Pasaba el tiempo y luchaba para terminar de pagar la casa. Estábamos criando a los hijos. Aunque nuestra economía iba mejorando un poco, todo iba muy justo. Procuraba calcular el gasto de cada mes para ver lo que podía ir amortizando de la hipoteca. Mi esposa era muy joven y le ayudaba a llevar la carga de ama de casa, distribuyendo el gasto en las cosas de más necesidad. Para alimentar a los niños no se podía regatear, el día que les tocaba comer carne, ésta solo sería para ellos y para la madre, yo con un plato de cocido, pan y un poco de vino, me conformaba, era suficiente. La carne y el pescado eran muy caros, no podía consumirlos. Mi esposa no quería comer. Me decía ¿Por qué la voy a comer yo y tú no? Yo le decía:
-Tú tienes más necesidad que yo, trabajas mucho y las mujeres, por el hecho de ser madres, necesitáis ser alimentadas con más cosas que los hombres. Si no te alimentas bien lo sentirás en tu salud. Lo pase muy mal con tantas necesidades, pero en aquel tiempo, por lo menos no pasé hambre y la cosa fue hacia adelante. Más tarde ya cuando todo era normal. Mi esposa les contaba todas estas historias a los hijos y les decía entre otras cosas. Nunca debéis olvidar lo mucho que trabaja vuestro padre y lo mal que lo paso. Ya veis que lo mejor lo dejaba para vosotros y para mí.
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