En aquella misma provincia, hicimos otra obra para una empresa que tenía contratada la restauración, de una extensión de terrenos. Ellos mismos me dijeron por teléfono los metros cuadros que eran, pidiéndome por favor que lo hiciera ya, porque tenían que entregar la obra a los de la otra empresa. Les dije que lo haríamos en el momento de recibir el contrato firmado. Se lo devolvería por correo urgente, en cuanto lo recibiera. Así fue, se hizo la obra. Una vez terminada les envié la factura con los metros que ellos habían firmado. Pero la devolvieron diciendo que eran 1.000 metros memos, que si quería cobrar, que enviara otra factura, si no, no la pagaban. Así de traidores y canallas fueron. Hubo que facturar de nuevo y perder por no pelear con ellos. ¿Si ellos dijeron los metros que eran, porque los niegan? Unos estafadores sin vergüenzas.
Todo esto nos muestra el falso mundo en el que vivimos algunas veces. Si los que representaban la ley fueran como hay que ser, deberían obligar a estos energúmenos a pagar. La razón estaba bien clara, aparte del contrato, estaba la obra para comprobarlo. Pero el problema no era el demostrar la verdad, sino lo que iba costar la defensa. Porque algunos te cobran más que lo que reclamas. Esa es la desgracia del que cumple. En una reclamación de este tipo que hice anterior mente, tuve que pagar más al que hizo la reclamación, que tenía que cobrar. Es decir, que perdí mucho dinero. Mas me hubiera valido dejarlo, que hacer la reclamación.
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