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Mi primer accidente con la dinamita desengolando un pozo de carbón en la Escribana de 4ª planta sur, Pozo San mames en la rampla del medio.

Un sábado del mes de diciembre de 1952 fue primer día de trabajo en aquel punto. Llevaba nevando muy fuerte varios días y las vías del exterior estaban cubiertas de nieve. En aquellos tiempos nevaba tanto como para no poder ni circular por las pocas carreteras que había. Cuanto más nieve quitaba la gente, más nevaba. La maniobra del pozo andaba muy mal. Los vagones vacíos no llegaban a la mina muy retrasados y eso nos retrasaba mucho en el arrastre del carbón. El vigilante a primera hora de la mañana, me dijo que se encontraba muy enfermo y que se iba para fuera. Cierto, tenía unos forúnculos en el pescuezo que le machacaban de duro. Nada tiene que ver lo retorcido y mala paga que era con lo que estaba sufriendo por la gran inflamación que tenía en todo su cuello. Los dolores de estos forúnculos eran muy malos, dejaban a cualquiera fuera de combate, daban hasta fiebre. Estos forúnculos o “lluviesos” eran como una epidemia que hubo en aquel tiempo. Pocos se libraron de padecer aquellos tremendos dolores, a mí también me toco soportarlos. Desconozco la razón de esta epidemia, no sé si por la fame que pasmos o por lo malo de los alimentos falsificados casi siempre por los estraperlistas. Recuerdo que para cocer los garbanzos, las lentejas y fabes, había que ponerle bicarbonato. Estaban “ardías” y olían mal, y muy cocosas. “Ardias” es un estado muy malo de las legumbres, que al ser muy a trasadas o estaban con humedad y ese moo, que huele muy mal, o con demasiado calor porlo que surge una fermantación mala. Sabe Dios como las tendrían almacenadas. Les llamaban perdigones por lo duros que venían.

Asimismo me dijo el vigilante, que tampoco estaba el postiador porque estaba de boda. Este postiador era Celso del Rio La Piedra de San Mames un pueblín muy cerco del mío era buen trabajador y muy buena persona y yo le conocía de toda la vida.

– Así mismo me dijo; no podréis ni tú ni el trenista, salir hasta que carguéis la tarea, aunque tengáis que estar trabajando hasta mañana domingo. Atenderás los trenes y mientras el trenista va a la planta con su tren de carbón, subes a la rampla del medio para que veas un peñón que está “engolado” (trancando el carbón) en un estrechón y que Domingo (el otro esporiador) no fue capaz a “desengolar”. Seguramente que lo tendrás que volar con dinamita que puedes coger en el arca del travesal (galería en roca), lo que te haga falta. Ya sabes que lo primero es cargar toda la tarea de la rampla de adelante para dar paso a los picadores y una vez terminado esto, empieza por las otras dos ramplas. Recuerda que tienes que dar fuego en la rampla de adelante a los tiros que haya “forados”. Cuando llegue la hora de salir el relevo, sube al contraataque, espera a que baje todo el personal, cuéntalos, asegúrate de que haya bajado todo el personal y luego sube y dispara en todo el frente. Cuenta bien los tiros, antes de ponerte a disparar, no te vaya quedar uno sin darle fuego y la armes. Ya sabes que un tiro sin disparar puede matar a un picador al día siguiente al ponerse a picar y no saber cómo esta su tajo.

El trenista tardaba mucho en regresar de llevar el tren, era muy larga la distancia. Ya estábamos cerca del Pozo Barredos y mientras tanto yo preparaba el carbón para que no perdiera tiempo en cargar de nuevo a su regreso. También me dio tiempo a inspeccionar los dos pozos de las ramplas que estaban aislados del resto y que yo no conocía. Los picadores estaban por tercera y no me podía comunicar con ellos por estar muy lejos y macizado de carbón, ya que estos tenían la producción de varios días sin sacar por culpa de estar “engolados” y ser peligrosos.

Se cargó la tarea de la rampla de adelante y llegó la hora de salir el personal. Subí a lo alto del contraataque. Esperé a que bajara todo el personal de aquella mina, hasta el último, y les pregunté si quedaba alguien en la rampla. Me respondieron que ya no quedaba nadie y nos despedimos, les dije:

-Hasta mañana, amigos.

-¿Por qué hasta mañana?

-Porque las noticias de la calle son de que está nevando muy fuerte. Así lo dice el trenista que ve la nieve que traen los vagones. Según se presenta, todo indica que no terminaremos de cargar la tarea hasta mañana de madrugada. Con suerte podremos llegar a casa mañana al medio día para comer.

-¡Que tengas suerte! porque si no lo vas a pasar mal sin nada que comer.

Así es, no hay más remedio que aguantar la fame.

Se marcharon y, como siempre, me quedé solo en aquella larga y lejana mina. Subí contando los tiros “forados” y comencé a dar fuego por arriba. Esperé para contarlos y en lugar seguro para saber si se quedaba alguno sin disparar. Esto era muy importante ya que de surgir un fallo de un disparo podría ocurrir un accidente. Si quedaba alguno sin disparar había que dar cuenta a los jefes para tomar las medidas de seguridad necesarias y evitar el peligro de lo que llamamos “un tiro que se quedó”. Una vez que salieron todos los tiros bajé a la galería, fui al transversal, preparé dos cargas de dinamita con dos cartuchos cada una. Subí a la rampla del medio y puse una de las cargas al muro y la otra al techo para volar el peñón que trancaba el carbón. Esto que acabo de describir fue una falta muy grave que yo cometí por ser inexperto. Siempre es peligroso el “desengolar” un pozo, siempre es un peligro, en unas partes mucho más que en otras. Todas las precauciones son pocas ya que algunas veces aparecen imprevistos que te pueden matar. En este mi caso poco faltó. Creo que por décimas de segundo me salvé de morir deshecho por aquella carga explosiva tan tremenda. 

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