Para salir del bache y poder trabajar más, me decidí a sacar el carnet de conducir. Aquello sería una bomba para muchos que decían que era una locura, que no me lo darían, hasta la misma familia no le gustaba.
Fui a la autoescuela y me matriculé. Pasé, como todos a la clase y aunque la gente lo encontraba muy extraño no me decían nada. Solo me enteraba de lo que comentaban a trabes de mis amigos que me conocían bien y sabían que si me proponía una cosa, lo más probable sería que lo consiguiera
A los cuatro días, una tarde me encontraba haciendo test cuando llegaron dos chavales, me miraron y se sentaron en la mesa de a lante. Uno le dice al otro:
-¿Qué hace aquí este hombre? ¿Estará loco?
No tiene manos, ¿cómo le van a dar carnet?
No me extrañó que lo pensaran pero yo, que ya estaba sensibilizado por los comentarios de la gente, al oír estos me quedé en blanco. No veía ni los test. No se dieron cuenta de que les estaba oyendo, ni del daño que me hacían. Reflexioné unos momentos y llegué a la conclusión de que no debía hacer caso a esas cosas. Me prometí seguir adelante pensando. ¿Que podía saber la gente hasta donde podía llegar yo?, y por eso no iba a claudicar.
Seguí estudiando, a los pocos días dije a la chica que regentaba la oficina:
-Le agradecería que cuando venga por aquí el jefe, le diga que necesito hablar con él.
En efecto. Montes, llegó una tarde y desde la puerta que dividía la oficina con nuestra aula, me dijo en voz alta:
-Arsenio, ¿a ti quién te manda meterte en líos? ¿No ves que no te darán carnet?
-Me levanté un poco nervioso y le dije: yo no estoy en ningún lío Motes, soy un ciudadano como los demás, no se me puede negar mi derecho, si no lesiono los de los demás, así lo contempla un artículo del Código Civil. Yo, estoy cumpliendo en todos los órdenes como debe ser. Hasta trabajo más que algunos que tienen manos, así mismo lo dice la gente y es verdad.
-Lo primero que tienes que hacer es ir a sanidad con cuatro fotografías, para ser reconocido ante un tribunal y después de examinarte y reconocerte, te podrán admitir o no. Si te dan el certificado yo mismo lo presentaré en Tráfico donde serás examinado por otro tribunal.
Al día siguiente, cuando estaba trabajando en la oficina, en un momento libre miré mi correspondencia del día anterior por no haber tenido tiempo antes. En una de la cartas me citaban para la reunión anual con los del mi gremio. Primero la reunión con nuestro asesor, en la calle Suárez de la Riva, Oviedo y después en Hacienda. Todo esto de 12 a 2. Se lo expliqué a mi Jefe para que me diera permiso y muy apurado salí para la Capital.
Con tanta prisa no me acordé de llevar las fotografías. Al ir para la calle Suárez de la Riva, donde sería la primera reunión, en las oficinas de nuestro asesor, pasé por el Campo de San Francisco, donde paraban los fotógrafos del minuto. Precisamente donde hoy hay un monumen.to a estos fotógrafos. Me senté en la silla y le dije:
-Señor, dispare rápido que voy deprisa. A la vuelta vengo a recogerlas.
Terminó la reunión, recogí las fotos y para Hacienda como un rayo. Tenía que terminar allí para poder ir a Sanidad. No podía perder tiempo porque tenía que cumplir con el trabajo de la empresa, a parte del trabajo que tenía en lo mí finca. Llegué a tiempo. Sanidad estaba muy cerca en aquel tiempo, en la calle General Elorza Nº 6. Había dos médicos, precisamente muy atentos, me reconocieron y me hicieron pruebas de fuerza con mis brazos. Me pasaron por un gran examen bien hecho y con sentido de la responsabilidad para tal caso. Eran médicos de categoría, no se anduvieron por las ramas ni con contemplaciones. Ellos iban a lo suyo, que era saber si tenía suficiente capacidad de funcionamiento y potencia suficiente en mis brazos para manejar un coche.
