salvajes hubo algunas desgracias en el trabajo.

 Un picador de carbon del pozo Cerezal. Estaban trabajando un una sobreguia, “un tajo en lamina” y pego con una estaca a su ayudante que era unevo y de afuera. Aquel joven le dijo, tú ya no pegas a nadie más

. Cogio una pica y se la clabo en el pecho y lo marto.Otro de un pueblo muy cercano al anterior, también dio leña a su ayudante y el mismo pñozo Cerezal. El chabal las llebo y se callo, pero al dia siguiente, no redia lo suficiente para que aquel individuo intentara pegarle. En efecto, cogió una madera para darle con ella como el dia a terior.

El cahaval saco una pistola y le dijo. Eres un hijo de puta, hoy te mato. El picador le diacia. Apunta para el techo que tengo dos hijas, no me mates, no me mates. No le mato pero lo hizo sufrir encañonado largo tiempo. Creo que de aquellos dos incidentes en el trabajo, que fueron muy comentados y aque los de la época nunca olvidamos. Sirbio para que ya no pegaran a los chavales.

Aquella costumbre de dar leña se fue perdiendo porque la gente fue ebolucionadon y el miedo endereza la más fuerte.

En cuarenta años fueron muchos los que pasaron por nuestras obras y jamás traté mal a nadie. Es de destacar que hoy, ya retirado, cuando salgo con mi esposa a pasear por los pueblos de la montaña y nos encontramos con los que fueron nuestros trabajadores, me saludan con el mismo cariño que yo les enseñé cuando eran jóvenes, hasta me quieren convidar. Lo mismo lo hacen los padres de algunos, dándome las gracias por haber cumplido en todos los órdenes con los trabajadores. Eso no hay dinero que lo pague. Esa satisfacción que recibo es el fruto que un hombre sembró. Ahí está el resultado, así se describe la historia, y nadie la puede pintar de otra forma. Cada uno recibe lo que le corresponde norma mente.

Hace poco tiempo fui a una casa de alquiler de maquinaria, para alquilar un martillo picador para una pequeña obra en mi finca. Cuando la chica estaba escribiendo el contrato para que lo firmara, entro en el despacho el encargado. Me saludo me dio un abrazo y dijo al a chica. Para Arsenio no hay contrato, dale lo que pida, no le cobramos nada. Dando una palmada en mi hombro le dijo: Trabaje para este hombre y quede muy agradecido, es todo un caballero. Hace unos días me encontré con dos compañeros que siguen trabajando con Arsernio y dijeron que estaban muy contentos y que como siempre les pagaba muy bien y que había obra bastante.

-Le di las gracias y le dije: Es cierto, pero eso ocurre cuando hay buena gente por ambas partes lo que forma parte de la buena convivencia. Eso es muy importante, tú mismo que eres un buen cumplidor formaste parte ello y tus compañeros siguen siendo de lo mejor.

Agradecí más el valor de su comportamiento  mas que el dinero que costaba el alquiler. Así son las cosas y así las hay que decir.La campaña de abonados se dividía en dos, una en el otoño e invierno y la otra en el verano. Dado que el tiempo era corto, procurábamos tener un stop, de sacos preparado antes de llegar la distribución, para poder dar salida a más cantidad en pleno apuro. Estando en este trabajo yo tuve que salir a ver una obra a Galicia, y se quedó el personal trabajando. Eran hombres competentes y muy trabajadores, pero por un error en la báscula, prepararon una pila de 500 sacos de abono destinado a quemar la maleza y hacer del monte prado, pero con 2 kilos menos en cada saco, y otra pila, también de 500 sacos, pero con 3 kilos de más. Este con destino a otro tipo de abonados y a una zona diferente.

Cuando llego la hora de dar salida a los abonos, una mañana a las ocho llegó uno de los transportistas que trabajaban para nosotros. A cargar para un almacenista de la zona de Cangas del Narcea. Por precaución dije al personal que comprobara la pila que se iba a cargar. En ese momento vimos que les faltaban 2 kilos de peso. La báscula había perdido un pitón en su parte inferior y al moverla podía quedar ladeada a un lado o a otro. Cada vez que se moviera había que nivelarla hasta que se arreglara y se quedara como tenía que estar. Por este motivo les deje una pasa de 5 kilos para comprobar la báscula cada vez que se moviera. A pesar de ser nueva perdió una simple pieza que no tuve tiempo de reponer y que yo mismo haría unos días después.

