Lo que hay que soportar algunas veces en la vida por hombres sin corazón ni vergüenza. Recuerdo un pasaje durante mi época oprimida por lo que estaba atravesando: un miserable que trabajaba como jefe de mantenimiento en el Grupo, y que era malo de profesión, se metía con todos como si en su cerebro retorcido no hubiera más que maldad. Solo le faltaba meterse conmigo para que terminara de cansar al Ingeniero jefe del Sector. Nunca habíamos tenido ningún problema, todo lo contrario, siempre nos tratamos como con todo el mundo en el trabajo. Como muchas veces más hizo con otros, esta vez me toco a mí. Se le ocurrió ir a mi jefe nada menos que con cinco denuncias, tantas como mentiras. Le dijo que la gente del pozo se estaba lavando con el agua manchada con el estiércol de mi ganadería, porque lo echaba al río y en el mismo lugar donde las bombas recogían el agua para el pozo. Cosa incierta, porque había unas fosas sépticas con arreglo a las normas vigentes y en toda regla, que mi jefe conocía y que habían sido controladas por los técnicos del Ayuntamiento. Para dar de alta la ganadería, entre otros muchos requisitos más, hasta fue publicada en el boletín oficial de la provincia. Como para estar fuera de lo legal
Dijo que yo había metido un cable subterráneo de energía eléctrica desde la empresa para mi ganadería, que gastaba una cantidad de agua excesiva para regar la finca y también de la empresa, y que estaba llevando madera para cerrar la finca. Pero lo que no tuvo en cuenta esta mala persona fue la cantidad de dinero que yo había gastado para restaurar aquella escombrera, finca que era de la empresa y que uno de los altos jefes me había pedido que lo hiciera a fondo perdido, sin cobrar ni un céntimo por aquel maldito trabajo, que me emplumó abusando de su alto poder en la empresa.
Esa energía eléctrica era precisamente para el bombeo del agua que era para mantener el riego de aquella estéril escombrera que la empresa quiso restaurar por motivo de seguridad para el pozo ya que con el calor de la escombrera y la cantidad de maleza que había, podría incendiarse y parar el pozo. Pues muchas veces hubo pequeños incendios que pudimos controlar precisamente con ese agua, la que había que controlar al máximo en pleno verano por que andaba muy escasa, ya que el grupo de bomba que subía el agua para el abastecimiento del Pozo se quedaba corto en verano para atender la refrigeración de compresores y el abastecimiento de la casa de aseo. Se gastaba mucho más que en el invierno, viéndonos obligados a regar sólo los fines de semana.
Todo lo que aquel individuo alegó en mi contra estaba en orden y completamente de acuerdo con la empresa, que fué la que lo ordenó y bajo sus directrices de seguridad. Lo que no sabía aquel oveya era el pufo que me metió el gran Jefe por aquella maldita obra que aunque necesaria, sirvió para darme un montón de disgustos y un gasto de dinero desorbitado para mi economía.
Este maldito gasto fue considerado por algún boca fría como un lucro. Así piensan algunas mentes retorcidas.
¡Cómo sería su maldad y cómo puso de enfadado al Jefe de Sector que nada más salir de su despacho me llamó y me dijo!
-Usted es un hombre de arte y de cojones. Dígale a ese miserable que le espere, que tiene que hablarle.
El tipo escuchaba lo que mi jefe decía. Le dije: “ya oyes al jefe, espera” y cerré la puerta del despacho. El jefe me dijo: “a ese sinvergüenza solo le faltaba meterse con usted. Es una mala persona, no merece otro calificativo. Se mete en todo y con todos los de su alrededor. Por algo la gente no le quiere ni ver. Vino a denunciar lo que la empresa había mandado hacer. Cinco mentiras como cinco casas”. Me comentó el disparate que le había dicho y me dijo:
-Salga y échele una bronca como se merece. Usted sabe hacerlo. Si lo niega dígale que yo estoy aquí para comprobar su desastre y que lo dije yo y que va a misa.
Me esperaba ya nervioso, porque se había dado cuenta de su metedura de pata, pero ya tarde. Sabía que el jefe era hombre muy noble pero bravo cuando se enfadaba.
-¿Cómo se te ocurre decir tantas mentiras a mi jefe? ¿Qué daño te hice yo para meterte conmigo? Eres peor que una serpiente, ¿No ves que nadie te quiere porque eres mala persona? Intentas hacer daño a la gente y pasa lo contrario, el daño te lo estás haciendo a ti. ¿Acaso no sabes más que pensar mal? La gente de aquí no te quiere ni ver, aléjate de aquí y no vuelvas, es lo mejor para ti.
Trataba de incorporarse pero le dije:
-Si lo niegas pasamos al jefe y él mismo te dirá la falta tan grave que acabas de cometer, denunciando algo tan tonto como injusto. Esta vez has encontrado el zapato a tu medida, como muchas veces más y no espabilas. ¿Qué clase de cerebro tienes?. ¿Cómo no despiertas o es que tu veneno no te deja más que ser así de malo? Metió el pico debajo del ala y se fue.
No pasó mucho tiempo y se metió con otro de los hombres más cumplidores y trabajadores que había que había en el grupo, un capataz que ascendió de puesto. Esta mala persona por envidia quiso darle la cama, así decía el mismo. Fue con falsas denuncias al jefe y este lo echó del despacho, nos llamó al capataz y a mí y nos contó lo ocurrido. Nos dijo: “Debí echarlo cuando se metió con Arsenio, pero a este hombre no le gustó y me pidió que por esta vez lo dejara, pero de esta no se libra A partir del lunes será destinado a otro Grupo porque aquí ya nadie le tolera. A ver si allá lo espabilan o lo echan también”.
Esta vez le salió peor y lo echaron de nuestro grupo por no despedirle y dejarle sin trabajo. Lo largaron al Pozo Soton y con los malos informes que tenía por delante para que tuvieran cuidado con él. Pasaron dos años y se le dió el retiro.
Una tarde llegamos mi esposa y yo a una sidrería donde él estaba. En cuanto tuvo ocasión me dijo: “Ese Ingeniero fue para mi un hijo de puta. Me debe una muy gorda y me la va a pagar. Ya estoy retirado y con buena paga. Que se prepare porque cualquier día voy a por él. En la cárcel con dinero puedo vivir muy bien”.
Le miré con pena y le dije: “¿Todavía sigues tan retorcido? Tú no vas a ninguna parte por dos razones: una, porque sabes que no tuvo más remedio que echarte y otra, porque no te atreves a meterte con él ¿Que te crees que se va a dormir en los laureles?”
Como toda su vida, cuentos. Ni se movió para nada
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