Fueron a los puntos claves para no equivocarse, sabían bien lo que hacían. No pretendían privarme de mis derechos, pero tampoco podían actuar sin conocimiento de causa. Y dar una máquina a un hombre sin antes saber sus posibilidades Yo no dije nada en todo el reconocimiento más que a lo que me preguntaban. No sabía el resultado que me darían. Comprendía que era difícil. Me dieron vueltas para cerciorarse de los hechos pero no me molestó. Siempre fui realista, nunca quise limosnas y menos en este caso. Siempre pensaba: “que sea lo que lo que tiene que ser”. Si lo consigo bien venido sea, nada puedo hacer más que quedarme donde estoy. Admiré su actuación y su categoría al saber comportarse con la responsabilidad que tenían, moral y material. Fueron nobles e imparciales al valorar las cosas por su justo precio. Consideré digno de aprecio aquella forma de actuar, con honradez y cumpliendo con las normas de seguridad establecidas. Es importante dar al César lo que es del César.
Uno de ellos, antes de terminar, me dijo:
-Usted realiza trabajos muy duros, sus brazos lo demuestran, tienen mucha potencia y bastantes marcas, hasta callos del duro trabajo que hace. Díganos qué clase de trabajos son los que realiza.
-Todos. Trabajo en la tierra con las herramientas habituales, sueldo, ando por las alturas.
-¿Por qué anda por alturas, Arsenio?
-Porque soy granjero. Yo mismo trabajo en las naves al construirlas, sobretodo soldando las armaduras de los techos, que son de vigas de hierro. También hago portones de hierro, manejo la desbravadora y la máquina de barrenar portátil. Construyo mis propios aparatos, tengo viarios: unos para trabajar y otros para vestir o salir.
Los dos coincidieron y dijeron:
-Ya sabemos que su forma de funcionamiento es especial, maneja sus aparatos con una facilidad asombrosa. Le damos el certificado para que pueda presentarse en tráfico, donde será examinado. Lo que quiere decir que se lo darán o no. Todo dependerá de lo qué salga en el examen.
Me vestí y les di las gracias. Fueron muy sinceros y con amabilidad me dijeron:
-Sea usted prudente en la carretera. Se lo merece, es usted muy hábil y seguro que sacará el carnet.
Sin una palabra más y agradecido de ver que aquellos dos médicos fueron firmes en su empeño de buscar y comprobar si había imposibilidades, haciendo un real y completo examen sin rodeos, buscando lo que había, para estar seguros de cumplir con su deber, sin crear oposición ni machacar a nadie.
Era jueves y por la tarde a las 7 teníamos clase. Estábamos rellenado test cuando llegó el jefe de la autoescuela. Le di el certificado y un escrito que yo había redactado describiendo la forma de mecanizar mi coche para poder conducir. Acompañado de un croquis explicando todo. El mecanismo que le pondría al coche. Una cazoleta fabricada para colocar en la palanca de cambio de marchas, un mecanismo con un rodamiento para colocar al volante. Todo esto de una forma muy curiosa, hasta reflejando los tronillos de fijación. Así como iban las llave de alumbrado y la palanca de intermitencia, que debe llevar mi coche, situadas en la derecha para poder manejarlas con mi mano derecha ya que la izquierda siempre va al volante.
Al día siguiente Montes iba con la gente que ya se examinaba y en un momento se acercaría a presentar mis papeles en Tráfico.
Cuando regresó por la tarde me encontraba en la clase y me dijo:
-Arsenio, estás de enhorabuena. Hasta los de Tráfico se sorprendieron, de cómo lo has preparado, si superas las pruebas te darán carnet.
Se acercó y muy amablemente me preguntó:
-¿Cuándo comenzamos las prácticas de coche?
-Tú eres el jefe, cuando quieras.
-¿Te vale el lunes? A las 6 te voy a buscar a la oficina.
-De acuerdo.
Llegó a mi casa y delante del portón de la entrada de la finca pusimos el mecanismo al volante y la cazoleta para el cambio de marcha, que ya tenía hechos con antelación para poder manejarlo. Me dijo:
-¿Te atreves a bajar la cuesta del Pozo?
-Sí, ¿por qué no?
En este mismo momento pensó:
-Es mejor que lo baje yo, por si no te defiendes bien, por ser la primera vez. Hay demasiada cuesta, no vaya ser que los dos echemos a rodar.
