José Antonio Álvarez González “Pepe” el de la Caja. Fue un director excelente y muy buena persona. En el año 1.973, fue nombrado jefe de seguridad de la caja
En aquella misma mañana de colocar el primer ladrillo para hacer la casa, bajé a la Caja de Ahorros de Sotrondio, a solicitar un préstamo. Pues ya no tenía dinero ni para pagar aquel ladrillo. Lo que tenia lo gaste en comprarme la finca y hacer un muro de contención, además de la excavación para el solar.
En el momento que entre, salió de su despacho el Director, Pepe el de La Caja. Así le llamamos siempre. Me saludó y dijo:
-¿Qué te trae por aquí, Arsenio?
-Vengo a solicitar un préstamo. Compré una finca en Villar y quiero hacer una casa.
-¿Es mucho lo que precisas?
-Sí, 350.000 pesetas.
-Eso no es nada para ti. Ya verás cómo lo pagas pronto. Eres muy trabajador.
Yo no le conocía y le pregunté:
-¿Cómo lo sabe? ¿Es que me conoce?
-Sí, hombre, ¿Cómo no te voy a conocer si eres más popular que el gobernador? Solo por trabajar en tus condiciones ya es bastante para serlo. ¿Tú no sabes que das clase a mucha gente de cómo hay que luchar en la vida? También conozco a tus padres y a toda la familia. Sois todos a cuál más trabajador. Dirigiéndose a los empleados de la Caja, les dijo:
-Con aquella gracia que siempre tuvo: “Cuando venga Arsenio a por el dinero darle todo lo que pida y sin aval hasta 350.000 pesetas. Con su firma es bastante”. Poniendo su mano sobre mi hombro, añadió: “Este hombre es de oro y oro hay que darle”.
Le di las gracias asombrado por lo que acababa de oír. Creía que por vivir aislado en un pueblo a nadie le interesaría cómo desarrollaba mi vida de lucha y esfuerzo. Nos despedimos y marché contento por lo bien que me había tratado. Conseguí el préstamo pero estaba muy preocupado por el compromiso que suponía estar bajo un débito de esa envergadura. 350.000 pesetas era mucho dinero en aquel tiempo que era difícil abrirse camino en los negocios.
Aparte de esa cantidad, yo ya debía dinero a dos familiares. Todo ello junto equivalía a varios millones de hoy.
Yo iba sacando dinero a medida que lo necesitaba, solo con mi firma. Nunca se me pidió otra cosa. Aparte de lo bien que me trataban cuando iba por allí, lo mismo el Director que los empleados. Siempre tenían algo agradable que decirme. Entre otras cosas “No trabajes tanto, Arsenio. Hay que ir más despacio. Cuando damos un paseo por allí vemos lo mucho que trabajas y como suben las paredes de tu casa. Es un lugar muy bonito y a lado mismo de tu trabajo. Mejor lugar para tu casa no pudiste encontrarlo”.
Desde siempre pidieron un aval por tres personas con capital para conceder un préstamo y hoy también piden. Pero a mí no se me pidió nada más que mi firma. Aquello me dio mucho ánimo. Vi que aquel hombre se fiaba de mí, lo que significaba un gran aprecio hacia mi persona. Me prometí cumplir con firmeza para no fallarle. Se trataba de una cosa muy importante para mí. Después de una larga lucha, cuando ya lo había pagado todo, bajé un día a la Caja para hacer un pago de materiales. El Director me saludó con mucha gracia y dijo:
-Te doy las gracias por ser como eres. Ya ves cómo te desenvuelves. Ya tienes tu propia finca y tu casa. No todos lo consiguen. Tu accidente, que muchos consideraron insalvable, no fue obstáculo para salir adelante. No hay más remedio que copiar de ti, amigo. Me dejas asustado de cómo trabajas y luchas. Me contaron que en la construcción de la casa trabajaste tú tanto como el albañil. Creo que subías viguetas para los forjados más rápido que los de la obra.