Dado que el abono que se iba a cargar era de la que le faltaban los 2 kilos, dije al transportista que no se podía cargar. Aunque él mismo vio el problema, dijo muy enfadado.

-¡Tú estás loco! Si perdieras sería normal, pero ganas 2 kilos, eso no tiene importancia.

-No tendrá importancia para ti, pero si para mí, yo no robo 2 kilos a nadie y menos a mis clientes. No les doy salida hasta que se les ponga el peso normal. Este que tenía un estomago más grande que un elefante, y que le valía todo, dijo.

-Tendrás que abonarme por parar los camiones.

-No digas otra gansada, ya estuvo bien con ver cómo te comportas, sabes que puedes ir a tu trabajo habitual, son las 8 y es la hora de empezar, no tienes ningún problema, yo sí lo tengo, no debo ni puedo engañar a nadie.

Sin más le dije al personal que comenzaran a preparar aquel abono, poniendo los 2 kilos que faltaban.

El mayor de todos ellos no lo entendió y dijo:

-¿Nos pondremos a quitar en la pila que tiene 3 kilos de más?

-No, José, esos salen con los 3 kilos que llevan. Cuesta más arreglarlos que el precio del abono. Los que hay que arreglar son los que tienen los dos kilos de menos.

-Yo creo que está usted equivocado, vale más quitar los 3 kilos.  

-José ¿Cómo le sentaría de mal si el día de paga yo le quitara de su salario 1000 pesetas? ¿No me llamaría ladrón?

-Hombre, tanto como ladrón, no.

-Pues lo sería ¿no? y por esa misma razón me lo podrían llamar mis clientes si les estafara esos 2 kilos. Creo que  queda bien entendido, los de los 3 kilos de más salen con ellos, no hay que tocarlos para nada.

-Perdone, no quise molestarle.

-Vale, manos a la obra.

Entre los que trabajaban estaba mi sobrino Marcelino. Que les dijo: No hay más remedio que ponerles los 2 kilos. Y añadió.

-En España seguro que no habrá más de media docena como mi tío, por eso nunca sería rico.

-Marcelino era muy callado pero algunas veces salía con frases como esa, siempre las tenía apropiadas. Le dije:

-El que haya gente retorcida no quiere decir que todos seamos iguales, Marcelino como yo hay muchos que aprecian a sus clientes. No hay que olvidarse de que “lo mal recogido lo lleva el demonio”, eso dicen los antiguos. Yo quiero comer, vivir y trabajar a gusto, no preciso de robar para vivir. Así es como pienso Marcelino y no creo equivocarme, tú sigue ese camino porque es la mejor forma de sentirte en paz contigo mismo y con los demás claro. No debéis olvidar que una de las cosas que produce más tranquilidad en la mente de un hombre, es hacer las cosas con rectitud.

En lo de ser rico o no ser, es un decir, los que trabajamos nunca vamos a ser ricos. Lo bueno es tener buena salud y ganas de trabajar y que este sea rentable, pero con toda honradez, ya que es una forma de sentirte tranquilo en la vida y caminar con dinamismo y rectitud. Nunca os olvidéis de este consejo que os doy. El que hace las cosas mal, mal le han de salir. Todo esto lo escuchaba el camionero y sin decir palabra, porque bien me conocía y sabia que yo no toleraba las cosas mal hechas a mí alrededor, por eso se calló, cogió sus camiones y se fueron hasta que aquello estuviera en orden.

