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En la época de la recogida de la hierba el trabajo aumentaba en cantidad. En aquellos tiempos llovía mucho en toda nuestra región, lo mismo de invierno que de verano y, los pocos días de sol que venían, había que aprovecharlos al máximo. Además de segar a la carrera cuando veíamos caer las nubes por temor a que la hierba se mojara, después había que transportarla en el carro desde los prados de alta montaña, pero la mayoría de ellos carecían de camino, sólo había simples senderos por donde no se podía pasar ni con caballos, cuanto más con el carro. Esto nos obligaba a transportar los fardos de hierba a hombros de mayores y niños por lugares muy peligrosos, con pendientes muy elevadas. Algunas veces caíamos rodando con la carga monte abajo.

La hierba que se recogía del valle que nace junto al pozo Cerezal, para terminar en la misma cordillera del pico Sereal, con una altitud de 981 metros, era de una alta producción, algo muy importante en aquel tiempo, por la cantidad de hierba que se sacaba de aquella zona. Dado que todas estas praderas eran de muchos vecinos, se decidió que todos, en sextaferia, hicieran caminos para poder bajar la hierba en carros del país, tirado cada uno por una pareja de vacas y así la labor se hacía con más facilidad.

Esta hierba de alta montaña, además de muy abundante era muy apreciada por su buena calidad, por eso el camino era muy necesario pues esta hierba era muy importante para cebar nuestros ganados.

En todo nuestro valle había, doce carreteros, ocho de San Mamés y cuatro de La Bobia, mi pueblo. Todos bajábamos la hierba con grandes carradas, de estos parajes con mucha pendiente y peligrosa pero no había otro remedio. La hierba era de una necesidad vital, en aquellos tiempos de mucha escasez de todas las cosas de primera necesidad.

Aunque los carros eran fuertes no disponían de frenos y, para poder sujetarlos en aquellas enormes cuestas, había que frenarlos con una pieza de madera verde de dos cincuenta metros de larga, llamada “galga” de frenado. Atada con una fuerte soga atravesando el eje, “la exa”, de las ruedas para tensarla al máximo y apretar ésta para ayudar a la pareja de vacas a sostener la gran carga.

Este sistema de frenado se empleaba en las fuertes pendientes para quitarla después de bajarlas y volver a ponerlas con mucha frecuencia ya que había más tramos con pendiente que partes llanas. Otro problema era que al apretar mucho, se producía exceso de calor con tanto peso y por ese motivo algunas veces se incendiaban los carros, con otro problema añadido pues, en algunos lugares, no había agua para apagarlo. Todos sabemos que los antiguos  producían el fuego frotando dos maderas secas y bastaba para lograrlo menos presión que la que se producía con el peso de los carros.

 

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