Lo llevó hasta el parque, donde hoy es el campo de fútbol, en el parque de Sotrondio -Blimea. Se bajó y me dejó el coche. Se acerco un señor con el que se quedó hablando y cuando se dio cuenta ya estaba dando vueltas al campo con normalidad. Se acercó y me mandó que parara. Sorprendido dijo:
-¡Pero bueno, si tu ya eres conductor!
Se sentó en el otro asiento y me mandó que metiera las velocidades. Comencé con éstas y al terminar dijo:
-¡Pero si las sabes todas! Arranca.
Metí la primera y subí hasta la cuarta, que era la mayor. Iba sorprendido, a pesar de que allí se podía circular muy bien, ya que todo se hacía en círculo, le pareció demasiado lo fácil que me resultaba.
¿Qué coche manejaste?
-Ninguno, nunca cogí un volante.
-Me dejas asustado dijo: vamos hasta el campo de Los Flechas.
Llegamos y dijo que parara frente a una de las cuestas para subirla solo. Se bajó y se dirigió a los compañeros, unos practicaban bordillo y otros en la pendiente, mientras otros miraban:
-Sois unos inútiles les dijo: Arsenio acaba de coger el coche por primeras vez y ya sabe más que todos vosotros. Va a subir la cuesta, ¿a que no le marcha el coche para atrás?
Yo no estaba tan seguro, pensaba mientras esperaba la orden de salida. Al momento dijo que saliera y cuando pasé por el medio dijo: para, arrancara, de nuevo. Arranqué sin que se moviera el coche para a atrás. Montes, saltaba de alegría, era superior a sus fuerzas cómo le prestaba.
Les dijo: estoy sorprendido, como no lo voy a estar, cansado de pelear con tanto burro y ver lo fácil que resulta a este hombre sin manos. Hay que verlo para creerlo. Aquello fue para Montes algo que nunca olvidaría. Mandó que fuera a bordillo y me salió bien, pero al aparcar al derecho me salió regular. Mandó que aparcara entre vallas y fue pasable, así lo decía él. Bajamos del coche y me dio un abrazo y me dijo:
-Perdona, Arsenio, metí la pata contigo, eres un artista.
-No te preocupes, Motes, no pasa nada. Entiendo que la gente dude, nunca lo vieron.
Para salir del bache y poder trabajar más, me decidí a sacar el carnet de conducir. Aquello sería una bomba para muchos que decían que era una locura, que no me lo darían, hasta la misma familia no le gustaba.
Fui a la autoescuela y me matriculé. Pasé, como todos a la clase y aunque la gente lo encontraba muy extraño no me decían nada. Solo me enteraba de lo que comentaban a trabes de mis amigos que me conocían bien y sabían que si me proponía una cosa, lo más probable sería que lo consiguiera
A los cuatro días, una tarde me encontraba haciendo test cuando llegaron dos chavales, me miraron y se sentaron en la mesa de a lante. Uno le dice al otro:
-¿Qué hace aquí este hombre? ¿Estará loco?
No tiene manos, ¿cómo le van a dar carnet?
No me extrañó que lo pensaran pero yo, que ya estaba sensibilizado por los comentarios de la gente, al oír estos me quedé en blanco. No veía ni los test. No se dieron cuenta de que les estaba oyendo, ni del daño que me hacían. Reflexioné unos momentos y llegué a la conclusión de que no debía hacer caso a esas cosas. Me prometí seguir adelante pensando. ¿Que podía saber la gente hasta donde podía llegar yo?, y por eso no iba a claudicar.
Seguí estudiando, a los pocos días dije a la chica que regentaba la oficina:
-Le agradecería que cuando venga por aquí el jefe, le diga que necesito hablar con él.
En efecto. Montes, llegó una tarde y desde la puerta que dividía la oficina con nuestra aula, me dijo en voz alta:
-Arsenio, ¿a ti quién te manda meterte en líos? ¿No ves que no te darán carnet?
-Me levanté un poco nervioso y le dije: yo no estoy en ningún lío Motes, soy un ciudadano como los demás, no se me puede negar mi derecho, si no lesiono los de los demás, así lo contempla un artículo del Código Civil. Yo, estoy cumpliendo en todos los órdenes como debe ser. Hasta trabajo más que algunos que tienen manos, así mismo lo dice la gente y es verdad.
