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Es difícil hacer las cosas a gusto de todos. Hace muy pocos días mientras trabajaba en mi taller, un viejo amigo y vecino desde la infancia, miraba mi trabajo como lo hizo muchas veces, me dijo.

Arsenio, sigo leyendo tu literatura en el blog y me encanta por lo bien que escribes. Explicas las cosas  con una facilidad pasmosa, pero para los que no te conocen o no te vieron trabajar es imposible que comprendan tu caso. No se puede creer hasta que no se ve lo bien que trabajas con tus aparatos.

Algunas veces me han dicho: ese vecino tuyo que no tiene manos dicen que hace virguerías, que trabaja de todo. ¿Es verdad que trabaja tanto? Hay alguno que discrepa de todo eso diciendo que no puede ser verdad, que se exagera el tema.

-Claro que es verdad, es un manitas que no solo hace lo que ve: además inventó un montón de máquinas que tiene en su finca y que yo lo vi construir.

¿Cómo es posible que trabaje con esos aparatos? Si a la vista se ven como unos simples ganchos.

Efectivamente que parece imposible, pero con el arte y el dinamismo de ese hombre lo consigue. Trabaja como si tuviera las manos. Sus aparatos son muy simples. Como tú dices, se componen de unas correas, unos cables y el cuerpo de acero, unos cilindros que lleva puestos y cubren casi toda la longitud de sus brazos, pero muy pesados. Yo que los conozco muy bien, no encuentro explicación de cómo es capaz de hacerlos funcionar. Encima de lo pesados que son, trabaja un montón de horas y no cansa, parece como si él fuera de acero también.

Date cuenta, muchacho, de cómo es ese hombre, que aprendió todos estos trabajos después del accidente. Suelda toda clase de materiales, hace cuchillos, cortafríos, punteros, pone bocas a los hachos de mina y templa el acero para que corte como una navaja barbera, es todo un arte.

Desde niño trabajaba en el campo y después en la mina donde era un buen profesional, con 20 años ya era encargado de un grupo de mineros, pero desconocía todos los oficios que hoy domina con todo detalle.

Lo curioso de todo esto es que él mismo hace sus prótesis y él mismo se las pone y se las quita con una rapidez que no te enteras y sin ayuda de nadie. Eso es lo difícil de comprender, le ves ponerlos y al momento a trabajar, sin que uno pueda saber cómo se las arregla. Por si todo eso fuera poco, mandan una fuerza enorme, lo suficiente para sujetar las herramientas. Imagínate la fuerza que se necesita para manejar un guadaño y segar, una fesoria para cavar o un palote para labrar la tierra. Él lo hace con toda normalidad y con un estilo profesional que te quedas mirando como atontado.

Tiene varios pares de prótesis, unas para trabajar y otras para vestir. La moral de ese hombre es incomparable, nos deja asombrados a los que le conocemos de siempre, ¿Cómo no va a ser la atención de la gente? Es un buen conductor, maneja el coche muy bien, lleva un montón de años conduciendo (43 años) por puertos de alta montaña, minas de cielo abierto y por todas partes y sin problemas. Si tiene que entrar en una ciudad y no la conoce, compra el plano, lo estudia y a circular como si viviera en ella.

No se conoce caso como el de ese hombre. No para de trabajar y su cabeza de pensar en diseñar cosas nuevas cada poco.

Acabó de hacer una máquina para abrir avellanas, nueces y almendras que funciona perfectamente, pero le resultan un poco duras las almendras, aunque las abre. No le gustó y diseño otra máquina completamente distinta, que abre 250 avellanas a la vez, varias  nueces o almendras. Es un perfeccionista de primera línea, no le vale cualquier cosa. Ya está pensando en ponerle una pequeña tolva con un mecanismo, que ya tiene en su cabeza, para hacerla a nivel industrial. Nació con esas cualidades porque cuando era niño ya hacia cosas que nos dejaba asombrados y nunca pudo parar con sus aficiones de inventor.

Recuerdo que dijo que a los pocos días de perder las manos y todavía en el hospital, ya dejo asombrados a médicos y monjas por las cosas que hacía sin manos ni nada y aunque llevaba una escayola, manejaba la radio, el periódico y otras cosas con una agilidad de impresión.Alejaandro-con-25-años-yo-con-20--

Es cierto, este amigo se quedó conmigo algunos días porque nunca me dejaron solo hasta que marche a Madrid a rehabilitarme. Lo recuerda con todo detalle, siempre que nos vemos lo comentamos  

                                                  Alajadro y yo en la Clonica de Madrid

        porque es un episodio muy duro de mi juventud, que siempre permanecerá en nuestra memoria.

