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Trabajamos en la estación invernal de Pajares varios años, en la restauración de las pistas de esquí. Entre otros trabajos, había que repartir camiones de paja para proteger los sembrados y para mantener la nieve. También para unas pruebas en la producción de nieve artificial.

El repartir un trailer de paja llevaba a seis hombres una semana y con bastante trabajo. Por este motivo tuve la idea de diseñar una máquina que pudiera repartir dicha paja, además de picarla. Lo que resulta muy importante para ponerle el pegamento en algunas pendientes para proteger la capa vegetal.

 Después de estudiar su proyecto y de confeccionar los croquis necesarios, me puse a su construcción. Esta máquina, como todo lo que no se conoce, también me dio mucho que hacer, ya que para conseguirla hubo que hacer muchas pruebas y cambios en su estructura.

La máquina lanzadora de paja que conservo en mi finca entre otras maquinas mas, pesa 105 kilos y puede ser desplazada en un remolque con un coche por carretera y pistas del puerto. En las obras también podía trabajar desde éste, o sobre un esquí, para desplazarla a medida que iba avanzando el trabajo. También se puede desmontar en entres piezas, para desplazarla entre dos personas, una por cada lado, por los montes donde hubiera mucha pendiente y no pudiera circular un vehículo. Tiene fácil capacidad de movimiento y un gran rendimiento en su trabajo.  

       Maquina picadora y sembradora de paja

Sembradora-de-paja

Lleva un motor de gasolina para ser más ligera. Pica la paja y la siembra a una distancia de 100 metros de longitud, por medio de una manguera ultraligera, dividida en tres partes de 30 metros cada una. Puede sembrar a 30, 60 y 100 metros de distancia. Tres hombres reparten un trailer por día, por las pistas de esquí o minas a cielo abierto.

En la primera de las pruebas que se hicieron en su montaje, fue con una manguera de 30 metros de longitud para sembrar la paja que la misma máquina iba picando a la vez que trabajaba a un rendimiento normal. La sorpresa fue una tarde al probarla con tres mangueras que sumaban un total de 100 metros. Había calculado que podría ser su capacidad de trabajo. Un día después de comer mí hijo Norberto se puso a estudiar,  yo a trabajar en la máquina. Al salir de casa me preguntó: 

-¿A qué hora la probarás con todas las mangueras?

-Creo que será hoy a última hora. Cuando la oigas trabajar será ese el momento.

También él esperaba esas pruebas con impaciencia. Todos los de casa las esperamos para verla  funcionar. Al marchar me dijo:

-A ver si hay suerte papá.

-Pronto lo veremos hijo. No sé si acertaremos con esta prueba o no. De todas formas tarde o temprano conseguiremos que funcione.

Trabajamos toda la tarde un soldador y yo, para terminar de montarla. Dado que con los 30 metros ya daba un gran rendimiento, se pintó pensando que ya estaba terminada. Quedó con una bonita presencia.

Era la tarde de Reyes, ya había oscurecido hacía largo rato. Cuando íbamos a empezar con prueba de los 100 metros, ya pasaba un poco de las diez de la noche. Por vivir entre Sotrondio y Blimea, en el mismo punto donde se divisan las dos parroquias, en Villar, se sentían las dos cabalgatas con sus voladores y el ruido normal de la fiesta. El soldador y yo dábamos los últimos retoques para ponerla a funcionar. Ya teníamos hasta las mangueras extendidas por la pradera. Las acoplamos y empezó a funcionar. Pero la tremenda sorpresa fue: la máquina arranco como siempre muy bien pero trabajaba en falso. Automáticamente dejó de sembrar sin saber la razón. En vez de sembrar, retenía el material y lo lanzaba con cierta frecuencia en forma de cañonazos. Me quedé sin habla. Por un momento no reaccioné. Desde luego no sabía el motivo de aquel fallo.

Cuando mi hijo bajo al sentirla, ya estaba parada. Yo también, me quede sin saber que decir, ni que hacer, como aturdido por un momento.

-¿Qué tal funcionó? Preguntó Norberto.

