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Una mañana antes de ir para el hospital con mi hermano, me acerque al regimiento de San Quintín, al que se había incorporado. Pregunté por sus compañeros para que me informaran de lo sucedido. Aun estaban asombrados de cómo aquel hombre pudo aguantar tanto tiempo sin comer. Me contaron que por el asco que había cogido a las comidas no pudo meter un bocado de nada. Algunas veces intentaba comer una lata de bonito o un chorizo de casa, otras veces frutos secos, pero no podía y se los daba a sus compañeros. Había renegado de la comida en general, por más que lo intentaba no pudo comer.

En una de sus cartas a la familia, decía que no le gusta la comida y que le enviaran chorizos, latas de bonito y frutos secos; pero sin dar más explicaciones al respecto. Cuando nos enteramos casi ya era tarde, pero llegamos a tiempo.

El primer día que fui a trabajar la gente me preguntó por mi hermano. No me dio tiempo a decir más que se encontraba mejor, cuando saltó el energúmeno de siempre diciendo:

-Estará mejor, pero en el regimiento de San Quintín, en Valladolid ¿Pensaste que el Ejército te iba escuchar?

Le di la espalda y seguí hablando con otros compañeros:

-Gracias a Dios ya está en casa licenciado y contento.

El otro que escuchaba, seguro que rabioso por haberlo conseguido, dijo:

-Este tío está metido hasta en el Ejército- y añadió, es de locura que el Ejército atienda estas cosas.

Más fuerte que la locura era el odio que él sentía por la gente que luchaba y que hacía por la vida. La envidia que sentía era superior a él y estaba unida a su mala forma de ser. Yo nunca me metí ni en política ni en ninguna parte más que en mi trabajo, pero este ignorante salió con esa patochada, que no se le ocurriría más que a uno como él, que seguro nació al revés. Con cierta frecuencia me llamaba ladrón solo por el hecho de pisotearme humillarme. Decía que todos los comerciantes éramos unos ladrones y yo también, que si todos robaban ¿Que es, que iba a ser yo el guapo y no robar? Después de comer fumaba un farias y éste decía: “dentro de poco en lugar de farias ya serán habanos y no uno solo, se traerá su cigarrera de seis en el bolsillo de arriba. Estos comerciantes ladrones suben como la espuma”. Me daba codazos al pasar junto a mí, hasta me empujaba, siempre estaba al quite para darme a maza. Si tenía o no un despiste se ensañaba conmigo. Fue poco me nos que un criminal, abusó lo que le dio la gana, me hizo pasar mucho tiempo sufriendo sin saber qué iba a hacer. Yo me encontraba aturdido, desolado por lo de mis manos, reventado de tanto trabajar, además de mi falta de experiencia por lo joven que era y me salió este sinvergüenza para terminar de amargarme la vida. Por mi ignorancia m e temía el dar parte a los jefes, porque después me llamarían chivato. Eso era considerado una falta muy mala. Hasta llegué a odiar ir a trabajar allí por este malvado. Atormentado de tanto sufrir, hasta temí ponerle mano y destrozar mi vida.

Para dar una idea de lo malísimo que fue, basta con decir que un compañero y buen amigo en cierta ocasión me contó varias de sus miserables acciones. Literalmente describo como se expreso para contarlo:

-Anoche el hijo puta y maldito sinvergüenza que tanto nos machaca, me dejó asustado por lo traidor que es. Estábamos en el bar y uno de la tertulia comenzó a hablar de ti poniéndote por allí arriba como te mereces, diciendo que eras un hombre con unos recursos incalculables, que trabajas de todo y que eres muy serio, todo un hombre. Este que siempre te dio a maza, que te machaca, añadió: “no sé cómo lo puedes soportar ¿por qué no das cuenta de él a los Ingenieros y te libras de este maldito?” Yo mismo veo el desprecio que te hace y sufro ¿Cómo lo estarás pasando tú? Siempre que sale tu nombre a relucir, te desprecia con sus miserables argumentos, siempre fue un sin vergüenza, un caradura. Con su maldita cara dijo ayer: “sí, Arsenio nació con un don, no se le pone nada por delante, luchó mucho, yo no sé ni cómo se las arregla, creo que sirve hasta para Policía, porque busca e investiga. Fijaos que dio la vuelta a toda España por teléfono, comenzó en la Coruña buscando una semilla extranjera, que solo había en un lugar de todo el País, y el tipo dio con ella, porque quería hacer unas pruebas con ella y producirla aquí en Asturias.