Puede que haya gente que no comprenda mi forma de expresarme o interprete las cosas de otra manera, pero yo no quito ni pongo más que lo que hay, no me gusta disfrazar las cosas sino presentarlas como realmen

Lo que quiero dejar claro es que se trata de una historia dura pero real. Yo cuando escribo o hablo, sino es para decir la verdad, prefiero callarme. Detesto las mentiras y a quien las dice.

Con todos mis defectos como ser humano, porque nadie es perfecto, pienso que nada es más bonito que caminar por la vida con rectitud, la verdad y ese dinamismo que la produce. Los engaños y la farsa no duran más que hasta que llega la verdad. Lo que sí puedo asegurar es que siempre fue mi lema y me dio resultado, porque las personas valoramos mucho la sinceridad y sencillez. A la corta o la larga las cosas se ponen en su sitio.

El motivo de publicar mi historia no tiene otro objeto más que ayudar a las personas que puedan padecer algún trauma. Es muy posible que yo pueda ayudarles con mi experiencia, después de una lucha férrea durante casi toda una vida de sacrificio.

También tengo que decir que después de tanto sufrimiento y tanta batalla, si el cielo o el infierno me quitaron las manos, no fue lo suficiente como para apartarme del trabajo, de la lucha y del camino del bien. La fuerza de voluntad por superarme y el trabajo me ayudaron a salir de aquel infierno de sufrimiento, donde todo era oscuridad y miedo a la misma vida. Es imposible describir lo que tuve que sufrir y soportar para llegar a dominar las cosas y salir de aquella pesadilla que me atormentó durante largo tiempo.

Después de todo lo ocurrido, debo decir en honor a la verdad que es para mí una gran satisfacción y me encuentro muy contento de haber conseguido eliminar el sufrimiento de mi familia y el mío propio, porque fue demasiado lo que tuvimos que soportar durante varios años hasta que conseguí poder trabajar y defenderme por mis propios medios. ¡Cuánto sufrieron mis padres y hermanos, mis amigos y compañeros de trabajo! Pero con el tiempo y la lucha conseguí llevar la alegría y la sonrisa a todos ellos.

Así se lo había prometido a mi compañero Alejandro cuando tanto sufríamos en el hospital de Sama de Langreo, a lo que me respondió:

-¿Tu qué quieres? ¿Hacer milagros?

-No Alejandro, ni siquiera creo en ellos, pero si somos valientes y no nos dejamos abatir por el miedo lo podremos conseguir.

Pero él no consiguió dejar de sufrir, no pudo con tanto dolor y nunca pudo levantar cabeza. A partir del accidente para él se acabó el mundo, no vivió más que para el sufrimiento y el dolor y la vevida.

Nunca podré olvidar aquellos primeros momentos, cuando sentado en el suelo porque ya no me tenia de pie, mientras que mi padre y Alfonso Cello, un vecino, me vendaban los brazos a toda prisa por la cantidad de sangre que perdía y pensando que me desangraba. Eran tan grandes los dolores que dije a mi padre: Padre, ponerme un paquete de dinamita en mi cabeza y volarla. No me dejéis sufrir tanto. Ya no soporto tanto dolor.

-Aguanta hijo mío. ¿Cómo vamos hacer eso?

Llorando como un niño casi no era a contestarme de la pena que lo invadía, lo mismo que mi madre y hermanos que no podían soportar aquella escena de tanto dolor. Hasta una de mis hermanas se desmayó.

El cuadro que había era dantesco: trozos de carne y hueso colgando de mis muñecas con una pérdida de sangre espantosa. De haber filmado aquella triste situación, creo que poca gente podría soportar el verla. Allí no se conocía mi cara: todo eran heridas y sangre por los cuatro hastiales. Los huesos de mis manos, con la explosión, se convirtieron en metralla y causaron multitud de heridas en brazos piernas y cara con abundante pérdida de sangre por todas partes. Cuando llegamos al hospital ya estaba casi desangrado y sin fuerzas ni para moverme. Lo primero fue poner sangre para después operarme. Es increíble lo que una persona aguanta. Lo mejor hubiera sido que me desmayara para no sufrir tanto. No fue así: muchos dolores, mucha sangre pero con todo el conocimiento.

La gente de todo el valle, asustada, decía; pobre Arsenio, mejor le hubiera sido morir en el accidente. ¿Qué va ser de él sin manos?

Desde luego que yo también lo prefería, pero aguanté y aunque pasaron sesenta y un años lo recuerdo todo. Eso nunca se borrará de mi mente, ni de la memoria de las personas que vivieron aquellas escenas de dolor y tristeza.

Lo que sí está muy claro es que el aguantar es vencer. Después de la tempestad, sale el sol y para mi volvió amanecer y a vivir con normalidad.

Una respuesta a En este complejo mundo

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