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El tío mas vago del pozo quiso hacerme daño y le salió rana. Este trabajo en la fundición de grasas yo lo hacía por las tardes y esporádicamente, porque no era necesario todos los días. Hubo épocas en que se tardaba hasta diez o quince días. Dependiendo siempre de la clase de fabricación de pienso necesaria, una con grasas y otro si ellas.

Una tarde cuando me encontraba trabajando en esta caldera, llegó este vigilante de seguridad del pozo. Nunca había tenido nada con este hombre. Siempre nos tratamos como era debido en el trabajo. En lugar de entrar a mi finca y preguntarme qué hacía, si es que le interesaba, pasó por delante, por la finca colindante, a husmear lo que no debía de importarle y a lo zorro, para que yo no le viera. Pero no fue así, aunque estaba alimentando la caldera le vi. Salí pensando que venía a visitarme por alguna razón del trabajo y le saludé, pero él no me contestó. Se fue sin darme ninguna explicación al respeto, ni me saludo. Me quedé sorprendido. ¿A qué había venido y por qué no me había saludado? No encontré respuesta hasta el día siguiente, cuando me llevé una gran sorpresa. Este sinvergüenza y con la maldad de un rabioso, y sin decirme nada, me había denunciado a la Dirección del Pozo, Con un parte por escrito. Diciendo que la tarde anterior en el Pozo había unos olores que atormentan y molestaban hasta en cuarta planta, a 600 metros de profundidad. Agregando que había que prohibirme ese trabajo porque un día, como aquella tarde, el olor podía echar a la gente de la mina, y que vaya en el lío que me iba meter.

 Dio parte a uno de los dos ingenieros, creyendo que estaba haciendo una obra de caridad, y presumiendo ante el jefe de tamaña barbaridad. Sin darse cuenta de lo mal que lo iba pasar. El ingeniero le escuchó y le dejó descargar su maldad. Cansado de escuchar tantas barbaridades le dijo:

-¿Terminó ya de decir eso que usted mismo denominó como barbaridad?

-Por el momento sí.

-Bueno, entonces llamaremos a Arsenio para despedirle.

El mal intencionado guardó silencio

Yo me encontraba trabajando en el despacho a lado y dado que la puerta estaba medio abierta, sin querer, pude oír toldo lo ocurrido.

El Ingeniero se acerco a la puerta del despacho y me dijo riéndose:

-Arsenio  el vigilante de seguridad acaba de dar parte por escrito de usted, por lo de la fundición de la grasa y según lo pinta es como para despedirle. ¿Usted qué dice? Todo esto delante del vigilante.

-Bueno jefe le dije: todos los días sale a la calle un tarasca, hoy le tocó a éste, ¿qué vamos hacer más que reírnos? No comprendo cómo puede tener tanta maldad este hombre contra mí, si nunca le he hecho ningún daño. Él sabrá por qué me trata tan mal. Espero que lo explique aquí y ahora. 

-Posiblemente esté usted muy acertado en lo que dice, dijo el Ingeniero, -otra cosa no se explica. Según lo pinta, hasta puede echar a la gente de la mina. Cualquier día habrá que prohibir a los vecinos de aquí cerca que derritan sebo porque eso que usted tiene es como lo que hacía mi abuela cuando lo derretía para el chocolate. Seguidamente el ingeniero se levanto de su sillón y le dijo

-Acaba Vd. de meter la pata hasta el fondo, ¿cómo se atreve a poner las cosas tan mal, a exagerar de esa forma tan absurda? ¿El jefe de sector Don Manuel Ordoñez y yo conocemos todo el proceso? Estuvimos allí viendo cómo funcionaba, y se me ocurre decirle que hasta es digno de ver cómo este hombre lo planificó, y precisamente pensando en evitar el olor en sus alrededores, porque él sabe que con esa poca cantidad de sebo y grasa fresca del día, no pueden llegar muy lejos. El jefe de sector y yo lo habíamos examinado porque nos llamaba la atención cómo lo bien que funcionaba. Además, aunque hubiera pequeños olores, serían en casa de Arsenio, no creo que llegaran ni hasta la del vecino, por eso es imposible que llegue a las corrientes del pozo como usted dice. Todo esto es ridículo, no veo ninguna razón para que usted pueda pensar esas tonterías. Procure fijarse en otras cosas más importantes porque esto es como este hombre bien dijo, para reírse. Ya puede marcharse.