Todo esto lo contaba Pepe, con su eterna sonrisa, siempre tan agradable. Fue un hombre muy trabajador, serio y muy cumplidor. Creo sinceramente, que de él sí hay que copiar. Yo solo cumplí con mi deber. En cambio él, desde su posición no regateó para ayudar a la gente sin distinción de clases. Esas cualidades solo las tienen los que nacen con ellas. No encuentro palabras suficientes para ovacionarlo y manifestar su gran mérito social y humanitario. Quiero recordarlo aquí y rendirle mi pequeño homenaje con el máximo respeto, seguro de no olvidar su gran forma de dar esa clase, que él mismo mencionó.
Yo no conocía a Pepe el de la Caja. Este gran hombre, aunque era natural de Santa Bárbara, acababa de llegar como Jefe a la sucursal de la Caja en Sotrondio. Sé que Había estado en el ejército como oficial, creo que era comandante. No recuerdo la fecha exacta de su llegada a la caja, ya que lo conocí en Octubre de 1964, que fue cuando empecé a construir mi casa y le pedí el préstamo.
Nunca olvidé el gran favor y el aprecio de aquel hombre. Lo mismo que mis padres y hermanos, que siempre le apreciaron y mucho le agradecieron aquella atención que tuvo conmigo. Es digno de destacar cómo conocía a la gente y lo amigo que era de hacer favores, algo muy importante. Confiaba en mí y yo ni le conocía. Esta clase de hombres no tendría que morirse nunca. Creo que será recordado por mucha gente como el gran hombre que siempre fue, por hacer bien desinteresadamente.
La diferencia de unas personas a otras es más que notable, después de pasar años, cuando mi economía era buena. Trabajaba en distintas obras y precisaba un camión. Fui a pedir un pequeño préstamo a la Caja. El que ocupa el cargo de director, en ese tiempo era otro y no me lo dio. Al comentarlo con un familiar, me dijo:
-Mejor que no te lo diera, yo te lo dejare, así no pagas réditos. Para cuatro perras que dan por el dinero, no merece la pena tenerlo allá. Como castigo para él lo sacaremos para que espabile.
Aquel jefe era de mi edad y del mismo ramo de negocio
Dado mi forma de trabajar en la caja y la facturación que tenia, pude elevar la queja a las autoridades de la caja, pero nunca fui amigo de litigios. Alguno de la familia me decía. Cambia para otro banco y le pedirán explicaciones de tu marcha. Ni eso quise hacer, solo que nunca más le di gracia como antes porque no se la merecía.
Al final salió el dinero de la misma Caja y este hombre quedó mal. Así hay personas que sin saber por qué se comportan mal. Yo creo que pudo haber sentido algo de envidia por el mérito que me daban los comentarios. No se me ocurre otra cosa Precisamente en la caja un día dijo un empleado. Arsenio, hay que hacerte un monumento hay fuera. Otro empleado dijo: No hace falta ya lo tiene el hecho con su propio esfuerzo y lucha. Esto lo escuchaba el jefe, y no dijo nada. Yo siempre había trabajado con la Caja. Siempre cumplí con mi deber. Además, ¿quién mejor que él sabía cómo iba mi economía por la facturación que había? Disponía de más dinero en mi cuenta corriente que el que solicitaba. El motivo era que yo no lo podía quitar del movimiento de mi empresa. La inversión es otra cosa sin dinero no se puede trabajar. El préstamo era solo por una temporada hasta que cobrara obras que había pendientes de terminar y otras que se tardaban hasta un año en cobrarlos.
Si las normas de los bancos, es el trabajar con las empresas, dando toda clase de facilidades, ¿porque aquel jefe no lo hizo? Ejemplo: yo tenía cuatro cinco o más obras en movimiento de trabajo y otras en espera de cobrarlas a 90 días o a un año. Mi economía no permitía ese sistema, por lo tanto yo daba cuenta a la caja y les decía. Tengo que pagar (diez millones de pesetas) y mi cuenta pasara a números rojos. Hasta que dentro de tres meses, que llegaran ingresos superiores a esa cantidad. Los de la caja me decían, tira para lante, ni tienes que decirnos nada. Aunque llegue a pagar hasta el 21% por números rojos, yo podía funcionar y las dos partes nos beneficiábamos. Todo esto había sido antes de llegar aquel pollo claro, porque seguro que él no iba dejar trabajar aun que la caja perdiera dinero y yo tendría que moverme por otros lados.
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