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Eran las nueve de la mañana cuando salí de aqueel bar. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.Eran las nueve de la mañana cuando salí de allí. Ellos siguieron con la juerga todo el día. Allí comieron al mediodía y no salieron hasta caer de nuevo la noche. Cuando llegué a mi casa el disgusto de mis padres casi era tan grande como el mío. Desde luego yo tenía doble motivo. Mi padre me preguntó:

-Hijo mío, ¿Cómo vienes a estas horas? ¡Qué mal pasamos la noche sin saber de tu paradero!

Le conté como fue todo. Le dije que yo también lo sentía mucho y le pedí disculpas. Me acosté a dormir hasta la hora de comer. Después de asearme le pedí a mi madre el traje para cambiarme. Ella me preguntó que si ya me iba tan pronto. Le expliqué que iba a ver a una chica que hacía algún tiempo que acompañaba. Mi padre escuchaba muy alegre y después de decirles de dónde era y que iba a buscarla a las siete me recomendó que durmiera un poco más, que tenia tiempo suficiente para llegar a las siete. Sin poder ocultar su alegría de ver a su hijo que con ánimos intentaba rehacer su vida, dijo mi padre:

-Me alegro mucho de que tengas novia. Eso es muy positivo. Tú eres hombre vivo y no creo que te engatuse una cualquiera. Solo te digo que seas como siempre has sido: serio y que no hagas daño a ninguna chica. Si no la quieres para ti acuérdate de que tienes hermanas y lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie.

-Muchas gracias, padre, por tu buen consejo. Así será, tú bien sabes que no hago daño a nadie. Pero me temo que esto no es para seguir

Mientras que le escuchaba mi madre permanecía en silencio. Yo sentía una gran satisfacción al verles tan contentos a la vez que tristeza pensando que no debí haberles dicho nada hasta saber lo que iba ocurrir. Los horizontes estaban cargados de nubes muy oscuras, no creía poder combatirlas y algo me decía que no lo conseguiríamos. Temía disgustarles cuando todo se volviera “agua de borrajas”.

Comí con la familia y al poco tiempo salí para estar un rato en el chigre con los amigos y pasar el tiempo pues no tenía ganas de dormir como mi padre me decía. Todos mis amigos me miraron con sorpresa al ver que ya estaba preparado para marchar. Ellos no salían por la gran tempestad y les parecía peligroso caminar por aquel monte. Todos estaban en bromas conmigo porque decían que la cosa iba en serio. Yo les seguía las bromas sin explicaciones procurando sonreír pero lo que ellosno sabían era lo que yo padecía. Iba a ver a una chica que quería, que apreciaba, pero en el fondo tenía la sensación de ir a un duelo. No sabía cómo me iban a recibir ni lo que podía pasar. Me daban ganas de no ir pero lo consideraba una cobardía. Si lo que estaba pasando era por mí ¿Cómo le iba a fallar? ¿Qué clase de hombre diría ella que era yo? Mi deber era luchar con ella hasta el fin.

Y llegó la hora de marchar. Me despedí y emprendí el largo trecho que separaba los dos valles. Al igual que el día anterior, procuré llegar a la hora en punto y mi sorpresa fué cuando al divisar la puerta de su casa no había nadie. En lugar de ella, en la otra puerta muy cercana estaba su cuñada. Las dos casas estaban pegadas. En la misma posición apoyaba sus brazos en la puerta y al comprobar que no era la que tenía que recibirme, mi corazón comenzó a latir sobresaltado porque pensé que algo raro había ocurrido. De no haber sido por que tenía que dejar la linterna hubiera seguido de largo. La gran mujer que a pesar de tratarla muy poco me pareció, era la única que nos daba ánimos. Me hizo una seña para que me acercara y saliendo de la puerta me dijo que la chica tuvo que marchar. Entre su hermano y su madre la echaron diciéndole que, o se iba al baile sola o se quedaba cerrada en casa y sin recibirme. Asímismo me dijo que el hermano iría al cine y que en el baile un primo suyo estaría a cargo de controlarla pero que aún asi me dijera que yo fuera donde ella estuviera.

Le entregué la linterna, le di las gracias y me alejé. Llegué y en lugar de ir al baile entré en el bar del que precisamente salía el único cliente que había. El bar estaba vacío, solo estaba el dueño. Toda la gente se encontraba en el baile. Pedí un “blanco” y cuando me disponía a echar un trago llegó un amigo. Le invité y mientras que charlábamos me dijo:

-¿Cómo es que no estás en el baile?

-No pienso ir.

-¿Cómo no vas a ir si tienes a tu novia allá?

-No tengo nada que hacer, tú sabes cómo están las cosas.

Por ser de allí sabía todo lo que ocurría. Hasta que le acompañé no cejó en su empeño. También estaba disgustado. Le daba mucha pena y me dijo:

-No te acobardes. Lo conseguirás. Es muy buena chica y tú la mereces. Lo de tus manos ya no es problema para ti porque lo superaste hace tiempo y no es necesario que sufras tanto. El tiempo les ha de demostrar lo que tú vales.

