Construcción de una maquina, trabajando con fuertes heladas y las largas horas de trabajo en aquella frialdad. Aunque yo no las sentía me dejaron fuera de combate. Me ataco una gripe que jamás la vi tan fuerte. Trabajaba en mi nave en la construción de una maquna para picar carne para los mastines. Pensaba terminarla en un mes pero los ataques de la gripe no me dejaron terminarla hasta el 22 de enero 2002, casí dos meses. Aparte de los incovenientes que yo tego para trabajar con mis prótesis. Aunque sea muy avil, la falta de las manos se ve en trabajos delicados de monteje y ajuste. No puedo ser tan rapido como el que tiene manos, eso esta muy claro.
Tan mal estaba que no podía parar en ninguna parte, ni en la cama, por el tremendo calor que era insoportable. Ademas de dolor de cabeza, piernas y brazos. También estaba muy preocupado por la marcha de mi hijo, su mujer y la niña a Escocia. Por una llamada al teléfono sabíamos que el Cherokee había tenido una parada muy lejos de casa, ya en la entrada de aquella región. Despues de un tiempo consigio arrancarlo para llevarlo al concesionario en Preston, una ciudad que le quedaba lejos pero en la misma ruta. Nada le pudieron hacer. El ordenador del vehículo registraba la parada pero no supieron la razón. Creyeron que sería un fallo electrónico momentáneo y siguieron el viaje con la incertidumbre de no saber si se pararía otra vez. Estuve todo el tiempo pendiente del teléfono, esperando que no se les parara en plena noche. Era la una de la madrugada cuando sonó el teléfono. Norberto desde su casa nos confirmaba su llegada. Sabía que esperábamos su llamada. Nos tranquilizó a todos, pero seguí sin poder acostarme, lo pasé muy mal.
A mi hijo le hubiera gustado ver la primera prueba de esta máquina pero no fue posible. Lo importante es que llegaron bien, aunque hubieran perdido tiempo, algo más de dos horas. Menos mal que no se volvió a parar el coche, porque si después de ser por la noche y en aquella soledad de largas distancias sin pueblos ni teléfono. Lugares sin cobertura en zonas montañosas y valles muy solitarios en su desplazamiento hacia el norte de Escocia, en pleno invierno y con unas temperaturas de varios grados bajo cero, lo hubieran pasado muy mal.
Después de mejorar un poco, un domingo fui con mi esposa a dar un paseo por la Felguera ya que parecía que la gripe se había ido. Allí nos encontramos con Meana, un viejo amigo, que tenia un almacen de hierros en Barros Langreo. Donde yo le compraba materiales desde hacía cuarenta años. motores, viguetas, chapas y otras piezas que me eran necesarias para hacer mis trabajos. Meana, siempre fue un gran hombre serio y formal Después de saludarnos me dijo:
-¿Qué, ya terminaste la máquina? Arsenio, Pepín está muy preocupado, ayer me dijo “Arsenio no vino por aquí y no sabemos si la máquina pica la carne como él quiere”.
-Sí que trabajará lo que pasa es que esta vez la gripe no me dejó trbajar. Solo me quedan por hacer las dos carcasas de protección, pienso terminarlas entre lunes y martes. Cuando la termine bajaré con la botella de oxígeno, que ya se terminó. Será el miércoles después de probarla, pues le esperan setenta kilos de carne para su primer trabajo.
En efecto trabajó como estaba previsto. Funcionó perfectamente, lo que supone para mí una gran satisfacción por lograr otro de mis invenciones. Pero ya me sentía de nuevo afectado con dolor de cabeza, de piernas y brazos. Tenía un fuerte constipado y sin ganas ni de comer ni de beber. Quise echar la gripe trabajando pero fue más fuerte que yo. El miércoles después de pasar la noche en vela, no pude ir al trabajar ni a la nave ni a la finca, me puse a escribir para distraerme, pero lo pasé fatal. No pude ir a ver a Meana ni a Pepín Llaneza, tenía 90 años y todavía le gustaba trabajar. Hombre incansable un gran amigo. Era un buen mecánico, hombre entendido, lo mismo repara un coche, una paleadora o cualquier tipo de maquinaria, así como obras de torno. Además de un gran trabajador era muy atento y buena persona.
Todo esto ya solo es recuerdo, el tiempo no se detiene y cuando menos lo pensamos nos llega el final del camino. Meana y Pepin Llaneza, ya no están. Que Dios los tenga en su gloria porque se lo merecen, por lo trabajadores y buenas personas que fueron. Siempre los recordare con mucho afecto.
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