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1.      

 Castigo del mismo capataz, a mi compañero Gerardo y sin culpa ninguna.

Una mañana me encontraba picando en un “coladero”, (es como una chimenea) pero de solo unos 6 metros de altura según el lugar de la mina y que en este caso arrancaba des la galería. Coloqué la boca Rampla y tenía un vagón debajo para cargar el carbón que picaba en este coladero. Había dos picadores en la Rampla. Gerardo estaba regando la guía y Francisco el ramplero llenaba el vagón con el carbón de mi coladero. Llegó el Capataz y le dijo al ramplero que si ese vagón era para carbón o para ira, le dijo la verdad, era para carbón

Aunque me temo que dada su forma de ser retorcida, si le hubiera dicho lo contrario, protestaría diciendo, ¿porque va carbón en tierra?, Como este pollo siempre fue de los que lo sabían todo y amigo de armarla por donde fuera, ese día no iba ser menos. Para aquel individuo, nunca valieron más razones que las del.

Comenzó a reñir dando voces. Gerardo, que estaba muy cerca en el testero de la guía, se acercó y trató de explicarle que no se podía hacer de otra forma, por ser del coladero, lugar en el que no se podía hacer más que cargarlo en el vagón hasta que se pudiera calar para más tarde hacer encelegadas, cosa que nunca hacíamos porque toda esa tierra era poca para echar con el carbón por el bajo precio que le pusieron y poder cargar el número de vagones asignado a este lugar. El Capataz con su fumillo no lo quiso reconocer y le mandó a la calle castigado con dos días sin trabajo y sin sueldo, ademas de la gran bronca y sin ninguna razón, porque mi compañero no era el que lo picaba, era yo. Al oírlos bajé y quise intervenir, no me atendió por su mal genio y se alejó.

Lo normal sería que de haber motivo de un castigo, debía ser para mí, pero no fue así, castigo a mi compañero que con todo respeto le expuso la razón. Gerardo se marcho para fuera con un gran disgusto lo mismo que nosotros.

 Seguimos trabajando hasta terminar la jornada, cuando salimos Gerardo, nos espero, estaba fumando un pitillo a lado de las escaleras de la casa de aseo, muy tranquilo nos dijo:

-Ya me tomé el vermut y me comí unas sardinas. Arsenio, el capataz me quitó el castigo, llego a la planta donde yo esperaba jaula y como estaban embragado en cuarta, no me dieron jaula. Está prohibido hasta la hora de cada relevo, para que la gente no salga temprano, excepto que estés accidentado y para los jefes.

Llegó el jefe, pidió jaula, me mandó subir y dijo: “usted no es al que debo de castigar. Venga a trabajar normalmente y el día de hoy lo tiene normal. A quien tengo que castigar es a Arsenio, que es el que hace de jefe. Espérele y dígale que pase por mi oficina”.

Aquel día iba ser el segundo chupinazo que tuve con él gran jefe. Después de asearme fui a verle, pedí permiso y me dijo que pasara. Le saludé y comenzó la bronca, parecida a la que me echó en San Gaspar cuando era ramplero. Dado que ya conocía su fuerte genio, espere a que descargara su batería. Después de la gran bronca y sinpoder hablar, me castigó enviándome a la segunda rama, diciendo que era el que hacía de jefe y por lo tanto responsable.

-¿Termino ya? Si me permite le dire que sin echar la tierra, no sacábamos el número de vagones necesario. El precio era muy bajo y no sacábamos jornal.

Le dije con toda honradez, a mí tampoco me gusta ese sistema, por favor póngale un precio adecuado y evitamos ese problema.

-No hay cambio de precio ni puñetas a la vela, usted va castigado a la segunda rama y no hay más.

– No me quedo más remedio que decirle, ¿Qué sea lo que usted quiera, no hay mas discusión? cada vez que nos encontramos hay lio, así que me marcho del pozo y así se terminan las broncas, no aguanto más.

-A que mina piensa ir Arsenio:

Al Pozo la Revenga en el Entrego, que es en el que más segaña de esta zona y hay buena jefatura, así lo dicen los que trabajan allá vecinos míos. Ya me disponía a salir cuando me dijo:

-Espere, no se marche del pozo, tiene usted mucha suerte de que Alfonso le quiera y le aprecie  mucho. Por él le dejo en los macizos, pero no me eche más tierra.

-Es imposible, si no quiere ver lo de la tierra, no vaya más por allí. No me gusta engañar a nadie prefiero la verdad. «O precio o tierra» no veo otra solución. Si no llegamos a un acuerdo ya no vengo más para evitar discusiones.

-No se marche, Arsenio, usted es hombre apreciado en el Pozo. No se olvide que ya está haciendo de encargado y pronto le pondremos la plantilla de vigilante por lo trabajador que es, no sea terco y vaya a su destino.

-Bueno, seguiré hasta que vuelva usted por allí, serio.

Al despedirnos le dije, por favor no se olvide de lo hablado, me gusta trabajar y cumplir pero sin problemas. Seguí en aquella mina y nunca más hubo problemas. Es probable que se daría cuenta de que yo siempre iba con la verdad por delante y eso hace racionar al más bravo, es un buen sistema para defenderse donde quiera que uno baya. Poco habrá más brillante que la verdad aunque algunas veces sea demasiado dura y algunos no la quieran admitir.

Aquella mina nunca la olvidaré, pues fue mi último punto de trabajo en la mina, donde me encontré muy bien porque si el punto de trabajo era muy bueno y de mucho dinero, mis compañeros también eran de lo mejor. Allí trabajábamos y convivíamos como corresponde a la gente normal respetando cada uno a los demás y cumpliendo con su deber ayudando al compañero cuando fuera necesario. Esa gran unión en el trabajo, que es tan necesaria, se considera muy importante. El llevarse bien todos los compañeros y planificar los trabajos supone un gran rendimiento en el producto final. Esa convivencia de amistad de compañerismo no hay dinero que la pague. Se trabaja a gusto y te da ánimos para soportar mucho mejor las adversidades de la vida en la mina. La buena forma de comportarse, es muy importante, no solo en el trabajo, sino en todos los órdenes de la vida.

La zona de la segunda rama, era como un cementerio. Las ramplas eran muy anchas, colgadas y falsas. Había que empiquetar el techo y el muro, además del carbón. Había mucho gas y por nada se producían derrabes. Estaba “podre”, palabra que en términos mineros quiere decir que el carbón está muy blando y que se pica con facilidad, pero que se producen derrabes muy peligrosos. Esta Rampla era el terror de todos, yo también le tenía pánico, seguro que no me defendería con el posteo, pues solo tenía diecinueve años y me faltaba aprender. Aunque se medaba muy bien el picar, para esos lugares me faltaba lo más necesario: saber postiar. Un minero muy joven y con poca experiencia para lugares tan malos, es un peligro inmenso.

Macizos de san Gaspar de 3ª planta sur Pozo San Mames,

 Donde mejor viví en mi historia de minero y que la dinamita me quito, junto con las manos. Así fue mi duro destino, el que no deseo para nadie, por fuerte y duro que uno sea, se pasan canutas para salir de aquel atolladero donde te ves metido de la noche a la mañana, indefenso para todo y sin saber lo que podía ocurrir. Pero sobre todo, viendo lo mucho que sufrían mis padres y hermanos. El cuadro fueduro de verdad, hasta para los vecinos de mi pueblo que mucho sufrieron por mi. 

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