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Historial
Temas

La campaña de abonados se dividía en dos, una en el otoño e invierno y la otra en el verano. Dado que el tiempo era corto, procurábamos tener un stop, de sacos preparados antes de llegar la distribución, para poder dar salida a más cantidad en pleno apuro. Estando en este trabajo yo tuve que salir a ver una obra a Galicia, y se quedó el personal trabajando. Eran hombres competentes y muy trabajadores, pero por un error en la báscula, prepararon una pila de 500 sacos de abono destinado a quemar la maleza y hacer del monte prado, pero con 2 kilos menos en cada saco, y otra pila, también de 500 sacos, pero con 3 kilos de más. Este con destino a otro tipo de abonados y a una zona diferente.

Cuando llego la hora de dar salida a los abonos, una mañana a las ocho llegó uno de los transportistas que trabajaban para nosotros. A cargar para un almacenista de la zona de Cangas del Narcea. Por precaución dije al personal que comprobara la pila que se iba a cargar. En ese momento vimos que les faltaban 2 kilos de peso. La báscula había perdido un pitón en su parte inferior y al moverla podía quedar ladeada a un lado o a otro. Cada vez que se moviera había que nivelarla hasta que se arreglara y se quedara como tenía que estar. Por este motivo les deje una pasa de 5 kilos para comprobar la báscula cada vez que se moviera. A pesar de ser nueva perdió una simple pieza que no tuve tiempo de reponer y que yo mismo haría unos días después.

Dado que el abono que se iba a cargar era de la que le faltaban los 2 kilos, dije al transportista que no se podía cargar. Aunque él mismo vio el problema, dijo muy enfadado.

-¡Tú estás loco! Si perdieras sería normal, pero ganas 2 kilos, eso no tiene importancia.

-No tendrá importancia para ti, pero si para mí, yo no robo 2 kilos a nadie y menos a mis clientes. No les doy salida hasta que se les ponga el peso normal. Este que tenía un estomago más grande que un elefante, y que le valía todo, dijo.

-Tendrás que abonarme por parar los camiones.

-No digas otra gansada, ya estuvo bien con ver cómo te comportas, sabes que puedes ir a tu trabajo habitual, son las 8 y es la hora de empezar, no tienes ningún problema, yo sí lo tengo, no debo ni puedo engañar a nadie.

Sin más le dije al personal que comenzaran a preparar aquel abono, poniendo los 2 kilos que faltaban.

El mayor de todos ellos no lo entendió y dijo:

-¿Nos pondremos a quitar en la pila que tiene 3 kilos de más?

-No, José, esos salen con los 3 kilos que llevan. Cuesta más arreglarlos que el precio del abono. Los que hay que arreglar son los que tienen los dos kilos de menos.

-Yo creo que está usted equivocado, vale más quitar los 3 kilos.  

-José ¿Cómo le sentaría de mal si el día de paga yo le quitara de su salario 1000 pesetas? ¿No me llamaría ladrón?

-Hombre, tanto como ladrón, no.

-Pues lo sería ¿no? y por esa misma razón me lo podrían llamar mis clientes si les estafara esos 2 kilos. Creo que  queda bien entendido, los de los 3 kilos de más salen con ellos, no hay que tocarlos para nada.

-Perdone, no quise molestarle.

-Vale, manos a la obra.

Entre los que trabajaban estaba mi sobrino Marcelino. Que les dijo: No hay más remedio que ponerles los 2 kilos. Y añadió.

-En España seguro que no habrá más de media docena como mi tío, por eso nunca sería rico.

-Marcelino era muy callado pero algunas veces salía con frases como esa, siempre las tenía apropiadas. Le dije:

-El que haya gente retorcida no quiere decir que todos seamos iguales, Marcelino como yo hay muchos que aprecian a sus clientes. No hay que olvidarse de que “lo mal recogido lo lleva el demonio”, eso dicen los antiguos. Yo quiero comer, vivir y trabajar a gusto, no preciso de robar para vivir. Así es como pienso Marcelino y no creo equivocarme, tú sigue ese camino porque es la mejor forma de sentirte en paz contigo mismo y con los demás claro. No debéis olvidar que una de las cosas que produce más tranquilidad en la mente de un hombre, es hacer las cosas con rectitud.

En lo de ser rico o no ser, es un decir, los que trabajamos nunca vamos a ser ricos. Lo bueno es tener buena salud y ganas de trabajar y que este sea rentable, pero con toda honradez, ya que es una forma de sentirte tranquilo en la vida y caminar con dinamismo y rectitud. Nunca os olvidéis de este consejo que os doy. El que hace las cosas mal, mal le han de salir. Todo esto lo escuchaba el camionero y sin decir palabra, porque bien me conocía y sabia que yo no toleraba las cosas mal hechas a mí alrededor, por eso se calló, cogió sus camiones y se fueron hasta que aquello estuviera en orden.

