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Cuando acababa de cumplir los 14 años, iba al trabajo a las cinco de la madrugada, me encontré con la brigadilla. Como siempre en las minas hay que ir a distintos relevos. Si entrábamos a las seis de la mañana, salía de casa a las cinco; porque tenia de desplazarme 5 kilomestros desde la montaña hasta el pozo San mames que estaba situado a lado de la Villa de Sotrondio, si entrábamos a las tres de la tarde, regresaba a casa de noche, y el tercero relevo a las doce de la noche.

El problema estaba en el miedo que pasaba al desplazarme solo por esos caminos del monte, temiendo encontrarme con los del monte o con la brigadilla. Aunque los del monte no hacían nada a los mineros. El miedo estaba en que te podrías encontrar con unos a un lado y los otros al otro, ya que hubo algún tiroteo por estos lugares varias veves. Y por si esto fuera poco, por las noches había un fantasma que recorría por los pueblos, amedrentando a la gente. El miedo que pasmos fue de terror. Era un personaje muy alto, vestido de blanco. Daba unos saltos enormes, era terrorífico encontrarle. No hacía nada a la gente, solo quería que lo vieran. Con eso hubo quien se desmayó y no volvió circular más por la noche.

En aquella madrugada, dos horas antes habían matado, a lado de la misma casa de aseo, a un minero trenista, y compañero de mi hermano Mino.

Me encontraba desayunando para ir al trabajo, cuando llegó mi hermano Mino. Eran las cinco de la madrugada. Mi hermano, trabajaba por la noche y cuando estaban él y varios compañeros de trabajo duchándose llegaron a la casa de aseo unos señores metralleta en mano y se llevaron a Josepín Barlomba, de Santa Barbara, que también era trenista y compañero. Al poco tiempo sintieron disparos, allí cerca lo mataron. Mi hermano, muy asustado, no se atrevía a salir de lampistería. Pensaba esperar a que amaneciera para regresar a casa. Elviro el lampistero, precisamente primo carnal nuestro, aunque estaba prohibido dejar lámparas al personal, le dijo:

-Es mucho esperar, como viene Arsenio para entrar a las 6, te daré una lámpara, ya que te dará  tiempo a llegar a casa y la en vías por él. Como se trata de poco tiempo no hay ningún problema. Así no subes a oscuras ni esperas a que amanezca.

Mi hermano tenía veintitrés años. Era muy joven y llegó a casa con mucho miedo. Yo era un niño que mhabia comenzado atrabajar hacia muy poco tiempo en aque trabajo en el que había que madrugar. Después de contarnos a mi madre y a mí lo ocurrido, dijo:

-Llévate esta lámpara y entrégala en lampistería. Me la dejaron porque no me atreví a subir con tanta oscuridad y no podía moverme de miedo. Vete con mucho cuidado, es posible que te encuentres con la fuerza, tú eres un niño, no te harán nada, procura no tener miedo. 

Era una forma de quitarme el miedo, sabía que tenía que circular por donde él había subido y eran parajes muy solitarios y miedosos, castañedos y caminos malos con barro por los cuatro hastiales.

Salí de casa y no me atrevía ni a mirar a los laterales del camino, solo al pequeño círculo que la lámpara iluminaba. Caminé como un sonámbulo invadido por el miedo. Cuando llevaba recorrido algo menos de un kilómetro, en un paraje denominado la “Rasa”, había un camino que discurría entre dos partes altas. A la derecha había una pared y a la izquierda un alto talud de la propia montaña. Esta caleya estaba llena de fango, barro y agua que por su profundidad no podía desaguar, y cubría en algunos lugares hasta treinta centímetros. Había unas pozas producidas por motivo de los arrieros a su paso con los caballos y mulas que transportaban carbón maderas y otros materiales.

Para poder pasar y no mojarme, circulé con mucho cuidado por un surco que había arrimado a la pared derecha para no caer al charco, pero cuando estaba encaramado a éste, oí una fuerte voz:

-¡Alto! ¿Quién va? ¡Manos arriba! ¿Cómo se llama? ¿Qué edad tiene? ¿Dónde vive, y adonde va? 

Parado con las manos en alto, y en aquel altillo muy asustado, y después de contestar a cada pregunta, me ordenaron que me acercase.

