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Este sistema de caldera trabajo muy bien para fundir grasas en cantidad y suficiente para mi ganadería que se componía de 850 cerdos, 70 madres reproductoras, 3 verracos, 1000 gallinas, 500 pollos, 40 ternaros de cebo, y 25 novillas de recría, asturiana de los valles. Además de dos estaciones de fabricación de piensos. Una de 1000 kilos hora y otra de 850, que yo mismo diseñe y monte y que fueron la admiración de mucha gente que las visito por tratarse de una de mis obras.

A pesar de lo bien que trabajaba la mencionada caldera, y que siempre fue manejada por mí, como medio de seguridad. Por un despiste mío, a punto estuvo de darme un serio problema. Una tarde cuando estaba trabajando, en plena faena me llamó un vecino para echarle una mano en su finca colindante a la mía, para ayudarlo arrancar una furgoneta. La cosa se retrasó y cuando llegué me encontré con la caldera ardiendo a toda marcha. Tanto subió la temperatura que la grasa, en su primer proceso de pasar a un estado líquido, al subir demasiado la temperatura, se gasificó. Las llamas eran tan grandes con peligro hasta para la casa, pues la tenía instada en el bajo. Rápidamente cogí la manguera de agua, la que provoco una humareda mayor. Mientras que luchaba contra estos elementos, llamas, humo, y gases. Mi esposa que no podía verme por la gran oscuridad que había de humo y vapor, no cesaba de llamarme diciendo: “¡deja que se queme la casa pero sálvate tú hombre, sal de ahí antes de que te quemen las llamas!” La pobre mujer llorando y asustada, las pasó moradas. Pero yo no pude dejar que se quemara lo que tanto me había costado construir, nuestra casa. Posible mente haya pasado peligro de asfixiarme pero no fue así y salvé lo que tanto suponía para una familia la propia casa. Conseguí apagar el fuego y cuando salí a respirar y calmar a mi esposa, estaba como un sambenito mojado, sudando y con mucha falta de oxígeno, casi intoxicado por el gas que había tragado. Pero contento de haber apagado el fuego. Nunca más volvió a ocurrir. Si tenía que marcharme, apagaba el horno y no había problemas. Nunca se me olvidaría lo mal que lo pasamos los dos. Mi esposa por miedo a que me quemara entre tantas llamas y yo por si quemaba nuestra casa. Dos veces me tocó luchar contra el desbordado fuego, esta vez con la caldera y otra en aquella maldita bodega de León.

Después de conseguir esta instalación, vi que daba un buen rendimiento. Pero me faltaba el diseñar como incorporar automática mente, las grasas a la fabricación de pienso.

Lo mezclábamos a pala y eso daba mucho trabajo. Tenía que descubrir algo para poder incorporarla automáticamente y sin tanto trabajo, como era el tener que mezclarlo con un sistema tan pesado para conseguir una mezcla homogénea.

Con lucha y tiempo conseguí hacer un buen sistema que se componía de dos pequeñas calderas. La primera contenía la grasa fría en estado sólido, aunque ya fundida para ser calentada por medio de un calentador a gas. La otra recibía el liquido para ser incorporando. Ella misma medía la cantidad en cada caso y por su peso iba metiendo a la fabricación de pienso. Esta fue una de las cosas que dio buen resultado, aparte del gran ahorro de tiempo que se conseguía. Funcionó perfectamente y con una seguridad total. Contento de haberlo conseguido, me surgió otro pequeño problema. Un individuo que me denuncio por una tontería que no tenias ni pies ni cabeza.

Por muy bien que te lo montes y siempre pensado en no molestar a nadie, aparece el listo de turno que se mete donde nadie lo llama y sin motivo. Esto queda muy claro, a partir del momento que decidí meter al desagüe el vapor de la caldera, no fue bastante. Siempre parece el que te quiere molestar sin saber la razón.  

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