Marcelino era muy buena pñersona, muy trabajador, recto y cumplidor, además de observador. Sabía que todos no se portaban de la misma forma. Trabajó conmigo muchos años y conocía bien mi forma de proceder. Marcelino, trababa, dirigía y también velaba por la seguridad de la gente para evitar accidentes, les enseñaba a trabajar con cariño y amabilidad. El hombre que es tratado con sentido y con respeto se siente agradecido y tranquilo. Trabaja y cumple satisfecho con su trabajo y con su Jefe. Si hasta los animales les gusta el cariño y la atención, ¿cómo no nos va gustar a los humanos? No todo lo hace el dinero, aunque es de primera necesidad, también es importante el aprecio a los demás.

Nunca olvidé lo mal que lo pasé en mis primeros años de trabajador, siendo un niño. Por falta de experiencia y por no tener fuerzas suficientes, me trataron como a un perro vagabundo. Había un tío sin ningún escrúpulo, casi un salvaje, que nos insultaba además de reventarnos de trabajo. Hay que pasar por ello para saber lo que es sufrir por no poder defenderte para decirle al miserable que ya no podía más. Debo decir en honor a la verdad que a mí nunca me pegaron, pero en aquellos tiempos era costumbre de algunos energúmenos, dar leña a los jóvenes por no saber trabajar o no rendir lo que el salvaje pensaba que debías hacer, aunque tuviera muerto de hambre y sin fueras. Por esistir estos salvajes hubo algunas desgracias en el trabajo.

 Un picador de carbon del pozo Cerezal. Estaban trabajando un una sobreguia, “un tajo en lamina” y pego con una estaca a su ayudante que era unevo y de afuera. Aquel joven le dijo, tú ya no pegas a nadie más

. Cogio una pica y se la clabo en el pecho y lo marto.Otro de un pueblo muy cercano al anterior, también dio leña a su ayudante y el mismo pñozo Cerezal. El chabal las llebo y se callo, pero al dia siguiente, no redia lo suficiente para que aquel individuo intentara pegarle. En efecto, cogió una madera para darle con ella como el dia a terior.

El cahaval saco una pistola y le dijo. Eres un hijo de puta, hoy te mato. El picador le diacia. Apunta para el techo que tengo dos hijas, no me mates, no me mates. No le mato pero lo hizo sufrir encañonado largo tiempo. Creo que de aquellos dos incidentes en el trabajo, que fueron muy comentados y aque los de la época nunca olvidamos. Sirbio para que ya no pegaran a los chavales.

Aquella costumbre de dar leña se fue perdiendo porque la gente fue ebolucionadon y el miedo endereza la más fuerte.

En cuarenta años fueron muchos los que pasaron por nuestras obras y jamás traté mal a nadie. Es de destacar que hoy, ya retirado, cuando salgo con mi esposa a pasear por los pueblos de la montaña y nos encontramos con los que fueron nuestros trabajadores, me saludan con el mismo cariño que yo les enseñé cuando eran jóvenes, hasta me quieren convidar. Lo mismo lo hacen los padres de algunos, dándome las gracias por haber cumplido en todos los órdenes con los trabajadores. Eso no hay dinero que lo pague. Esa satisfacción que recibo es el fruto que un hombre sembró. Ahí está el resultado, así se describe la historia, y nadie la puede pintar de otra forma. Cada uno recibe lo que le corresponde norma mente.

Hace poco tiempo fui a una casa de alquiler de maquinaria, para alquilar un martillo picador para una pequeña obra en mi finca. Cuando la chica estaba escribiendo el contrato para que lo firmara, entro en el despacho el encargado. Me saludo me dio un abrazo y dijo al a chica. Para Arsenio no hay contrato, dale lo que pida, no le cobramos nada. Dando una palmada en mi hombro le dijo: Trabaje para este hombre y quede muy agradecido, es todo un caballero. Hace unos días me encontré con dos compañeros que siguen trabajando con Arsernio y dijeron que estaban muy contentos y que como siempre les pagaba muy bien y que había obra bastante.

-Le di las gracias y le dije: Es cierto, pero eso ocurre cuando hay buena gente por ambas partes lo que forma parte de la buena convivencia. Eso es muy importante, tú mismo que eres un buen cumplidor formaste parte ello y tus compañeros siguen siendo de lo mejor.

