Cuando llegué a chaval me gustaba salir con los amigos y como el dinero era escaso, mis padres me daban diez pesetas al mes. Algunas veces se terminaban antes y el domingo sin salida.
Mi abuelo me decía:
-¡Qué, amigo! ¿Hoy no hay parné?
-Sin blanca no puedo ir a ninguna parte abuelo.
-¿Cuánto precisas?
-Cinco pesetas.
-Toma diez, pero no gastes más que lo necesario. Un hombre no debe andar sin dinero nunca.
Aunque tenía que devolvérselas algunas veces no me las cobraba y me sacaba del apuro. Siempre fue muy generoso, me decía:
-Si trabajas toda la semana más que un chino, normal es que el domingo puedas divertirte un poco, pero con cautela, que ya sabes que hay poca plata.
– Muchas gracias abuelo, te lo agradezco mucho, le daba un beso y me iba.
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