Los pasé mal, al principio por no haber ido al médico primero y luego por no poder caminar a causa de los dolores. Cuando iba a la consulta del médico apunto estuve de echarme en el monte, ya no tenía fuerzas para caminar por lo débil que estaba, pero sin olvidarme del peligro que ya había y por estar solo. Aunque me senté en el monte algunas veces para descansar, tuve que obligarme a seguir, porque medí cuenta que cada vez tenía menos fuerza para caminar y que cerca estaría el momento de quedarme inmóvil y en aquella soledad del monte.
Siempre pensé que el motivo de aquello fue la gran comilona de la boda de mi hermano Mino, que desgraciadamente ya se murió. Su vida fue triste y muy dura por un grave accidente que sufrió en la mina y que las secuelas le acompañaron toda su vida. Su suerte tampoco fue muy buena, en su momento describiré alguna de las peripecias que padeció.
Nos faltaba la costumbre de comer lo suficiente, se comía para ir tirando, supongo que tendríamos hasta el estómago menguado y la fartura de aquel día casi me mata. Los médicos dijeron a Marcelo que de haber llegado un poco más tarde no lo aguantaría. De no ser por mi padre, me hubiera quedado en la cama para siempre. En la actualidad la gente va al médico por cualquier cosa. En aquel tiempo no íbamos hasta el final, por eso algunas veces ya fue demasiado tarde, se aguantaba hasta no poder con más. Por ese mismo motivo de aguantar, se murió un hermano de mi madre, del apéndice y otros más.
Esta operación de apéndice fue más dura que la de la hernia. Me pusieron raqui en la columna para dormir mi cuerpo de cintura para abajo. Lo normal era que te dejara paralizado durante algunos días el sistema interno de orina sobretodo, tuvieron que sondearme. Yo, que toda la vida curé muy bien de las heridas, esta vez unos puntos se infectaron por la tremenda infección que tenía. Como el tema había sido grave, tuve que poner corrientes una temporada. Fue duro todo el proceso, dijeron que el asunto era feo, pero tuve la suerte de quedar bien y nunca más me dio molestias ni recaería enfermo, siempre tuve la suerte de tener buena salud.
Tenía 18 años, tuve que desplazarme durante varios días a Sama, al Sanatorio Adaro, a poner las corrientes. Era invierno y para no subir a la montaña, pasé unos días en Blimea, en casa de una de mi hermana Saturna.
Una prueba de lo atrasados que vivíamos es que al bajar a casa de mi hermana, fue donde conocí el cine por primera vez y cuando ya tenía los 18 años. Recuerdo las primeras películas que vi. La primera se titulaba “La Corona de Hierro” y la segunda “Tempestad en Las Nieves”. Esto junto con otros relatos dan una ligera idea de cómo se vivía en los pueblos en aquellos tiempos, con malos caminos, sin teléfono ni agua y algunos no tenían ni luz, ni servicio para asearse y otras necesidades al respecto. Para lavarnos había una “palangana”, colocada en un artefacto de cuatro patas llamado “palanganero”. Para ducharse lo hacíamos al aire libre junto a la casa que estaba en lugar solitario y donde nadie nos podía ver. Con un “Barcal grande” y después de darse jabón con una “jara” se echaba el agua que se traía entre dos personas colgado de una madera desde la fuente que estaba bastante lejos, o las mujeres con el “caldero en la cabeza”.
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