-Lo primero que tienes que hacer es ir a sanidad con cuatro fotografías, para ser reconocido ante un tribunal y después de examinarte y reconocerte, te podrán admitir o no. Si te dan el certificado yo mismo lo presentaré en Tráfico donde serás examinado por otro tribunal.
Al día siguiente, cuando estaba trabajando en la oficina, en un momento libre miré mi correspondencia del día anterior por no haber tenido tiempo antes. En una de la cartas me citaban para la reunión anual con los del mi gremio. Primero la reunión con nuestro asesor, en la calle Suárez de la Riva, Oviedo y después en Hacienda. Todo esto de 12 a 2. Se lo expliqué a mi Jefe para que me diera permiso y muy apurado salí para la Capital.
Con tanta prisa no me acordé de llevar las fotografías. Al ir para la calle Suárez de la Riva, donde sería la primera reunión, en las oficinas de nuestro asesor, pasé por el Campo de San Francisco, donde paraban los fotógrafos del minuto. Precisamente donde hoy hay un monumen.to a estos fotógrafos. Me senté en la silla y le dije:
-Señor, dispare rápido que voy deprisa. A la vuelta vengo a recogerlas.
Terminó la reunión, recogí las fotos y para Hacienda como un rayo. Tenía que terminar allí para poder ir a Sanidad. No podía perder tiempo porque tenía que cumplir con el trabajo de la empresa, a parte del trabajo que tenía en lo mí finca. Llegué a tiempo. Sanidad estaba muy cerca en aquel tiempo, en la calle General Elorza Nº 6. Había dos médicos, precisamente muy atentos, me reconocieron y me hicieron pruebas de fuerza con mis brazos. Me pasaron por un gran examen bien hecho y con sentido de la responsabilidad para tal caso. Eran médicos de categoría, no se anduvieron por las ramas ni con contemplaciones. Ellos iban a lo suyo, que era saber si tenía suficiente capacidad de funcionamiento y potencia suficiente en mis brazos para manejar un coche.
Fueron a los puntos claves para no equivocarse, sabían bien lo que hacían. No pretendían privarme de mis derechos, pero tampoco podían actuar sin conocimiento de causa. Y dar una máquina a un hombre sin antes saber sus posibilidades Yo no dije nada en todo el reconocimiento más que a lo que me preguntaban. No sabía el resultado que me darían. Comprendía que era difícil. Me dieron vueltas para cerciorarse de los hechos pero no me molestó. Siempre fui realista, nunca quise limosnas y menos en este caso. Siempre pensaba: “que sea lo que lo que tiene que ser”. Si lo consigo bien venido sea, nada puedo hacer más que quedarme donde estoy. Admiré su actuación y su categoría al saber comportarse con la responsabilidad que tenían, moral y material. Fueron nobles e imparciales al valorar las cosas por su justo precio. Consideré digno de aprecio aquella forma de actuar, con honradez y cumpliendo con las normas de seguridad establecidas. Es importante dar al César lo que es del César.
Uno de ellos, antes de terminar, me dijo:
-Usted realiza trabajos muy duros, sus brazos lo demuestran, tienen mucha potencia y bastantes marcas, hasta callos del duro trabajo que hace. Díganos qué clase de trabajos son los que realiza.
-Todos. Trabajo en la tierra con las herramientas habituales, sueldo, ando por las alturas.
-¿Por qué anda por alturas, Arsenio?
-Porque soy granjero. Yo mismo trabajo en las naves al construirlas, sobretodo soldando las armaduras de los techos, que son de vigas de hierro. También hago portones de hierro, manejo la desbravadora y la máquina de barrenar portátil. Construyo mis propios aparatos, tengo viarios: unos para trabajar y otros para vestir o salir.
Los dos coincidieron y dijeron:
-Ya sabemos que su forma de funcionamiento es especial, maneja sus aparatos con una facilidad asombrosa. Le damos el certificado para que pueda presentarse en tráfico, donde será examinado. Lo que quiere decir que se lo darán o no. Todo dependerá de lo qué salga en el examen.
Me vestí y les di las gracias. Fueron muy sinceros y con amabilidad me dijeron:
-Sea usted prudente en la carretera. Se lo merece, es usted muy hábil y seguro que sacará el carnet.
