La construción de la casa la hice por administración. Contraté a un albañil por un tope de dinero por los trabajos de techarla. Yo compraba los materiales. De esta forma ahorraba mucho dinero en la obra. Desde luego que daba trabajo pero era rentable. Aunque estaba contratado, yo trabajaba sin cesar. Me urgía terminarla para poder trabajar en el bajo. El albañil iba con demasiada tranquilidad, por ese motivo todo mi tiempo libre de mi trabajo lo dedicaba a la obra. Subía ladrillo a los andamios, pasta, viguetas, hormigón, teja; ayudé hasta a retejarla, lo que hiciera falta. Mi familia me regañaba, decían que iba reventar por tanto trabajar, o que me podía caer de un andamio, que ya tenía bastante sin buscar más. Les decía:
Ni trabajo tanto como dice la gente ni me haré daño, no me tocará todo lo malo a mí. ¿Acaso voy a ser tan desgraciado como para hacerme daño en la construcción de mi propia casa? Todo no saldrá mal y seguiré hasta terminarla, sin problemas de altura ni de nada.
Sé que había opiniones para todos los gustos. Al estar situada delante del mismo Pozo, al cabo del día gran cantidad de gente pasaba y miraba. Cada uno opinaba de distinta forma, eso era inevitable, unos decían que era rápido como un lince trabajando; otros, que me iba hacer daño; otros, que no debí haberme metido en ese lío que suponía hacer una casa; y algunos, que no podría pagarla. Todos esos comentarios que había en el bar o en la calle, al momento me los contaban.
Recuerdo uno que llegó una tarde a la finca cuando me encontraba trabajando y me dijo:
-No te puedes imaginar las discusiones que se arman por lo que trabajas, es de comedia ver la mentalidad que tienen algunos. Apuestan y discuten sobre lo que no saben ni les importa. Si te gusta trabajar y lo necesitas ¿qué les importa? Menos mal que tienes muchos más a favor que en contra, porque, la verdad, es que llamas la atención al ver con qué rapidez trabajas.
Al principio me había prestado dinero un familiar que, al oír esos comentarios atormentaba a mi padre diciéndole:
-Usted y su abuelo han valorado mucho a Arsenio, y es cierto que lo merece, pero ahora se pasó. De esta no sale. Mucha gente dice que se va desgraciar al caerse de un andamio o de una pared, que se puede quedar peor de lo que está y no va poder pagarlo. Llegará la Caja y se lo llevará todo, y yo me quedaré sin el dinero que le presté. El préstamo que me había hecho era de 50.000 pesetas que nunca pensó cobra por su enorme equivocación. Cuando un día para hacerlo callar le dijo mi padre. Seguro que te va a pagar y no será muy tarde, trabaja mucho y no le van más las cosas, pero si fallara yo te las pagaría, tranquilo. Eso no me vale porque así perdería mi mujer parte de esa cantidad a la hora de heredar. Hay que ver como razonaba las cosas aquel hombre, que estaba casasdo con mi hermana, increíble pero cierto.
Este rosario de protestas, lo tendría que soportar mi pobre padre durante largo tiempo. Si él ya sentía mucho por la situación de su hijo, aquellas críticas le hacían sufrir más. Cuando lo que merecía realmente era animarlo para que no sufriera tanto. Bastante mal lo pasaba mi padre por su mísera pensión y no poder ayudarme, cuanto más, presentándole más problemas.
Mi padre le respondía:
-Estás confundido por los comentarios que oyes. No debes hacer caso a la gente que no conoce las agallas de mi hijo. Yo confío en él, sé que nuca falló y no lo hará. Es hombre seguro y vencerá, no sufras, que te va a pagar. El tiempo ha de ser testigo y tú también le decía. Es incansable y si él se lo propone lo sacará.
No le convencían las afirmaciones de mi padre y durante el tiempo que duró el préstamo no cesó con lo mismo, le parecía imposible que pudiera salir adelante, era poco optimista.
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