En esta pequeña historia hay tres cosas que quiero destacar:
Una, el enorme peligro por el que pasé metido dentro de aquella alcantarilla y la fuerza de voluntad de aquel niño para soportar la dureza de aquel trabajo tan infame. Hay que valorar lo que supone el estar metido en un agujero tan oscuro y lejos de la luz del día, solo y sin ninguna ayuda para salir de allá y que duró más de un mes, lo que yo no deseo para nadie. Ese trabajo fue como un infierno, mala ventilación, mucho esfuerzo para salir y entrar arrastro, una tremenda mojadura y lleno de fango todo el día, para ganar un mísero jornal de 8 pesetas por día y encima con escasa comida.
Segundo, que a punto estuve de quedar electrocutado. La entrada de esta alcantarilla, estaba en la misma escombrera, con una pendiente de 45º a 50º. Yo tenía que desplazarme arrastro hasta salir al exterior, pero me era muy difícil por esta pendiente por la que podía marchar a rodar. Por ese motivo pensé que lo mejor sería, hacer un rellano para poder maniobrar mejor y evitar el marchar rodando por aquella escombrera abajo. Empecé a quitar escombro y cuando menos lo pensé me encontré una maroma metálica y vieja que me estorbaba, pose el pico y la cogí con fuerza para quitarla, pero ya no me pude soltar, quedé pegado dando gritos de socorro. El cable me azotaba de un lado para otro. Estaba solo, aunque cerca y en la fosa de engrase de los vagones estaban Modesto Rabuca y Eladio Suárez Llaneza, vecino de mi pueblo. Modesto casi no se podía mover porque era asmático pero Eladio salió corriendo como una posta en mi ayuda. Fue muy hábil, evitó cogerme por mi piel, para no quedarse también pegado. Me cogió con sus brazos por la cintura y tiró hasta que mis manos recorrieron todo el cable hasta el final, que, por cierto, él pensó que las tendría destrozadas por los hilos ya viejos y medio rotos. Tuve algunos desgarros pero no fue nada para lo que pudo pasar, me curaron y a seguir trabajando como antes, aunque con molestias lo pude aguantar.
El médico dijo que después de lo ocurrido tuve mucha suerte porque mi cuerpo ya estaba amoratado de la fuerte descarga que soporte y que en poco tiempo iba sufrir un paro cardiaco. De haber sido así, la tragedia seria doble, porque unos años más tarde moría mi hermano Constate electrocutado en el pozo Santa Barbará, hoy llamado Cerezal. Más adelante y cuando corresponda, describo el articulo de lo que fue la muerte de mi hermano, cuando estaba lleno de vida y en plena juventud, ilusionado con su esposa y sus dos hijos.
Todo lo que escribo es con la memoria y por orden del tiempo en que ocurrió cada caso, bueno o malo, pero en todo caso con realismo y seriedad, como me gustan a mí las cosas. Porque considero que la verdad es una de las cosas más bonitas que hay, en cambio la mentira es tosca y repugnante, porque no dura más que hasta que llega la verdad y descalifica al que la práctica y pierde hasta su personalidad.
Punto tercero, que el capataz todavía no me ha pagado las setecientas pesetas de bonificación que prometió pagarme al término la obra. Esta cantidad era mucho dinero en aquella época. Teniendo en cuenta que mi salario era de ocho pesetas por día, y por 25 días de trabajo, yo cobraba en el mes 200 pesetas, esta cantidad suponía más que el solario de tres meses que nunca me pagó. Después de haberme sometido a un penoso y peligroso trabajo como aquel que el mismo consideró difícil de hacer y que en doce años nunca pudo conseguir hasta que me conoció a mí. No tuvo consideración ninguna de mí, ni de nadie porque siempre fue muy duro. Esto fue poco menos que abusar de la gente y robarle el propio sudor. Así de torpe y de mala paga fue aquel capataz Para mí no tiene calificativo, lo mal que se portó. Eso junto con lo que me pudo pasar, es intolerable y más aun que lo haya hecho un hombre que se entiende como un técnico y responsable, que manda un grupo de tanta gente como era el exterior de todo el Grupo San Martin, donde trabajábamos cuatrocientos cincuenta personas, entre mujeres y hombres, no animales. Para mandar y dirigir, no se puede poner a cualquiera, sino a un hombre que sepa por donde va y para qué. Por mucho que Faustino del Campo y Manolin el vigilante pelearon con él, no lo convencieron. Estos dos señores en todo momento defensores de la verdad de aquello que pudor ser un grave problema para la vida de un niño inocente, que fue a trabajar sin conocer el inmenso peligro en el que estuvo metido.
La maroma que casi me mata tenía una derivación de alta tensión A unos siete metros de distancia entraba la acometida de alta tensión 25.000 de energía eléctrica para la alimentación del lavadero y del resto del exterior del grupo y que sin saberlo la maroma estaba cerca de esta entrada.
El día que calé ya estaba libre de aquello que había sido como una pesadilla, no solo para Faustino del campo y Manolin, que también la sufrían, sino para los maquinistas y guardafrenos, quienes soportaban aquellos descarrilamientos por la invasión de agua y costeros. A partir de ese día ya tenían libres las vías, cosa que me agradecieron a la vez que valoraron aquel trabajo que creían imposible. Todo el personal vinieron a saludarme, maquinistas y guarda frenos, los del el basculador y algunos del taller. Faustino del Campo y Manolin el vigilante, me felicitaron y me a acompañaron a las Oficinas para que me conociera el Ingeniero jefe de grupo, que nos recibió muy atento y después de saludarme y darme las gracias me dijo:
-Es usted un bravo trabajador, consiguió hacer una obra que considerábamos casi imposible de realizar. Un hombre tan hábil como usted no se puede quedar donde está. Debe de ponerse a estudiar, vamos a enviarle a la Escuela Elemental de La Felguera, para estudiar perito. Y para evitarle gastos y le resulte más fácil desplazarse después de trabajar, viajará en la locomotora que lleva el carbón desde nuestro Grupo a fábrica, situada en la misma Felguera de la Empresa Duro Felguera.
Mis jefes me pusieron en lo más alto que se puede poner a un trabajador, les di las gracias por todo, pero diciéndoles que no iba a estudiar porque mi destino iba ser como el de mi padre, ser minero, ya conocía un poco lo que eran las minas que había en mi pueblo, por bajar a conocerlas con los vecinos, por lo quería irme a ella nada más cumplir los dieciséis años. Normal mente a los niños suele gustarles el oficio de su padre, aunque vivan en otro tiempo y con distinta cultura, ocurre hoy todavía.
Esta empresa Duero Felguera, era la propietaria de casi todas las minas que había en Langreo, El Caudal, Aller, Turón, Riosa y las minas de hierro de Llumeres, en el Concejo de Gozón. También de un gran Astillero que tenían en Gijón. Pocas eran las minas de otras empresas. Además de la fábrica de la Felguera y la de Mieres. La Duro Felguera fue la empresa minera más fuertes del país.
Deja una respuesta