Agradecí más el valor de su comportamiento  mas que el dinero que costaba el alquiler. Así son las cosas y así las hay que decir.La campaña de abonados se dividía en dos, una en el otoño e invierno y la otra en el verano. Dado que el tiempo era corto, procurábamos tener un stop, de sacos preparado antes de llegar la distribución, para poder dar salida a más cantidad en pleno apuro. Estando en este trabajo yo tuve que salir a ver una obra a Galicia, y se quedó el personal trabajando. Eran hombres competentes y muy trabajadores, pero por un error en la báscula, prepararon una pila de 500 sacos de abono destinado a quemar la maleza y hacer del monte prado, pero con 2 kilos menos en cada saco, y otra pila, también de 500 sacos, pero con 3 kilos de más. Este con destino a otro tipo de abonados y a una zona diferente.

Cuando llego la hora de dar salida a los abonos, una mañana a las ocho llegó uno de los transportistas que trabajaban para nosotros. A cargar para un almacenista de la zona de Cangas del Narcea. Por precaución dije al personal que comprobara la pila que se iba a cargar. En ese momento vimos que les faltaban 2 kilos de peso. La báscula había perdido un pitón en su parte inferior y al moverla podía quedar ladeada a un lado o a otro. Cada vez que se moviera había que nivelarla hasta que se arreglara y se quedara como tenía que estar. Por este motivo les deje una pasa de 5 kilos para comprobar la báscula cada vez que se moviera. A pesar de ser nueva perdió una simple pieza que no tuve tiempo de reponer y que yo mismo haría unos días después.

Dado que el abono que se iba a cargar era de la que le faltaban los 2 kilos, dije al transportista que no se podía cargar. Aunque él mismo vio el problema, dijo muy enfadado.

-¡Tú estás loco! Si perdieras sería normal, pero ganas 2 kilos, eso no tiene importancia.

-No tendrá importancia para ti, pero si para mí, yo no robo 2 kilos a nadie y menos a mis clientes. No les doy salida hasta que se les ponga el peso normal. Este que tenía un estomago más grande que un elefante, y que le valía todo, dijo.

-Tendrás que abonarme por parar los camiones.

-No digas otra gansada, ya estuvo bien con ver cómo te comportas, sabes que puedes ir a tu trabajo habitual, son las 8 y es la hora de empezar, no tienes ningún problema, yo sí lo tengo, no debo ni puedo engañar a nadie.

Sin más le dije al personal que comenzaran a preparar aquel abono, poniendo los 2 kilos que faltaban.

El mayor de todos ellos no lo entendió y dijo:

-¿Nos pondremos a quitar en la pila que tiene 3 kilos de más?

-No, José, esos salen con los 3 kilos que llevan. Cuesta más arreglarlos que el precio del abono. Los que hay que arreglar son los que tienen los dos kilos de menos.

-Yo creo que está usted equivocado, vale más quitar los 3 kilos.  

-José ¿Cómo le sentaría de mal si el día de paga yo le quitara de su salario 1000 pesetas? ¿No me llamaría ladrón?

-Hombre, tanto como ladrón, no.

-Pues lo sería ¿no? y por esa misma razón me lo podrían llamar mis clientes si les estafara esos 2 kilos. Creo que  queda bien entendido, los de los 3 kilos de más salen con ellos, no hay que tocarlos para nada.

-Perdone, no quise molestarle.

-Vale, manos a la obra.

Entre los que trabajaban estaba mi sobrino Marcelino. Que les dijo: No hay más remedio que ponerles los 2 kilos. Y añadió.

-En España seguro que no habrá más de media docena como mi tío, por eso nunca sería rico.

-Marcelino era muy callado pero algunas veces salía con frases como esa, siempre las tenía apropiadas. Le dije:

-El que haya gente retorcida no quiere decir que todos seamos iguales, Marcelino como yo hay muchos que aprecian a sus clientes. No hay que olvidarse de que “lo mal recogido lo lleva el demonio”, eso dicen los antiguos. Yo quiero comer, vivir y trabajar a gusto, no preciso de robar para vivir. Así es como pienso Marcelino y no creo equivocarme, tú sigue ese camino porque es la mejor forma de sentirte en paz contigo mismo y con los demás claro. No debéis olvidar que una de las cosas que produce más tranquilidad en la mente de un hombre, es hacer las cosas con rectitud.

En lo de ser rico o no ser, es un decir, los que trabajamos nunca vamos a ser ricos. Lo bueno es tener buena salud y ganas de trabajar y que este sea rentable, pero con toda honradez, ya que es una forma de sentirte tranquilo en la vida y caminar con dinamismo y rectitud. Nunca os olvidéis de este consejo que os doy. El que hace las cosas mal, mal le han de salir. Todo esto lo escuchaba el camionero y sin decir palabra, porque bien me conocía y sabia que yo no toleraba las cosas mal hechas a mí alrededor, por eso se calló, cogió sus camiones y se fueron hasta que aquello estuviera en orden.

