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 Quemaduras con antificción en la llera de Sotrondio Blimea. Cuando tenía quince años y trabajando en el taller mecánico del Grupo, era ayudante de José Pinón. Un fin de semana nos destinaron a cambiar el cable carril del teleférico que transportaba el carbón de las minas de montaña de la sección Valdelospozos.

Este cable tenía una longitud de unos mil metros aproximadamente, ya que atravesaba la vaguada que hay desde la montaña a lado de Blimea hasta la plaza del pozo San Mames, por encima del rio Nalón y la llera Sotrondio-Blimea.

Dado que por la semana no se podía hacer esta obra porque tenía que transportar unas 300 toneladas diarias de carbón, producción de estas minas. Esta obra teníamos que hacerla entre el sábado por la tarde después de parar la maniobra y el domingo, hasta terminarlo fueran las horas que fueran, el tema era dar paso a la maniobra del lunes.

Comenzamos a las cuatro de la tarde un sábado, a bajar los canjilones a la base de la plaza, para después arrastrar el nuevo cable con la máquina de este, para cortar el cable carril viejo y preparar el nuevo que había que poner.

Cuando José Pinón, cortaba este cable en el primer caballete de la plaza, dando vista al rio y a una altura de unos quince metros, yo permanecía atendiendo el gasómetro, que en aquel tiempo era de carburo, que por cierto, era un viejo gasómetro que perdía por varias partes la presión del gas. Era una tarde de mucho aire y bastante fresco, por lo que este fuerte aire dispersaba las chispas del soplete y cayeron sobre mí, quemándome en la cabeza, a la vez que se inflamo el gasómetro, ardía por las cuatro partes de este. A pesar de las chispas y tapando con el brazo mi cabeza, intentaba apagarlo, cerrando las llaves de paso, pero esto no era lo suficiente, el único remedio que se me ocurrió, por miedo a que explotara, fue el quitarme mi chaqueta y tapar las llamas con ella. La idea no fe tan mala, aunque me quede sin chaqueta porque la quemo, pero conseguí apagarlo y seguir aguantando las leves quemaduras de mi cabeza.

Aquella tarde trabajamos hasta las diez de la noche, a pesar de a ver entrado al trabajo a las ocho de la mañana, para seguir trabajando con la obra al día siguiente domingo hasta terminarla.

En la mañana de aquel domingo después de extender el nuevo cable, que por cierto era muy pesado, una maroma de acero de un grosor de 50 mm con un kilometro de largo. Al extender el cable procuramos dejarlo de forma que el empalme lo pudiéramos hacer en la llera Sotrondio-Blimea, lugar más apropiado por estar llano. Mientras que los compañeros trabajaban con este cable yo calentaba la antifición para hacer el empalme. Tenía un fuego en el suelo y un cazo bastante grande para fundir la antifición. Le pregunte a José Pinón, si sería bastante la cantidad que puse, se acerco lo miro y dijo que pusiera otras tres pastillas más. La cantidad que había ya estaba licuada y con una alta temperatura. Al poner las otras pastillas estaban un poco mojadas, pues aunque llovía muy poco, fue lo suficiente para que este líquido con alta temperatura, saltara por los aires al entrar en contacto con estas, cubriéndome la cara, la cabeza, y manos, además de la ropa.

José Pinón, que estaba a lado se lanzo a librarme de aquello que me podía abrasar, quitando lo que pudo, pero sin evitar que me quemara, aun que sin gravedad. El susto que llevamos fue terrible. No pasó nada, simples quemaduras que no hizo falta ni quedarme de baja. Aunque el mayor peligro fue en el acto de cubrirme, que pudo haberme cogido la vista, afortunadamente no ocurrió.

Aquel día trabajamos catorce horas para poder terminar y con un simple bocadillo. Había que dar paso al trabajo del lunes. Nuca me olvidé de aquella tarde de sábado y de la mañana del domingo, en las que llevamos un susto tremendo, pero sin más y con suerte se terminó el trabajo que duró muchas horas entre viento y lluvia todo el día y parte de la noche. Así era la esclavitud de aquel tiempo, pero lo peor la fame que pasábamos.

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