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Toda la familia fue minera y los que no murieron en la mina, murieron de la silicosis, ahogados sufriendo por no poder respirar y viéndose morir poco a poco.

Mi hermano Lursito tuvo un serio problema al incorporase al servicio militar. Fecha en la que nuestro hermano Constantino, murió en la mina con solo 27 años, casado y con dos hijos de corta edad. Tubo que incorporarse a la mili. Marchaba llorando de pena por el hermano recién muerto y del disgusto que tenía no era capaz ni de comer.

Incorporado al Regimiento de San Quintín, Valladolid, para terminar de fastidiarle, en una de las comidas se encontró con una cucaracha y al día siguiente con el ojo de un gallo. Le cogió tanta repugnancia al rancho que ya no pudo comer más. Se dejó de tal forma hasta que enfermó y casi se muere de hambre. Lo ingresaron en el hospital militar de Valladolid.

 Daniel, otro hermano, se encontraba de vacaciones con su esposa en León. A tomar el sol de castilla para aliviar un poco la tremenda silicosis que padecía y poder respirar mejor, tenía 33 años y ya no podía ni caminar. Fueron hacerle una visita a Lursito. Llegaron al regimiento y no estaba. La familia no teníamos noticias de lo que estaba pasando. Allí le dijeron que había sido hospitalizado pero que no sabían cómo se encontraba. Una vez en el hospital, Daniel le preguntó qué le pasaba. Lursuto le dijo que nada, que lo que él tenía se curaba nada más regresar a casa y descansar bajo los cerezos del Cantruvalle en la finca de de la casa.

Pidió que me llamara, que era el único que le podía salvar, diciendo que si no, allí se moriría. Daniel cogió el teléfono y me llamó a la oficina. Eran las 4 de la tarde. Me contó lo que pasaba. Me pidió saliera para allá lo antes posible, que estaba muy mal.

Subí al despacho del Ingeniero, mi jefe y le conté lo que había, me dijo

-Arsenio sale ya a buscar a Lursito, hay que ayudarlo es muy buen chaval. Le apreciaban mucho, bien le conocían, era hombre de confianza de los Ingenieros, porque que siempre fue asustituirme en mi trabajo, en los viajes que hacia a Madrid y otras partes.

Coge esta misma noche el expreso hacia Madrid, me dijo: Don Emilio Casas, que llegara a las 4 de la mañana a Valladolid. Te buscas una pensión para dormir algunas horas. A las 9 ya podras estar con tu hermano en el hospital. Me dio una tarjeta y me dijo que él mismo localizaría a su suegro, que había sido Gobernador Militar de León, pero que ahora se encontraba en las Islas Canarias. Le di las gracias, salí para casa a cambiarme, cogí mi equipaje y salí para Oviedo a coger el tren. Todo salió como estaba previsto. A las 8 y media de la mañana ya estaba en el Hospital. Pasé a ver a mi hermano y lo encontré tan  mal que me asuste un poco. Daba pena verlo en cama como si fuera un cadáver. Estaba como un esqueleto, blanco y sin fuerzas para moverse y alimentado por un gotero.  Pedí permiso para hablar con el Comandante médico y me autorizaron. Me atendió muy bien y me dijo:

Tranquilo, hare todo lo posible por ayudarte, pero que había que esperar hasta el día cinco, ocho días más tarde para pasar un tribunal médico. Aquel gran hombre como si me conociera de toda la vida me dijo: Arsenio, estas muy disgustado, no sufras tanto porque llevaras a tu hermano contigo para casa. Es cierto que está muy mal pero como el mismo dice, encasa se recuperar. Si el cupo del día 5 estuviera completo, lo presentamos el día 15 y solo son unos días más. En aquel momento me di cuenta de que el Comandante tenía muy buen corazón, y que era amigo de hace bien a los demás. Cuando una persona actúa con nobleza pronto se ve y eso me tranquilice mucho, le di las gracias, nos despedimos y fui a ver de nuevo a mi hermano.