Marcelino era muy buena pñersona, muy trabajador, recto y cumplidor, además de observador. Sabía que todos no se portaban de la misma forma. Trabajó conmigo muchos años y conocía bien mi forma de proceder. Marcelino, trababa, dirigía y también velaba por la seguridad de la gente para evitar accidentes, les enseñaba a trabajar con cariño y amabilidad. El hombre que es tratado con sentido y con respeto se siente agradecido y tranquilo. Trabaja y cumple satisfecho con su trabajo y con su Jefe. Si hasta los animales les gusta el cariño y la atención, ¿cómo no nos va gustar a los humanos? No todo lo hace el dinero, aunque es de primera necesidad, también es importante el aprecio a los demás.

Nunca olvidé lo mal que lo pasé en mis primeros años de trabajador, siendo un niño. Por falta de experiencia y por no tener fuerzas suficientes, me trataron como a un perro vagabundo. Había un tío sin ningún escrúpulo, casi un salvaje, que nos insultaba además de reventarnos de trabajo. Hay que pasar por ello para saber lo que es sufrir por no poder defenderte para decirle al miserable que ya no podía más. Debo decir en honor a la verdad que a mí nunca me pegaron, pero en aquellos tiempos era costumbre de algunos energúmenos, dar leña a los jóvenes por no saber trabajar o no rendir lo que el salvaje pensaba que debías hacer, aunque tuviera muerto de hambre y sin fueras. Por esistir estos salvajes hubo algunas desgracias en el trabajo.

 Un picador de carbon del pozo Cerezal. Estaban trabajando un una sobreguia, “un tajo en lamina” y pego con una estaca a su ayudante que era unevo y de afuera. Aquel joven le dijo, tú ya no pegas a nadie más. Cogio una pica y se la clabo en el pecho y lo marto.

Otro de un pueblo muy cercano al anterior, también dio leña a su ayudante y el mismo pñozo Cerezal. El chabal las llebo y se callo, pero al dia siguiente, no redia lo suficiente para que aquel individuo intentara pegarle. En efecto, cogió una madera para darle con ella como el dia a terior.

El cahaval saco una pistola y le dijo. Eres un hijo de puta, hoy te mato. El picador le diacia. Apunta para el techo que tengo dos hijas, no me mates, no me mates. No le mato pero lo hizo sufrir encañonado largo tiempo. Creo que de aquellos dos incidentes en el trabajo, que fueron muy comentados y aque los de la época nunca olvidamos. Sirbio para que ya no pegaran a los chavales.

Aquella costumbre de dar leña se fue perdiendo porque la gente fue ebolucionadon y el miedo endereza la más fuerte.

En cuarenta años fueron muchos los que pasaron por nuestras obras y jamás traté mal a nadie. Es de destacar que hoy, ya retirado, cuando salgo con mi esposa a pasear por los pueblos de la montaña y nos encontramos con los que fueron nuestros trabajadores, me saludan con el mismo cariño que yo les enseñé cuando eran jóvenes, hasta me quieren convidar. Lo mismo lo hacen los padres de algunos, dándome las gracias por haber cumplido en todos los órdenes con los trabajadores. Eso no hay dinero que lo pague. Esa satisfacción que recibo es el fruto que un hombre sembró. Ahí está el resultado, así se describe la historia, y nadie la puede pintar de otra forma. Cada uno recibe lo que le corresponde norma mente.

Hace poco tiempo fui a una casa de alquiler de maquinaria, para alquilar un martillo picador para una pequeña obra en mi finca. Cuando la chica estaba escribiendo el contrato para que lo firmara, entro en el despacho el encargado. Me saludo me dio un abrazo y dijo al a chica. Para Arsenio no hay contrato, dale lo que pida, no le cobramos nada. Dando una palmada en mi hombro le dijo: Trabaje para este hombre y quede muy agradecido, es todo un caballero. Hace unos días me encontré con dos compañeros que siguen trabajando con Arsernio y dijeron que estaban muy contentos y que como siempre les pagaba muy bien y que había obra bastante.

-Le di las gracias y le dije: Es cierto, pero eso ocurre cuando hay buena gente por ambas partes lo que forma parte de la buena convivencia. Eso es muy importante, tú mismo que eres un buen cumplidor formaste parte ello y tus compañeros siguen siendo de lo mejor.

Agradecí más el valor de su comportamiento  mas que el dinero que costaba el alquiler. Así son las cosas y así las hay que decir.