Aparte de los múltiples cuidados que necesitan estas madres, algunas veces les salía una hinchazón muy voluminosa en la oreja que había que operar. Hacer un raspado en el interior de la oreja. Había que abrirla en dos. Era como una especie de cáncer, carnosidad con diversas raíces y mucho liquido. Si no se operaban terminaban muriendo. Para hacer este tipo de operación, había que anestesiarlas para poder hacerles un raspado de limpieza total. Se les curaba durante unos días y no pasaba nada. El problema era el coste del estresnil, que era caro y el tiempo que llevaba el trabajo de la operación, que me restaba el tiempo que yo necesitaba para otros trabajos. En todo aquel tiempo solo tuve una baja. Siempre me salían bien las operaciones, pero un día año nuevo y domingo, me ayudaba mi esposa. Cuando ya estábamos terminando de operarla la cerda comenzó a moverse y chillar un poco. Mi esposa dijo que no podía aguantar que le inyectara una dosis más. Le dije que solo era un momento, que lo aguantaría.
– No la hagas sufrir ponle una dosis pequeña. Así lo hice, le puse una pequeña dosis, termine de operarla pero no despertó. No aguantó la pérdida de sangre al durar demasiado la operación ni la dosis. Era una buena hembra y de mucho tamaño de las mejores. Yo, desde luego apuré todo lo que pude, como lo hice siempre. Sabía que la hemorragia era elevada y había que actuar con rapidez, pero esa vez duró un poco más y se quedo muy débil, nada pude hacer. Pasé mucha pena por ella. Tuve que ejercer de cirujano y operar durante varios años tanto a hembras como a machos, a los que había que capar.
Teníamos un ganado seleccionado, Blanco Belga, Landraz Alemán y algún macho Danés para mejorar la largura de las madres al cruzarlas, era una de las buenas ganaderías en porcino de la Región.
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