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Me gusta recordar a mi familia porque forman parte de mi vida. La familia es una de las cosas más importantes y sagradas en la vida. La convivencia y el cariño familiar es lo que nos conduce por la vida con alegría y dinamismo. Para quien trabajas con esa tremenda afición, si no es para la familia.

E el tiempo que estuve en Madrid, sobretodo en el periodo de mi rehabilitación, lo pase muy mal. Me sentía muy solo. Creo sincera mente que el cariño de mis padres y la pena que sentía por ellos por lo mucho que estaban sufriendo, fue uno de los motivos que mas que me ayudo a superar la terrible perdida de moral al verme sin manos. Procure trabajar al máximo para poder recuperarme lo antes posible para regresar a casa y poder animarlos y hacerles compañía.

La promesa del Director de la Clínica, Dr. Francisco López de Lagarma al conocerme, me dijo: te prometo que saldrás de aquí, totalmente recuperado y volverás a trabajar, porque eres hombre muy inteligente y muy hábil, además de muy trabajador. Y agrego. Estoy bien informado de cómo eres.

Todo esto y el pensar en mis padres, me dieron una fuerza incalculable, para combatir los problemas y dolores de la rehabilitación que fue muy dura. Si por el dia trabajba sin descanso, por las noches pensaba como lo podría hacer mejor, apesar de los furtes dolores de los brazos, que en algunos momentos eran insoportables. Con el pañuelo en la boca lo mordía para ayudarme a combatir tanto dolor. No se puede describir con palabras loque tuve que soporatar. Muchas veces cuando recuerdo mi pasado, casi no me lo creo, por lo que tuve que pasar, es terrorifoco.

Una persona en solitario no vive, lo pasa fatal, por lo menos a mí me ocurre así de toda la vida. Cuando era joven no vivía sin el cariño de mis pardes y hermanos, y depues ya casado con el cariño de mi esposa y los hijos  y nietos. Siempre fui muy sociable, hombre de hogar.

El 31 de diciembre de 2001 esperábamos la llegada de nuestros hijos y nietos para reunirnos todos en un día tan importante como es Noche Vieja. Ana, Javier su marido y sus hijos, Jesús y Claudia, solo estaban a 100 kilómetros, en poco más de una hora llegarían a casa. Mónica y Miguel viven aquí. Pero la impaciencia que sentíamos era por el largo viaje de Norberto su mujer y Alejandra, que viven en Escocia Reino Unido. A través de las llamadas sabíamos que llegarían al caer la tarde, pues ya llevaban tres días de viaje desde Lanark, una hermosa Villa situada entre Glasgow y Edinburgo, Escocia. El viaje es largo y pesado. Esta vez venían en el Cherokee. Tenían que bajar los 800 kilómetros, hasta Portsmouth, donde cogerían el ferry hasta Bilbao. La travesía es de cuarenta horas. Después les quedaba el viaje hasta casa. Todo les salió bien y llegaron como estaba previsto, aunque un poco cansados. A su llegada, después de los abrazos y saludos de rigor, hablamos con la pequeña Alejandra, que a pesar de tan corta edad, de años y medio, y de estar lejos unos meses, aun nos recordaba. Fue muy grande el cambio de esta niña. Allá, durante nuestro último viaje, era traviesa, muy propensa a la irritación y nada obediente, en cambio la observemos diferente. En tan corto tiempo dio un giro total. Es muy curioso ver que cuando le apetecía coger algún objeto, te lo pide en muchos de los casos, pero en otros, hacía el ademán de coger las cosas y te miraba para ver tu reacción y saber si podía o no. Desde luego la alegría de la llegada fue emocionante, pero su marcha nos dejó con pena, pensando en lo lejos que están y los largos viajes que tienen que soportar para poder estar con nosotros. También ellos sienten esa morriña por la familia y la patria.

Trajeron veinte días de vacaciones, pero esta vez lo pasamos regular, porque al poco tiempo de llegar nos dio la gripe a todos. No se libró ni la pequeña.  Hacía muchos años que no se conocía una gripe tan mala. No solo nos atacó a todos nosotros sino que también tumbó a los de Luarca, a mi hija, a su marido a los dos niños y a la abuela. Menos mal que teníamos médico en casa, a pesar de que a él también le atacó. Desde luego a mí me toco lo peor, porque ya me había atacado antes que a los demás. Dado que no quise hacerle caso, seguí trabajando en la nave montando una máquina que había diseñado para picar carne para los mastines.

Trabajaba desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche o más, solo paraba a comer. Así nos comportamos muchas veces los hombres, que no regular el trabajo por no dejarlo para otro día. Trabajando de estrella a estrella, como en los tiempos antiguos. Éste es uno de mis fallos, yo mismo lo reconozco, pero nunca lo pude remediar. Cuando tengo una obra que hacer no puedo parar hasta terminarla. Esta gripe me atacó cuatro veces y las pasé canutas y todo porque volvía al trabajo sin haberla curado y pasar el día en entre aquellas tremendas heladas.

