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Mi accidente es una gran prueba que la Duro Felguera demostró.

El resultado de todo esto bien se ve cuando pasa un caso como el mío. Si la empresa Duro Felguera, no me hubiera dado un punto de trabajo ¿qué sería de mi vida sin manos y sin pensión? ¿Cómo me iba ganar el pan? Todavía podemos llegar más lejos: en el supuesto de que me hubiera quedado una gran pensión, lo suficiente como para vivir, es posible que hubiera sido mucho peor. Al quedarme en casa sin nada que hacer, ni forma de pasar el tiempo en aquella aldea, pude haber caído en la desesperación y haber sido peor el remedio que la enfermedad.Un hombre acostumbrtado a trabajar toda su vida, no soporta ese trauma que produce el no trabajar.

Mientras que al tener un trabajo y un horario que cumplir, por respeto a los jefes y por mi propio deber, pude aguantar y el tiempo fue pasando. Aunque al principio me costó muchísimo el acostumbrarme, lo pase fatal, a demás del misero sueldo que me pagaban como conserje. Pero aquello fue para mí como una escuela permanente. Poco a poco me fui preparando hasta que comencé a estudiar, hacer por la vida, a salir de aquella ignorancia, desconociendo todo porque realmente estaba como un mulo, un analfabeto, las cosas hay que llamarlas por su nombre. ¿Qué iba saber yo de la vida,sino trabajar?

De haber quedado en mí pueblo seguiría como antes, sin conocer nada más que las montañas de mi valle. Desde luego la diferencia es más que notable. Ni hubiera estudiado, ni diseñado mis aparatos, ni las maquinas que salieron de mi trabajo. La pregunta es ¿Qué sería de mi vida en esas condiciones? La respuesta está muy clara, atontado y perdido en el abismo de mis pensamientos y muy probable que en la bebida, la que destroza al más fuerte.

 Hubo gente que decía, pobre hombre, encima de perderse las dos manos no le quedo pensión. Seguro estoy de que lo decían con la mejor de las intenciones, convencidos por la pena y el dolor que sentían por mi y les agradezco de corazón, porque yo mismo lo pensé. En cambio, el tiempo demostró que pudo ser peor, así son las cosas, lo que hoy vemos de una forma mañana puede ser de otra, increíble pero cierto, por esa razón y muchas más, es necesario pensar muy bien las cosas antes de actuar, sin saber el porque de las cosas.

Un jefe, me preguntó: Arsenio, ¿cómo ve usted el tema de este productor?

Se trataba de un obrero del interior de la mina, que había tenido un altercado con un vigilante y que le habían hecho un expediente por malos tratos. Le dije, riéndome: 

-Jefe, ahí no puedo opinar. Yo no puedo traicionar a mi sangre de minero, soy hijo del cuerpo y   un ex picador de carbón que trabajo a la puerta de la mina, además, yo no vi lo que ocurrió

Se rió y me dijo:

-Es usted muy vaina.

-No se trata de eso Señor. Para no tener problemas, lo mejor es no buscarlos. Creo que para dar una opinión hay que conocer la causa a fondo, yo no sé lo que realmente ocurrió, solo se lo que dice el parte por escrito, pero no la versión del trabajador.

-Es cierto, tiene mucha razón. 

Estos y otros pequeños detalles son los que dan a conocer a un hombre y que al final son los que te van a valorar positiva o negativamente, por eso la imparcialidad es la que debe de imperar. Como dicen los antiguos: “el que mucho corre luego se cansa.”La seriedad en la vida, es tan importante como nuestra existencia, no la olvidemos nunca.

Como anécdota describo un pequeño comentario de aquellos primeros años: una mañana me llamó el ingeniero para que le informara de unos trabajadores que solicitaban materiales. La empresa tenía por norma dar materiales a un precio muy barato a sus productores, como tablas de costero, hierro, cemento y otras cosas más. Pero bajo informe del individuo, ya que había que saber si era cumplidor en el trabajo y persona formal para saber si dichos materiales iban con destino al uso del que lo solicitaba, porque hubo alguno que comerciaba con ellos y eso la empresa no lo toleraba. Uno es que sea para el mismo productor y otro es que baya traficar con ello.

El ingeniero me llamó a su despacho y me dijo:

-Siéntese, Arsenio, vamos a ver unas solicitudes de material que tenemos pendientes y sin firmar. Los que solicitan son cinco trabajadores del pozo.

