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Sócrates  hijo de María hermana de mi padre. Fuimos amigos además de familia toda la vida. Fue un hombre serio y muy buena persona, murió siendo joven, un infarto lo llevo al otro mundo. Quiero recordarlo con todo el afecto que se merecía. Sócrates también me acompaño en aquellos tristes momentos de mi sufrimiento en el Hospital. Donde me ayudo a liberarme de un problema que padecía por no me atrever a decirlo a los  que me acompañaron para ayudarme.

Para dar una pequeña idea de lo mucho que uno sufre en algunos momentos de la vida. Describo un poco de cómo lo pasé después del accidente en el que perdí las dos manos y me encontraba en el Sanatorio Adaro de Sama de Langreo, curando las heridas. No podía comer ni defenderme para nada, ni siquiera para ir hacer las necesidades. Siempre tenía a mi lado a un hermano, un familiar o un amigo. Se turnaban para estar conmigo noche y día. Mis padres no quisieron dejarme solo ni por un momento.

Aquello desde luego fue para mí muy importante. La ayuda que me prestaron era necesaria, la necesitaba, no solo por lo que me ayudaban, sino también por la compañía y el cariño que en aquellos momentos era tan necesaria por lo mal que me encontraba.

Lo importante en esos tristes momentos es no estar solo. Desde aquí les doy las más expresivas gracias a todos porque nunca me olvidaré del bien que me hicieron al ayudarme cuando lo necesitaba. Estoy seguro de que todos lo hacían con cariño y lo mejor que podían. También sé que les resultó muy difícil para algunas personas el atender un caso como el mío.

Está muy claro que no todos servimos. Es duro tener que cebar a uno, pero lo más difícil es tener que limpiar el trasero a otra persona. Alguna vez ocurrió que al ir a limpiarme alguno no se daba cuenta y la cosa se quedaba de cualquier forma. Si alguien se siente molesto por mi forma de expresar este tema que me perdone. Debo decir lo que real mente ocurrió y no creo que sea como para ruborizarse, todos tenemos que hacer esa necesidad: ir al baño. Al dejar aquello mal limpio y pasar el tiempo se seca y aumenta hasta el punto de que ya no podía hacer las necesidades. Una mañana llegó mi primo Sócrates, que por desgracia ya no está en este mundo. Llegó la hora de ir al servicio. Sócrates como todos, esperaba a la puerta pero el tiempo se alargaba. Viendo que no salía me preguntó:

-¿Arsenio te pasa algo?

-Sí, no puedo.

Salí y le explique lo que ocurría. Aquel gran hombre con toda normalidad me dijo:

-Tranquilo, yo te limpiaré.

Me ayudo a tumbarme en una mesilla y con su gran paciencia y con unas tijeras fue cortando todo el vello, lo que formaba un tapón que no dejaba salir nada. Seguidamente le dio un buen lavado y me liberó de aquella pesadilla que sufría desde hacía días.

Sócrates hizo el trabajo con toda normalidad, porque supo valorar lo que se sufre y supo aguantar la repugnancia que le hubiera podido producir. Sabía lo que sufría y me ayudó con cariño y con agallas, como siempre hizo todas las cosas, con arte con dinamismo y con respeto hacia los demás. Así fue Sócrates de bueno, noble y tranquilo para actuar.

Cuando Sócrates ya había terminado, después de ver la situación en que me encontraba, viendo que sufría un fuerte disgusto, me dijo:

-Arsenio, ¿cómo no les dijiste lo que ocurría?

-Porque no me atreví, bien sabes lo difícil que resultan estas cosas. Hay quien no lo soporta.

-Tranquilo me dijo:-esto ya no volverá a ocurrir porque es demasiado lo que sufriste.

Sócrates no se olvidó y en cuanto regresó al pueblo lo puso en conocimiento de mis padres. Les pidió encarecidamente que lo advirtieran a los que en lo sucesivo fueran a quedarse conmigo. Dijo: que el que no sirviera para atender a un enfermo que no fuera.

Aquel cuadro era muy fuerte y no me extraña que la gente estuviera nerviosa, pero Sócrates hizo frente a lo desagradable del tema.

Nos vimos crecer uno al otro, pues éramos hijos de hermanos y vecinos de siempre. El también sufrió mucho por mi accidente. ¡Qué triste es la vida muchas veces! Pero lo peor es que él ya no está, un maldito infarto le llevó siendo bastante joven. Lástima por él, porque merecía vivir toda la vida por ser como fue, hombre noble y servicial, siempre le recordaré con el gran afecto que siempre tuvimos como familia.

Socrates, nos había dado clases particulares por las tardes y en el invierno a todos los jóvenes del pueblo. Desde esta página quiero recordarle con todo mi afecto y que esto sea un homenaje en su memoria y recuerdo, porque se lo merece por ser hombre serio noble y cumplidor con todos. Lo recordare mientras viva.

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