Marcelino era muy buena pñersona, muy trabajador, recto y cumplidor, además de observador. Sabía que todos no se portaban de la misma forma. Trabajó conmigo muchos años y conocía bien mi forma de proceder. Marcelino, trababa, dirigía y también velaba por la seguridad de la gente para evitar accidentes, les enseñaba a trabajar con cariño y amabilidad. El hombre que es tratado con sentido y con respeto se siente agradecido y tranquilo. Trabaja y cumple satisfecho con su trabajo y con su Jefe. Si hasta los animales les gusta el cariño y la atención, ¿cómo no nos va gustar a los humanos? No todo lo hace el dinero, aunque es de primera necesidad, también es importante el aprecio a los demás.

Nunca olvidé lo mal que lo pasé en mis primeros años de trabajador, siendo un niño. Por falta de experiencia y por no tener fuerzas suficientes, me trataron como a un perro vagabundo. Había un tío sin ningún escrúpulo, casi un salvaje, que nos insultaba además de reventarnos de trabajo. Hay que pasar por ello para saber lo que es sufrir por no poder defenderte para decirle al miserable que ya no podía más. Debo decir en honor a la verdad que a mí nunca me pegaron, pero en aquellos tiempos era costumbre de algunos energúmenos, dar leña a los jóvenes por no saber trabajar o no rendir lo que el salvaje pensaba que debías hacer, aunque tuviera muerto de hambre y sin fueras. Por esistir estos salvajes hubo algunas desgracias en el trabajo.

 Un picador de carbon del pozo Cerezal. Estaban trabajando un una sobreguia, “un tajo en lamina” y pego con una estaca a su ayudante que era unevo y de afuera. Aquel joven le dijo, tú ya no pegas a nadie más. Cogio una pica y se la clabo en el pecho y lo marto.

Otro de un pueblo muy cercano al anterior, también dio leña a su ayudante y el mismo pñozo Cerezal. El chabal las llebo y se callo, pero al dia siguiente, no redia lo suficiente para que aquel individuo intentara pegarle. En efecto, cogió una madera para darle con ella como el dia a terior.

El cahaval saco una pistola y le dijo. Eres un hijo de puta, hoy te mato. El picador le diacia. Apunta para el techo que tengo dos hijas, no me mates, no me mates. No le mato pero lo hizo sufrir encañonado largo tiempo. Creo que de aquellos dos incidentes en el trabajo, que fueron muy comentados y aque los de la época nunca olvidamos. Sirbio para que ya no pegaran a los chavales.

Aquella costumbre de dar leña se fue perdiendo porque la gente fue ebolucionadon y el miedo endereza la más fuerte.

En cuarenta años fueron muchos los que pasaron por nuestras obras y jamás traté mal a nadie. Es de destacar que hoy, ya retirado, cuando salgo con mi esposa a pasear por los pueblos de la montaña y nos encontramos con los que fueron nuestros trabajadores, me saludan con el mismo cariño que yo les enseñé cuando eran jóvenes, hasta me quieren convidar. Lo mismo lo hacen los padres de algunos, dándome las gracias por haber cumplido en todos los órdenes con los trabajadores. Eso no hay dinero que lo pague. Esa satisfacción que recibo es el fruto que un hombre sembró. Ahí está el resultado, así se describe la historia, y nadie la puede pintar de otra forma. Cada uno recibe lo que le corresponde norma mente.

Hace poco tiempo fui a una casa de alquiler de maquinaria, para alquilar un martillo picador para una pequeña obra en mi finca. Cuando la chica estaba escribiendo el contrato para que lo firmara, entro en el despacho el encargado. Me saludo me dio un abrazo y dijo al a chica. Para Arsenio no hay contrato, dale lo que pida, no le cobramos nada. Dando una palmada en mi hombro le dijo: Trabaje para este hombre y quede muy agradecido, es todo un caballero. Hace unos días me encontré con dos compañeros que siguen trabajando con Arsernio y dijeron que estaban muy contentos y que como siempre les pagaba muy bien y que había obra bastante.

-Le di las gracias y le dije: Es cierto, pero eso ocurre cuando hay buena gente por ambas partes lo que forma parte de la buena convivencia. Eso es muy importante, tú mismo que eres un buen cumplidor formaste parte ello y tus compañeros siguen siendo de lo mejor.

Agradecí más el valor de su comportamiento  mas que el dinero que costaba el alquiler. Así son las cosas y así las hay que decir.

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