La opresión y dictadura en el trabajo de algunos hombres sin corazón ni sentimientos, es capaz de machacar al más débil. Recuerdo a un hombre que llegó a la oficina una tarde de invierno de mucha tormenta. Me saludó y pidió que le pasara a ver al jefe de sector.
Está en una reunión, pasara en cuanto termine. Llegado el momento y le pregunté el motivo por el que quería ver al jefe. Dijo: que trabajaba en el Pozo Cerezal y que vivía en pueblo de montaña lejano, del concejo de Laviana, que llevaba dos días sin trabajar porque le habían destinado a rellenos “rellenar una rampla”a las 11 de la noche. A esa hora no tenía servicio de camión para desplazarse. No tenia bicicleta ni sabía manejarla por lo que no podría asistir a su trabajo. Le anuncié al jefe y dijo que ese era problema de los jefes del Pozo. Así se lo comunique. Aquel hombre se quedó sentado sin decir nada. Yo seguía a lo mío. Cuando le volvía a mirar vi que estaba llorando y le pregunté:
-¿Qué le pasa, señor? ¿Por qué llora?
-Porque soy muy desgraciado, todo me sale mal. Me marche al Canadá, vendí lo que tenía para pagar el pasaje pero allí enfermé porque no me asentó el clima y tuve que venir a trabajar a ese Pozo. No me dieron trabajo para el Pozo Carrio donde yo trabajaba antes de marchar. Me destinaron al Pozo Cerezal, diciendo que tenía servicio de camión y que era allá donde hacía falta personal. Nadie quiere saber nada de este problema y si no trabajo esta noche a las 11 quedo despedido. Ya llevo así tres días, pero no puedo venir andando desde aquel lejano pueblo.
Me dio tanta pena que le dije:
-Por favor deje de llorar, porque usted va a trabajar, no le pasará nada. El jefe es muy buena persona y no permitir que pierda su trabajo.
Pasé hablar con mi Jefe y le dije: lo que sufría aquel hombre.
-Un joven Ingeniero Madrileño, D. Manuel Fernández, una exente persona. Perdone que le moleste, es posible que no me hay explicado bien, sobre el problema de esta productor de pozo cerezal. Si no trabaja esta noche se queda despedido por llevar tres días sin poder trabajar, ya que vive en a unos quince kilómetros y no tiene servicio de camión a ese relevo de las 11 de la noche. Problema que expuso a los jefes pero que no le atendieron y por eso viene a exponérselo a usted. Yo creo que no le podemos dejar en la calle y sin trabajo, es padre de familia, tiene mujer y dos niñas y creo que es un gran hombre y buena persona, vi como lloraba, me dio mucha pena.
Perdona Arsenio, no te entendí bien, estaba distraído trabajando, muchas gracias dijo: que pase. Cuando ya el interesado le contó su problema: Don Manuel le dijo: perdone señor, no había entendido bien el problema, vaya mañana a su relevo de las 6 de la mañana en el camión que le corresponde, yo hablaré con el ingeniero y cobrará los tres días como si los hubiera trabajado.
Muchas gracias señor, me saca de un duro problema, no dispongo de dinero y me encuentro muy afectado porque no tengo suerte para nada.
-Las gracias son para Arsenio, que es hombre con muy buen corazón y no dejó que usted se marchara con su problema.
Cuando el señor salió del despacho, mi Jefe me dijo:
-Arsenio, has hecho una cosa muy importante, yo estaba ocupado trabajando y no entendí bien el tema. Casi nos cargamos el trabajo de ese hombre sin darnos cuenta, pudo haberse ido y quedar sin su trabajo, bastante mala suerte tuvo al irse a Canadá y tener que regresar, lo siento mucho.
Muchas gracias señor por resolver el problema de este hombre. Usted es quien de verdad hizo el bien, con atención y nobleza, por eso me atreví a exponérselo con todo detalle. De corazón le digo que si todos los jefes fueran como usted el mundo seria de otra forma.
