Hace unos cuantos años un día de Santa Bárbara, cuando se festeja la patrona de la minería, aquel día no fuimos a la misa, ni a la fiesta porque mi esposa estaba un poco agrupada. Eran las 12 y media de la mañana, cuando llegó a nuestra casa un reportero, diciendo que venía a hacerme un reportaje para la prensa con motivo de la fiesta. Le dije que no me gustaba hacer reportajes y que no era el momento. Este hombre me rogó diciendo que lo mandaban mis compañeros y los sindicatos, que no debía defraudarlos para así darle auge a la fiesta. Al final le dije:
-Un pequeño artículo que solo encaje con el accidente y la festividad, pero nada de adornos ni gaitas. A mí me gustan las cosas serias, no las tonterías que muchas veces salen por ahí.
. Vele así será.
Le conté cómo había sido el accidente y donde trabajaba. Preguntó por qué no iba a la fiesta y le dije: porque mi esposa estaba con un poco de gripe.
Poco más le conté. Salió el reportaje en la prensa y no acertó más que en la fecha del accidente, el resto todo al revés. La vedad es que peor no lo pudo hacer. Pensé que o muy despistado estuvo aquel día o no era ese su oficio, no escribió más que disparates.
Entre otras cosas, dijo que la mecha par detonar las cargas, era hecha de los jirones del fatu de la ropa de la mina. Que este año Arsenio no pudo festejar la Patrona por encontrarse su mujer enferma. Que trabajaba como administrativo, cosa que no es verdad y no sé por qué lo puso. Una serie de mentiras que no sé de dónde las había sacado. Al día siguiente la gente no hacía más que llamar por teléfono preguntando por mi mujer y protestando acerca de lo mal que había escrito aquel reportero.
Tan mal lo puso que salió a la medida para que el mismo individuo que había sido tan malo para mí en el trabajo, me atormentara con este tema toda una semana. Diciendo que el reportero no había puesto más que lo que yo le había dicho. Dijo que quise presumir de ser administrativo, cuando no lo era. Aquel individuo, tan torpe como cruel, no cesaba en decirme que tenía que demostrar que yo no le había dicho y para eso, solo tenía una opción: llamar al reportero para que lo rectificara. Me dijo que si no lo hacía era porque yo lo había dicho para presumir. A este ignorante parecía quitarle el sueño. Debí decirle, no soy administrativo, sino empresario, “imbécil”. Mucho más que tú que nunca valiste más que para hacer daño, ladrando como los perros falducos, sin sentido ni causa.
No se merecía otra contestación más adecuada, pero eso le iba enfurecer más todavía. Atormentado por su maldad y mal proceder, cogí el teléfono y llamé al reportero delante de todo el personal de la oficina y le pregunté por qué había puesto aquella sarta de mentiras y que las rectificara, haciéndole saber lo mal que me había parecido su desafortunado escrito. Que solo valió para enfadar a los que bien me conocían. Por saber que yo eso no lo pondría jamás. Se da la casualidad de que a mí nunca me gusto hacer reportajes en la prensa, porque la gente que no conoce el caso, no se pueden creer que yo pueda trabajar con la facilidad que trabajo.
De verdad considero que es muy importante dar a conocer mis trabajos, pero en un video, o personal mente, para que la gente vea como se trabaja sin manos y que no se trata de adornos ni gaaitas, sino de cosas reales que mucha gente debe conocer para animarse y poder salir del sufrimiento que padecen.
Le dije al reportero, que por favor, mandara un articulo reconociendo su error. Porque aquel disparate no había servido más que para quedar mal ante gente que no me conoce, o como aquella mala persona, que aprovechando los errores ajenos, me los quiso emplumar a mí. Así mismo le dije, que yo no tenía que aguantar a nadie por su culpa, que no se le ocurriera nunca más intentar hacer otro reportaje.
El miserable escuchaba con mucha atención para comprobar si era cierto lo que yo decía. Quería que el fallo no fuera del reportero, sino mío para reírse de mí ante todos.
Aunque cesara con ese tema, por quedar bien claro de quien fue la culpa, para él iba a ser igual, si no era uno se inventaba otro. Hasta que no consiguió sacarme de mis casillas y vio las orejas al lobo no cesó de hacerme daño. No me quedo más remedio que defender mi honradez al precio que fuera. Le hice callar y nunca más se metería con migo. Me miraba a lo zorro pero sin chillar más de nada.
Yo era muy joven y asustado de encontrarme sin las dos manos. Lo que aprovecho aquel mala persona para atormentarme cada día con sus men tiras y su maldad. Hasta que después de años de abusos, reaccione y le hice callar.
¿Por qué iba a decir mentiras si yo allí iba por los seguros sociales y no perder lo cotizado? El sueldo que pagaban era como el de la salladora. De querer presumir como el malvado decía, le hubiera dicho al reportero que tenía una empresa y que diseñaba máquinas y fabricaba maquinas. Cosa que a él le resultaría más difícil que hablar con un marciano. Bien claro quedó que solo era para hablar de mi accidente y no de mi vida particular. Los errores no habían sido por mi culpa, sino de aquel oveya, que tampoco rectifico nada.
Deja una respuesta