-¡Camine con manos en alto! me dijo.

En el momento que empecé a caminar, como no podía ver nada deslumbrado por la lámpara que me alumbraba a los ojos, me caí al chapatal.

-¿Qué hace usted! me grita uno?

-Me he caído a la charca.

Con el miedo tan grande que tenía me quedé en el barro sin moverme.

-¡Levántese y acérquese!

A pesar de que me contralaban todos mis movimientos porque me enfocaban con potentes linternas, me gritaban para acabar de darme más miedo. Seguía sin ver nada por la luz de ellos que me deslumbraba. No encontraba mi lámpara que también tapada por el fango no dejaba paso a su luz. De rodillas en el agua busqué la lámpara palpando para encontrarla. La cogí y caminé por medio de aquel barro, hasta llegar a ellos que estaban en la parte seca fuera de la charca. Eran unos cuantos, no supe el número. Metido en medio de estos me alumbraban y no sé si porque les había dado pena de lo mal que lo estaba pasando, o porque no quisieron mancharse del barro, no me cachearon, cosa que hacían siempre. Me preguntaron:

 -¿Ha visto a los del monte?

-No les vi.

-¿Cuándo los vio por última vez? dijo otro.

-Yo nunca les vi, no les conozco. 

-No sea cínico ¿es que no conoce a su vecino Alarido?

-Sí, pero no sé dónde está. Nuca le vi después de irse.

-¡Sois todos iguales! ¿Tenéis miedo de ellos o es que queréis protegerlos porque sois rojos como ellos?

-Le he dicho que no les conozco. A mi casa nuca han llegado, somos 14 hermanos todos pequeños y muy pobres. Mi padre trabaja mucho y no alcanza para comer, ¿qué van buscar en nuestra casa si no hay nada?

Por fin me dejaron marchar y cuando llegué al Pozo la gente me miró con asombro. Asustados de lo que había ocurrido poco tiempo antes. Preguntaron que me había pasado, cómo venía de esa forma. Les expliqué lo sucedido, cambié mi ropa y fui a mi trabajo.

Aunque les dije que ni los conocía, ni les había visto nunca, eso no era cierto. Sabía donde dormían muchas veces y los veíamos con cierta frecuencia. Sabían que no les denunciaríamos, eso sería una grave traición. No se escondían de nosotros, todo lo contrario, algunas veces me mandaban a por vino y tabaco. Muchas noches dormían en la tenada de mi abuelo, donde teníamos las vacas. Al ir a darles de comer los encontrábamos allí y charlaban conmigo y con mi hermano Constante, que siempre íbamos juntos hasta que comencé a trabajar. Yo conocía a unos cuantos aunque no sabia como se llamaban. Larido,de Carabeo, vecino del pueblo mas cercano al nuestro, muchas veces me arregló el pelo en su casa. Siempre nos tratamos mucho con su familia, como vecinos que son. Conocía también a Canales y a Ignacio, el Raxau, Aladino y Nofre. Algunos trabajaron en la mina de mi pueblo junto con otros vecinos y mi padre. Entraban por aquellas chimeneas y recuerdo que al salir de la mina jugaban a los bolos. Yo mismo les llevaba el porrón con el vino y me daban algún traguín Este hombre, junto con unos cuantos más de sus vecinos, venía desde Les Voríes andando. Era una esclavitud, aparte del fuerte trabajo de la mina y la escasa comida, tenían que atravesar por lo más alto de esas montañas con mucho calor en el verano y mucho frío y nieve durante los duros inviernos. Para recorrer este trayecto ida y vuelta necesitaban hasta dos horas para ir al trabajo y otro tanto para regresar acaso. 

Igual que a mis abuelos, padres y hermanos, nunca me interesó la política. Siempre nos decía nuestro padre que había que mirar a la gente sin fijarse de qué color era. Los había buenos y malos en todas partes, lo que se debía valora era su caballerosidad, su forma de ser y cómo se comportaba con los demás. Yo tengo amigos, comunistas, socialistas y del P.P, unos por ser vecinos, otros por compañeros de la infancia, o por ser compañeros de trabajo. Respeta a los demás y serás respetado, eso es lo importante.

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