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Tiroteo con tres muertos y la casa de un vecino ardiendo hasta que se quemo toda, para que no se salvara nadie si quedan alguno dentro. O salían para ser abatidos a tiros o se quemaban dentro, no había otra elección, así de mala es la guerra.

Una mañana cuando salía de la mina a la una del medio día, iba para casa, al llegar a San Mamés, me dijeron que no podía ir a mi pueblo, que estaba ardiendo.

-¿Cómo no voy a subir si tengo a toda mi familia? Tengo la obligación de saber cómo están.

Desde allí se veía una gran humareda. La gente creía que ardía todo el pueblo. Nadie se atrevió ni a cercarse para ver lo que pasaba por miedo a las balas perdidas que con aquel tiroteo silbaban en todas direcciones.

Como siempre, emprendí el camino montaña arriba, y cuando llegué a mi casa, estaban mis padres y el resto de los hermanos más pequeños cerrados en casa, aterrorizados al ver que se quemaba la casa de un vecino. Los hermanos mayores estaban trabajando en las minas. Se sentían detonaciones con cierta frecuencia como ráfagas de ametralladora. Otras veces, tiros suelto aislados. Aunque ya había cesado el tiroteo de la lucha anterior, seguían las explosiones de la munición que había por allá y que al quemar explotaban.

La casa de mis abuelos estaba al lado de ésta, situadas una a cada lado del camino y a una distancia de diez metros. Pensando en lo asustados que estarían, dije a mi padre:

-Voy a ver a mis abuelos, lo estarán pasando muy mal, se encuentran solos. A pesar de solo tener diecisiete años, no quise dejar solos a mis abuelos y decidí ir con ellos, aunque a mis padres no  les gustaba, tenían miedo.

-Imposible no puedes ir, puede pasar te algo con los disparos, además está lleno de la fuerza y no te dejarán pasar, dijo mi padre.

-Tranquilo padre, les explicaré lo de los abuelos y seguro que me dejan pasar En cuanto al peligro creo que no pasa nada porque ya no están luchando, y los disparos que salen están dentro de las paredes de la casa, y aunque pueda salir alguna bala por las ventanas de la parte de acá pasaré agachado por debajo de la pared del camino y no me podrán darme.

Salí de casa y al llegar al cruce de caminos estaban dos guardias con su metralleta en mano, les saludé y me preguntaron:

-¿A dónde va?

 -Voy a casa de mis abuelos que están solos, viven en la casa de al lado-. Les dije.

-No te vayas por el camino, puede cogerte algún disparo. Vete por el prado y cuando vayas a pasar a la altura de aquellas ventanas, pasa agachado, me dijo uno de ellos. Así lo haré señor.

La distancia que había era de unos doscientos metros, aunque había tres muertos sólo podía ver a dos. El primero estaba tapado con una sábana y dentro del prado. El otro estaba destapado en medio de una pequeña plazoleta que había entre las dos casas al pie del camino. Cuando llegué cerca  del resto de la fuerza, de nuevo me preguntan:

-¿A dónde va?

Les expliqué a donde me dirigía. 

-Venga a ver si reconoce a este hombre, me dice uno de ellos.

Lo miré y estaba lleno de barro y sangre, con su camiseta arrollada hasta debajo de los brazos. Entre lo asustado que me encontraba y lo desfigurado que estaba el hombre, no lo pude reconocer de momento. Lo habían traído arrastro por entre el barro desde una distancia de unos 30 metros y como en el lugar donde cayó había mucho barro, no se molestaron en apártalo, estaba lleno de barro por todo su cuerpo y hasta por la cara.

Me llevó tiempo reconocerlo, después de mirarlo unas cantas veces me preguntaron si le conocía.

-Creo que es el dueño de la casa, por lo menos los zapatos que lleva son los de él.

-¿Por qué lo sabe? me pregunta otro de los del grupo.

-Porque tienen ese redondel cosido en la parte exterior del zapato derecho. Lo cortó con un guadaño segando hierba y como somos vecinos, él mismo me lo contó. La camiseta también es como las que él gasta, es de las llamadas de punto inglés, muy fuertes y con una nos botones a la derecha. Si les parece bien voy a por un caldero de agua, lo lavaré y ya se podrá reconocer mejor.

-Vaya por el agua.

Fui a por el agua y a ver a los abuelos, les saludé y les dije que no tuvieran miedo, ya había cesado el tiroteo y que volvía en un momento porque iba a llevar un caldero de agua para lavar a un señor que estaba muerto a lado del camino.

Lave la cara y vi que era Valiente mi vecino, había caído bajo una ráfaga al abandonar su casa por no morir abrasado por las llamas. Imposible aguantar más porque ya se caía hasta el techo en llamas. Salió dando fuego con una escopeta del “12” que tiraba con cartuchos de 28 postas. Eso equivale a 28 balas, que lleva por delante lo qué pilla, Es muy mortífera, así lo contaba uno de los que intervino en la batalla. Valiente salió por una de las ventanas de atrás, por las que salieron los compañeros antes de que la fuerza se replegara para el combate. A Valiente no le dio tiempo por ser el último y por eso lo mataron. Un minuto o poco mas y le hubiera dado tiempo a ocultarse en los maizales y largarse, que pena, allí la tenia destinada.

