Entre otros muchos lugares pasamos un fin de semana por la zona del mar del Norte. Aunque vivíamos a orillas del Atlántico, en la costa oeste de Escocia, el Mar del Norte se encuentra al este. Atravesamos la península de oeste a este en unas tres horas llegamos a una ciudad maravillosa: Edimburgo, que aparte de ser la capital de Escocia, es la más bonita del Reino Unido.
Situada a orillas del Mar del Norte, tiene grandes playas y paseos marítimos y está enclavada en una hermosa llanura. Posee largas y anchas avenidas, parques de recreo en el centro. En lo más alto de la ciudad se encuentra uno de los castillos más importantes. Está situado sobre una montaña, como si hubiera sido hecha por la mano del hombre a propósito. Es una gran montaña de roca con forma de circunferencia y con una altura manométrica de más de 80 metros. Es tan llamativa como hermosa. Cuando el viajero entra en la capital y camina hacia poniente, se encuentra con esta gran vista.
Da la impresión de que, para visitar el castillo, haya que subir en helicóptero. Pero no es necesario, siguiendo el paseo por la gran avenida se llega a la entrada, a su derecha, con una subida totalmente espaciosa. Al lado de esta bonita avenida hay una gran pradera, con un buen arbolado y diversos bancos, un hermoso parque de recreo.
Edimburgo tiene muy buenos edificios, grandes comercios y buenos restaurantes procedentes de varias partes del mundo. Nuestra primera comida fue en un restaurante Italiano. Allí comimos, entre otras cosas, la mejor paella a la italiana que conocí. Fue impresionante como la prepararon. Aunque la cobraron muy bien, valió la pena. El vino era malo y el precio excesivo.
No sé si por el buen tiempo del fin de semana o porqué razón, el turismo era muy elevado. Aunque desde casa el sábado por la mañana, no pudimos encontrar hotel para dormir. Hubo que reservar uno situado 50 kilómetros más al norte de la capital. Fue muy bueno, con unas vistas muy agradables, buena comida y habitaciones excelentes. Visitamos las playas del norte y diversos pueblos de la zona.
En esta parte del norte estuvimos en un pueblo con dos castillos, uno de ellos construido en una enorme montaña. Había cantidad de visitantes, a pesar de que cobraban mucho por la entrada. Los edificios de este pueblo eran muy antiguos, pero muy bien construidos, la mayoría de cientos de años. Sus empinadas calles eran empedradas, como lo estaban en Sotrondio y Blimea cuando yo era un niño. En aquellas y tranquilas ciudades es normal dejar hasta el coche sin cerrar, nadie lo tocaba. En toda la zona reinaba el silencio y la tranquilidad. La gente muy amable, te saludaba a tu paso por la villa, dándose cuenta que eres extranjero, por el hecho de vestir distinto.
Vivíamos en Lochgilphead, Argyll, en la parte alta de una hermosa bahía, lugar muy apacible. Con sus chales en el recinto del mismo hospital, donde viven todos los médicos y sus familias, con bonita vista de todo el valle, desde donde se dominaba toda la bahía. Al otro lado se encuentra el gran pueblo de Ardrixhaig, con una colina al oeste, otra al este y con llanuras en el centro
En dirección al norte discurría la carretera que une grandes pueblos, como Oban, Fort Willan, Fort Augusto o Inverness. Dentro del recinto del hospital, hay varios chalets donde se convive con médicos y sus familias de distintas partes del mundo. Los dos más cercanos eran un especialista en psiquiatría, Consultant, Jefe de Norberto, Dr. Rover, de Sudáfrica. El otro médico y su familia procedían de la India. Allí no hay deferencia con nadie, todos muy atentos, lo mismo con blancos que de color y como debe ser, porque todos somos humanos.
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