-El Comandante es muy buna persona, fue muy atento y me prometió ayudarnos. Te presentara en el tribunal del día 5  para mandarte a casa. Esta misma tarde salgo para Madrid, tranquilízate, creo que conseguiremos regresar juntos a casa. No dudo del Comandante, es hombre serio y nos ayudara, pero por si tuviera problemas para presentarte, en uno de los días 5 o 15, quiero exponer tu caso en Madrid. Tengo buenas amistades y no dejaran de ayudarnos si nos hiciera falta. Regresaré lo antes posible. La verdad es que mi hermano estaba muy mal, y yo quería llevarlo a casa por si se podía recuperar. Me di cuenta que si no actuaba con rapidez allí se moría, no me podía dormir en los laureles. Creo que ya era demasiado tiempo sin más alimento que suero y eso tendría su limitación, y una complicación podía llegar en cualquier momento, dodo lo débil que se encontraba y la baja moral que tenia.

Después de regresar de Madrid el comándate médico, me dijo que no se podía meter en el tribunal el día 5 porque el cupo ya estaba cubierto, pero me prometió que con seguridad el día 15 a la 1 de la tarde saldría conmigo para Asturias. El tribunal sería de 10 a 12 y pico, lo suficiente como para salir a la hora prevista. Se lo comuniqué a mi hermano y le dije que tenía que ir a trabajar hasta el día antes. Ya llevaba varios días fuera y debía cumplir con mi trabajo y mis jefes.

Mi hermano muy disgustado y asustado, por fallar lo del tribunal del día 5, me dijo:

No marches Arsenio, no me dejes solo porque si tu marchas, nadie va hacer nada y aquí me muero.

Tranquilo hermano, yo nunca falle y esta vez tampoco. Te prometo que el día 15 saldrás de aquí licenciado y todo quedara en el recuerdo, no sufras. Tengo que cumplir con mis jefes que me ayudan y me dan facilidades para estos viajes, además de interesarse por ti. El día antes a primera hora estaré aquí para hablar con el comandante y que todo salga como está previsto.

Regrese aquella noche para incorporarme al trabajo al día siguiente. Nunca olvidare la bondad y categoría de aquel Ingeniero. Don Emilio Casas. Al llegara a su despacho lo primero que me dijo: ¿Trajiste a Lusito contigo? Cómo se en cuenta

Después de contarle todo, me dijo:

-Arsenio, eres mundial, vete con tu hermano, y no le dejes solo para que no sufra. Tu compañía es para él vital en estos momentos por los que está pasando el pobre hombre, no vuelvas hasta que no sea con él.

Me dio un abrazo y me deseó suerte. Nunca olvidaré la gracia de aquel hombre noble y agradable, con buen corazón. D. Emilio Casas Ingeniero Jefe del Pozo San Mames. Hasta para mandar las cosas en el trabajo lo hacía con su prudente forma de ser. Hace años que no sé de él, pero seguro que donde esté el tampoco se olvida de mí. Él también sabía que yo mucho le apreciaba. Qué diferencia de aquel hombre, a otro jefe que aquel mismo día y en el momento de anunciar mi marcha a buscar a mi hermano, dijo: al resto del personal:

-Arsenio se va a Valladolid a buscar a su hermano, que está en el Ejército. Cuando llegue al Hospital Miliar se va encontrar con un Comandante Médico, con un mandilón blanco y unas legas, y dando un taconazo, le saludará, pero el hermano allí se quedará.

Todos se callaron excepto uno que tiene más veneno que una mamba negra. En toda su vida no tuvo más que maldad, envidia de todo, me dijo: riéndose de mí como lo hacía siempre:

-Tú eres tonto chaval, ¿qué te crees que el Ejército te va atender a ti? Tu hermano está cumpliendo el servició militar y si tiene que morir que se muera, es por la patria.

Le miré con desprecio, porque era lo que se merecía, pero no le día contestación, porque lo único que merecía era darle con una estaca hasta echarlo. Siempre fue una persona repugnante, un ignorante presumido, que no le quedaba bien ni la corbata que siempre gastó.

Salí con doble disgusto, uno por la situación de mi hermano y el otro por tener que soportar aquellos dos malditos energúmenos, que parecían divertirse con el sufrimiento de los demás. El primero no era dañino, aunque siempre tuvo alguna de esas pijadas, pero el segundo daba pena al ver su mala forma de ser. Es un tío perverso y malo de verdad, todavía vive. Desde luego que no pongo su nombre, pero lo que está bien claro, es que si leyera este artículo, se daría perfecta cuenta de que me refiero a él, porque el resto de la gente eran normales y el miserable sabe muy bien el daño que siempre hizo.

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