El domingo 11 de agosto de 2002 por fin salió el sol como si fuera a durar todo el día, pues el cielo amaneció azul, cosa que echamos de menos, porque todo ese verano fue gris y no paró de llover. Fueron escasos los días de sol. Se cree que desde hacía cuarenta años no había venido tan mal tiempo, eso dijeron en los medios informativos.
Después de atender al ganado que tenemos en la finca, solo unos pollos, las gallinas, el ternero y los dos cerdos para el samartín y media docena de ovejas para pastar la finca, además de los cuatro mastines. Mi esposa y yo decidimos ir a dar una vuelta por Candás donde estaríamos hasta las cinco de la tarde para salir después a Gijón, que por cierto había tanta gente que no había donde aparcar el coche. Después de dar varias vueltas pude aparcar en las praderas cercanas a la Feria de Muestras.
Luego dimos un paseo por el muro de San Lorenzo y subimos hasta el Rinconín. Allí contemplamos el monumento a la Madre del Emigrante, que siempre nos ha llamado la atención por el gran significado que tiene. La mujer está despidiendo a su hijo y mira a los lejanos horizontes del Cantábrico con cara de pena por ser la Madre del Emigrante. Yo considero este monumento muy importante.
Otro monumento importante es el la Villa de Candás. La madre y el Niño mirando al mar. Donde perdieron la vida muchos pescadores en el cumplimiento del deber y luchando contra las inclemencias del tiempo y la bravura del Cantábrico.
Me causan sensación y los admiro, pero mi pregunta es: ¿por qué los mineros no tenemos otro monumento a nuestras Madres? A lo largo de la historia de los mineros, se ha visto cómo van cayendo sus hijos bajo las entrañas de la tierra, mientras que otros se mueren de muy jóvenes por la temible silicosis, producida por el polvo del carbón, además de los múltiples accidentes en los que perdieron piernas y brazos. Accidentes de diversas formas Creo que también las madres de los mineros deberían tener ese monumento.
Sentados mi esposa y yo en el mismo muro, contemplando a la madre del emigrante, allá en el Rinconin para descansar de la larga caminata. Recordamos aquellos tiempos cuando nuestros hijos eran niños y allí mismo, en la pequeña playa del Rinconín, les enseñé a nadar. Todo esto lo recordamos con nostalgia y, como la madre del Emigrante, miramos a las oscuras aguas del mar pensando que allá en la otra orilla están nuestros seres queridos. Se encuentran muy lejos de su tierra, a orillas del Atlántico Norte, en las tierras de Escocia. Aquí, al lado de la Madre del Emigrante, al igual que ella sentimos nostalgia y morriña por los nuestros que han tenido que emigrar para buscarse el medio de vida que en nuestra tierra no es posible por la grabe crisis que hay al cerrar las minas de carbón y con ellas multitud de industrias que dejaron a toda Asturias en la pobreza.
La emigración ha sido muy elevada y sobre todo de gente con carreras. Solamente de mi familia se encuentran fuera de su tierra seis personas. Un médico, un ingeniero, una profesora de Ingles y francés, otra profesora de alemán, ingles y francés, un economista y una de química y física.
Después de contemplar todo aquello regresamos de nuevo hasta la playa donde nos esperaban unos amigos que nos llamaron al móvil. Después de encontrarnos con aquellos amigos dimos un paseo a pesar del fuerte aire que soplaba. De momento empezó con tanta fuerza que arrastraba cantidad de nubes desde poniente hacia oriente, quedando muy rápido todo oscuro. Aquel aire con su bravura, barría hasta los vasos de refresco que estábamos tomando en unas de las terrazas cercanas al paseo de la playa.
Ya no apetecía estar por allí. Nos despedimos de los amigos y salimos a por el coche. Viendo el atasco de coches tan grande que se había, pensamos que no saldríamos en menos de una hora de aquella caravana. Al final solo tardamos media hora en salir a la autopista, pero no sin ver alguna de las salvajadas al volante de algún conductor que siempre quiere ser el más y el mejor, sin darse cuenta del peligro que suponen esas maniobras a gran velocidad, despreciando a la seguridad y a la misma gente que con asombro lo miramos. Da pena ver este tipo de locura, e impasible no puedes ponerle remedio.
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