Me cogió por el brazo y me obligó a acompañarlo diciendo:

-Tú eres hombre con muchas agallas y no puedes darte de baja. No puedes fallar al compromiso de estar con ella porque te espera. 

Los dos bajamos al baile y nos fuimos al mostrador. Tocaba la orquesta y casi todos bailaban. Al poco tiempo llegó a mi lado otro amigo a decirme que le enviaba la chica para decirme que no dejara de ir a sacarla a bailar. Esperé a que terminara aquella pieza y me acerqué. Comenzamos a bailar y me contó lo ocurrido y lo mal que se portaron con ella su hermano y su madre y también su primo, aquel que su hermano había mandado para que ella no pudiera estar conmigo y que precisamente nos estaba mirando con descaro, como diciendo: “cuidado que estoy aquí”. Ella me indicó donde estaba el que hacía de pastor. Dijo que no podíamos estar allí juntos para evitar problemas, aunque no me dió explicaciones y dada la forma de ser de su hermano era de suponer que le hubiera dicho que si no le hacía caso él iría a separarnos en el mismo baile. Me dijo que faltaba poco para terminar el baile y que me esperaría a la salida para ir a su casa y estar juntos como el día antes en el banco.

Terminó la pieza y volví al mostrador con algunos amigos hasta que se acabó. Al término del baile nos juntamos en un lugar cercano pero un poco apartado y casi sin luz para acercamos a su casa. La madre, al saber que estábamos allí, comenzó a chillar por toda la casa. Sólo ella sabría lo que decía. Ni su hija ni yo la escuchábamos. Como el día anterior y bajo aquel frío y con una luz escasa intentábamos buscar solución al problema pero nada podíamos hacer. Yo le proponía dejarlo por una temporada a ver si más tarde podíamos seguir. Ella dijo que lo mejor era aguantar a ver si se convencían. Seguimos algún tiempo más pero siempre con aquella tortura de saber que cada vez que se enteraban de que yo la acompañaba le pegaban. Dándome cuenta de que no cesaban aquellos líos familiares y que aun la seguían maltratando, decidí dejarlo. Con mucho cariño y mucha pena le expliqué que no podíamos seguir. Yo no podía soportar que le siguieran tratando de aquella forma. Los dos vivíamos amargados. Le dí un abrazo como despedida y llorando los dos me alejé de aquella bonita mujer que sufría las humillaciones de su propia madre y hermano que la trataban sin piedad ninguna al estilo salvaje, mientas que ella era noble y buena. Así acostumbraba alguna gente de aquel tiempo a jugar con la vida de los demás sin importarles el martirio y el sufrimiento que pudieran causar, en este caso al privar a una mujer joven de aquel que ella misma había elegido para unir su vida. No volví por aquella zona en varios años para no encontrarme de nuevo con el problema. Sabía que volveríamos al mismo camino de antes. 

A pesar de tantos años transcurridos desde aquel día que nos despedimos, solamente volví a verla una vez. Llegamos un amigo y yo a un baile y ella se encontraba dentro del bar con su marido. Por la parte de delante nos vió y cuando mirábamos el baile se acercó y nos saludó. Mi amigo, que la conocía, se alejó para dejarnos solos. Le pregunte:

-¿Cómo es que estás aquí?

-Me casé y estoy aquí con él. Está jugando la partida. Lo paso muy mal. No tenías que haberte marchado. Las cosas podrían haber ser de otra forma.

-Lo siento mucho. El destino no quiso unir nuestras vidas. Bien sabes que no nos dejaron en paz y, dada la postura de tu familia, tuvimos que dejarlo. Yo no quise hacerte daño. Ya sabes que te respeté y no pude soportar que siguieran maltratándote por mi culpa. Siempre te apreciaré y te deseo lo mejor. Creo que serás una buena esposa. Yo no sé cómo será mi suerte. Aún no encontré a mi pareja. Tú ya la tienes. Que tengas mucha suerte. 

-Si, la mía ya está echada con éste que no mira para mí.

Le rogué que fuera con su marido para que no la echara de menos. Nunca más volvería a verla. Sólo sé que tuvo hijos y que vivió muy mal y sin olvidarse de mí.

Después de pasar tantos años, hace poco tiempo una de mis sobrinas me contó que es amiga de una de sus hijas y que ésta me vió en un mercado hace muy poco tiempo y le dijo: “¿Cómo no va seguir mi madre enamorada de tu tío? Es muy elegante. Vaya guapo que está. A pesar de ser de la misma edad de mi madre ella está mucho más vieja que él. Mi padre la trató muy bruscamente. Ella nunca vivió bien con él, sufrió mucho y por eso esta tan acabada”. Y añadió: “¿Cómo se arreglará tu tío para conservarse tan bien? ¡Es que no pasan los años por él!

Mi sobrina le respondió: “Porque es muy metódico y nunca paró de trabajar. Él dice que ese ejercicio es el que mantiene a la gente en forma”.

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