Me gusta recordar a mi familia porque forman parte de mi vida. La familia es una de las cosas más importantes y sagradas en la vida. La convivencia y el cariño familiar es lo que nos conduce por la vida con alegría y dinamismo. Para quien trabajas con esa tremenda afición, si no es para la familia.

E el tiempo que estuve en Madrid, sobretodo en el periodo de mi rehabilitación, lo pase muy mal. Me sentía muy solo. Creo sincera mente que el cariño de mis padres y la pena que sentía por ellos por lo mucho que estaban sufriendo, fue uno de los motivos que mas que me ayudo a superar la terrible perdida de moral al verme sin manos. Procure trabajar al máximo para poder recuperarme lo antes posible para regresar a casa y poder animarlos y hacerles compañía.

La promesa del Director de la Clínica, Dr. Francisco López de Lagarma al conocerme, me dijo: te prometo que saldrás de aquí, totalmente recuperado y volverás a trabajar, porque eres hombre muy inteligente y muy hábil, además de muy trabajador. Y agrego. Estoy bien informado de cómo eres.

Todo esto y el pensar en mis padres, me dieron una fuerza incalculable, para combatir los problemas y dolores de la rehabilitación que fue muy dura. Si por el día trabajaba sin descanso, por las noches pensaba como lo podría hacer mejor, a pesar de los fuertes dolores de los brazos, que en algunos momentos eran insoportables. Con el pañuelo en la boca lo mordía para ayudarme a combatir tanto dolor. No se puede describir con palabras lo que tuve que soportar. Muchas veces cuando recuerdo mi pasado, casi no me lo creo, por lo que tuve que pasar, es terorífoco.

Una persona en solitario no vive, lo pasa fatal, por lo menos a mí me ocurre así de toda la vida. Cuando era joven no vivía sin el cariño de mis padres y hermanos, y después ya casado con el cariño de mi esposa y los hijos. Siempre fui muy sociable, hombre de hogar.

El 31 de diciembre de 2001 esperábamos la llegada de nuestros hijos y nietos para reunirnos todos en un día tan importante como es Noche Vieja. Ana, Javier su marido y sus hijos, Jesús y Claudia, solo estaban a 100 kilómetros, en poco más de una hora llegarían a casa. Mónica y Miguel viven aquí. Pero la impaciencia que sentíamos era por el largo viaje de Norberto su mujer y Alejandra, que viven en Escocia Reino Unido. A través de las llamadas sabíamos que llegarían al caer la tarde, pues ya llevaban tres días de viaje desde Lanark, una hermosa Villa situada entre Glasgow y Edinburgo, Escocia. El viaje es largo y pesado. Esta vez venían en el Cherokee. Tenían que bajar los 800 kilómetros, hasta Portsmouth, donde cogerían el ferry hasta Bilbao. La travesía es de cuarenta horas. Después les quedaba el viaje hasta casa. Todo les salió bien y llegaron como estaba previsto, aunque un poco cansados. A su llegada, después de los abrazos y saludos de rigor, hablamos con la pequeña Alejandra, que a pesar de tan corta edad, de años y medio, y de estar lejos unos meses, aun nos recordaba. Fue muy grande el cambio de esta niña. Allá, durante nuestro último viaje, era traviesa, muy propensa a la irritación y nada obediente, en cambio la observemos diferente. En tan corto tiempo dio un giro total. Es muy curioso ver que cuando le apetecía coger algún objeto, te lo pide en muchos de los casos, pero en otros, hacía el ademán de coger las cosas y te miraba para ver tu reacción y saber si podía o no. Desde luego la alegría de la llegada fue emocionante, pero su marcha nos dejó con pena, pensando en lo lejos que están y los largos viajes que tienen que soportar para poder estar con nosotros. También ellos sienten esa morriña por la familia y la patria.

Trajeron veinte días de vacaciones, pero esta vez lo pasamos regular, porque al poco tiempo de llegar nos dio la gripe a todos. No se libró ni la pequeña.  Hacía muchos años que no se conocía una gripe tan mala. No solo nos atacó a todos nosotros sino que también tumbó a los de Luarca, a mi hija, a su marido a los dos niños y a la abuela. Menos mal que teníamos médico en casa, a pesar de que a él también le atacó. Desde luego a mí me toco lo peor, porque ya me había atacado antes que a los demás. Dado que no quise hacerle caso, seguí trabajando en la nave montando una máquina que había diseñado para picar carne para los mastines.

Trabajaba desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche o más, solo paraba a comer. Así nos comportamos muchas veces los hombres, que no regular el trabajo por no dejarlo para otro día. Trabajando de estrella a estrella, como en los tiempos antiguos. Éste es uno de mis fallos, yo mismo lo reconozco, pero nunca lo pude remediar. Cuando tengo una obra que hacer no puedo parar hasta terminarla. Esta gripe me atacó cuatro veces y las pasé canutas y todo porque volvía al trabajo sin haberla curado y pasar el día en entre aquellas tremendas heladas.

 

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