Todos pasamos mucha pena por él, a pesar de que él y mis abuelos se llevaban mal, nosotros siempre nos tratamos mucho, como vecinos que éramos. Nos apreciaba por dos razones: una, porque pasábamos mucho tiempo junto con el ganado y otra, porque nunca le cogimos las frutas de su finca. Tenía mucha fruta sobretodo piescos, pero lo respetamos. Sabía que se lo robaban cuando él no estaba. No sé cómo se las arreglaba para saber quiénes eran, pero él lo sabía y por eso nos apreciaba.

Recuerdo que nos daba muchos piescos, sabía que los necesitábamos. Un día dijo a nuestro padre que le prestaba darnos la fruta porque éramos los únicos que se la respetábamos. Nunca  entramos sin su permiso a su finca. Aquello nos prestaba mucho porque reconocía que le respetábamos como vecino. También le gustó a mi padre, porque la convivencia es muy importante, siempre se trataron  muy bien. Cuando íbamos para casa nuestro padre nos dijo, hay que ser buenos y respetar a los demás, acabáis de ver una  muestra de cómo el vecino os aprecia y reparte su fruta, porque sabe que no la robasteis. Es muy importante, la buena convivencia empieza por ahí, respetándose unos a otros como buenos vecinos.

El que estaba tapado en el prado era el Brigada Victorio, que cayó bajo una ráfaga de metralleta al entrar a la casa, pero de éste nada me dijeron. No pude saber de quién se trataba ni lo que había ocurrido hasta que llegaron los jefes y oí comentarlo.

El tercero de los caídos estaba en la huerta de mi abuelo, este salió por la puerta de la casa, allí estaban dos de mis hermanos los dos más pequeños, llindaban las vacas y un burro. Estaban sentados encima de la pared delante de ambas casas, junto al camino vecinal. Las dos casas estaban situadas precisamente donde el camino hacía curva. Por este motivo el caminante de la parte derecha no podía ver al de la izquierda, hasta delante de las casas, de forma que por el de la izquierda llegaba la brigadilla y por la derecha venían de catar nuestro vecino y su compañera. Fue una fatalidad terrible, con unos metros más atrás, lo mismo de una parte que de otra, hubiera sido lo suficiente para que vieran llegar a la fuerza y dar la vuelta. Al estar la casa sola seguirían cacheando el resto de las casas del pueblo como siempre y no hubiera pasado nada. Al encontrarse con la fuerza le preguntan:

-¿Tiene alguien en casa?, Les dijo que no, el brigada le ordenó que pasara el primero. La señora que se dio cuenta del lio que se iba armar, dejo su caldero en el suelo y puso pies en polvorosa. Se alejó con veloz carrera y se libró de aquella tragedia, sin que la fuerza se percatara de su huida, ya que se disponían a entrar a la casa. 

El dueño de la casa entró y detrás el brigada y un guardia. Así se lo contó uno de ellos a la llegada de los jefes. Al lado de la entrada y a la derecha estaba la puerta de la cocina, el primero se desvió a la derecha y entró en ella, el brigada quedó en la línea de tiro, donde fue ametrallado, ya que, en el fondo del pasillo estaba la escalera que subía al desván, y que por ser un lugar estratégico y oscuro, así lo sigue diciendo el que informa de lo sucedido, estaban atrincherados los que hubieran allí escondidos. Disparan y cayó el brigada, el que le acompañaba y que estaba en la mima entrada, salió para atrincherarse.

Seguida mente y con mucha rapidez silo Canales por la puerta de a lante, lanzó una bomba que se estrelló en la antojana de la casa y delante de la misma puerta de entrada, lanzó la segunda y ésta dio en la pared donde momentos antes estaban mis hermanos. Casi nos les dio tiempo de alejarse. Al sentir los primeros disparos salieron corriendo asustados para casa.

Los otros compañeros salieron por las ventanas de atrás y se largaron por los maizales que les sirvieron de protección para no ser vistos. Canales, tuvo mala suerte, salió de prisa detrás de las bombas y con el camino despejado, pero al saltar la pared hacia la huerta de mi abuelo, que estaba delante de su casa, en su fatal carrera perdió el equilibrio al caer al otro lado, se rompió una pierna. Al verse perdido, con su misma metralleta se disparó a boca jarro en la sien. Allí cayó fulminado. Esa escena de dolor la presencio mi abuelo que se encontraba sentado delante de casa pero a cubierto del tiroteo por la protección de los lateralesde.la mima casa

La fuerza no lo conocía a Canales. Vestía un traje color café, estaba gordito y seguro que con su peso no pudo dar el salto necesario para rebasar la pared. Al ir a reconocerle, estaba tendido en el suelo de medio lado. Además del tiro que el mismo se dio para morir, tenía el dedo índice de la mano derecha, el que se utiliza para disparar, cortado y colgando por un poco de su piel. Yo no sé si por el miedo o porque, no pude conocerle, aunque alguna vez lo había visto, no pude darme cuenta de quién era. Al momento llamaron a Alfonso Cuello, al que vieron delante de su casa, y éste si lo conoció. 