-Esto no vale para nada dijo el soldador, menudo lío. El capital que costó esta máquina y no funciona, se mandara para la chatarra.

Mi hijo me miró sin pronunciar palabra pero con  tristeza. Yo le miré también en silencio. Ni a él ni a mí nos hacían falta palabras, con mirarnos sabíamos lo que sufría cada uno. Solo rompió el silencio de la noche el soldador, lamentando la gran pérdida de dinero.

Mi cerebro en ese momento, trabajaba a la velocidad del rayo, a pesar de haberme quedado inmóvil. Después de reflexionar, le dije al soldador:

-No lo pongas tan mal hombre. Esta máquina ha de funcionar como lo hicieron las otras. 

-Imposible, dijo el soldador, esto no vale y lo mismo nos dará dar vueltas que no.

-Imposible no hay casi nada, ya lo veremos más tarde. El soldador seguía apostado. No dudes de lo que te digo, ¿acaso olvidas de que no es la primer que diseño? Espero que para mañana a estas horas ya funcione.

-Mañana no, porque es fiesta, yo no trabajo.

-Hay que trabajar, por favor, aunque pase esta noche sin dormir, quisiera poder dormir la de mañana. No me dejes solo, te pido que trabajes hasta las 2. Yo solo no sería capaz de terminarlo ni en todo el día. Ya sabes que no es igual trabajar dos que uno. 

Se decidió y dijo que trabajaríamos. Le di las gracias y le animé pensando que alguna solución encontraría durante la noche, que por cierto la pasé en vela.

-Hasta mañana dijo el soldador, haber si sacas algo esta noche.

Gracias, ya veremos lo que sale de mi cabeza. Espero encontrar alguna solución.

Cenamos los cinco mis tres hijos mi esposa y yo, todos muy preocupados por el fallo que sin querer apareció. Les anime diciendo que alguna solución tiene que haber, aunque me lleve tiempo algo sacare, tranquilos y nos fuimos a la cama. Pasé toda la noche dando vueltas para buscar la solución. Después de varias horas de lucha, investigando el motivo de tanto fallo, llegué a una conclusión: que esos cañonazos que lanzaba, serían seguramente producidos por falta de aire. Basándome en que trabajaba a 30 metros. Lo que me quedaba por estudiar era como iba incorporar más caudal de aire y por dónde. La maquina ya estaba terminada, y podría encontrarme con el doble riesgo de que al aumentar esta fuerza, me dejara atrás el material y trabajara en falso.

Salí de la cama y fui al salón, cogí un cuaderno y bolígrafo. Calculé diversas posibilidades, pero sin saber si iban a dar resultado. Estaba deseando que pasaran las horas de la noche. De no haber sido porque mis hijos y mi esposa lo pasarían mal y les quitaría de dormir. Después de imaginarme lo que sería la solución, hubiera pasado lo que quedaba de la noche trabajando, porque sabía que iba a pasarla en vela, pero por ellos no lo pude hacer. Había que esperar que amaneciera para hacer esa obra. No quise hacerles sufrir, ya era bastante lo que yo estaba pasando y no podía trasmitírselo a los hijos y la madre.

Madrugué con tiempo suficiente para comprobar sobre la máquina los cálculos. Seguí con la misma idea. Llegó el soldador y me pregunto:

-¿Qué, ya sacaste algo? 

-Creo que sí. Tengo un proyecto que puede que funcione.

Se lo expliqué y muy sorprendido me dijo.

-¿Cómo vamos a cortar por el centro del cuerpo de la maquina, se estropearía? Con lo que costó hacer esta máquina ¿Vas a estropearla? Si así no funciona después peor, dijo aquel hombre que también está muy disgustado. Había participado en el trabajo y quería conseguir lo que tan importante era, verla trabajar.

-No se estropeará, coge el soplete, ya está trazado por donde hay que cortar para incorporar mas caudal de aire. Si espabilamos la probaremos antes de que te vayas a la dos.

Las pruebas Arsenio serán como las de antes,  esta máquina ya no trabaja más.

