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El jueves 31 de enero de 2002, Una mañana de sol y muy agradable, con un cielo azul. Aunque de momento estaba un poco fresco, invitaba a salir a la calle, lo mismo mi esposa que yo lo precisábamos, ya estábamos cansados de aguantar tanto tiempo cerrados en casa sufriendo la gripe. Decidimos ir al mercado a Laviana, pues aparte de dar un paseo y tomar el sol, también había que hacer algunas compras para la casa. Había poca gente por el mercado. El invierno  fue crudo y con  mucha gripe.

Nos encontramos con Aurelio González Argüelles, en cuanto nos vio me dijo:

-Arsenio, ¡no sabes la alegría que recibo al verte! Hace unos cuantos días me dieron un susto enorme, me dijeron que te habías muerto. Le dije que no podía ser cierto, ¿cómo ibas a morirte si hacía poco que me había encontrado contigo cuando aparcabas tu nuevo coche y precisamente una gran máquina? Además nunca habías estado enfermo y te había visto como siempre muy bien conservado.

El individuo me dijo: “bueno pues el coche ahí se quedó y él se fue”. Le dije que sería una confusión pero insistía diciendo que sí, que era ese al que le faltaban las manos y tenía una empresa de restauración de minas a cielo abierto y de otros trabajos más.

-Pero ¿cómo no me iba enterar yo para ir a su entierro? Yo no le creí, alguien me tendría que haber avisado, siempre nos tratamos mucho y era casi imposible que yo no me hubiera enterado. Solo calmé mi disgusto cuando desde lejos vi a tu cuñada Joaquina y la llamé para que me esperara, pues iba en otra dicción. Me acerqué y le dije: mucho sentía que perdonara pero que no me había enterado primero para ir a tu entierro. Ella me dijo.

¿Pero de qué me hablas si nadie se murió de mi familia?

Le pregunté si estabas bien y ella dijo que como un roble, que de dónde había salido tamaña barbaridad.

-Pues aquí estoy amigo Aurelio, sin novedad por el momento y como siempre, con ganas de seguir bregando. ¿No te parece que es algo temprano?

-Claro que sí, no sé cómo pudo ocurrir, seguro que lo soñó y pensó que sería verdad, hay gente que sueña mucho, unos tienen miedo a esos sueños y alguno hasta se lo cree, puede ser éste el caso.

-Yo, como tú bien has dicho nunca estuve enfermo. Acabo de pasar la gripe pero nada más.

Supongo que este hombre se llevaría un gran disgusto, lo mismo me pasaría a mí sí me dijeran algo parecido de una persona a la que conoces de casi toda la vida y sobre todo en nuestro caso, que por ser carnicero y yo ganadero, hicimos muchos tratos. Le servía terneros para su negocio y siempre las dos partes supimos comportarnos con seriedad y hacer las cosas como tienen que ser. Sin duda creo que se llevó un buen disgusto.

De esta forma y sin saber por qué salen muchas cosas a la calle sin tener ningún sentido. Se comentan falsas noticias que algunas veces hasta les ponen patas para que corran más.

Hace muy poco tiempo en un lugar, que no viene al caso, llegaron dos señores. Nos saludaron y después de charlar de diversas cosas, uno de ellos salió con la crítica de un edificio que yo conocía y que a punto estaba de terminarse. Uno de aquellos señores dijo que ese edificio tenía muy mala nota porque era muy caro, tenía una forma rara y no entraban los muebles dentro de él.

-¿Cómo no van a entrar los muebles? Conozco todo eso y les puedo asegurar que todas sus habitaciones son muy buenas y la distribución es normal. ¿De dónde sale esa falsa noticia? Desde luego no puedo creer lo que acabo de oír. Caro sí que es, pero bueno y apacible no hay otro en todo el territorio, tanto es que yo mismo me compre un piso en ese edificio y que conozco hasta su buena construcción.

Se trataba del edificio donde  vivo. Así ocurren muchas cosas que no tienen ni pues ni cabeza. Ver para creer.

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