 Me los pasó para que le informara. Las leí todas y le dije que se podían dar los materiales que solicitaban, los conocía,  eran para su propio uso. El jefe según se las iba entregando, ni los miraba, yo los había leído en voz alta. Los firmó, se las puse al otro lado de su mesa y me fui a mi aposento, Al poco tiempo subió el capataz, se sentó y miró las solicitudes, muy enfadado le dijo:

-¿Quién informó esta solicitud? Este tipo es un sinvergüenza y muy malo. Me dio mucha lata y tuve que quitarlo de picar porque casi se mata. No vale ni para el tren, que es donde lo tengo, le dijo al Ingeniero.

-El jefe le dijo, fue Arsenio el que las informó.

-¿Cómo informo la de este imbécil que le hizo una barbaridad a su padre y a un vecino, quitándoles una servidumbre de una finca, haciendo caso de su mujer que está medio loca? Aunque perdió todos los juicios, les cerró el paso. Este lo sabía porque ese caso había sido muy comentado hasta por la guardia civil allí en la oficina, por tratarse de un individuo que no hizo caso a la razón ni a la justicia.

El jefe me llamó y dijo:

-Arsenio, ¿es verdad lo que dice el capataz?

-No sé lo que ha dicho, señor.

-Bueno, dijo el otro, es que le conté lo de la servidumbre y todo lo sucedido con este que acabas de concederle el material que pide.

Los dos me miraron con cierto asombro. El ingeniero había llegado poco tiempo antes como jefe de pozo y no conocía a la gente. Con toda mi tranquilidad les dije:

-Sí que es cierto todo lo que dice, pero yo considero que no debo mezclar las cosas particulares con las del trabajo. Es un productor del Pozo, y sé que las tablas que solicita son para reparar un pajar para su ganado, y él tiene el mismo derecho que los demás aunque haya sido retorcido con los vecinos.

El ingeniero se levanto de su sillón y me dijo:

-Arsenio, pero si no le llamo para reñirle, sino para felicitarle.

Se acerco y tendió su mano y dijo:

-Le felicito de verdad, habrá pocos hombres de su categoría, esto es una muestra de cómo hay que proceder en la vida, muchas gracias porque es usted un hombre como hay que ser para afrontar las cosas, y eso significa mucho para su personalidad.

Muchas gracias señor, eso es lo que siempre hice, cumplir con el deber, porque es lo mejor para vivir con tranquilidad y sin problemas.

Con mi actuación al respecto y otras muchas más que se producirían, al pedirme opinión de otras cosas más y observando mí imparcialidad a la hora de opinar, o valorar las cosas, nunca se olvidó de mi forma de ser. Este hombre, que mucho me apreciaba y que tenía plena confianza en mí, cuando más tarde llegó a ser jefe de zona quiso llevarme con él. No pude complacerle y lo sentí mucho, me alejaría de casa y no tenía todavía carnet de conducir para poder desplazarme. A pesar de alejarme de casa si hubiera ido con él, me hubiera beneficiado de la jornada intensiva que me era muy importante. Se entraba a las siete de la mañana hasta las dos de la tarde y eso era para mí un gran beneficio por el tiempo que me quedaría libre todos los días para mi trabajo particular. Mientras que allí era jornada partida y todos los días salía de las seis en adelante, lo mismo a las ocho que a las nueve de la tarde. Aquello me resultó como un suplicio con la cantidad de trabajo que yo tenía en la finca, y me encontraba sujeto todo el día desde que amanecía hasta que oscurecía

Aquel tiempo que perdía después de la hora y que no pagaban, casi me pudre la sangre, con tanta necesidad y sujeto como el perro a su cadena. Las pasé muy mal, hasta que a fuerza de pensarlo y después de varios años, un día me decidí y le dije al jefe que en lo sucesivo y por motivos de mi trabajo particular me marcharía a las seis, cuando se terminaba mi jornada.

 Le expliqué las cosas como eran y dijo que lo entendía y aunque mucho no le gustó, poco a poco se acostumbró a quedarse solo. Cosa que nunca le gustó, y aproveché para trabajar en lo que tanto necesitaba. Me di cuenta que uno es ser cumplidor y otro es ser tonto, si mi jornal fuera lo suficiente como para mantener la casa podría estar allí lo que fuera, pero al no pagar no tenía por qué perder tanto tiempo que me era tan necesario.

Aunque tardé mucho en decidirme, porque me trataban bien, al fin tuvo que ser. Yo mismo lo sentí, porque aquel Ingeniero era una buena persona muy atento. El mismo me decía que sentía mucho el no poder pagarme las horas extras que echaba o una bonificación, porque la empresa lo tenía prohibido 

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