La gente no entendía que yo pudiera ser conductor. Los comentarios eran de todas clases y sin conocimiento de causa. Hasta le dijeron a mi padre que no me dejara presentarme a los exámenes, que si estaba loco. Hay que ser más serios, más sensatos. ¿Que saben los demás de la capacidad de una persona? Es demasiado fuerte lo que hay que soportar, precisamente de algunos que no saben ni por donde van, por lo torpes que son y se atreven a meterse donde nadie les llama.
Mi padre, que siempre confiaba en mí y sabía que si daba mi palabra la cumplía, me dijo:
-Arsenio, ¿Estás seguro de que puedes manejar un volante? Tienes a la gente asustada, dicen que es una locura. Que como te atreves a meterte en un lio de esa clase.
-No hay ningún lio padre, si siempre has confiado en mí, te ruego que hoy también confíes. Sé hasta dónde puedo llegar, si no me defiendo, lo dejo. Puedes estar tranquilo, que en las prácticas veré mis posibilidades. Nadie más que yo tiene que valorar las posibilidades. Seré imparcial y lo haré lo mejor que pueda. Tengo que examinarme a mí mismo primero y si me sale mal me retiraré. Ya sabes que no me gustan los parches ni las curvas, si puedo bueno será, y si no, tampoco pasa nada. Lo que sí quiero que tengas presente es que yo soy consciente de la responsabilidad que eso supone, y te prometo que actuaré con firmeza y con sentido. Si hay capacidad de maniobra lo aceptaré, si no puedo, lo dejare sin más vueltas que dar
-De acuerdo hijo, siempre fuiste serio, firme para todo y lo seguirás siendo. Lo cierto es que nadie lo puede valorar como tú. Así que adelante.
Gracias padre te agradezco que seas sincero y que confíes en mí, no te defraudare. Saldrá lo que tenga que ser, pero siempre dentro de la normalidad. Que los comentarios de la gente no te sorprendan. Ellos pueden pensar lo que quieran porque desconocen todo este tema. Si no se creen que trabajo la tierra y que hago maquinas, Cómo se van a creer que puedo manejar un coche, les parece imposible pero no lo es. Así que adelante con mis trabajos que son los que me solucionaran mi problema.
Para mí era un reto muy duro, nunca me olvidé de lo que esto suponía, pero también sabía lo mucho que lo necesitaba. Me daba cuenta que era de necesidad vital para poder trabajar, y sobre todo por mis limitaciones y mi baja economía. El coche me podría ayudar, los tiempos avanzaban y algunas cosas se imponían con la época. El coche entraba en el quehacer de cada día de la gente. Yo lo consideré una herramienta de trabajo, pero me encontré con dos inconvenientes muy serios: uno era el saber mi capacidad para conducir, y el otro, la misma sociedad, que no lo admitía de buen grado. Me sentía un poco marginado. Fue en aquel tiempo cuando volvía a sufrir demasiado. Aquellas críticas fueron como un retroceso en mi vida, se me presentaron las cosas muy difíciles, me miraban como si fuera de otra galaxia. Sobre todo cuando llevaba el coche.
Todo eso me absorbía y me producía dolor. Pensaba que si tuviera un despiste en carretera, como puede tener cualquiera, podría ser atribuido a mi situación. Siempre sería por el motivo de mis manos y esto me atormentaba. Tenía que demostrar que valía, que podía hacerlo como los demás. Eso solo lo demostró el tiempo. Mi sufrimiento ya había comenzó en la autoescuela, hasta que salí a carretera y comprobé que valía, que me sentía dueño de la máquina, que la dominaba, y que, salvo algún fallo, como el de cualquiera, no tenía que temer. Ese fue mi mayor reto, llegar hasta esas pruebas que serían duras pero necesarias y decisivas para seguir adelante con mi proyecto.
En las primeras pruebas con Montes ya había destacado y eso me dio muchos ánimos, aunque solo sirviera para evitar a las malas lenguas, lo consideré muy importante, porque sabía que esas noticias corrían como la pólvora, buenas o malas, y podrían servir para apagar un poco a los vocingleros de turno, que siempre salían a la palestra dando sus toscas opiniones sin conocimiento de causa. Eso era lo peor para alguien que tanto sufría y se sentía controlado por donde quiera iba. La gente algunas veces se pasa de listos. Unas veces te supervaloran demasiado y otras te echan a bajo, sin saber ni tener conocimiento de las cosas.
