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Presionado por mi esposa y los tres hijos, dejé de trabajar con aquel ritmo al cumplir los 65 años, para evitar destrozar mis brazos, ya castigados por el duro trajo y el correr de los años.

Aunque tarde en reconocer que mi noble familia tenía razón, porque era demasiado lo que yo trabajaba. Muchas veces las costumbres hacen leyes y no era capaz de dejar el trabajo.

Es incalculable lo que un hombre sufre por dejar de trabajar y al revés, otros sufren porque no querer trabajar. Unos no arrancan y otros no paramos. Ahí fallamos los hombres, no regulamos bien las cosas algunas veces. Tan malo es lo mucho como lo poco.

Teniendo en cuenta lo difícil que me resultaba dejarlo y pensando en cómo me las iba arreglar sin diario trabajo, pensé que lo mejor sería ponerme a estudiar informática. Aunque ya tenía 65 años, con mi carpeta de apuntes y mi coche me desplazaba hasta Sama. Al principio me pareció imposible, no tenía ni idea de lo que era la informática. Aguanté en las clases con jóvenes, no sin pensar algunas veces lo torpe que yo era al ponerme a estudiar a esa edad, pero luego me decía: ¿por qué no, si conseguí cosas más difíciles? Hay que conseguir esto también. Seguí adelante y hoy estoy muy satisfecho de haberlo conseguido. Solo siento no haberlo hecho primero, porque el saber tiene un mérito que desconocemos mientras estamos en la inopia. El exceso de trabajo muchas veces nos aleja de los conocimientos y de los estudios.

Cuando llevaba algo más de una semana, una mañana en la clase, la profesora nos daba una lección en el encerado, me preguntó:

-¿Cómo lo ve, Arsenio?   

-Muy mal profesora, no entiendo casi nada. Nunca lo vi ni de lejos, en este tema estoy como un venao.

Mi frase le hizo gracia y después de una pausa  se aceco y con una bonita sonrisa me pregunto.

 -¿Qué problema tiene?.

-Por si fuera poco el no entenderlo, hay otro problema, que no puedo seguir el ritmo del dictado como los demás, soy algo torpe.

La profesora con su gran amabilidad me dijo

-No se preocupe, que yo le haré las notas, que eso no sea su problema.

Le di las gracias y seguimos con la clase. A partir de aquel momento nunca más se olvidó del alumno mayor de su clase y seguro que el más torpe. Siempre me haría las notas sin tener que recordárselo. Así de bien se portó conmigo y así merece ser ovacionada por el gran mérito que tiene, social y profesionalmente.

Esta profesora una buena persona, atenta, trabajadora incansable y una profesional como la copa de un pino, fue la principal causa para que yo aprendiera lo que hoy sé de informática. Todo por su categoría de buena profesora, por su gran capacidad para explicar las cosas y molestares por sus alumnos. Activa para informar con su amabilidad, invitaba a seguir adelante. ¡Qué importante es saber hacerlo como ella lo hace! Esas cualidades no se compran, nacen con uno. La vocación que ella tiene es el fruto de sus resultados. Es algo que no olvidaré. Esta clase de personas nos dan ánimos, nos hacen sentirnos útiles y con mi más sincero agradecimiento a la joven y gran profesora, Ana Beatriz Braña Fernández, de Langreo, le deseo que siga tan bien apreciada por sus alumnos, como lo fue siempre.

Un cordial saludo

Arsernio Fernández

Cuando aprecio y valoro a una persona ha de ser por su propio mérito, sería injusto si no dijera que hasta para esto soy exigente. Me gustan las cosas muy bien hechas, no me gustan las curvas ni los recovecos, siempre fui así de exigente. Creo que es positivo a la hora de resolver los problemas de la vida, que con frecuencia se presentan.

Hay gente muy buena pero la hay que nunca les vale nada. Hasta hubo alguno que dijo: Que falta le hace  informática, ¿para que la va emplear a su edad? Ese tío esta como una maniego. Ver para creer. Éstos que muchas veces no creen ni en ellos mismos, no se dan cuenta que sus semejantes piensan de otra forma y que alguna razón tendrán para seguir con sus proyectos, sus estudios aunque sea de mayores. El saber es necesario mientras uno viva.

Pobre de mí sino hubiera estudiado informática. Increíble pero cierto. Esta fue la que me saco adelante al morir mi es posa. Fue donde me cubije. Escribiendo y estudiando, me sirvió para evitar derrumbare. No me avergüenzo de decir la verdad. A punto estuve de perder el norte. Mi esposa junto con mis hijos lo era todo para mí. Al quedarme solo, ya que mis hijos trabajan y tienen su vida. Para mí fue como si el mundo se terminara. Al principio tanto sufrí que no se puede describir con palabras. Anqué siempre  tuve una asistenta para atender la casa, para mí  era demasiado la soledad en la que me encontraba, no podía con tanto dolor. Desde luego que a medida que pasa el tiempo, la pena va aflojando, porque si no fuera así, no se podría soportar

 

Una respuesta a A estudiar Informática a los 65 años

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