El soldador convencido del fracaso, dijo: 

-Es igual que le probemos más que menos, esto ya no tiene solución.

-No digas eso. O dejo de ser paisano o va  trabajar. Si no fuera de ésta, será de más pruebas, pero daremos con ello, de eso puedes estar seguro. Anímate y manos a la obra. Confía en mí, ya sabes que no me dejo vencer fácilmente y que si digo que sale, ha de salir. Beltrán recuerda que llevas trabajando con migo largo tiempo y nunca me fallaron mis cálculos esta vez tampoco, pronto lo comprobaras.

-Mejor que me equivoque dijo de nuevo.

El soldador también lo estaba pasando mal, sentía perder la cantidad de trabajo que los dos habíamos hecho. Además del dinero que costó. Después de la última y fallida prueba, estaba totalmente desanimado.

Tardó en coger la marcha, no le apetecía trabajar pensando que de nada iba servir. Le comprendía porque era difícil, pero no imposible. Aunque sufría, me sentía con fuerzas para seguir. Ya estaba acostumbrado a la lucha de diseñar y a los fallos que al principio surgían, pero no me daba por vencido. Aquella noche, mientras hacía los cálculos oportunos, me prometí que seguiría y que todo saldría bien, basándome en que el tiempo y la lucha casi siempre vence cuando hay ganas de trabajar y a mí no me faltaban. Siempre fui muy optimista y eso me ayudó a conseguir mis objetivos. Durante toda la noche me había convencido de que tenía que haber una solución. Trabajamos toda la mañana a destajo. A la 1 y media le hacíamos otra prueba, esta vez con un caudal de aire más elevado, pero sin saber lo que iba a resultar. En ese momento mis pulsaciones subieron al máximo, esperando el resultado. Al sentirla trabajar bajó Norberto y de nuevo preguntó:

-¿Funciona la maquina?

-Muy bien le dijo el soldador casi emocionado. -Es una virguería Norberto, esta máquina es todo un éxito. Trabaja de lo lindo. Resulto ser lo que tu padre dijo: le faltaba aire y por eso le bajaba la potencia para expulsarlo y lanzaba esos cañonazos. Hoy acabo de convencerme que para tu padre no hay fronteras, es invencible. Se paso la noche sin dormir pero lo saco, es increíble lo que sale de su cabeza.  

-Muchas gracias Beltrán, te agradezco de corazón los que me ayudaste a trabajar y también que tengas esa confianza en mis diseños, lo considero importante.

Mi hijo y yo esta vez nos miramos sonrientes y satisfechos. Ya se había ido la amargura del día anterior. Me prestó mucho ver cómo le explicaba a Norberto todos los pormenores del trabajo de aquella mañana. Él temía estropear la máquina cuando le dije por que había que cortar para construir la entrada del aire a la presión de la turbina de expulsión.

Tengo que decir con toda mi honradez, que al escribir este pasaje de mi vida, que tanto me hizo sufrir, me emociono un poco al recordar tanta lucha, tanta angustia. Porque las pase canutas y nunca me olvido del pasado que tan duro fue con migo. Ni yo mismo puedo calcular lo que luche ni tampoco lo que un hombre puede soportar algunas veces.

Aquella noche pudimos dormir, tal y como lo había previsto. Nunca olvidé aquella expresión del soldador, que pocas horas antes estaba amargado, dudando que saliera. La máquina sembraba a toda marcha y sin lanzar aquellos cañonazos de la tarde anterior. Se había conseguido suficiente capacidad de aire y la alimentación en su punto clave para armonizar la presión con la toma del material que era lo difícil de conseguir al principio. Y que solo se consiguió con la lucha y las pruebas necesarias aunque algunas veces reconozco que son demasiado duras, pero aguantar es vencer.

Aquel día de Reyes les invité a cenar. Su mejer la mí el y yo, para festejar con alegría el gran éxito. Mientras que cenamos los cuatro, la conversación siempre entorno a la maquina, fue una alegría para todos. Mi esposa también sufría por los fallos, pero vivía con alegría los éxitos de su marido. Aunque no me había dicho nada aquella noche también durmió muy poco.