Sin una palabra más y agradecido de ver que aquellos dos médicos fueron firmes en su empeño de buscar y comprobar si había imposibilidades, haciendo un real y completo examen sin rodeos, buscando lo que había, para estar seguros de cumplir con su deber, sin crear oposición ni machacar a nadie.
Era jueves y por la tarde a las 7 teníamos clase. Estábamos rellenado test cuando llegó el jefe de la autoescuela. Le di el certificado y un escrito que yo había redactado describiendo la forma de mecanizar mi coche para poder conducir. Acompañado de un croquis explicando todo. El mecanismo que le pondría al coche. Una cazoleta fabricada para colocar en la palanca de cambio de marchas, un mecanismo con un rodamiento para colocar al volante. Todo esto de una forma muy curiosa, hasta reflejando los tronillos de fijación. Así como iban las llave de alumbrado y la palanca de intermitencia, que debe llevar mi coche, situadas en la derecha para poder manejarlas con mi mano derecha ya que la izquierda siempre va al volante.
Al día siguiente Montes iba con la gente que ya se examinaba y en un momento se acercaría a presentar mis papeles en Tráfico.
Cuando regresó por la tarde me encontraba en la clase y me dijo:
-Arsenio, estás de enhorabuena. Hasta los de Tráfico se sorprendieron, de cómo lo has preparado, si superas las pruebas te darán carnet.
Se acercó y muy amablemente me preguntó:
-¿Cuándo comenzamos las prácticas de coche?
-Tú eres el jefe, cuando quieras.
-¿Te vale el lunes? A las 6 te voy a buscar a la oficina.
-De acuerdo.
Llegó a mi casa y delante del portón de la entrada de la finca pusimos el mecanismo al volante y la cazoleta para el cambio de marcha, que ya tenía hechos con antelación para poder manejarlo. Me dijo:
-¿Te atreves a bajar la cuesta del Pozo?
-Sí, ¿por qué no?
En este mismo momento pensó:
-Es mejor que lo baje yo, por si no te defiendes bien, por ser la primera vez. Hay demasiada cuesta, no vaya ser que los dos echemos a rodar.
Lo llevó hasta el parque, donde hoy es el campo de fútbol, en el parque de Sotrondio -Blimea. Se bajó y me dejó el coche. Se acerco un señor con el que se quedó hablando y cuando se dio cuenta ya estaba dando vueltas al campo con normalidad. Se acercó y me mandó que parara. Sorprendido dijo:
-¡Pero bueno, si tu ya eres conductor!
Se sentó en el otro asiento y me mandó que metiera las velocidades. Comencé con éstas y al terminar dijo:
-¡Pero si las sabes todas! Arranca.
Metí la primera y subí hasta la cuarta, que era la mayor. Iba sorprendido, a pesar de que allí se podía circular muy bien, ya que todo se hacía en círculo, le pareció demasiado lo fácil que me resultaba.
¿Qué coche manejaste?
-Ninguno, nunca cogí un volante.
-Me dejas asustado dijo: vamos hasta el campo de Los Flechas.
Llegamos y dijo que parara frente a una de las cuestas para subirla solo. Se bajó y se dirigió a los compañeros, unos practicaban bordillo y otros en la pendiente, mientras otros miraban:
-Sois unos inútiles les dijo: Arsenio acaba de coger el coche por primeras vez y ya sabe más que todos vosotros. Va a subir la cuesta, ¿a que no le marcha el coche para atrás?
Yo no estaba tan seguro, pensaba mientras esperaba la orden de salida. Al momento dijo que saliera y cuando pasé por el medio dijo: para, arrancara, de nuevo. Arranqué sin que se moviera el coche para a atrás. Montes, saltaba de alegría, era superior a sus fuerzas cómo le prestaba.
Les dijo: estoy sorprendido, como no lo voy a estar, cansado de pelear con tanto burro y ver lo fácil que resulta a este hombre sin manos. Hay que verlo para creerlo. Aquello fue para Montes algo que nunca olvidaría. Mandó que fuera a bordillo y me salió bien, pero al aparcar al derecho me salió regular. Mandó que aparcara entre vallas y fue pasable, así lo decía él. Bajamos del coche y me dio un abrazo y me dijo:
-Perdona, Arsenio, metí la pata contigo, eres un artista.
-No te preocupes, Motes, no pasa nada. Entiendo que la gente dude, nunca lo vieron.
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