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Trabajando en la chimenea de la segunda rama de 3ª sur Pozo San Mames, una mañana quedamos trancados sin ventilación ninguna y con el gas muy cerca de nosotros, lo que suponía un peligro para morir asfixiados en poco tiempo, si no lográbamos abrirnos paso para salir de aquella mina, que era como una ratonera, porque no había “auxiliar” el auxiliar es un paso que se hace a lado de la misma chimenea para poder entrar y salir el personal, ya que el carbón se almacena en la chimenea y no ha salida.

Después de calar la chimenea de San Luis de cuarta, Alfredo Lamuño de La Bobia y yo, fuimos  destinados, a subir otra chimenea de la segunda rama. En este trabajo a punto estuvimos de sufrir un serio percance.

En aquel tiempo los trabajos se hacían sin la seguridad adecuada, lo que le importaba a la empresa era sacar mucha producción, de seguridad ni se acordaron. En aquellos tiempos no había cursillos de formación para los mineros. Solo lo que aprendíamos a base de llevar porrazos con los accidentes que la mina nos dio. Si se moría un hombre en un derrabe, otro para levantar rápida mente los hundimientos y poner el tajo en producción otra vez. En algunos casos no se ponían auxiliares ni en las chimeneas, como ocurrió en este caso

En algunos trabajos, había mala ventilación, por lo que había grisú en cantidades excesivas, por eso hubo explosiones de gran potencia donde murieron todos los que había en la mina. En una explosión de este grisú no se salvan ni los ratones, es muy peligroso.

 Perforamos los primeros seis metros de la chimenea, con una pendiente de 80º casi verticalmente. Luego la capa de carbón se inclinó hacia el muro y siguió casi llana unos siete metros más, donde falló y desapareció el carbón. A la salida se lo comunico Alfredo a nuestro jefe Alfonso Cuello y nos mandó contraatacar al techo. “Foramos” perforar la roca con barrena, una pega por día durante cuatro días y avanzamos unos cinco metros con una pendiente de 80º, para que el carbón bajara por su peso. Se caló a la capa que por un resalto se había desplazado al techo.

Cuando llegamos al quinto día vimos que ésta capa de carbón tomaba la misma dirección que la primitiva. Aunque era mucho más estrecha, con una potencia de unos noventa centímetros y también con muy poca pendiente. El carbón no andaba ni por las chapas, había que ir sacándolo  al lado del picador. Con las cuatro explosiones de los días anteriores en lo llano de la misma falla  y en la parte de abajo de este contraataque y por el testero de la misma curva apareció una fuente fría y con bastante caudal. Esta cantidad de agua arrastraba el carbón que yo echaba por el contraatque desde el ultimo “zigzag” de los tres que había. “Zigzags “es una mina que va en una dirección y cambia radicalmente hacia el techo, es decir, en la forma de una “z”. La tarea de aquel día fue buena, se dio muy bien. Dado que estábamos más arriba del tercer zigzags la ventilación era muy escasa ya que el último tubo del difusor solo llegaba el primero de los zigzags por eso había gas y se puso muy fácil de picar. Alfredo era muy trabajador ¡Venga carbón abajo! Él lo picaba yo lo echaba al pozo. Cuando llegó la hora de salir, bajamos del contraataque y vimos que estamos trancados. No se veía el carbón que habíamos ido bajando solo agua, lo que quería decir que en poco tiempo nos quedaríamos sin ventilación. El aire que debía entraba por el tubo del difusor no tenía salida. Nos quedamos asustados, los dos nos pusimos muy nerviosos y nuestro comentario fue: “si no se dan cuenta de que faltamos, en poco tiempo nos invadirá el gas.  Solo podremos aguantar hasta que baje el contraataque y llegue a nosotros”. La cosa era seria de verdad. Después de lo malo y mortal que es el grisú, una cosa tiene buena y es que te quedas dormido sin sentir la muerte llegar.

El picador era muy buena persona, además de trabajador, pero muy tímido y no reaccionaba. Yo siempre he tenido la suerte de ser de reflejos rápidos. Mientras que éste permanecía inmóvil y muy nervioso, se me ocurrió desmontar uno de los travesaños que sostenían la tubería del viento comprimido. Me preguntó:

-¿Qué haces?

-Poner a perder el aire de la tubería, que de algo nos servirá y a la vez aprovechar el travesaño para sondear la profundidad del agua y ver si podemos echarla abajo, le dije al picador.

-Coge el travesaño por un lado yo por el otro, voy a meterme en el agua, si ves que me cubre más de la cuenta, tira y ayúdame a salir. Llegué al techo, el nivel era el mismo en toda la superficie, solo me llegaba un poco menos de la cintura. Comencé a “escargatar” con esta madera precisamente allí  por el techo, que se suponía que es donde menos macizo podía estar. Después de un tiempo, conseguí que el agua se fuera por esta parte, empezó a bajar de nivel aunque muy despacio porque el caudal de la fuente seguí a su marcha. Dado que allí era ancho bastante podía moverme con cierta facilidad, aunque trabajando de rodillas y metido entre el agua.

Aquello ya era un gran paso adelante, seguí dándole hasta que se quedó el carbón a la vista, en esa parte más alta. Al bajar el nivel del agua pude comenzar a sacar carbón con las manos hasta que ya no podía salir, pues estaba trabajando cabeza para bajo, en una pendiente casi vertical. Le dije a mí compañero:

-Vuelvo a entrar pero  yo solo ya no podre salir de esa pendiente tan larga, tienes que ayudarme. Me cogerás por las patas, tiras para que pueda extraer más carbón hasta ver si podemos llegar a las tablas de la “boca rampla”, es la que cierra la entrada de la chimenea en la misma galería y que tranca el carbón en esta para ser cargado en los vagones, muy parecido a como se carga de una tolva.

Seguí sacando carbón de aquella forma hasta que llegué cerca de la primera tabla. De esta forma trabajamos largo tiempo, tardamos hora y media, lo suficiente para que no llegara el gas que había y que avanzaba a medida que pasaba el tiempo por la falta de ventilación. A pesar de estar muy mojado y lleno de natas y con agua de manantial muy fría, no pase frio, porque el esfuerzo de tanto trabajo me producía calor. Cuando llegué a una distancia de unos dos metros de la primera de las tablas, que son las que cierran la boca rampla le dije:

-Tira, voy a salir para bajar al revés, no puedo llegar a las tablas por lo estrecho que esta.

Me ayudo a salir como siempre tirando por mis patas, ya que trabajaba cabeza abajo para con las manos extraer el carbón. Es el mismo sistema que hacen los animalitos para hacer sus guaridas. Di la vuelta y bajé cabeza arriba para hacer más fuerza con los pies y poder romper la tabla a base de tirón, ya que no podía mover mis piernas para darle patadas, el hueco donde yo me encontraba solo era lo justo para mi cuerpo, un agujero casi a la medida pero muy difícil de moverse, por eso necesitaba ayuda para salir de allí. No había otra forma de poder romper la tabla, además de trabajar sin luz en aquella estrecha ratonera. Había que vencerla a puro tirón, me costó mucho trabajo y llevó un poco de tiempo y esfuerzo, pero al final lo conseguí reventar la primera tabla.

 

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