Aquel Jefe siempre trató a los obreros con cariño de hombre noble, prudente y atento. Fue siempre muy trabajador y gran persona, por lo que fue muy apreciado. Precisamente este gran hombre, siendo Jefe del Pozo me había ayudado, autorizando que el taller de la empresa me ayudaran con las pruebas de mis proyectos para las prótesis de mis manos. En este tiempo ya era jefe de sector. Este señor es probable que viva en Madrid. Me gustaría volver a saludarlo. Darle las gracia por lo bien que se porto con todos nosotros y recordar aquellos tiempos ya tan lejanos.
Aquel trabajador estaba esperando, cuando salí del despacho, se acercó y me dio un abrazo y me dijo:
-Nunca le podré pagar el bien que me ha hecho, señor.
Sin que me diera tiempo a decir nada me preguntó dónde vivía. Me di cuenta de por qué lo preguntaba y le dije:
-Usted no tiene nada que pagar ni agradecer. Yo he cumplido con mi deber, se trata de de su trabajo, una cosa muy seria y muy razonable: El deber de la gente es el ayudarse unos a otros y el que no lo entienda así, va por la vida confundido, por ese motivo hice lo que me correspondía hacer. Yo también trabaje siempre en la mina y me toco pelear con algún canalla. Le ruego que si quiere que le siga ayudando en lo sucesivo, se vaya tranquilo y no intente pagarme nada, ni hacerme ningún regalo, porque eso no lo admito y, créame, siempre he sido así. No soporto a los chupones ni mangantes. Lo importante es que ya todo se arregló, si tuviera algún problema venga por aquí de nuevo.
Se fue pero al día siguiente, que por cierto seguía la tempestad que ya duraba varios días, a las 11 de la mañana se acercó una mujer y una niña. Saludaron y me preguntaron:
-¿Es usted Arsenio?
-El mismo le dije.
-Soy la mujer del que estuvo aquí ayer y que muy agradecido está de usted. Le traigo un pequeño regalo porque somos pobres. Solo le traigo unos chorizos, morcillas y avellanas.
Les contemplaba con pena y sobre todo al decirme que eran pobres. Le parecía poco lo que traía. Cuando lo normal sería no traer nada.
Sentí mucho no poder admitirles nada, pero no podía ser de otra forma. Aunque haya quien no lo entienda. Me resultaba duro devolverlo, pero no podía hacer otra cosa. Eso está por encima de todo, nunca lo soporté. Es más nunca vi con agrado a quien tenía el vicio de chupar a los demás. Nunca me olvide de uno que cobraba 15 pesetas a los que solicitaban alguna cosa a la empresa, tablas hierro o lo que fuera. Solo por rellena r un simple papel. Aquella actuación yo no la podía soportar pero nada podía hacer. Hasta que ya mas tarde compre mi maquina de escribí y les rellenaba lo que precisaran, pero como tiene que ser. Ayudando al que no puede o no sabe hacerlo.
La pobre mujer seguía insistiendo y no era capaz a convencerla. Hasta me dijo que si las despreciaba. Eso no me gusto y le dije:
-Por favor, yo también soy minero y pobre, ¿cómo me dice eso? Lucho por los que necesitan ayuda, no por regalos. Me parece demasiado bajo aprovecharse del necesitado. Así que no hay más que hablar.
Cogí el teléfono y llamé a mi hermano que estaba en uno de nuestros almacenes. Le dije que viniera para llevarlas hasta el autobús “el carbonero” para evitarles la tormenta que había y que se mojaran más ya que no les valía ni el paraguas que traían. Cogí una de sus bolsas y las ayudé hasta el Land Rover. Se alejaron sin dejar de mirarme, sorprendidas al no haberme visto nunca, seguro que les llamó mucho la atención mis manos de acero, como a todo el que las ve por primera vez. Al marido nunca más lo vi, a la señora la vi después de unos años trabajando en un bar y me saludo pero sin hablar nada con ella.
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