Tanto trabaje para poder conseguir hacer rentable aquella ganadería, que hasta diseñé un tipo de quemadores de estiércol de los cerdos de gran volumen. Uno para calentar la sala de partos y otro para la de destete. El combustible era estiércol de cerdo. Dado que la energía eléctrica era muy cara y un calentador de gasoil era malo por el humo, además de caro, pensé en el estiércol, algo que me pudiera sacar del apuro. Trabajaba sin parar y no ganaba ni para cubrir gastos. Un fracaso total porque todo se iba en medicinas para curar los problemas de los cerditos pequeños, ya no sabía ni que hacer.
Después de estudiar varias cosas, recordé que cuando era niño, por las montañas cuidando de los ganados en el monte, hacíamos fuego para calentarnos y el estiércol de caballo ardía muy bien y duraba mucho tiempo. Esto me dio la idea para probar con el estiércol de cerdo, que, aunque muy mojado, pensé que bien colocado y después de un proceso de calor, podría comenzar a quemar.
Estos quemadores de gran tamaño, con tres tiros para regular la potencia del calor y las corrientes de aire. Aunque fue una obra simple y con un buen resultado, el problema fue el dar con el sistema que me llevo mucho tiempo el descubrirlo, pero funciono.
La técnica para estos quemadores, consiste en poner leña en la parte del fondo muy seca para hacer un fuego Se coloca un cilindro en el centro para el tiro, séllena de estiércol de los cerdos o de vacas, se saca este cilindro, se prende la leña y iba quemando despacio. La temperatura calienta y va secando el estiércol, que pronto empieza a quemar. La duración de una carga es de doce horas desde la mañana a la noche. Se llenaba nuevamente y duraba toda la noche. Fue algo importantísimo ya que al haber suficiente calor, se evitaron las diarreas y con ello el enorme gasto en medicinas, además del trabajo de inyectar a tanta cantidad de cerditos.
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