En el momento de reconocer a Canales, llegó un pequeño escuadrón acompañado de un alto jefe. Lo saludaron y le explicaron lo ocurrido.  Cuando le tocó el turno al que más cerca estuvo de Canales, le dijo que atrincherado muy cerca él, le dio muerte con una ráfaga de metralleta, que le cruzó diagonalmente desde la ingle hasta la cintura. A lado del cadáver le indicó la entrada de los tiros. Es cierto que ese individuo le cosió a tiros en toda su barriga, pero después de estar ya muerto. Mi abuelo que lo vio todo, me dijo.

-Si no se rompe la pierna no lo hubieran pillado ni con un tanque de guerra, ya que se pudo perder de vista entre los grandes maizales que lo pudieron proteger, sobro bastante tiempo para estar ya lejos y fuera de la vista del que llego mas tarde y se encontró con el cadáver de aquel hombre. Y agrego: Ese individuo quiso coger honores ante su jefe paro no le conto más que mentiras. Se avía atrincherado como él le dijo, pero más escondido que un jabalí, detrás de la cuadra de mi abuelo donde no podía ver ni la casa quemar. Así son muchas cosas. Cuando aquel tipo llego ya llevaba un buen rato muerto Canales.

Aunque mi abuelo no pudo ver los que huyeron por las ventanas de atrás, si contemplo toda aquella escena de dolor, vio hasta como Canales se disparo el tiro en la sien.

Más tarde se pudo saber que había cinco compañeros y que les dio tiempo a salir por las ventanas mientras la fuerza se retiro a posiciones seguras para evitar las bombas y el tiroteo. Mientras los huidos se largaron a trabes de los maizales de la vega de arriba y muy cercanos a la casa. Se comento que se metieron en el sótano de un primo mío, donde pasaron todo el día hasta llegar la noche y muy cerca donde estaba la fuerza.

Lo que nunca olvidare es aquel triste episodio por lo que atravesamos, fue una gran pena, nuca tuvo que surgir, también recuerdo los piescos que el vecino que con cariño nos daba en aquel tiempo de tanta necesidad.

Al caer la tarde ya la casa había quemado. Después de inspeccionarla en caso de haber quedado algún cadáver dentro, comentaron que podrían estar debajo de los escombros, que todavía seguían ardiendo.

Pidieron un caballo para llevarse a los dos cadáveres. Al brigada lo bajaron en camilla.

También recuerdo que los encargados de cargar a los cadáveres, no tenían ni idea de lo que tiraba un caballo. Intentaron cargar los dos en uno, cómo se cargan los sacos de carbón, pero el caballo no podía con ellos. Pesarían unos 180 kilos entre los dos y un caballo ya va bien cargado con los 100. Alfonso Cuello que también estaba allí les dijo, hay que poner otro caballo, es imposible llevarlos en este. Pidieron otro caballo i marcharon con ellos.

Al día siguiente, a las tres de la tarde cuando me encontraba con nuestro ganado, se presentaron de nuevo allí, y me cogieron por sorpresa. Si los viera antes me hubiera largado, pero no los vi hasta que ya no podía marchar. Al momento se acercó otro vecino Mito, que iba a limpiar uno de sus prados. A los dos nos ordenaron que nos pusiéramos a quitar todo el escombro de la casa quemada, para saber si quedaba alguna persona enterrada. Todos miraban y mandaban, pero la pala ni verla, nos dieron un reventón de trabajo. Éramos dos jóvenes y la tarea fue muy dura,  trabajamos hasta que ya no se veía nada, eran tíos duros y exigentes, nos trataban como a los animales no se dieron cuenta de que ya no podíamos con más.  

De ser un poco prudentes y conocer lo que es un reventón de tanto trabajo, ya que no les gustaba trabajar, por lo menos podían pedir más gente, para que nos relevaran en aquel fuerte trabajo de tantas horas. Como no nos atrevíamos a protestar, tuvimos que tragarlo y callar. Cuando marchamos no nos dieron ni las gracias, hay personas que se creen que los demás somos animales de  carga y aquellos tipos eran de esa clase. Solo les falto coger el látigo para apurarnos más. Fue una casualidad que me pillaran, no esperaba que pudieran venir, teníamos allí las vacas, y acaba de  soltarlas al prado cuando llegaron y me ordenaron que prepara unas palas.

 

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