Manos muy bonitas pero poco prácticas para defenderme. En el mes de mayo del año siguiente recibí un telegrama del Director de La Clínica de Madrid para que fuera a ésta con el fin de asistir a una especie de congreso. Se reunían varios médicos para presentar diferentes prótesis. Además de otros señores que padecían la misma amputación traumática de ambas manos. Salimos aquella misma noche. Me acompañaba mi esposa y Alejandro. Viajamos toda la noche para poder asistir a la primera reunión, que comenzaba a las diez de la mañana. Llevé mis nuevas manos Francesas y también las de siempre.
Para poder saber el rendimiento que se podía sacar de aquellas nuevas manos, había trabajado seis duros meses. Hasta que ya me convencí de que no se podía hacer mas. Tan difícil es el poder hacer algo con ellas que bajé cuatro quilos de peso por lo mal que lo pase. Queriendo sacar de ellas lo que no se podía. Quise estar bien seguro de lo que se podía hacer con. Sabía que me tocaba presentarlas y hacer varias demostraciones con ellas. Además por mi propio interés, se trataba de un tema muy serio, nada menos que lo de las manos. Por eso luche todo lo que pude para estudiarlas afondo y estar documentado para presentarme ante un congreso o donde fuera necesario y no fallar.
Aunque se trataba de unas bonitas manos, no eran lo que a simple vista representaban. Daba el pego por su belleza y su bonita figura. Manos como las de una señorita, finas, elegantes con un colorido perfecto. Unas uñas arregladas a la perfección, hasta tenían el color de una fina piel, pero realmente eran unas pinzas simuladas. Los movimientos de sus dedos lo hacían de la misma forma que las prótesis que yo llevaba, pero con el grave inconveniente de que estorban para trabajar. El bonito y gran formato de casi auténticos dedos impedía seriamente, por no haber margen de maniobra. Nada tenían para compararse con la facilidad de movimiento de las pinzas normales, que por su forma estratégicamente diseñada, tienen acceso a casi todas partes, mientras que la mano más voluminosas y más torpe en los movimientos, impedía los trabajos. Los problemas eran varios, nunca podían entrar donde entraban las pinzas, por su fácil movilidad y fino tamaño.
Resultaba casi imposible realizar trabajos como sacar la cartera del bolsillo, abrocharse los botones, coger la cuchara. No había base suficiente como para que se pudiera sujetar los objetos. Se trataba de la punta de tres dedos juntos, que realmente no servían ni para hacer las cosas más elementales, ni para defenderse un hombre. No digamos ya para realizar trabajos fuertes como manejar herramientas o conducir, ¿cómo podría manejar el volante? Esto sería algo de lo más imposible. Tampoco ningún trabajo de taller y menos manejar el hierro, ni soldar, ni pintar. Solamente con pintarse con el bolígrafo ya no se quitaban las manchas. Se incrustaba de una forma que no había remedio ni con algodón y alcohol, o éter para limpiarlo. Aparte, los guantes eran súper caros y no duraban casi nada. Solo valían para lo necesario del aseo y comer y con dificultad.
Aquellos seis meses fueron para mí como una tortura, no deje de hacer mil pruebas, no me quise dar por vencido, luche lo indecible. Aunque tenga defectos como todo el mundo, tengo la virtud de ser muy constante y realista. Por algún motivo me llamaron siempre el hombre de la fuerza de voluntad.
El día 4 de diciembre del 20011 se cumplieron cincuenta y siete años de mi accidente, y siempre he trabajado con mis aparatos de acero inoxidable, manejando en el campo toda clase de herramientas: fesoria, palote, garabato, guadaño para segar, pico, pala, carretilla; todo esto sería imposible de hacer con aquellas manos, y mucho menos trabajar en la construcción de las máquinas que hice. No aguantaban fuertes tirones, rozamientos, calentones, quemaduras al soldar, grasas y aceites que no se podían quitar; quedaron totalmente excluidas, aparte de lo caras que eran. Actualmente cuestan un millón de pesetas cada una. Un engaño una “estafa”
Quedó muy claro que solo servían para uno que le faltara una sola mano y que, sin duda, vestían muy bien y que el trabajo lo resolvería con la mano sana y asunto resuelto. El resto nada podíamos hacer con aquellas manos.
