En este día, 4 de Diciembre del 2014, se cumplen 60 años de mi accidente en el que perdí las dos manos. Fecha inolvidable para mí, para mi familia y también para mis compañeros, amigos y conocidos, que tampoco se olvidaron de aquel trágico día, sábado 4 de Diciembre de 1954, en el que dos mineros asturianos perdieron las manos. Así decía el título de La Nueva España.
Cuando, a las nueve menos diez de la mañana, me disponía a detonar cinco cartuchos de dinamita, a trescientos metros de mi casa, en La Bobia de San Martín del Rey Aurelio, sin darme tiempo a nada, la desgracia me sorprendió, cortándome las manos por la muñeca.
Alejandro los detonaba a las dos de la madrugada cuando regresaba del trabajo en Blimea para festejar nuestra patrona Santa Bárbara. Tuvo peor suerte, además de las manos perdió un ojo.
Una prueba de tal recuerdo es que algunos compañeros me piden que escriba algo, recordando los 60 años de aquel día tan duro para todos, ya que sufrieron mucho por nosotros, como es natural.
Así mismo me dicen que debo hacer un buen artículo, para mostrar a la gente la valentía de un minero, que consiguió vencer ante tanto dolor. Alejandro no pudo con ello y dejó de luchar, abatido para siempre por tanto sufrir.
Mi foto de actual
Claro que sí, yo también creo que debo dar a conocer algo tan importante como es el saber que las personas podemos vencer las adverslersidades tan duras que nos impone muchas veces la vida, aunque al principio nos parezcan imposibles de soportar.
Bien claro está que mi vida no fue un camino de rosas, fue demasiado lo que tuve que soportar. Hay que tener en cuenta que no podía hacer nada, ni siquiera comer. Tenían que cebarme, llevarme al aseo, ducharme, vestirme. Además de no saber que iba ser de mi vida y pensando que, ¿a dónde iba a ir sin manos? Me sentía como perdido en el mundo. Es imposible describir lo que hay que soportar.
Arsenio Fernádez y Alejandro Antuña
Después de todo lo ocurrido, mil gracias doy porque no fue lo suficiente para perder el sentimiento por los míos. Mis queridos padres y hermanos, que tanto sufrieron. Por eso no quise agudizar más su dolor, quitándome la vida, a pesar de tener que soportar los inmensos dolores de mis brazos y la angustia que me atormentaba noche y día, al sentirme totalmente indefenso. Por eso no acepté, la invitación de Alejandro, cuando, a la semana de perder las manos, quiso que los dos juntos nos suicidáramos tirándonos al tren que pasa por delante del Hospital Adaro, de Sama de Langreo, donde estábamos hospitalizados, para no ser una carga para los demás y dejar de sufrir.
Alejandro Antuña, de 25 años, mi hermano Constantino, con 18 años y yo, con 20.
Así fue como él lo pintaba, diciendo que nuestra vida era como un camino sin salida. «Mejor la muerte que la vida», decía convencido, lo que le llevó a la perdición, ya que por pensar de esa forma nunca levantó la cabeza hasta que se murió siendo tan joven. A pesar de mis consejos diciéndole que había que aguantar, a ver que nos deparaba el transcurrir del tiempo, nada pude conseguir, todo le pareció imposible y se cobijó en la bebida y ésta lo destrozó más todavía. Fue una gran pena, porque pudo haber formado un hogar y tener esos hijos, que son nuestra alegría y nuestro cariño, por ellos luchamos hasta la muerte.
Arsenio Fernández, el Niño de Bustio y Alejandro Antuña
La pregunta que nuca tendrá respuesta es, ¿qué hubiera sido de mi vida si no tuviera hijos? Aunque viven lejos, cada uno en su hogar, están ahí y nunca perdemos el contacto, ellos fueron y son los que me ayudan a soportar tanto dolor por la pérdida de la madre, mi esposa.
Tengo que decir, aunque sea a los cuatro vientos, que toda mi vida fue muy dura, llena de lucha y duro trabajo para poder vivir de mi propio esfuerzo pero lo mantuve con alegría, hasta que mi esposa falleció. Eso es lo que no puedo olvidar. Pasaron cinco años pero la pena sigue y la soledad también. Es demasiado dura la soledad sin el ser que yo quería, la compañera de mi vida. Tengo que decir que mis hijos y mis nietos son también mi vida, sin olvidarme del resto de la familia que también me ayudaron con cariño. Eso es lo importante, vivir unidos porque la unión de una familia es una de las cosas grandes que la vida nos puede dar, cuando lo deseamos de corazón.
Un cordial saluda para todos. Un fuerte abrazo para los que conocieron y recuerdan ese día de Santa Bárbara. Hasta siempre amigos.
Arsenio.
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