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En aquella misma semana que mi hermano murió, en Madrid, comenzaba otra nueva vida, allí habíamos encargado, sin saberlo, a nuestra primera hija, Ana María. Fue muy importante para nosotros, volvía a crecer la familia. La única que estaba preocupada aunque no decía nada era mi suegra, que sufría en silencio. Años atrás había nacido una criatura sin una mano y como el padre había sufrido un accidente en el que perdió una mano, la gente pensó que era por ese problema. Aquella noticia sirvió para que mucha gente me preguntara si no tendría miedo que cuando me casara me pudiera pasar lo mismo. Mi contestación siempre fue la misma: “no hay relación de un accidente  con la naturaleza, no hay por qué temer nada”. 

Siempre les dije que cómo podían pensar tamaña barbaridad. Qué tiene que ver la amputación de un dedo o de una mano con eso, si es un accidente. Precisamente en las cuencas mineras hay amputaciones de piernas, manos, dedos y otros, pero nunca salió un caso así.

En esa fecha iba a tomar nota al Sanatorio Adaro de Sama, de los accidentados del Grupo y también al Ambulatorio en la Calle La Lila, de Oviedo, de los que iban al reconocimiento de silicosis y todos los viernes al Botiquín de accidentes de nuestra zona a tomar nota de los accidentados del Grupo. Pasaban la consulta tres Médicos: Dr. D. Alfonso Argüelles, Dr. D. Tobías y Dr. D. Emiliano Fernández Guerra, además de un Practicante. Como todos los días después de terminar la consulta los médicos se reunían alrededor de una mesa grande donde yo trabajaba, siempre salía algún comentario. Aquel día tocó el tema de una niña que nació sin una mano y que además se dio la circunstancia de que a su padre le falta una

El Dr. D. Alfonso Argüelles me preguntó:

-Arsenio, ¿cómo ves tú esta cuestión de las amputaciones?

-Muy clara, nada tiene que ver un accidente con un trauma de esta envergadura, aquí sí que no existe la ley del Talión diente por diente y ojo por ojo le dije: aunque soy profano en medicina tengo claro que no existe relación. La prueba está en la cantidad de amputaciones que hay, y nuca surgió nada. Creo que esto fue una casualidad.

-Es muy bueno que pienses así porque el día que te cases podrás mentalizar a tu esposa de que nada tiene que ver. Nosotros tampoco sabemos ciertamente por qué surgen, pero nos inclinamos a pensar que la mentalidad de la madre puede haber sido la causa. No te olvides de eso, en estos casos la tranquilidad es fundamental y lo mejor. Hay que convencerla de que es totalmente normal.

Pasaron los años y en cuanto comencé con mi esposa le comenté el tema y ella siempre estuvo convencida de que no guardaba relación ninguna. Más tarde, después de casarnos y quedarse embarazada, le daba alguna charla sobre el tema y ella lo comprendía muy bien. Nunca pensó en ese tema. Su embarazo fue normal, pasaron los nueve meses y en la Maternidad de Sotrondio, a las 12 de la noche del 4 de Marzo de 1965, nacía nuestra hija Ana María. En la sala de estar esperábamos mi suegra, mi hermana Araceli y yo. Desde luego estaba nervioso como todos los padres. En el momento de nacer la niña salió el practicante Manolo Carcedo y me dijo:

-Arsenio, enhorabuena, tienes una hermosa niña. Tu mujer está muy bien.

Casi no me dio tiempo a darle las gracias cuando mi suegra, llorando de alegría, le preguntó:

-¿Tiene manos?

-¿Cómo no va tener manos, señora? ¿Por qué lo dice?

-Porque me atormentaban las vecinas diciéndome si no tenía miedo a que naciera sin manos, por lo de su padre. El día antes de ingresar, estando lavando en el lavadero del pueblo, me lo preguntaron y como ya estaba  harta de tantas tonterías les dije que no tenía miedo porque él la hizo con lo que tiene de hombre, no con las manos.

La pobre mujer sufría en silencio, nunca nos había dicho nada hasta este día. Su comentario fue que algunas veces hasta no le gustaba salir de casa para no escuchar a aquellas ignorantes mujeres, que sin darse cuenta le hacían sufrir, repitiendo lo mismo con mucha frecuencia. Durante los nueve meses nos veía a los dos muy normales y, a pesar de yo darle alguna charla sobre el particular, no lo comprendió y no fue quien a olvidar, ni a echar de su mente aquella duda que le atormentaba. Mientras que no vio por sus propios ojos el feliz acontecimiento, no se convenció.

Mi esposa, al poco tiempo, se quedó embarazada nuevamente y, como el anterior, con toda normalidad. Mi suegra ya no tuvo ningún miedo, tampoco las que tanto la molestaron le dijeron nada. Sin molestias y todo con normalidad, en la tarde del 7 de Enero de 1966, a mi esposa le pareció sentir alguna molestia. Quise llevarla a maternidad.

-Es muy poca cosa, no va a ser para eso dijo: esperemos un poco más.

No había pasado una hora, cuando la cosa apretó de duro. Se dio cuenta de que ya era tarde para marchar, se metió en cama y comenzó a nacer el niño. Todo fue tan rápido que no dio tiempo a nada. Con la ayuda de mi suegra y una vecina, se arreglo. Yo miraba todo el proceso un poco nervioso. Al momento había nacido nuestro hijo Norberto. Mi suegra, orgullosa de ser abuela, se sentía tranquila. Nos ayudó a cuidar a los niños y todo salió perfecto, se criaron fuertes como robles.

A los cinco años el día 29 de Noviembre de 1.971 nacía nuestra hija Mónica en la maternidad de Oviedo. Nuestros tres hijos nacieron con toda normalidad.

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