Solo tenía una ventaja, que había que fijarse para saber que no era manos. Aunque las prótesis son feas y llaman demasiado la atención de la gente. Eso no tiene otro remedio, más que soportarlo porque no hay otra cosa, no voy a presumir de lo que no tengo. No hay manos, nada puedo hacer más que presentarme como soy, y soportar lo que me toco en la vida.
Entre otras cosas a estudiar por los médicos, una de ellas era este problema. Diferencia de movilidad y desarrollo de trabajo. El Director, mi maestro, me presentó trabajando con las manos y después con las prótesis normales. Quiso mostrar mi forma de trabajar ante el grupo, y dejar bien claro la notable diferencia de trabajo por mi prótesis, ante las manos Francesas. Además de enseñarles al resto de los pacientes sin manos, mis trabajos. Ya que allí había señores sin manos de poco tiempo y sin experiencia, y también los había de muchos años, pero que no fueron a sacar el rendimiento de mis prótesis.
Por eso el Director creyó muy importante, que aquellos hombres vieran lo que se podía conseguir si se trabaja, literal mente.les dijo:
-Aquí tenéis la prueba de este hombre que termino su rehabilitación en solo cuatro meses. Además de revolucionar sus propios aparatos. Diseño unos finos y ligeros para vestir y otros más fuertes para trabajar con fuerza y capacidad, para poder realizar trabajos de taller, en el campo y conducir coche, camión o tractor. Manejando todo tipo de herramientas, algo que no se conocía hasta que este trabajador lo desarrollo.
-Arsenio les dijo, es hombre experto y muy constante para las cosas. Siempre consigue lo que se propone. En toda mi carrera nunca me he encontrado con otro que fuera capaz de desarrollar los trabajos que este hombre hace. Ya me di cuenta desde el principio que tenía una fuerza de voluntad de hierro y que siempre trabajo con afición .Se acerco y dando una palmada sobre mi hombro dijo:
-Así como hay campeón mundial de peso yo te nombraría campeón de pinza, no hay quién te iguale. Aquí mismo lo estamos comprobando con su forma de trabajar y la rapidez con que hace las cosas que se le pidan y con una serenidad pasmosa. Cosa muy difícil para muchos en esta clase de demostraciones. Alejandro, su compañero dice que Arsenio es hombre de suerte, siempre le sale todo muy bien. A eso no se le llama suerte, solo es el resultado de su fuerza de voluntad y duro trabajo, no lo podéis olvidar.
Desde luego que siempre me salían bien las pruebas y demostraciones. Pero yo lo considero una suerte, porque por muy bien que trabajes, algún fallo podía salir y a mi nuca me ocurro. Mil gracias doy por haber tenido la suerte de coger el truquillo, si no, me hubiera quedado como todos.
No encuentro palabras adecuadas para expresar lo difícil que resulta dominar el bajón de moral y también el manejo de los aparatos. Que al principio y durante largo tiempo, te parecen imposibles de entender y adatarte a ellos. Tan difícil y duro es que no se trata de meses para aprender, sino de varios años, por eso La gente se cansa y lo deja por imposible.
Cuando el Director explicaba las cosas, se le notaba satisfacción, lo decía convencido y orgulloso de que uno de sus alumnos fuera el mejor. Mi esposa, me miró con emoción, para ella también era importante oír cómo reconocían el trabajo y sacrificio de su marido. Alejandro, mi compañero, también me dijo: “choca esas cinco, amigo, siempre fuiste el mejor. Me alegro mucho”.
Debo añadir que el mérito de mi compañero Alejandro fue digno de destacar, por lo sincero que fue. Al manifestar delante de todo el grupo su satisfacción por mi éxito. Mientras que alguno no le gustaba mucho el éxito de los demás, Alejandro lo vivía como si de él se tratara. Eso sí que es tener valor y agallas. Alejandro siempre las tuvo, no sé cómo pudo fallar y no seguir el mismo camino de lucha y trabajo. Fue una lástima, se perdió en el abismo, seguramente por el miedo a la lucha de la misma vida.
En aquella misma mañana nos enteramos de que nos iban filmar para un documental, con el fin de mostrar la forma de trabajar, que, según el jefe, serviría para mucha gente que tuviera que pasar por esta dura batalla de la rehabilitación. Al ver con qué facilidad se realiza toda clase de trabajos, aliviaría su baja moral. Esta película se tardó en rodar una semana. Se terminó para la hora de comer del sábado día 29 de junio del 1964. Comimos todos juntos y al terminar, mi esposa y yo fuimos a dar una vuelta por el parque del Retiro.
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