Cuando compraba terneros culones para nuestro cebadero, una mañana en el antiguo mercado de Siero conocí, a un tratante de ganados, Cuqui, el carnicero así le llamaban. Nunca le conocí el nombre propio. Hombre serio y cumplidor, al que considero una gran persona. En nuestra primera charla le dije:
-Soy ganadero, entre otros animales cebo teneros culones. Me gustaría ponerme de acuerdo con un tratante serio que me sirva cantidad de estos teneros, prefiero comprar antes que deambular por esos mundos sin conocer lo que uno compra, además del tiempo que anda escaso para tal menester.
-Yo te los puedo servir con esa seriedad que dices y de buena calidad. Si quieres el domingo vamos a un pueblo de Bimenes -Suarez, a ver una buena ganadería para que veas la calidad de ganado que le mando. A la vez podrás ver un sistema que tiene para poder destetar a los mamones con mucha facilidad. Con este sistema aprenden a beber rápidamente y no dan problemas.
-De acuerdo, me parece muy interesante esa visita.
Quedamos en una hora y los dos fuimos muy puntuales. Cierto era que tenía un buen ganado. Después de observarlo todo, saqué de mi coche el metro, una libreta y el bolígrafo. Hice un croquis de aquella instalación para terneros de leche, que precisamente me gustó mucho por el gran servicio que prestaba. Tomé las medidas y una vez terminado le dije:
-Si no hay ningún problema para el próximo domingo ya lo tendré montado en mi ganadería.
Cuqui me miró como diciendo: “muy pronto me parece eso”, pero no dijo nada. Nos despedimos y el domingo a las tres de la tarde cuando termine aquella obra le llamé para decirle que ya podía mandar el ganado, que ya estaba terminado y en orden para meter los teneros.
-¿Ya lo terminaste todo?
-Si, en este momento termino de montarlo todo
-Arsenio, ¿vas estar esta tarde?
-Claro que sí, como para no estar. Además del enorme trabajo que hay en la ganadería. Le reste tiempo, para terminar esta obra que me llevo toda la semana, trabaje hasta altas horas de la noche, pero salió todo muy bien, aunque es obra larga, muy fácil de hacer. Me salió todo como tiene que ser.
-Si la hiciste como tiene que ser ya trabajaste bastante. Fíjate lo sorprendido que estoy que esta tarde voy a verla.
-Cuando quieras, aquí estaré hasta la noche.
Seguida mente cogió su coche y vino a ver la obra que tanto le extraño, por el poco tiempo que me llevo el terminarla. Después de saludarnos se quedo mirando la obra y dijo:
-Arsernio, me dejas asombrado, está completamente igual que la obra que viste solo un momento.
Comprobó todas las manillas de cierre, las distancias de la abertura para comer el ternero y el sistema para poner los bebederos y comederos. Yo observaba la gran satisfacción que le producía al comprobar la calidad de la obra. Al terminar de ver el buen funcionamiento, se acerco a mí y me estrechó la mano diciendo:
-Muchacho, si tuvieras manos seguro que harías relojes. Hay que verlo para creerlo. Sinceramente te digo que cuando al medio día me llamaste y me dijiste que ya estaba terminado, pensé que era imposible hacer esta obra en una semana, que sería una chapuza, pero con la mayor de las sorpresas compruebo que lo dejaste pintado como lo viste allí. Me llama la atención la memoria que tienes, porque lo hiciste totalmente igual, no le falta detalle. Ni fotografiando lo podrías sacar mejor. Copiaste en el croquis su forma y las medidas pero el resto lo llevaste en la mente, porque aquí están, hasta los pasadores igual. Está perfectamente y además para un rebaño bueno y para acabar que todo sea una obra de arte, lo hiciste con el mismo material que el que viste en la obra de Bimenes. Eso tiene un merito excepcional.
El martes siguiente me mandó un camión de ganado, unos pequeños para destetar, los que inaugurarían aquella obra y el resto ya de algunos meses, para la nave de cebo que ya funcionaba. Todo era ganado de primera calidad.
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