La diferencia de las personas algunas veces, es como de la noche al día. Tuvimos en una obra 5 hombres trabajando por administración de aquella empresa. Dos de éstos habían sido destinados por aquella empresa, al cierre de unas praderas inundadas por escombros y también a restaurar una fuente y un lavadero de un pueblo. Situados en lugar solitario, solos y a sus anchas no daban ni golpe. Yo sabía de su mal comportamiento por los propios compañeros de estos, que antes les acompañaron y que me dieron cuenta de lo poco que rendían y su mala forma de ser, menos preciando a los jefes de la obra. ¡Cómo serían estos dos de retorcidos, que los compañeros se temían que los echaran de la obra y que se quedaran sin trabajo! Hasta se dio el caso de un compañero que no pudiendo soportar más aquella situación, les dijo.
-Hay que trabajar un poco más y respetar a los jefes porque nos van a echar a todos.
Al ver que no le hicieron caso, una tarde vino a verme y me dijo: Arsenio por favor podrías cambiarme de punto de trabajo. Estoy pensando que cualquier día nos va echar. Yo no quiero perder el trabajo por culpa de esos dos que se portan muy mal.
Le agradecí su forma de razonar las cosas, además de ser hombre trabajador y noble, lo fue siempre y lo sigue siendo. Le di las gracias y le dije que ya sabía cómo eran, que no se preocupara. Le prometí cambiarlo en cuanto me fuera posible. Asegurándole su permanencia en el trabajo-No tengas miedo le dije: si los echan, tú y el resto de compañeros seréis respetados por que sois muy cumplidores y formales y eso los saben los jefes de la obra y yo también. Aunque esa obra fallara iréis a otra. Sé que poco o nada se puede hacer con esos dos, no hacen caso de nadie. Te agradezco mucho que sigas como siempre y con la máxima tranquilidad. No te comprometas con ellos exigiendo que trabajen más, no lo vas a conseguir, déjalos a su aire, porque nada se puede hacer y te evitarás disgustos.
Así será, me dio las gracias y se marcho tranquilo.
Estos dos pollos, que ya estaban fichados como muy vagos y muy zorros, así me lo comunico el encargado de aquella empresa. Hay que ver que hasta se les ocurrió, para que los jefes no los vieran durmiendo, hacer una cama en lo más alto de los arboles de aquel reguero. A una altura superior a 20 metros, pusieron unas maderas colocadas y tapadas con un ramaje, donde no se podían ver desde el suelo, en aquel reguero que era como un bosquecillo. Andamiadas en aquella altura como si fuera un nido de cuervos.
Así pasaron un tiempo, hasta que los jefes se dieron cuenta de que el trabajo no avanzaba con normalidad. Una mañana bajaron el ingeniero y el capataz, a ver la obra y no estaban. ¿Cómo iban a suponer que estarían durmiendo y precisamente encima de sus cabezas en lo alto de los árboles? Los jefes, al regreso a la base, preguntaron al vigilante por ellos. Éste les dijo que podrían haber ido a buscar madera, pero los jefes vieron que el trabajo realizado era muy poco. Al día siguiente bajaron para controlarlos y tampoco estaban.
Los jefes al marchar, aquella mañana subieron por la pradera que hay junto al reguero. ¡Cómo sería la sorpresa para estos señores, cuando uno de ellos vio entre las ramas de los árboles a dos hombres dormidos en una cama como si de un nido se tratara! Les llamaron y bajaron. Los jefes nada les dijeron y se marcharon.
El ingeniero llegó a su oficina, me llamó diciendo que si podía ir por allí. Yo ya sabía lo ocurrido el día anterior. Me había llamado el vigilante y me había dicho que iban a echarlos, que poco había que hacer con esos dos que no respetaban a nadie. Este vigilante que era como el ingeniero, una gran persona que siempre apreció nuestros trabajos. Hacía tiempo que los tenía localizados, como dos randas. Me había dicho varias veces que no podía con ellos ni la misma madre que los parió. Este hombre sabía valorar el mérito de los otros trabajadores, a los que también apreciaba, porque podía contar con ellos para cualquier tipo de trabajo de restauración. Los tenía como hombres de confianza y a mí también. Muchas veces me dijo que daba gusto ver a mi gente trabajar, que tenía un gran equipo.