Cierto, se trataba de una semilla de soja, que quise introducir en nuestra zona. Con seguí dos variedades en Zaragoza, las enviaron, las sembramos pero no funcionó, no salió ni una semilla, parece que no se da en esta zona. La soja fue y es un producto muy importante por su aceite y por el turto, que se emplea en la fabricación de los piensos por ser muy rica en proteínas, un 44% y es vital en la alimentación del ganado. Dado que resulta muy cara al ser importada de América y tener que pagarla en dólares, quise producirla en nuestras tierras, pero no me fue posible. Esta sería una de las muchas pruebas que hice a través de mis años, ya desde bien joven comencé con mis proyectos de investigación en diversas materias.

Siguió diciendo el amigo:

-Siempre te despreciaba y te machacaba y de repente sale con esas, ¡no lo podía creer! Al comenzar a hablar pensé que iba a hacer como siempre, desvirtuar tu persona y quitarle importancia a tu lucha. A mí también me da a maza, siempre ha sido igual. Es de mal proceder, solamente es bueno de sus amigos y los jefes. Nunca nos pudo ver ni a ti ni a mí, y todo por su mala entraña porque tú no molestas a nadie y yo tampoco.

Sus abusos y desprecios continuaron durante años, hasta que ya no pude aguantar más. Después de dar vueltas al asunto llegué a una conclusión: dar cuenta de sus actuaciones. Una mañana, al incorporarme al trabajo, pasé al despacho del jefe. Le dije:

-Fulanito de tal, está cometiendo un grave error conmigo.

Le explique todos los pormenores. 

-Con este caso solo hay tres soluciones, la primera que usted, como jefe inmediato, le llame la atención; segundo, si esto no diera resultado, lo llevaré ante la Dirección de la Empresa.

-¿La otra? Me dijo el muy sorprendido.

-La otra es más dura, si me sigue atropellando de esa manera No tendré más remedio que tomar medidas drásticas por mi cuenta, prefiero la muerte antes de vivir atropellado por ese malvado, le aseguro que no voy a tolerar más las humillaciones que hace conmigo, sin ninguna razón, ya no puedo soportar más, esa barbaridad. Hare lo que tenga que hacer para librarme de esa alimaña.

Aquella entrevista con el jefe dio buen resultado, en dos años no volvió a molestarme, pero como si se hubiera olvidado de lo que el Jefe le hubiera dicho comenzó de nuevo a atacarme. Esta vez no me hizo falta intervenir, el Ingeniero jefe se dio cuenta perfectamente de su mala actuación conmigo. Creo que alguno le había comentado algo al respecto y llevaba tiempo observándole. Un día me dijo:

A ese imbécil ¿qué le pasa contigo? Llevo tiempo viendo que te trata muy mal.

Le expliqué todo lo que hizo conmigo. El jefe, muy enfadado, dijo:

-Ese individuo no podrá meterse en tu trabajo más, a partir de hoy estarás solo al servicio de la oficina de Ingeniería, no tienes por qué aguantar a este oveya. 

Llamó al jefe de oficinas y delante de mí le dijo:

-Arsenio, a partir de hoy, solo pertenece a este servicio, que quede claro.

El otro Jefe sabía por qué lo decía y le dijo:

-Muy bien, así será.

El canalla se quedó a la altura del barro. Su maldad le sirvió para ser despreciado por algunas personas que observaron su mal proceder. De nada le sirvió hacer daño sin ninguna razón. Tarde o temprano se recibe el merecido, la razón siempre gana. Hay un viejo dicho que dice “cuando uno lo hace mal, hasta las piedras se vuelven contra él”

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