En uno de mis viajes a visitar obras, una mañana estaba con un ingeniero de la Vasco Leonesa en su despacho en las Minas de Santa Lucía, León. Tenían una obra de restauración en minas a cielo abierto en aquellas montañas, aparte de una gran escombrera que querían sembrar. Nevaba con toda gracia. Al marchar, el ingeniero me dijo:
-No vas a poder subir a ver tu obra a Pajares.
-Sí que subiré, traigo el BX-Todo Terreno.
-Con un todo terreno sí que subirás.
Nos despedimos y salí. Recogí a mi esposa que está tomando un café en un bar cercano y arrancamos. Procuré circular despacio porque nevaba con mucha intensidad, aparte de que era mezcla de hielo. Íbamos tranquilos pero al pasar a la altura de la antigua fábrica de cementos de Arbás mi coche dio una vuelta con toda normalidad. Sin más nos quedamos mirando para el lado de dónde veníamos. Acostumbrado a ese tipo de conducción, procuré dominarlo y seguir hasta delante de una fuente, a una distancia de 300 metros para dar la vuelta. Mi esposa se puso nerviosa.
-Tranquila, que no pasa nada le dije.
Dimos la vuelta y seguimos hasta la Estación de Esquí. Estuve con nuestra gente en la obra y reanudamos el viaje por el puerto de Pajares.
A mitad de la cuesta del 17%, ya casi en la cumbre, a unos 200 metros, vimos una señora que con su paraguas y sus zapatos de alto tacón, iba puerto abajo. Con aquella tremenda nevada y un frio de varios grados bajo cero, le dije a mi esposa:
-Esta señora se rendirá antes de llegar al pueblo de Pajares, vamos invitarla a que suba al coche, como es posible que se atreva a circular por este peligro.
Paré a su altura.
-Suba señora, que se va a cansar. Hay mucha nieve para ir andando hasta el pueblo.
-Sí que hay mucha nieve dijo ella, se lo agradezco.
Se subió y reanudamos viaje. Al momento comenzó a contarnos un montón de cosas. Era una señora de unos 45 años, rubia y con una hermosa cabellera larga, desde luego muy elegante. Por su forma de expresarse debía tener algún tipo de carrera. Nos hablaba de distintas cosas explicándose asombrosamente. Al principio, hasta nos prestaba escucharla, pero la sorpresa fue cuando su charla se salió de lo normal. Dijo que era la Gobernadora de Oviedo, que era profesora de la Universidad de Santander y Catedrática de Zaragoza entre muchas carreras más que decía tener. Hasta se inventó una que ni existía, con un nombre tan raro como extraño, que no me quedó en la memoria. La pobre mujer, tan bonita y tan agradable, estaba muy m al. Su locura rebasaba los límites. Lo sentimos mucho. Nos dio mucha pena que en plena juventud, padeciera una enfermedad tan dura. Pensábamos que se desplazaría hasta el pueblo de Pajares, cosa que me pareció una barbaridad, por la larga distancia y la gran nevaba. Se le había ocurrido salir andando, desde sabe Dios dónde. Ni se lo preguntamos ni ella lo dijo. Cuando la vimos fue en el alto del Puerto y no sabíamos de donde procedía, solo nos dijo que iba hasta Oviedo. La bajamos hasta Mieres, donde nosotros cambiamos de sentido para Langreo. Señora le dige: ¿Si va para Oviedo la llevamos a la parada del aautobus?.
Si, se lo agradezco mucho, muchas gracias. Cuando se bajo del coche fue ami ventañilla y me estrecho sumano. Diendo, señor me alegro mucho de conocerle, es usted un artista, nunca vi un conductor sin mañols y usted lo hace mejor que algunos con ellas. Todo esto lo decía con una bonita sonrisa y muy alegre.
No la volvimos a ver más. A los pocos días el periódico hablaba de un escándalo en Mieres por una mujer en esas condiciones, nunca supimos si sería ella o no, lo que sí habíamos notado en ella era su gran inteligencia y serenidad para explicar las cosas.
Al poco tiempo de subirse ella al coche, y a pesar de circular a muy poca velocidad, por el exceso de hielo el coche me hizo otra de las suyas. Se dio la vuelta y de la misma forma de antes lo controlé y seguí para arriba a dar la vuelta donde pudiera. Mi esposa se puso algo nerviosa, pero aquella señora estaba muy tranquila:
-Señora dijo: aquella mujer, lleva usted un buen conductor, ¿no ve como maneja el coche? Lo domina perfectamente. Y dirigiéndose a mí, Señor me presta ver como conduce, vaya importante que es su forma de manejarse.
Lo decía con tanto arte, que daba la impresión de que hasta le había gustado la maniobra del coche, en lugar de asustarse. No tenía las cadenas allí y, dado el estado de la carretera, era normal que surgieran esas cosas, pero sabiendo manejarlo, normalmente no tiene demasiada importancia, dado que en ese estado no hay circulación y la carretera es casi para ti. Si al contrario, hubiera circulación, sería peligroso.
Lo que quiero destacar de todo esto, es que no nos olvidéis que un coche en marcha nunca se sabe lo que puede hacer en algunos casos. Hay que ver que bajábamos por una de las pendientes más pronunciadas después de la del 17% y el coche sin más se dio la vuelta para arriba, increíble pero cierto. Si en mis años de conductor vi cosas difíciles esta fue una.
Siempre me ha gustado conducir entre la nieve, se me da bien. Uno de mis jefes lo sabía porque le llevé muchas veces con nieve. Un invierno en el que había caído una fuerte nevada y los coches no circulaban por esta zona, los ingenieros y el Director venían en el tren. Mi jefe que sabía que podía ir a por ellos, me llamó y fui a recogerlos a la estación de Sotrondio. Llevé al jefe a una oficina que llamaba la Moncloa. Era la oficina central de la zona de Carrocera, en el parque Sotrondio-Blimea. Después llevé a los ingenieros, cada uno a su Pozo, Cerezal y San Mamés. Un día el Director se quedó en una reunión y no vino. Solo iban dos ingenieros, el economista y el geólogo, por cierto, toda muy buena gente. Mi jefe el más bromista, iba a mi lado. Sabía que uno de los que nos acompañaban era miedoso y me dijo:
-Arsenio, haz una de tus maniobras en la nieve.
El sabía el lugar donde se podía hacer una de esas bromas, yo ya le había explicado algo al respecto. No terminó de decirlo cuando el coche se quedó mirando al revés. El hombre se asusto y dijo con un tono muy brusco:
-No me digas que esto lo hizo Arsenio porque quiso.
Mi jefe y el economista que lo sabían, no pudieron darle contestación por la risa. Por mucho que le explicaron más tarde, no le convencieron de que había sido intencionado para gastarle una broma y que en el lugar escogido no se podía marchar el coche. Todo era cuestión de saber, como en todas las cosas. Una broma de esta clase solo se puede hacer en lugar privado como fue en este caso, en terrenos de la empresa donde no había circulación y con terreno llano, con bordillo en los laterales. En carretera, aparte de estar prohibido, es peligroso no se puede hacer.
En el momento de dar la vuelta y seguir la marcha, porque no había parado el coche, el economista le dijo:
-¿Quieres que vuelva a dar la vuelta para que lo veas mejor?
-No hace falta gracias.
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