¡Cómo lo pasaría de mal que bajé seis kilos de peso! Cuando escribo y recuerdo lo que sufrí, pienso que de haber tenido dinero hubiera sido mejor haber ido a sacar el carnet a donde no me conocieran, para evitar los comentarios que mucho me molestaron. No pudo ser, ni tenía dinero ni experiencia, había que trabajar, eso resultaba imposible, y tuve que tragar lo que me echaron. Así son algunas etapas de nuestra vida, unas buenas y muchas malas.
Después del examen de carretera llegamos a la base donde esperaba toda la gente. Hubo fiesta en todas las autoescuelas del valle de Langreo. Comenzamos la juerga todos con una comida. Los que no me conocían me los presentó Montes, entre ellos había un madrileño, abogado y secretario del Ayuntamiento de Laviana. Éste llegó y él mismo se presentó y me dijo:
-Arsenio, quiero ser amigo tuyo.
Fue a comer con todos nosotros. Continuamos con una amistad largo tiempo. Más tarde perdimos el contacto y no supe más de él.
Aquella tarde, después de comer, marchamos para Laviana. Nadie trabajó en las autoescuelas de la zona. Mi esposa, en casa recibió llamadas de las secretarias de las autoescuelas porque no sabían dónde estábamos. Allí nadie llegaba a clase aquella tarde, era fiesta para todos. Fue muy curioso cuando llegamos a Laviana porque salieron las dos chicas de la autoescuela a conocerme y a felicitarme. Nos dijeron que el teléfono no paraba de sonar, llamaban otros alumnos para saber donde estábamos y sumarse a nuestra juerga.
Mi primer coche fue un 124, era la novedad de la época. Al mes de sacar el carnet compré coche. Se medio muy bien desde el primer día. Uno de los primeros viajes fue a comprar cerdos a Villayón, un pueblo de montaña cerca de Atrevías, en el concejo de Luarca. Fue conmigo un cuñado, que ya era conductor. Sin decirme nada iba observando mi forma de conducir, y cuando íbamos subiendo el alto de La Espina me dijo:
-Pero, ¿tú como aprendiste tan rápido? Parece que llevas con el coche toda la vida. El trabajo que cuesta a todos y tú lo manejas con una facilidad digna de apreciar. Bueno, a ti se te da todo bien, no sé ni cómo te las arreglas, me dijo.
Esto de saber valorar a las personas en lugar de despreciarlas, es muy importante, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que yo había sufrido. Fue para mí una satisfacción oír aquellas frases. Te hacen sentirte más a gusto y tranquilo. La gente algunas veces es muy descarada y sin darse cuenta hacen que uno sufra. Cuando uno es joven y con poca experiencia esas críticas machacan de duro. Por eso hay que tener cierta compasión por los jóvenes y en lugar de criticarlos hay que enseñarlos si es posible y sin olvidarse de que nosotros también lo fuimos. Lo mejor es callarse y no dar opiniones sin saber de que van las cosas, eso es lo más prudente y acertado.
Con ese coche viajé a León, Zamora, Cáceres, Palencia, Burgos, Madrid y otras provincias donde compraba materiales. Ganado; camiones de maíz, de cebada, de trigo, alfalfa y de vino. Viaje amuchas partes y sin problemas.
Por donde quiera que vaya cuando veo un 124 me llama la atención. Nunca me olvidé de él porque me resultó muy bueno. A pesar de que tenía la tracción trasera y que decían que era muy peligroso, a mí nunca me falló. Siempre procuré traerlo durante el invierno con un peso de 50 kilos en el maletero para controlarlo mejor, aparte de traerlo siempre muy bien calzado con las mejores cubiertas de aquel tiempo: las P4. Trabajé con él mucho. Hubo días de servir en pueblos cercanos hasta dos toneladas de abono. Con un ayudante repartíamos abono sin parar.
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