Después de varios años de ganadero, ya depues de no tener manos, una mañana me encontraba trabajando en el montaje de unas naves para aumentar la ganadería, estaba construyendo uno de los portones que iba colocar a la entrada de la finca. Llegaron el Dr. D. José Vera, y uno de mis hermanos, que lo había subido a visitar a mi madre, se encontraba enferma. Al acercarse mi hermano a decirme cómo se encontraba mi madre, el Dr. Vera, viendo cómo trabajaba con mi equipo de soldadura, se bajo del coche y se acerco a ver como trabajaba. Me saludó, miró el acabado de aquel portón detenidamente y preguntó:
-¿Has hecho tú este portón, Arsenio? Seguro que si porque vi como lo soldabas.
-Esto no es lo más difícil Doctor, aquí bien se trabaja, lo peor es trabajar en el techo, por la altura, andamaiado sobre viguetas que resultan bastante incomodas.
-¿También soldaste todas las viguetas de ese techo? Me dejas asombrado de la obra que tú solo estás haciendo, eres un artista. ¿Cuántos oficios aprendiste más que el de minero?
-No aprendí más que el de la mina, para el resto de los trabajos soy un aficionado.
-¿Pues si todos los aficionados son así, ya me dirás tú cómo son los especialistas? Lo tuyo no debería ser esto, tú tendrías que llevar un mandilón como el mío y dar clases a la gente en un hospital. Sería muy importante para que los que padezcan algún problema, porque solo con mirar cómo trabajas ya les animarías, aparte de que les enseñarías claro. Tu experiencia es muy buena para tantos casos como hay.
El Dr. Vera fue médico de cabecera de toda la familia y siempre fue muy apreciado por su gran carácter. Era y sigue siendo un hombre muy agradable y presto ayudar a sus pacientes con nobleza y sabiduría. Un médico muy cumplidor de su deber. Con esa gracia que trabajaba daba ánimos a sus enfermos. Esa forma de tratar a la gente es muy importante, esa naturalidad del Dr. Vera, hacía que la gente confiara en él y le apreciaran como se merecía. Sin duda lo sentimos cuando se marchó de nuestra zona.
Más tarde y cuando ya me iba a retirar, fui al médico, de cabecera, al que no conocía Dr. D. Cándido. Después de saludarnos me preguntó:
-¿Qué le pasa? ¿Está enfermo? No me pasa nada, Dr. no me gusta engaña a nadie, no estoy enfermo, voy a retirarme y deseo estar de baja unos días mientras arreglo los papeles.
-Muchas gracias, me dijo, así hay que ser, decir la verdad. ¿Cuántos años lleva trabajando?
-Trabajando desde niño, cotizando a la seguridad social llevo cuarenta y dos. Si se contaran todos serían más, pero en ese tiempo no se cotizó.
-Le he visto conduciendo el coche y me han hablado mucho de usted, pero lo que no sabía es que es uno de mis pacientes. ¿Cuánto tiempo hace que no viene al médico?
-Treinta y tres años, desde que me operaron del apéndice. Fue la última vez.
-¿Es que se ha operado de más cosas?
-Sí, anteriormente me han operado de una hernia. Contando lo que tuve en el hospital cuando me quedé enterrado en la mina, más lo de las manos, fueron cuatro veces las que estuve hospitalizado. Así que, aunque no haya habido más problemas, ya estuvo bien.
-Sí, ya fue bastante, tiene razón.
Me preguntó cómo se manejaban mis aparatos. Dijo que si no era molestia que le gustaría ver su funcionamiento.
-No es ninguna molestia le dije, me parece normal que como médico los quiera conocer.
Quité la corbata, la chaqueta y la camisa y se los mostré. Cogió uno de mis brazos, una mano por la pinza y la otra por el codo. Los miró y dijo que los hiciera funcionar.
-¿Si meto el dedo me hará daño?
-Ninguno, yo procuro no hacer que eso ocurra.
Metió su dedo para comprobar la fuerza que hacían.
-Esto manda mucha fuerza dijo, ¿Cómo la regula?
-Se regula con la tensión del brazo. Se puede dar más o menos fuerza, y cuando ya se vayan aflojando las gomas que hacen la fuerza se cambian por otras nuevas, es muy fácil.
-Bueno, eso de fácil será para usted, no todos los manejan así.
Pasó a mirar el otro brazo, y después de examinarlo muy bien y sin soltarlo, dijo a mi esposa, que contemplaba como los revisaba:
-Señora, aquí no hay nada. Yo creí que sería un sistema sofisticado y es totalmente sencillo. Lo que hay aquí es un hombre con una doble inteligencia porque mandar, trabajar como se dice que trabaja su marido y aquí lo pude comprobar, es casi imposible.
Aquel gran hombre, que mucho apreciamos por su noble y buena forma de ser, cumpliendo con su deber con sus pacientes además de muy buen médico, se interesó por conocer lo que él consideró muy importante y que quiso conocer a fondo como buen profesional que siempre fue. Ciertamente se quedó asombrado, pero yo también, porque me di cuenta de su gran interés por saber valorar tan positivamente lo que acababa de conocer.