La máquina que yo tanto deseaba ya era un hecho real. Sabía que la esperaban en la Estación invernal de esquí de Val grande Pajares. Todos estaban ilusionados pensando que la conseguiría, porque confiaban en mí. Porque sabían que ya había conseguido otras maquinas de mucha importancia.

Mientras que se construía esta máquina el director de esta estación de Pajares, tenía un proyecto para producir nieve artificial. Dado que en esa fecha nevaba muy poco y la pérdida de la estación por esta falta era mucha. Llamó a una empresa americana que estaba trabajando en los puertos del pirineo aragonés, montado unos cañones productores de nieve artificial. Llegó el encargado de aquella empresa y después de ver los terrenos y su estructura. Protestó diciendo que para hacer esas pruebas con los cañones de nieve, había que cubrir antes todo aquel paraje de paja y que llegaría agosto antes de terminarlo. Era un tío duro de convencer, me comento más tarde el director. 

-Todo esto se cubre en una semana le dijo el director de la estación.

-¿Cómo? ¿A mano? le dijo el americano.

-No, con una máquina.

-Déjese de máquinas. En América tenemos una que costó más de seis millones de dólares, pesa 4000 kilos y no sirve para nada. Allí está tirada, donde se ha de pudrir.

-El dueño de la empresa que restaura todo esto, ayer mismo me prometió que en un plazo de diez a doce días estará terminada. Que puede sembrar un camión trailer diario de paja. Este señor no miente, lo que él dice es cierto yo confío en él le dijo, al americano.

-Además de la novedad de la maquina, es que el inventor no tiene manos y el mismo la fabrica con un ayudante. Le parecerá imposible pero es tan ciento como que estamos aquí. Ya tiene varios diseños de otras maquinas, es un fuera de serie.

El americano le miró sorprendido y dijo:

-Me gustaría  conocer a  ese señor, si eso es cierto, se hará rico en poco tiempo.

La sorpresa y satisfacción de la gente de la obra al escucharle fue impresionante, así mismo me lo contó el director.

En efecto, a los diez días haríamos la primera prueba en la estación de Pajares. Aquel día fue memorable, no solo para mí, sino también para la gente de la estación, que sumaban unos cincuenta hombres. Entre ellos estaban diez de los nuestros, que observaban contentos cómo funciona aquella máquina. No se cansaban de mirarla. Todos, sin excepción, se acercaron a mí para felicitarme. Hasta en los periodistas se apreciaba la satisfacción, con los que charlé acerca de cómo había sido la lucha en su construcción. Yo mismo los llevaba en mi BX 4×4 en los desplazamientos por la nieve. Les llamó la atención cómo conducía aquel coche por las pendientes, sobretodo en la subida al famoso Brañellín, allá por el llamado valle del Sol, con hielo y nieve en cantidad, pero mi coche navegaba con toda facilidad, pues todo lo hace la práctica en las montañas.

Después de trabajar hasta ya entrada la tarde, parecía que nadie tenía hambre. No nos cansamos de repartir paja por todo aquel gran territorio, hasta que el director dijo:

-Ya vale por hoy. Vamos a comer. 

Bajamos a un buen restaurante, donde comimos todos juntos. Fue un día muy frío por lo mucho que había nevado, pero agradable y templado por la novedad de lo ocurrido. El periodista Sr. Gancedo lo consideró muy notable,  así lo manifestó a toda página en la Nueva España. Valoró con sus afirmaciones el éxito de la máquina por tratarse de un diseño muy práctico, a la vez que desconocido y sin duda un poco sorprendente por ser diseñado y fabricado por un hombre en aquellas circunstancias.

A continuación describo literalmente lo que el  periodista  Luis Gancedo escribió:

Aun conservamos el periódico con dicho reportaje. Que por cierto fue muy popular entre la gente conocida que me felicitaron por conseguir la famosa maquina, lanzadora y picadora de paja.

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