Salió de allí con las orejas más gachas que un conejillo y seguramente avergonzado por lo mal que se portó conmigo. Haciendo el ridículo, sin razón ni sentido alguno. Además, se llevó una regañina del jefe. De haber sido el jefe de sector seguro que lo hubiera pasado un poco peor. Era muy buena persona pero bravo con las chorradas de estos que no dan el peso, y que se creen superiores a los demás actuando con ignorancia y maldad, sin pensar en el daño que pueden causar al que trabaja en su finca particular sin molestar a nadie.

Cuando más tarde el ingeniero se lo comentó al jefe de sector, éste se echó a reí y me dijo:

-Arsenio, ¿qué pasa? ¿Te llevas mal con este imbécil? No merece otro calificativo. Hay que ser borrego para dar cuenta de una cosa tan tonta y sin conocerla.

-Nunca hemos tenido una palabra fuera de lo normal, eso es lo que me extraña mucho. Me gustaría saber por qué quiso hacerme ese daño. Ya le preguntamos ayer en la entrevista, el motivo que tenía, pero agachó su zorra cabeza y calló como un tonto que es. Tengo que decir que si todos usáramos su método de denunciar a la gente con razón o sin ella, el lo iba pasar muy mal. A quien hay que denunciar es a él, porque todas las tardes pasa parte de estas despistado por el exterior y sin ir a la mina donde es su puesto de trabajo, visitando los puntos de trabajo peligrosos como le corresponde por ser vigilante de seguridad , en lugar de pasarlos en el bar bebiendo y abandonado el trabajo.

-Esté individuo dijo el otro jefe, es un tío con cierta tendencia a desvirtuar las cosas y un presumido de esos que no sabe por dónde va. La mayoría de las veces parece que le da demasiado al tinto.

-Hay veces que viene oliendo a vino y muy colorado dijo el otro. ¡Menudo vigilante de seguridad que tenemos! Cualquier día va decir que tenemos el gas hasta en la planta. Este tío está como un venao.

-La suerte tuve les dije: es que ustedes conocen cómo es el sistema, de no ser así, pudo haberme pasado lo mismo que con lo de la ganadería, que por algún ignorante como éste, me machacaron de duro largo tiempo, hasta que se demostró que mi ganadería nada tenía que ver con aquellos olores que había por Sotrondio, a la orilla del rio. Lo que me costó muchos disgustos, entrevistas con los del Ayuntamiento y largo tiempo para buscar, de donde venían aquellos tres olores que atormentaban a la gente y también a mí por las denuncias sin razón. La verdad es que no entiendo cómo puede haber gente de esta clase. Deberían de sentirse avergonzados de meter la pezuña de esta forma y de hacer sufrir a las personas y sin conocer la razón.

La prueba de tanta ignorancia y maldad de algunos, queda reflejada en el momento que echan la culpa a una persona directa mente, en lugar de presentar la reclamación al Ayuntamiento y que este lo averigüe. Eso sería lo correcto.

El Jefe, que era muy bromista, dijo:

-Tenías que haber salido con la estaca como aquel paisano que lo encontró con la vieja y le dio unos cuantos estacazos.

Durante tantos años en aquellas oficinas tuve muchos jefes y todos me trataron muy bien, pero con la diferencia de que algunos se interesaron por mi gran problema. Don Manuel Ordoñez, Jefe de sector, Siempre me trató muy bien. Era un señor muy educado, muy inteligente además de trabajador y muy comprensivo para tratar con los trabajadores. Recuerdo que me dijo algunas veces: “eres de mi edad y pereces a mi lado un chaval. Tienes estampa y arte, eres un relaciones públicas incomparable y eso te dará marcha en tus negocios”. Así me pintaba el porvenir. Siempre se interesó por mis proyectos. Cada vez que terminaba uno de mis diseños, me preguntaba cómo iba a ser el próximo. “Arsenio, seguro que ya has pensado en otro, porque tú no terminas uno cuando ya sacas otro, no dejas que tu mente descase”.

Cierto, eran tiempos muy duros por los que yo atravesaba y él lo sabía, era hombre noble  y amigo de ayudar. Ese merito se nace con él, no se puede comprar. Así de bueno fue Don Manuel Ordoñez y por eso quiero rendirle este pequeño homenaje como recuerdo y en su memoria. No conozco a sus hijos pero si me gustaría el poder saludarles y decirles lo agradecido que estoy de su bien padre.

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