Me dijo que si no tenía inconveniente, iba a llamar a una compañera para que lo conociese. Salió del despacho y fue a buscarla. Nos la presentó y le explicó todo como él lo vio. También la Dra. Se interesó por conocer con todo detalle.
Aunque no existía esa doble inteligencia que él dijo, por lo menos se dio cuenta de que no era fácil adatarse a tan duro batallar. Se fijó hasta en los callos y las huellas en mis brazos, que el duro trabajo dejaba. No se perdió detalle. Hasta quiso conocer el esfuerzo de los brazos y de los hombros para manejar las prótesis.
Después del gran examen de mis aparatos dijo que no debía de trabajar tanto, que mi sitio estaba en un hospital o en varios con un mandilón blanco. Lo mismo que el Dr. Vera había dicho. Me preguntó si tenía algún inconveniente en presentarme a un grupo de médicos y enfermeras. Me dijo que debería sacar un vídeo de mis trabajos, que sería muy importante mostrarlo a la gente. Lo del vídeo sí que lo había pensado para que mis nietos más tarde conocieran lo que había trabajado.
Más tarde sacamos un vídeo de casi todos los trabajos que puedo hacer. Conducir el coche, realizar trabajos de labranza, trabajos de taller cortando hierro, o chapa, soldando, pintando o escribiendo en el orden ador, trabajos de oficina en general, asearme, afeitarme con cuchilla, lavar los dientes, todo lo normal de una persona. Aunque a la gente le parezca imposible, no lo es.
Por ejemplo. Cuando hice el jardín de esta comunidad donde vivo, la gente de Candas, miraban con asombro, lo fácil que me resulta el trabajar y que por cierto no se lo creen hasta que no lo vieron. Así me lo dicen muchas personas. Arsenio, perdona, pero para creer lo que lo22222En que trabajas, es imposible, nadie lo entiende hasta que te vemos manejarte con una facilidad pasmosa.
Siempre les digo lo mismo, es normal, yo lo entiendo perfectamente, tampoco lo creí cuando el Director de La clínica me los presento. ¿Qué voy hacer yo ni nadie con estos aparatos tan feos, me dije? Pero para mí ya dejaron de ser feos, porque es más importante el servicio que me hacen que su peso en oro, son mis manos y con eso ya queda todo dicho y muy claro.
Le regale un video al Doctor, pues no me olvidé que en nuestra charla dijo entre otras cosas que le gustaría que su familia conociera mi forma de trabajar. Que era digno de ver la gran facilidad con la que actuaba.
Me siento agradecido por su gran comportamiento con nosotros y el gran interés que en todo momento mostró por mi caso.
Cuando volví a ver al Dr. D. Cándido, me dijo:
-Arsenio, su nombre se pronuncia en mi casa con mucha frecuencia y sobre todo cuando hay algo difícil, dicen: “hay que hacer como Arsenio”.
Quedamos de acuerdo en reunirnos con aquel grupo de médicos y enfermeras, en una tarde a los pocos días, en una de las salas de reuniones del centro médico de Sotrondio.
De nuevo me quité la ropa y les expliqué el funcionamiento y la forma del aprendizaje. El trabajo que costaba aprender a armonizar los movimientos de cada brazo, que debía funcionar totalmente independiente, que era lo más difícil. Dado que el mando es único para los dos aparatos, lleva mucho tiempo el a tender. Si tienes la cuchara en uno y coges el pan con el otro se cae la cuchara. Por ese motivo hay que aprender a trabajar con ellos muy bien
Es ahí donde hay que darle de duro para saber controlar y dirigir todos los movimientos, lo mismo para trabajar, asearse o comer. Esto es una de las cosas que hace rendirse a la gente al principio, y hace que se reniegue de todo por aburrimiento y cansancio de tanto pelear.
En aquella sala todo era silencio, nadie más que el Dr. D. Cándido y yo hablábamos, el resto observaban con mucha atención por lo interesante que les resultó sobre todo al ver con qué rapidez me los quitaba y me los ponía solo y sin ayuda. Esto sí que fue una de las cosas que mucho les llamó la atención y que al principio y sin verlo parece imposible.
Al terminar me dieron las gracias y me felicitaron por haber conseguido superar el terrible trauma que atravesé al comienzo de toda mi rehabilitación y haberles presentado algo tan importante que les agradó mucho conocer. Nos dieron un regalo para mi esposa y otro para mí por haber tenido la bondad de ir a explicarles algo que consideraban importante.
El Dr. D. Cándido al poco tiempo fue destinado a La Capital, lo sentimos mucho, lo apreciábamos por lo atento y buen profesionalidad y amable con sus pacientes, siempre que nos vemos nos saludamos con afecto, no nos olvidamos de su gran personalidad.
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