Arsenio- me dijo una mañana, -¿cómo te las arreglas para tener un equipo de esta categoría? Parecen hijos tuyos, son tan cumplidores como tú, excepto esos dos randas, el resto son de lo mejor que he conocido. Chavales jóvenes pero trabajadores serios y responsables, además de saber trabajar, cumplen como buenos caballeros que son. Fíjate Arsenio, me dijo: ya me comento el encargado de otra obra donde tienes otro equipo, que son de lo mejor que conoció y eso nos hace pensar que les tratas muy bien y que les pagas como un banco, porque están contentos y te aprecian mucho, siempre hablan de ti mucho y de tus inventos. Dicen que no paras de trabajar. Es posible me dijo, que sea cierto ese dicho que dice. Donde hay un buen jefe, hay un buen equipo, en este caso así es.
-Muchas gracias amigo, veo que eres buen observador y que sabes muy bien apreciar las cosas por sus propios méritos. Eso te da categoría a ti como buen jefe, porque como tú, a mí me gusta tratar a la gente con seriedad, pero dándoles un poco de ese cariño que todos precisamos, no solo en el trabajo, sino en todos los órdenes de la vida: en la casa, en el trabajo o en el paseo. Yo pienso que una de las cosas más grandes es trabajar a gusto y saber comportarse. Trabajar y vivir con alegría y tú eres uno de ellos le dije. Que el cielo te conserve esa gracia y esa gran forma de ser, porque es importantísimo. Por ser como eres, todos te apreciamos, muchas gracias por todo.
Cierto que era muy apreciado por todos, por saber mandar y también por saber respetar a los que trabajan. Yo creo que eso es una virtud que nace con uno.
Llegué al despacho del ingeniero. Era una gran persona, hombre serio y educado. Después de saludarnos me contó lo ocurrido y dijo:
-¿Qué hacemos con ellos Arsenio? ¿Los despedimos?
-Usted es el jefe. Yo, por mi parte, les daría otra oportunidad, teniendo en cuenta que son jóvenes y se acuestan tarde.
Al ingeniero no le gustó mi proposición. Como un poco sorprendido me dijo.
-¿Usted quiere emplumarme el problema a mí, y lavarse las manos? preguntó él.
-No se trata de eso. Lo que ocurre es que trabajan para usted y es quien manda. Opino que si no cesan en su postura será problema de ellos. Creo que hay que advertirles antes, a ver si se dan cuenta y cambian para que no pierdan el trabajo.
El Ingeniero como buen jefe que era, aunque ya sabía que no eran gente responsable y que volverían a lo mismo, lo consideró una pérdida de tiempo. No se equivocaba. Yo también opinaba lo mismo, pero quise estar seguro para no equivocarme. Me parecía muy duro dejarles en la calle. Pensé que lo mejor sería llamarles y decirles lo que les iba ocurrir si no cumplían y dejaban de dormir en el trabajo. Era indispensable para poder mantenerles allí. Se decidió dejarlos un poco más de tiempo, pero de nada sirvió.
Les llame a mi oficina y con la máxima claridad les dije.
No os equivoquéis- ya os tienen vigilados, no solo de aquí sino de otras obras. Aplomar, que os quedáis sin trabajo. Esta vez os defendí, diciendo al ingeniero que erais jóvenes y que os acostabais tarde. Le pedí daros otra oportunidad, no la perdáis. Si os pillan de nuevo nada puedo hacer.
Los dos dijeron comprender el grave error que habían cometido y me aseguraron que ya no lo harían más. Me dieron las gracias y se marcharon.
A los pocos días los encontraron durmiendo y los echaron sin más. Yo nada les dije. Les di la liquidación y hasta siempre.
Uno de ellos, además de vago, tenía otro defecto grave: era un traidor de primer orden para sus compañeros. Quería ganarse mi confianza a base de chivarse de sus propios compañeros. Cuando empezó a trabajar los primeros días venía a verme por las tardes después de salir del trabajo. Siempre llegaba con una embajada de algún compañero. Solo le soporté dos veces, hasta saber a dónde iba llegar con su farsa y traición a sus compañeros: Con energía le dije. ¿Cómo te atreves a delatar a tus compañeros? Eso no tiene calificativo, no se te ocurra venir más con esas mentiras. Yo conozco a mi gente y todos son a cual mejor, trabajadores y prudentes. A mí me gusta la seriedad y por eso me rodeo de buena gente, el malo a mi lado dura poco, porque no le tolero. Que te quede eso en tu memoria para que no vuelvas a incurrir en una falta de esa envergadura. Porque además de chivarte de tus compañeros, pretendes reírte de mí. No se te ocurra mas y cumple en el trabajo que ya estoy bien informado de tu poco respeto a los jefes y de tu poco rendimiento. Nunca volvió con más embajadas, pero siempre seguiría siendo el mismo vago y charlatán.
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